La censura del arte en Platón. ¿Cómo defender a los artistas de los platónicos?


Ciertamente el título de este trabajo es polémico y poco original[1]. No obstante, revela la intención de esta reflexión y muestra un problema muy tradicional, presente en Platón y vigente en muchas mentes contemporáneas.
Primero que nada he de decir que el arte y la filosofía, a pesar de que pueden confluir, son dos prácticas, dos ideologías distintas, ambas pretenden ser liberadoras, pero cada una procede de manera distinta. La filosofía no siempre persigue una expresión estética; el filósofo, en su actividad profesional, no anhela ser considerado artista por la sociedad. No obstante, los artistas son pensadores que quieren ser reconocidos como artistas (sea por la sociedad o bien por un grupo cercano), y a diferencia de los filósofos, persiguen fundamentalmente la expresión estética de una visión personal a través de medios plásticos, lingüísticos o sonoros. Ambas disciplinas son creadoras, es verdad. Dicha creatividad puede ser considerada como liberadora, ya que es un rompimiento con estructuras de pensamiento cotidianas. Sus creaciones implican el pensar, es decir, una ideología. Sólo que lo que el artista hace, es más lúdico y experimental,  nunca pierde de vista la emotividad o sentimentalidad de su espectador. En cambio, el filósofo es más académico y reflexivo, jamás olvida que su obra debe posicionarse respecto a una tradición de pensamiento y que su destinatario está esperando una reflexión, no una obra de arte.
Pues bien, el arte regularmente tiene un trasfondo filosófico. La filosofía tiene o puede tener una dimensión estética (al menos para el filósofo y también para el aficionado a la filosofía). Y por supuesto, ambas ideologías nunca pierden de vista al hombre, ya que, por excelencia, son actividades humanísticas.
Siguiendo una línea argumentativa así, podría resultar extraño que se contrapongan estos dos elementos de la cultura. Sin embargo, ha habido quienes han visto una oposición, o al menos, una fricción que amerita una  buena pulida. Platón es uno de ellos. 
A continuación, esbozaré su postura en torno al arte y su oposición con la filosofía, primero de manera general y después circunscrita a los libros ii-iii de la República. Luego, tomaré posición al respecto y, final-mente, mostraré la actualidad de esta vieja problemática con la participación de nuevos personajes y escenarios.

El arte y su relación con la filosofía según Platón

El ámbito en el que se sitúa el pensamiento platónico, que es el helénico, hizo que la noción griega de la naturaleza influyera en la que éste (Platón) poseía de arte. En consecuencia, encontramos en dicho filósofo ateniense el supuesto de que el artista encontraba su fuente de inspiración y  materiales, en la propia naturaleza. Al respecto, Rupert C. Lodge detecta tres supuestos y sus recíprocas posturas en la mentalidad platónica. Tales supuestos, relativos a su concepción del mundo, son: 1) el de la idea del movimiento; 2) el de un substrato inmutable; 3) el del ritmo[2]. Las posturas que encuentra Lodge, que como ya dije, están supeditadas a los mencionados supuestos, son: 1) que la creación artística se da en función de la naturaleza objetiva; 2) que la naturaleza es una especie de no ser en el que corren como imágenes las formas que son trascendentes a la propia realidad física; 3) que la mente humana no es capaz de acceder a los secretos últimos de una mente divina y de la propia fúsis[3].
Vaya, la naturaleza origina las normas e ideales de la vida humana; pero el arte se origina en la movilidad animal; que en el caso del hombre, se asocia con: a) la vocación de tecnificar su supervivencia (agricultura, pesca, caza) y, b) el sentido común de los artistas, es decir, que ellos a través de la razón amplían lo que la naturaleza provee[4].
Además, Platón cree que el Artífice Divino (el Demiurgo) es quien crea los patrones geométricos del universo, y el arte sigue tanto ese patrón matemático, como la propia inspiración  divina[5]. Vaya, el arte deriva de la proporción[6].
