El mito de Er


Estructura del libro X


El libro X de la República consta de una estructura peculiar. Posee dos grandes partes: una trata sobre la crítica a la poesía imitativa, la otra sobre la escatología.
En la primera parte empieza poniendo como condición necesaria para la fundación de una ciudad la reglamentación de la poesía, de manera tal que quede prohibida la poesía imitativa. Ahí da una serie de argumentos que más adelante trataré para comprender la postura platónica en torno a la mitopóyesis vinculada con otros libros de Platón.
En la segunda parte se habla de que no se debe descuidar la virtud,  sea debido a la poesía, la riqueza, el mando o los honores.  Luego, procede a hablar de los castigos y recompensas que la persona recibe en torno a la virtud, a partir del supuesto de la eternidad y un mundo más allá de esta mera existencia corpórea.
Veamos el siguiente esquema que he elaborado a partir de mi interés en torno al Libro X. Está basado, a su vez, en las propuestas de estructura dadas por Marisa Divenosa, Claudia Mársico (ellas dan una en conjunto) y por Conrado Eggers Lan:[1]

Crítica a la poesía imitativa.
Coda sobre la poesía, el alma y el Estado
Crítica metafísica a la poesía (la idea; imitación vs. fabricación, arte imitativo).
Los resultados de Homero
Poesía, sofística y verdad.
La poesía, las partes del alma y el Estado

595 a – c.

596 a – 598 b


598 c – 600 b
600 c -  602 b
602 c – 608 a
Escatología
La injusticia, la muerte y la inmortalidad
El justo y el injusto: premios y castigos
Mito de Er y exhortación a la vida justa

608 b 611 – d

611 e – 613 e

614 a – 621 d

En ambas partes del libro X hay un punto de contacto: el alma. En otras palabras, la poesía afecta al alma, el Estado tiene una estructura similar a la del alma y, finalmente, esto lleva a Platón a sugerir que el Estado ideal no sólo es para este mundo, sino que también permite salvarnos tras la muerte.
Como vemos el alma es una categoría muy importante en el libro X, pero también lo es la del mito, ya que mitos hay tanto en la poesía como en la escatología. De hecho, es esta relación la que me interesa. Dicho de otra manera: persigo el fin de entender la importancia de los mitos para el alma del ciudadano en el libro X de la República.  
El libro X en su tratamiento del mito engarza con otros temas o asuntos que están vinculados entre sí. El mito, pues, está asociado –además de al alma- a: la fundación del estado, a la poesía, las formas (de las cosas), la imitación, la técnica,  la escatología, y la justicia.
Veamos, entonces, cómo es que se manifiesta el mito en el citado texto.

