El mito y la razón


Si bien la visión que tiene Vernant del mito no está en oposición con la lectura que da González García (a partir de Havelock)…, si bien se puede asumir que la escritura apoyó a la praxis social y que ambas transformaron la mentalidad griega, parecería que esto no fuera suficiente para hablar del mito. El problema es que, algunos estudiosos, pretendiendo hacer una metafísica del mito, terminan por postular al mito como la fuente misma de la razón. Eso es desproporcionado si creemos que el relato mítico o un sistema de creencias son la raíz de la razón; pues sería anteponer una narración o un sistema de creencias a la razón misma. Sin embargo, cuando se habla del mito como la fuente de la razón, sólo hay una vía factible de plausibilidad: la comprensión de que  el mito es la dimensión lingüística, narrativa, dialógica (o como se le quiera llamar) de la razón misma.  
Tal vez esté de sobra decirlo, pero tengo mis razones para decir que  “razón” es un término igualmente polisémico. La RAE registra en su vigésimo segunda edición 11 acepciones, sin considerar otras que cobra dentro de frases propias de nuestra lengua:[1]
1. f. Facultad de discurrir.
2. f. Acto de discurrir el entendimiento.
3. f. Palabras o frases con que se expresa el discurso.
4. f. Argumento o demostración que se aduce en apoyo de algo.
5. f. motivo (‖ causa).
6. f. Orden y método en algo.
7. f. Justicia, rectitud en las operaciones, o derecho para ejecutarlas.
8. f. Equidad en las compras y ventas. Ponerse en la razón
9. f. Cuenta, relación, cómputo. Cuenta y razón A razón de tanto
10. f. coloq. Recado, mensaje, aviso.
11. f. Mat. Cociente de dos números o, en general, de dos cantidades comparables entre sí.

 Si bien todas están ligadas con el pensar o, si se prefiere,  a la vida psíquica consciente, ciertamente que unas se refieren a: a) la  capacidad (acepción 1); b)  a la acción (acepción 2); c) a la expresión (acepción 3); d)  a su modo de proceder (acepción 4, 6, 7, 8), o; e) a sus productos (también la acepción 4 junto con la 10 y 11).
El Gran diccionario de Sinónimos, Voces Afines e Incorrecciones, también registra una gran cantidad de términos, todos ellos equiparados en algún contexto a la razón (los cuales, por cierto, se pueden ubicar en cualquiera de los campos semánticos que establecimos de la “a” a la “e”):  discernimiento, raciocinio, inteligencia, lógica, juicio, reflexión, racionalidad, entendimiento, comprensión, agudeza, perspiciacia, facultad, pentetración, alcance, capacidad, sutileza, intelecto, cacumen, lucidez, alma, espíritu, móvil, motivo, causa, porqué, motivación, fundamento, origen, base, germen, fuente, cimiento, fondo, raíz, principio, impulso, argumento, demostración, elucubración, discurso, pretexto, excusa, equidad, justicia, acierto, tino, cordura, prudencia, tacto, tiento, rectitud, buen sentido, poder, derecho, recado, noticia, aviso, fracción, cociente, división, comparación.[2] 
Eso nos muestra que en el lenguaje ordinario es un término tan problemático como el mito, incluso hasta más. Por ende cuando se habla de la razón se entra a un terreno escabroso.
Ya dentro de la bibliografía filosófica, José Ferrater Mora señala que la razón puede ser entendida de cuatro maneras: 1) cierta facultad atribuida al hombre y por medio de la cual se ha distinguido de los demás animales; 2) proporción matemática o norma que es modelo de las cosas; 3) como fundamento de la explicación de algo; 4) como un decir.[3]
Por supuesto que, cuando hablo de la razón me estoy refiriendo a  ella al nivel de una facultad. El problema es que esta facultad no ha sido uniformemente concebida. El propio Ferrater Mora señala que la razón, entendida como facultad, puede concebida como capacidad activa o pasiva,  como actividad intuitiva o como capacidad discursiva.[4]
Así que tomaré mi postura ¿A qué me quiero referir con el término razón? A esa facultad del hombre que en otros contextos le podemos llamar mente, que depende del cerebro y que no sólo tiene una actividad cognitiva, sino también volitiva, que es activa y discursiva.