Ahora bien, la palabra griega techné, como señala Rupert C. Lodge,  es la categoría griega que alude al arte, pero también se aplica indistintamente a las técnicas de los oficios y de la labor artesanal[7]. Es decir, techné se refiere a destrezas manipulativas adquiridas por la práctica y la repetición en un mundo lleno de movimiento[8].
En este sentido,  como señala el propio Platón en el Fedón (60-61), la filosofía es un arte, el más noble y grande, el cual persigue la adquisición del conocimiento (Eutidemo 288); más aún, es conocimiento del co-nocimiento, ciencia de las ciencias (Cármides 170) y tiene a la verdad como directriz del filósofo (República vi, 489-90)[9].
Ahora bien, el arte concebido como  una actividad estética y no sólo práctica o intelectual, data del siglo xviii[10]. En el presente trabajo, por supuesto, considero al arte en su acepción moderna, pero no puedo desvincularme de la visión antigua al estar haciendo referencia a Platón. En otras palabras, procedo hermenéuticamente para hablar de la relación entre el arte y la filosofía interpretando a Platón desde mi horizonte.
Hablando de interpretaciones, según Lodge, en la época de este filósofo ateniense, el arte, en cuanto producción, tenía que ver con tres líneas interpretativas: 1) la cooperación de la techné con la naturaleza; 2) la cooperación de ésta  (la techné) con la sociedad, y; 3) la inspiración del artista como productora técnica  del arte[11]. A cada una de estas líneas le corresponde una función del arte, de acuerdo con dicho filólogo: 1) la de ser una modesta copia; 2) la de la persuasión oratoria; 3) la de la lógica formal[12].
En el caso específico del discípulo de Sócrates, el arte tiene la función de fortalecer las virtudes aprobadas por el Estado ideal (justicia, templanza, valentía)[13]. La actividad artística es más bien transmisora, que creadora de valores; su labor no es solitaria, sino gremial y, por ende, el artista en-seña su destreza a sus discípulos[14]. Así pues, el arte tiene cuatro facetas de desarrollo: 1) el nivel de sentir emocional e instintivo, en el cual el artista crea con métodos de ensayo y error; 2) el nivel de la valoración del mundo objetivo, en el cual se busca generar copias del mundo objetivo; 3) el nivel de la técnica matemática en el que el artista crea modelos matemáticos de la realidad física; 4) el nivel de la aprehensión dialéctica o metafísica, momento en el que el filósofo artista pretende aplicar la idea de bien a todas las esferas de la vida humana en un intento, siempre imperfecto, de alcanzar con el mayor grado de proximidad la realización utópica[15].
El arte como reproducción, es decir, como mímesis, reproduce la bondad del objeto imitado. Y en la Ciudad Ideal la mímesis abre la puerta a la asimilación de lo mejor del ambiente social, teológico, físico e ideal[16].  Por lo tanto, Los artistas, son sirvientes comunitarios, como los demás técnicos (carpinteros, herreros, etc.), pero, además, tienen la función de ampliar y dar adecuada expresión al ethos de modo variado, novedoso y eficaz[17].
Sin embargo, si distinguimos a los artistas de los filósofos en la Re-pública platónica, veremos que a pesar de que ambos, en un sentido amplio cultivan el arte, al final entran en tensión si los primeros no siguen los lineamientos éticos del modelo ideal de la  polis.
Hay que recordar que en República i 322 d se sugiere que la justicia es un arte, uno que en último extremo, según Platón, va ligado a la fe-licidad (Rep. i 354 a).  Sobre este arte de la polis versa la conversación que Sócrates sostiene con otros invitados en la casa del millonario Céfalo. Ahora bien, algunos asistentes, como Glaucón y Adimanto, no están convencidos de que la justicia siempre sea útil o beneficiosa respecto a la injusticia y el primero de ellos narra el mito de Giges, para exponer tal punto de vista, como sucede  en el libro II de la citada obra. Ahí,  Sócrates señala que hay una justicia del estado y una del individuo.  Aborda la  estatal, ya que no puede entender la segunda sin la primera (Rep. ii, 368 e y ss). Para lograr lo anterior, habla del origen del Estado y postula que éste surge debido a la incapacidad de autoabastecimiento de un solo individuo, es decir: la necesidad (Rep. ii, 369 c).