 Visión general del mito en el libro X


El mito aparece de varias formas en el libro: una es directa y las otras son indirectas. Directa es por su explícita mención a través de la palabra mito, y esto sucede en Rep. X 621 b 8, justo cuando se refiere a la manera en que se salvó el mito de Er. Indirecta es a través de su presencia en a través de otros conceptos que hacen referencia a los mitos por medio de las referencias que hace al alma, al demiurgo y la divinidad (Rep. X 596 c; 597 c), a  los dioses (Zeus, el dios marino –que no es Poseidón-, Hades, Necesidad, las Moiras), demonios (Rep. X, 620 d), los héroes (Orfeo, Támiras, Agamenón, Atalantas, Epeo, Panoeo, Tesites, Odiseo), sitios míticos (como el Hades, el Cielo), objetos y substancias míticos (el yelmo de Hades, el hilado de Átropo, etc) y a través del tratamiento de algunos relatos que, en sentido amplio, podríamos considerar como relatos míticos, o bien, si son rechazados como tales, al menos sí pueden ser considerados –bajo cierto punto de vista- como mitos órfico-pitagóricos y mitos platónicos (de ese y otros diálogos).
En consecuencia, tenemos cuatro niveles de análisis de los mitos en el libro X: 1) referencias a relatos, seres, eventos u objetos típicamente míticos, como el relato de Alcínoo, quien escucha las peripecias de  Odiseo (Odisea IX- XII);[2] 2) mitos órfico-pitagóricos sugeridos en el destino de los niños (Rep. X, 615 c), el número diez y sus múltiplos (Rep. X 615 c) la armonía y torteras del mundo (Rep. X 616 d y ss) y el campo del olvido (Rep. X, 621 a), que sugieren la nekyia (descenso a los infiernos); 3) alusiones a mitos platónicos de otros libros, tales como el del el anillo de Giges (tratado en Rep. II y traído a colación en Rep. X, 612 b), los jueces del mito escatológico del Gorgias (Rep.  X 614 c),  el arco-iris del mito final del Fedón (Rep. X, 616 b), y  el mito de la creación del universo y el hombre del Timeo (38 c-d) y; 4) por último, hayamos el mito platónico  del libro X, que es designado como “mito” por el propio Platón: el mito de Er, el armenio (Rep. X 614 b -621 b).
Cabe mencionar que estos cuatro niveles están interconectados, pero giran en torno al último de ellos, es decir, orbitan alrededor del mito de Er.  Efectivamente, en el propio mito de Er, que es llamado mito por Platón, ya hayamos referencias a personajes y sucesos típicamente míticos, lo mismo que a invenciones de la imaginación platónica que no sólo remiten al propio mito de Er, sino también al mito escatológico del Gorgias, al Fedón y al Timeo, con sus respectivas resonancias órfico-pitagóricas.
Pero la cosa no acaba ahí, estos cuatro niveles que confluyen en Er, tienen como telón de fondo un motivo mítico, ¿a qué me refiero? Al propio motivo que permitió el banquete en casa de Céfalo (que aparece desde el libro I): la fiesta a la diosa Bendis.
Este apartado, por supuesto, pretende a vuelo de águila, dar un diagnóstico muy general de cómo aparece el mito en el libro X, pero luego, es justo determinar cómo se relaciona con los contenidos de las dos partes que componen la estructura del texto. Como se puede observar, muchos de los elementos míticos que aparecen este libro también aparecen en la poesía griega. Por eso, es que tendremos muy en cuenta esa relación, la cual, justamente está implícita en la primera parte del citado libro.

 El mito en la primera Parte del libro X (la crítica a la poesía imitativa)


Inicia Platón regodeándose de haber fundado -a nivel especulativo- la mejor ciudad posible.[3] Y el termómetro para evaluarlo es justamente la poesía y la no admisión de cuánto tiene de imitativa (Rep. 595 a) debido a la composición misma del alma (595 b).  Platón acusa a los poetas trágicos y a los imitadores (quienes tienen por cabeza Homero, al que a pesar de todo Platón guarda afecto) de ser la ruina de la inteligencia de aquellos que no saben que sus obras son imitaciones (595 b-c).
Para entender este fragmento, hay que entender la evaluación previa que había hecho ya Platón de la poesía y su repercusión en el alma y la polis, pues además esto constituye la coda sobre la poesía, el alma y el Estado, que se puede entender como un remate de lo dicho en los libros anteriores de la República, sino también como la repetición de lo dicho para que sirva de introducción a una ampliación del la reflexión sobre la poesía y los mitos.

Los libros I - IV de la República, como introducción al problema del mito en el  libro X