Pues bien, la filosofía del mito, aporta una reflexión en torno a la razón que justamente está ligada al decir. Para fundamentar lo anterior, nuevamente recurriré a las ideas de Cristóbal Acevedo.

  El mito como la acción fundadora de la razón.


Centrándose en la forma mítica (como forma de conocimiento), Acevedo asume su racionalidad y la apuntala en su vínculo con el logos, ya que ambos términos originariamente significaron “palabra” y  “antes pues de cualquier acontecimiento histórico que haya versado sobre esa relación [mito-logos], el problema nos viene dado por los significados de los términos”.[5]
Las palabras en general ocultan para revelar[6] y, etimológicamente, el mito hace énfasis en dicho aspecto si ponemos atención a su raíz indoeuropea, ya que “[...]trata  de introducir en lo recogido y reservado”[7]. Mito y logos existen en el mismo nivel de racionalidad, son homólogos de origen. Ahora bien, el mito, en cuanto palabra, determina el pensar y la constitución del mundo para el sujeto;[8]  nace en y desde un dinámico contexto vital, sépase: la vida del habla, el discurrir de la vida; y cuando hace tradición, adquiere el estatuto de “mítico”[9], pero lejos de ser monolíticamente estable, está abierto a la transformación de sus significados, en los cuales, se plantea cosmovisionalmente toda la problemática humana[10] acumulando y  no sólo repitiendo  sentidos.[11] 
Consecuentemente, la forma del mito es dialogal, dinámica. En cuanto dialogal, Acevedo cree que ella es opuesta a lo escrito.[12]  El dinamismo del mito no fija un solo sentido, sino más bien  aparece como una formulación de la unión entre contrarios, pero tal unión lejos de mostrar homogéneamente contenidos (significaciones) opuestos a priori, muestra una ruptura a posteriori con la fijeza de la univocidad [13]. Vaya, los símbolos  opuestos en una sociedad, en otra no necesariamente se vinculan así.  Pero el mito no sólo es dinámico, también es polimórfico, ya que está presente en muchas manifestaciones culturales e incluso hasta en otras formas de conocimiento, como el arte o la ciencia.[14]
Lo anterior no sólo se explica porque sea un sistema de pensamiento en interacción con otro, sino que el mito es una forma de la racionalidad que,  en última instancia, es una forma o, mejor dicho, la forma de la razón, ya que además de conjugarse con otras formas de racionalidad, también es raíz de todas ellas.
Pero ¿cómo se atreve uno a decir eso, cuando el propio Vernant había ya señalado que: “Los recientes trabajos de los antropólogos nos ponen en guardia contra la tentación de erigir el mito en una suerte de realidad mental inscrita en la naturaleza humana y que se encontraría en todas partes y siempre, sea delante, sea al lado, sea en el trasfondo de las operaciones propiamente racionales”?[15]
Para ello Vernant se apoya en el hecho de que para los griegos el mito no era una forma de pensamiento, sino un poder, un conjunto que vehicula y difunde los encuentros y las conversaciones, y todo aquello que espontáneamente se difunde de boca en boca, lo mismo que esta fuerza que es  “Rumor”, no nos llegó viva en la oralidad, sino retratada por los escritores antiguos.[16]
Sin embargo, justo así está pensando Acevedo al mito, es decir, si él asume que es una forma de la razón y una forma de racionalidad, no es bajo la concepción de una realidad mental estática que se congela y se absolutiza a sí misma, sino una dinámica que replantea a la razón una fuerza dialógica y narrativa.  