En fin, las necesidades básicas por las que surge el estado son las de alimentación, vivienda y vestimenta. Estas necesidades implican “artis-tas”, o mejor dicho, “artesanos- técnicos”, como el campesino, el constructor, el tejedor y el zapatero, quienes para hacer mejor su labor, se concentran sólo en sus actividades, de tal manera que se requieren de otros “artistas” que diseñen las herramientas que ellos usan (Rep. ii, 369 d y ss). Si a eso sumamos que un Estado no es autosuficiente, que requiere de importaciones y excedentes propios para exportar e intercambiar por otros productos. Entonces surgen otras  clases de técnicas que realizan los comerciantes (quienes compran y venden productos de una polis a otra), los marineros, los mercaderes (quienes compran y venden en la misma polis en mercados lo que los propios artesanos producen) y los asalariados (que vende su fuerza corporal).
En República ii, 371 e, Sócrates sugiere que ahí acaba el estado perfecto, por lo cual cualquier otro rol técnico-artesanal resulta suspicaz, ya que genera un Estado lujoso que se enferma con la producción de perfumes, cortesanas, inciensos, manjares, pintura, oro, bordados, marfil, etc. (Rep. ii, 373 a) y que requerirá nuevos artesanos-técnicos, que bajo la visión de Sócrates, son imitadores, los cuales, podemos asociar perfecta-mente con lo que hoy denominamos como artistas, pues el maestro de Platón, se refiere a los pintores, músicos, poetas, rapsodas, actores, bai-larines, etc. (Rep. ii, 373 b- c). Consecuentemente, un Estado perfecto es austero, sobrio, uno sin artistas. Ahora bien, Platón sabe que existiendo ya el Estado lujoso, no se puede prescindir de ellos, como igualmente se vuelven necesarios los médicos y los guardianes. Los primeros curan las enfermedades producidas por los excesos del lujo y los segundos garantizan la expansión de la polis debido a las ambiciones propias y la defensa de ésta de las ambiciones ajenas (Rep. ii, 373 d-e).
Los guardianes son una clase que le importa mucho a Platón, seguramente porque tiene en mente que es necesaria la salvaguarda del Estado. Por eso es que se concentra en el rol y educación ideal de quienes compondrán las fuerzas armadas, pues son, quienes controlarán el orden hacia dentro y fuera del Estado. El guardián debe ser alguien que esté especializado en ello, además de tener buenos sentidos, rapidez, fuerza, valentía frente al enemigo, mansedumbre ante el ciudadano y ser filósofo por naturaleza (Rep. ii, 375 a-b; 375 e). Los guardianes deben ser educados con gimnasia para el cuerpo y música para el alma (Rep. ii, 376 e).
Con el término “música”, parece que Platón no se está refiriendo al arte del movimiento organizado de sonidos a través del espacio y tiempo[18], sino al arte de las musas, lo relativo a ellas y la inspiración que producen, es decir, se refiere a la educación del alma a través de lo que hoy en día llamamos artes, ya que la música, según Platón, está compuesta de una parte relativa a los mitos y discursos y otra, propia de los cantos y las melodías (República iii, 398 b). Lo que hoy en día serían la literatura y la música, son al menos, dos de los componentes explícitos de la música platónica, la cual es una especie de técnica que impacta emocional y cognitivamente en el alma.