Platón desde el libro I, empezó a inmiscuir el tema del mito cuando Céfalo estaba reflexionando con Sócrates sobre el sentido de su vida en la vejez y con dinero, y manifestó el viejo meteco su preocupación en torno a los mitos sobre el Hades relativos a los injustos (Rep I 330 d y e). También se observa, que más adelante, en dicha reflexión, y ya con la intervención de Polemarco, éste último propone a través de Simónides –e implícitamente, según Sócrates, de Homero-, que la injusticia es justicia, dado que la justicia consistiría en robar a favor de los amigos y en contra de los enemigos (Rep. I 334 b).[4] Es verdad que Sócrates hizo caer a Polemarco en una contradicción cuando recurre a la imagen de que el mejor custodio puede ser el mejor ladrón de lo que custodia. Sin embargo, lo que destaca de su ardid mayéutico no es tanto la trampa, sino el interés que Platón tiene en el efecto pernicioso de los mitos.
No obstante, es hasta el libro II cuando Platón aborda con mayor detalle el asunto en cuestión.  Inicia esta segunda parte relatando en boca de Glaucón el mito de Giges (359 d y ss),[5] quizá como un ejemplo de un mito usado para mal, ejemplo que posteriormente es acompañado  por el señalamiento de que los poetas, aunque alaban la moderación y la justicia,[6] también señalan sus deficiencias contraponiéndolas contra la fácil obtención de placeres y riquezas derivados del desenfreno y la injusticia (Rep. II, 363 e - 364 a). Más aún se llega a decir que a los buenos los dioses les asignaron un destino desdichado y a los malos, lo contrario  (364 b). Luego, participan ciertos sacerdotes y adivinos –probablemente practicantes de los ritos mistéricos eleusinos- que convencen a los ricos de que pueden expiar sus injusticias propias o de antepasados mediante sacrificios,  conjuros mágicos, placeres y fiestas; e incluso pueden convencer a un dios de que le sirvan al otro para causarle un mal. Y por supuesto, los poetas son testigos de la maldad (364 b- c), como lo constata Píndaro con una frase que indica que con justicia o con fraudes subirá el muro (365 b). Y es que la poesía ni en verso ni en prosa ha argumentado que la injusticia es el mayor mal para el alma y la justicia el mejor bien (366 e).
Peor aún resulta la situación de la poesía, pues prácticamente los poetas resultan una profesión propia del lujo de una ciudad enferma (373 b). Sin embargo, al incorporar también a la ciudad enferma, considera el establecimiento de guardianes –entre otras profesiones-,[7] los cuales deben ser educados en la gimnasia (para el cuerpo), y la música (para el alma) (376 e). Se debe aclarar que aquí la música significa algo más amplio que el arte por medio de los sonidos, más bien es la formación artística en general.[8] Luego, dentro de la música están los relatos, tanto verdaderos como falsos, siendo los mitos relatos falsos con cierta antigüedad una dosis de verdad –ya que tienen un sentido subyacente (hypónoia) - que son fundamentales en la instrucción desde niños (377 a, 378 d, 382 d), pues es el “origen” de una tarea la parte más importante, ya que ahí se incorpora el modelo que se quiere inculcar. Por ende deben regularse los mitos (377 b) supervisando a sus creadores, seleccionándolos e instruyendo a las madres y nodrizas en los relatos míticos que deben contar (377 c).
La consecuencia inmediata sería censurar[9] los mitos mayores (de Homero y Hesíodo y los otros poetas) que representan mal[10] a los dioses y los héroes (377d-e), ya que los dioses no conspiran contra otros,  luchan y hacen la guerra (378 c), y el sentido subyacente que estos relatos traen no puede ser captado por los niños (378 d).[11] Entonces, más bien habría que permitir a los poetas narrar mitos relativos a la perfección bajo las pautas de los rasgos propios de la divinidad: que no es causa de todo, sino sólo delo bueno -ya que  es  bondad, no produce perjuicio, y que si hay castigos a ciertos personajes, éstos son justos y benéficos  para ellos- (378 e - 380 b); que no es mentirosa, ni en hechos, ni en palabras y que tampoco se transforma, como si fuera un hechicero, en cosas inferiores, generando una ilusión –a manera de imitación-, como si necesitara o gustara mentir con imágenes contrarias a su perfección,  belleza, simpleza y verdad (380 c  - 383 b).