 Tal razón para Acevedo no es plenamente amorfa. Contiene en su estructura a las categorías del espacio y tiempo,  concebidas  como sagrada, la primera,  y  como originaria, la segunda. Mas no lo hace de la manera arbitraria de Eliade donde se vuelven un a priori con un significado invariable. Por el contrario,  espacio y tiempo son así (sagrado y originario) y a la vez diversos,  debido a  la dialéctica fuerza-cosa.[17] En otras palabras, la sacralidad y la originariedad se entienden analógicamente.
Pero, al parecer, la plasticidad de estas categorías de la razón no solamente tiene un origen cultural, sino también estructural, ya que Acevedo sugiere que a través del símbolo, el operar racional-mítico tiene un nexo con el mundo de sentido[18]  pues el símbolo es un ámbito trascendentalcuya mecánica está en el  pensamiento mismo y, en la acción de conocimiento que éste ejecuta. [19]  
El mito y la razón –que a este nivel no se diferencian- realizan  una antropomorfización de las fuerzas captadas por el hombre a través de lo que la percepción y, en general, el resto de las operaciones cognoscitivas[20] -en combinación con la propia carga cultural- muestran como más lleno de fuerza, de energías, tanto de la naturaleza (sol, luna, tormenta), como del hombre (héroes, reyes) y  en una acción sui geneis condensa la disparidad de sus manifestaciones fenomenológicas para enrarecerlas en la expresión de un discurso.[21]
Esto suena temerario, ya que efectivamente el mito es la acción fundadora de la razón, en el sentido de que la razón es un actuar discursivo que aprehende el mundo como fuerzas que antropomorfiza y organiza bajo diferentes formas discursivas, entre ellas el mito.
Luego, esto permite que ciertas  estructuras discursivas sean convertidas en mitos. En otras palabras, si la fertilidad es observada en un sinnúmero de entidades, ella será mitificada a través de la palabra. Así pues, el hombre coordinada, ordenada, hegemoniza las fuerzas – y en este sentido las vuelve poderes- mediante la designación de un nombre y /o relatando, hablando  “caprichosamente”  sobre su trayecto (porque, además, así es la estructura libre de la conciencia humana).[22]  Por ende, el objeto intencional, el sentimiento vital de la forma mítica entiende al mundo como un juego de fuerzas[23], donde la proyección histórico-evolutiva de lo narrado muestra el dinamismo de las energías aprehendidas por medio de relatos y es experimentada por la conciencia en su vivencia cultural del mito. [24]  Relatar ya es interpretar y se interpreta sólo entre sujetos libres.[25]  Así pues,  la forma mítica es también una acción de la conciencia y no sólo un elemento estructural de cierto tipo de racionalidad con cierto tipo de relatos.




[2] Fernando Corripio, Gran Diccionariode Sinónimos, Voces Afines e Incorrecciones, edit. Bruguera,  Barcelona, 1977,  entrada: razón.
[3] José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía, tomoIV, Edit. Ariel, Barcelona, 2001, entrada: razón.
[4] Ibidem.
[5] ACEVEDO, Cristóbal. Mito y  conocimiento. Edit. UIA.  México, 1993.  Págs.  Pág. 39.
[6] Ibid. Pág. 236.
[7] Ibidem. Pág. 148. Mito está emparentado con el verbo indoeuropeo “myo” , cerrar, ocultar, con el “mutus” latino de callar  y con el verbo myeo”  (iniciar).  Igualmente el  logos es palabra y también su variante verbal legein implica contar, recoger, cosechar. Ahora bien, aprovecho este momento para tomar un posicionamiento de  distancia respecto a cualquier postura metafísica que contemple en la raíz etimológica del mito su naturaleza. Puedo aceptar que el lenguaje es limitado para expresar el mundo y en ese sentido oculta, pero no en ningún otro puedo asumir la ocultación.
[8] Ibidem. Pág. 105. En Acevedo la palabra  en ocasiones cobra el sentido de lenguaje y son  intercambiables ambos términos. Aún en los casos donde entiende la palabra como un signo con  su respectivo significante, también entiende que es producido por el lenguaje y que éste es discurrir en el hombre. 