Por otro lado, lo que propone Platón, bajo el rol del fundador de un Estado, es una educación musical de los niños relativa a ambos componentes de la música. En  primer lugar hablará de los mitos, luego de las melodías…
 Primero propone que los mitos contengan discursos verdaderos res-pecto a los dioses y los héroes, y no falsos como los que cuentan los más grandes poetas: Homero y Hesíodo. No es que Platón no comprenda el sentido del arte, él perfectamente sabe que tales relatos de engaños, venganzas, homicidios, guerras son alegorías, pero señala que los niños no se percatan de ello y las impresiones producidas a esa edad, difícilmente se borran (Rep. ii, 378 d-e; 382 e). Por eso, dice Platón en boca de Sócrates:

Y a los fundadores de un Estado corresponde conocer las pautas según las cuales, los poetas deben forjar los mitos y de las cuales no deben apartarse de sus creaciones; mas no corresponde a dichos fundadores componer mitos (Rep. ii, 379, a)[19].

He aquí que los filósofos se oponen a los artistas: unos crean, otros regulan.
 Sócrates, asumiéndose como fundador de ciudades censura a los poetas, censura que abarca a la épica, la tragedia y cualquier otra poesía (Rep. ii, 381 d). Y parece que ese control sobre la poesía, no es exclusivo para los guardianes, sino para cualquiera que haya de honrar a sus padres y dioses, y a todos aquellos que vayan a tener una relación de amistad (República iii 386 a).
Ahora bien, ¿por qué razón la filosofía debe censurar los contenidos del la poesía entre los individuos de la sociedad? Porque La filosofía busca la verdad mientras que esa poesía aloja, retiene en el alma la mentira bajo el mecanismo de la imitación, y si se repite desde la juventud por mucho tiempo, se instala en los hábitos y en la naturaleza de la persona (Rep. ii,  382 b-C;  Rep. iii, 395 c).
No olvidemos que “nuestros” artistas para Platón son imitadores, pues bajo la voz de sus personajes esconden la suya e imitan su aspecto (Rep. iii, 393 a), aunque paradójicamente también dicen alegorías complejas para los niños frente a las cuales tienen una responsabilidad social. Por eso es que el Ateniense le da una regulación a la poesía, para que no fomente el temor a la muerte, la vileza de los hombres, los lamentos y reclamos (Rep. iii, 386 a y ss), ni tampoco las aventuras sexuales y en-gaños de los dioses (Rep. iii, 390 c), ni los abusos o ambiciones de los héroes (Rep. iii, 390 e). Tampoco se debe fomentar mucho la risa (Rep. iii, 388 e y 389 a), en cambio, sí se debe, la verdad (Rep. iii, 389 b). La mentira solamente se debe aceptar en el  caso de que el gobernante lo haga para el bien mismo del Estado (Rep. iii, 389 b-c). Los guardianes tampoco deben imitar a los hombres o mujeres en estado de debilidad,  locura, servidumbre, vileza o cobardía (Rep. iii, 395 d-e). Así pues, el arte, es actividad ejemplar y los ejemplos deben ser adecuados para la formación de sus gobernantes.
En un momento posterior, Platón se concentra en las melodías, señala que el componente discursivo de ellas debe apegarse exactamente  a los criterios propios de la censura de los mitos; incluso la parte armónica y rítmica de las melodías, que no lleva discurso, debe seguir más o menos los mismos criterios, al prohibirse los ritmos y armonías quejumbrosos, festivos, que fomenten la desmesura, y deben de promoverse los de corte marcial, como la armonía doria y frigia (Rep. iii, 399 a), permitiendo así la mesura. En consecuencia, se requiere la fabricación de instrumentos musicales que únicamente permitan dicho tipo de sonidos, a saber: la lira, la cítara y la siringa (Rep. iii, 399 d).
Armonía y ritmo son lo que más penetra en el alma, produciendo la gracia en la persona obras de arte y en las naturales (Rep. iii, 401 e). Si bien no aclara Platón qué entiende por “gracia”, al parecer está pensando en las virtudes, ya que señala que el hombre bien educado alaba lo hermoso, se regocija en ello y se convierte en hombre de bien, quien rechaza lo  feo desde antes de llegar a la edad de la razón (Rep. iii, 401 e; 402 a). Por ello es que se debe conocer la moderación, la valentía, valentía, liberalidad, magnanimidad, sus virtudes afines y sus opuestos (Rep. iii, 402 c). La música es la mejor forma de generar virtudes.
Belleza y bien, fealdad y mal se identifican. La estética es ética, la ética es estética; la educación musical, que es educación artística, produce hombres éticos y estéticos que aman a los hombres de este tipo, porque tienen armonía en el alma (cabe mencionar, que debido al contexto de la bisexualidad ateniense, la falta de ella -de armonía- en el cuerpo, de acuerdo con Platón, a tales hombres  les resulta tolerable) (Rep. iii 402 d-e). Es decir que la música culmina con el amor a lo bello (Rep. iii 403 c).
El resto del libro tercero se sigue con la reflexión en torno a la gimnasia, reflexión que no me incumbe directamente para este trabajo, ya que estamos reflexionando la relación entre el arte (entendida contemporáneamente) y la filosofía. 
Lo que sí es de mi interés, es un el valor de tal postura, pues aunque para muchas  personas resulta anacrónica, para otras es muy vigente. Es decir, hoy en día hay quienes: 1) todavía piensan que la ética y la estética se acompañan de tal manera que un artista o un apreciador del arte no pueden ser inhumanos; 2) quienes consideran que el arte tiene que ser censurado para garantizar el bienestar social.
Abordemos ambas ideas una por una. La primera suena tentadora. De hecho,  yo mismo señalé que el arte es una ideología liberadora. Si nos da libertad, seguramente nos hace bondadosamente dueños de nuestros valores. Por otro lado, la incorporación de materias artísticas en nuestro sistema educativo, supone que el arte es bueno para el hombre. Y es fácil escuchar o detectar el prejuicio de que los artistas, al ser personas sensibles, no pueden ser inhumanos, como se observa en la película Triunfo a la vida.
No obstante eso no explica algunos complejos casos, como lo señala Todorov en Deberes y delicias, respecto  a un buen nazi que sabe apreciar la mejor música clásica y no duda en hacer jabón a sus prisioneros y darse un refrescante baño con él. La gran cantidad de casos que podemos pensar nos rebasan. En el cine es icónico Hannibal Lexter, y en la realidad, es superado por la gran afición hacia la poesía y la literatura del caníbal de la Guerrero, o varios años atrás, por el siniestro Goyo Cárdenas, quien se dedicó a la pintura, amó la literatura y hasta asistió con entusiasmo, al menos al principio, a la puesta en escena de una obra de teatro sobre sus crímenes escrita por Víctor Hugo Rascón Banda titulada El estrangulador de Tacuba[20].
¿Qué diría Platón de estas excepciones que distan mucho de ser las únicas a su tesis? ¿Desde cuándo todos los artistas son éticos y los filósofos saben apreciar necesariamente lo bello? Por supuesto, el arte es una ideología, una que libera, que permite cambiar formas típicas de apreciación, pero de ninguna manera garantiza que las personas obren moralmente bien.
Desde el momento en que Platón señaló que a los poetas se les debe censurar, éste admitió con sutileza que el arte no sólo ensalza al bien, sino que antes de ser una herramienta ética, es expresión de una visión de mundo que genera un efecto en su receptor. El arte de los artistas, no es el platónico, ya que el discípulo de Sócrates sabe que los artistas  exaltan motivos de cualquier índole. Por eso, como hipotético fundador de un Estado ideal, decide censurar el espectro de sus temas, de sus modos de crear, para generar buenos guardianes, buenos ciudadanos.
Manifiesta una actitud más propia del político o del educador, que del artista. El artista ideal para Platón es el que está al servicio del Estado y su paideia, aquel cuya ética es la de la polis, y si llega a haber un artista rebelde, que se le expulse de la ciudad.