[9] Ibidem. Pág. 41.
[10] Ibidem. Pág. 77.
[11] Ibidem. Pág. 105.
[12] No obstante hemos de objetar aquí ante el  hecho de que los mitos también se transmiten gráficamente. Mitología y escritura no están peleados. Los testimonios de la literatura, los mitógrafos e historiadores de la Antigüedad permitieron que sus posteriores estudiosos y algunas importantes instituciones recuperaran ese pasado y lo siguieran transmitiendo,  como hicieron la Escuela Palatina de Carlomagno,  la academia romana de Pomponio Leto, o la Academia Platónica Florentina , Incluso, aunque podríamos objetar que esos mitos ya no pertenecían  ni a los medievales ni a  los renacentistas, podemos observar en las culturas antiguas que éstas los registraban en obras escritas o incluso hasta en las paredes de los edificios.  Ahora bien, la diferencia entre mito y mitología para Cristóbal está en que mientras el primero  es una narración, la segunda es “el mundo ordenado del hombre hecho cultura” (Cfr. “Mito cultura y hermenéutica”. Revista de Filosofía. No. 89. UIA. Mayo-agosto, 1997. Pág. 222). Es el sistema de los mitos que deriva en la cosmovisión de una cultura.  El mito en Cristóbal Acevedo se escapa a las definiciones y tiene muchos matices.  
[13] Ibidem. Págs. 106 y 109. 
[14] Pensemos el caso de la ciencia, donde para él el mito subsiste en la visión energetista del mundo, visión compartida por la forma mítica.
[15] Jean Pierre Vernant, Los orígenes del pensamiento griego, Paidós, Barcelona, 1992, p. 14.
[16] Ibidem., p. 15. No obstante que la escritura mate al rumor es un prejuicio más que un juicio sustentado. Vaya, muchos rumores hoy en día se han corrido en medios escritos y seguramente fueron también corridos por medios escritos también en la Antigüedad. Y es que de antemano en las sociedades gráficas la oralidad no es anulada, sino acomodada. Así como hoy podemos encontrar chismes en internet que se difunden en correos masivos y que se apoyan en la oralidad (ya que la gente los comenta y los sigue transmitiendo), así en  la Antigüedad seguramente se podían encontrar por escrito apoyado también por la oralidad.
[17] ACEVEDO, Cristóbal. Mito y  conocimiento. Edit. UIA.  México, 1993.  Págs. 112-113.
[18] El mundo de sentido es comprensión e interpretación.
[19] Cfr, ACEVEDO, Cristóbal. .”Mito y Mundo de Sentido”. Revista de Filosofía. No. 78. Edit. UIA , septiembre-diciembre, 1993. Pág. 437.
[20] Piénsese en la sensación, unificación,  clasificación, abstracción, inducción, deducción, etcétera.  (Acevedo., Cristóbal. Mito y Conocimiento. Pág. 459).
[21] En concreto podemos decir que la dinámica del mito para Acevedo consta de las mencionadas condensación y rarefacción de las fuerzas. En este punto no sé si entiendo bien a Acevedo, pero, parece que la condensación se da cuando se juntan diversos sentidos en un acto aprehensivo, muchas veces inconsciente, pero se enrarecen los sentidos cuando se articulan (consciente e inconscientemente) en un discurso.
[22] Ibidem. Pág. 118 y ss.
[23] Ibidem. Pág. 128
[24] Ibid. Pág. 201. Creemos que sobre este punto también sería interesante profundizar y no sólo enunciar.
[25] Esto lo deducimos de que si para Cristóbal un relatar, un hablar ya es producto de la libertad, según cuenta en Mito y Conocmiento, y que si en “Mito y mundo e sentido”  dice que comprender es interpretar y la interpretación se da entre seres libres, entonces ya el relato es producto, lo hablado ya es producto de la comprensión.

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