    La segunda idea, la de la censura, es todavía vigente: sea porque todavía hay individuos que son exiliados o silenciados cuando su arte es crítico; sea porque hay artistas sirviendo a los intereses gubernamentales, de manera tal que se autocensuran recibiendo en recompensa becas del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes; sea porque hay grupos como “A favor de lo mejor” que, en aras del bien social y aunque no son el Estado, buscan, como fuerzas políticas, censurar las expresiones mediáticas, muchas de las cuales son o pretenden ser artísticas.
Como vemos el problema platónico del arte y su filosófica relación con la ética, no es obsoleto, está vigente.
Si emulo el proceder de Paul Feyerabend en su texto Como defender a la sociedad de la Ciencia, debería de tener en estos momentos un apartado que fuera contra el método que Platón sigue para decir qué es arte y otro apartado para criticar los resultados de éste… Debería pro-poner una especie de anarquismo artístico que dijera “Todo se vale”, porque la censura platónica llevada de la utopía a la sociedad real,  suena a cierto fascismo e intolerancia estatal, su propuesta estética parece limitada y limitante, como si su ideología se tuviera que adaptar a la ideología oficial, como sucedió en la Unión Soviética en sus buenos tiempos, o como si estuviéramos en los Estados Unidos cuando se suscitaron las acusaciones contra Marilyn Manson por influir supuestamente a los asesinos de Columbine y perdiéramos de vista la verdadera posibilidad de impacto de una obra sobre una vida, de tal manera que su huella no nos condicionara como a un robot. Si el precio de la ética es el sacrificio de la libertad, ¿vale la pena? Si detrás de toda expresión artística debe haber una conciencia privilegiada -la del filósofo guardián- indicándonos que debemos de hacer y cómo, entonces lo justo es volverse anti-platónico y proteger al artista del Platón mediante la postulación del “Todo se vale”.
No obstante, recuerdo que en internet se le dio mucha difusión a un evento, que aunque no sé si sea real, ilustra muy bien lo que quiero señalar. Resulta que el artista costarricense Guillermo Vargas, alias Habacuc, en una exposición mató a un perro de inanición, so pretexto de estar haciendo arte. El artista cuando fue atacado, criticó la hipocresía de quienes en la calle ignorarían al animal y les importaría un bledo su muerte[21]. Mi “platónico” interior con justicia preguntaría: ¿se puede hacer arte a costa de una vida, a pesar de que ésta no sea humana? ¿Efectivamente todo se vale? ¿Podríamos aceptar arte hecho por sociópatas con los cuerpos de sus víctimas y regocijarnos de su exhibición en un museo de modo tal que el arte justificara sus homicidios? La respuesta parece evidente y mi pregunta en su radicalidad orilla a una respuesta negativa. Es lo malo de que brinque mi Platón interior con su tendencioso Sócrates dialéctico. Con esto, no quiero decir que la verdadera intención de este trabajo sea la de defender a los platónicos del anarquismo artístico, que gracias a Paul Feyerabend he proyectado en este ámbito.
 Más bien, cuando me hago la pregunta sobre lo que se vale en el arte, me pongo un poco más reacio a atacar a Platón de manera intempestiva, tajante. Posiblemente, no se puede tener un “no” o un “sí” categórico res-pecto a la moralidad del arte. La respuesta no está en una sola mente que predica uniformemente el mismo juicio sobre todas las obras de arte y sus respectivos procesos de creación.
Lo que sí podemos decir es que con Platón o con Feyerabend,  el arte tiene una dimensión ética, sea que el artista vea o no en dicha actividad un compromiso sociopolítico. Su eticidad se puede ver en ejemplos menos sangrientos que los que antaño señalé. Consideremos como pruebas de eticidad en la práctica artística, el rechazo generalizado del plagio o la condena contra quienes con poca seriedad se ostentan como artistas sin serlo. Tampoco podemos dejar de lado la bondad o maldad de lo que representa el arte, y de los diversos juicios  que éste pueda tener en las mentes de los espectadores. Que quede claro, una obra de arte por sí sola, no crea a un asesino. Más aún, lo que para unos es un mensaje maravilloso, para otros es grotesco; lo que en unos es irreverente, en otros es sagaz, etc.
Aunque la verdad, en México estamos ante una sociedad que poco cultiva el arte, como se observa en las escuelas, los museos y espacios culturales, pese a la gran entrega y calidad de nuestros artistas. Eso me hace suponer que más bien deberíamos defender al arte de la indiferencia de la sociedad. Para ello, propongo fomentar la censura de los artistas. Recordemos que los mejores promotores del filme El Crimen del Padre Amaro fueron sus propios detractores. Hicieron de aquella película todo un furor… Entonces, que el Partido Acción Nacional y otros grupos de derecha hagan spots publicitarios que digan que “el Arte es un peligro para México”, que los obispos ordenen a sus feligreses que no vayan a las exposiciones de arte, que las satanicen con suma pasión, que todos saquemos algo del platónico que llevamos dentro para darle un boom a las artes, gritándole al mundo que las rechazamos, porque el propio Platón para juzgar así a las obras de arte, se tuvo que haber aficionado a ellas, convirtiéndose en lo que en sus Diálogos se muestra: un gran artista, un gran escritor.
Pero, volviendo, ya con mayor seriedad,  a la pregunta de si hay cosas que censurar, creo que la pregunta es legítima, debe plantearse siempre que surja la duda respecto a la eticidad de una producción artística determinada dentro de la sociedad, el gobierno, y hasta entre los artistas… Quizá también se tenga que cuestionar siempre la validez de esa pregunta… La censura y la protesta contra ella, si se dan en equilibrio, revitalizan al dinamismo artístico. Tal oposición no pretende reflejar una estructura metafísica etérea, sino exhorta a que logremos, desde las relaciones humanas, criticar y apreciar lo que la libertad de los artistas nos da a través de sus creaciones.
Por último, he de decir que si una conclusión tan ambigua no satisface al escucha; si las vueltas que he dado para llegar a una solución así, dejan un sinsabor; si pesa mucho la tibieza de mi conclusión que no permite la inclinación hacia a uno u otro bando  contundentemente; si se percibe una ruptura entre lo que dice Platón y mi interpretación,  pro-pongo que, entonces, cerremos esta reflexión, invitando a la relectura de los libros ii y iii de la República. También sugiero, reformulemos el título de este escrito y lo llamemos: “Cómo defender al auditorio  de mi po-nencia”.




[1] El título del presente texto emula al trabajo realizado por Paul Feyerabend, titulado, Como defender a la ciencia.
[2] Rupert, C. Lodge, Plato’s theory of art, Ed. Russell & Russell, Nueva York, 1975, pp. 12-14.
[3] Ibid., 14 y ss.
[4] Ibid., p. 30 y ss.
[5] Ibid., p. 42
[6] Ibid., p. 52.
[7] Acoto respecto a Lodge que la definición que él da señala un manejo de la materia, de la naturaleza, que en las artes meramente especulativas no sería tan claro, o bien, sería polémico para muchos.
[8] Ibid., p. 52.
[9] Morris Stockhammer, Plato Dictionary, Ed. Philosophical Library, Nueva York, 1963, entrada: Philosophy.
[10] “Arte” Microsoft® Encarta® 2006 [dvd]. Microsoft Corporation, 2005.
[11] Rupert, C. Lodge, Plato’s theory of art, Ed. Russell & Russell, Nueva York, 1975, pp. 93-94.
[12] Ibid., p. 104.
[13] Ibid., p. 119.
[14] Ibid., p. 137-138.
[15] Ibid., p. 160.
[16] Ibid., p.182.
[17] Ibid., p. 266.
[18]  “Música”. ® Encarta® 2006 [dvd]. Microsoft Corporation, 2005.
[19] Platón, República, tr. Conrado Eggers Lan,  Ed. Gredos, Barcelona, 2000, p. 139.

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