Tal empresa de crítica del mito y la poesía, la continúa Platón en el libro III. En el libro anterior, procedió a la revisión de los mitos sobre los dioses y los héroes, en este libro revisará los mitos relativos al Hades, pues de ellos depende la generación de hombres valientes que los hagan no temer a la muerte (386 b), y que los hagan valorar más la libertad que la esclavitud (387 b).  Inmediatamente enlista ciertos pasajes homéricos inapropiados para ese fin.[12] También critica las nociones negativas que se tienen del Hades y la muerte.[13] El único agente que puede mentir en la polis especulativamente fundada, es el gobernante, nadie más –eso excluye a los poetas- y lo deba hacer motivado por los enemigos o en beneficio de los ciudadanos (389 b).
Posteriormente en el libro III, toma en cuenta que los relatos míticos deben favorecer la moderación y la piedad, en vez de la corruptibilidad y la riqueza (389 e, 390 e y 391 e).   Señala que los poetas y los fabricantes de relatos (logopoioí)  hablan erróneamente sobre los asuntos humanos más importantes, especialmente en lo relativo a la justicia (392 b).[14] Finalmente, da por cerrada reflexión en torno al contenido de los relatos y centra su atención en el estilo de éstos (392 c). Para ello, indica que todo cuanto es contado por los relatores de mitos (mythológoon) y los poetas son narraciones de cosas que fueron, son o que serán (392 d).  Luego, señala que los mitos, pueden darse tanto en narraciones simples, como en otras imitativas, o bien, en una mezcla de ambas. En las primeras, el narrador aparece como testigo, mientras que en las segundas, la voz del narrador o poeta se disfraza mediante la voz del personaje al que está queriendo representar, como sucede en un diálogo. Como señalan Pabón y Fernández-Galiano, Platón está distinguiendo un estilo narrativo (simple) de uno dramático (imitativo).[15] Ahora bien, Platón, lo que hace es señalar que el estilo simple, aparece fundamentalmente en los ditirambos (la poesía lírica), el imitativo en la tragedia y la comedia, y el mixto en la épica. (394 b-c).[16]   
Inmediatamente, la imitación cobrará un sentido ético, y se habla que los guardianes de la ciudad, al ser formados, deberán imitar a la libertad de la ciudad, la valentía, la moderación, la piedad (395 c). Por supuesto que para Platón hay una correspondencia entre un estilo de narrar y una manera ética de ser (396 c). El hombre bueno, usa el estilo imitativo para referirse a  buenas acciones y a la bondad, pero no así estará dispuesto a usarlo para referirse a malas acciones (396 d). Luego, los poetas deberán asumir este patrón estilístico, dando por culminado el tratamiento del tema de los mitos (397 c - 398 b). Terminará Platón el diálogo las melodías, ritmos, la gimnasia, la medicina y una serie de pruebas que se deberá de poner a los gobernantes para su elección. Finalmente establecerá un mito fundacional de la nueva polis, que no es nuevo, sino de origen fenicio –basado en la mitológica existencia de Cadmo y que tiene su correspondiente análogo en Hesíodo (Trabajos, 109 y ss) - hablando de las razas de hombres: de oro, los gobernantes; de plata, sus auxiliares, que en realidad son los guardianes; de bronce y hierro, los campesinos y artesanos (414 b y 415 a). Luis Farré, considera que éste mito platónico se pretende desplazar la creencia mitológica popular (de la fundación de Atenas, por ejemplo) y proponer una nueva en la cual pueda reafirmar el sentimiento patriótico y el establecimiento de castas.[17]
Si con los libros II y III  -y parte del I- se sintetiza la postura de Platón en torno al mito y la poesía, en el libro IV se establece su posicionamiento en relación con el efecto que tienen los mitos en el alma de una manera muy tangencial, es decir, la preocupación central de Platón, es la reflexión en torno a las virtudes cardinales en su sociedad ideal. 
Las virtudes cardinales que Platón esboza en el libro cuatro son la prudencia, el valor, la templanza y la justicia. Este número de cuatro virtudes al parecer tiene un origen pitagórico, símbolo del número cuadrado, según cuenta Luis Farré (cfr. la nota 27 del libro IV de su edición de la República). La prudencia implica ser acertado en las deliberaciones. Fundamentalmente son los guardianes quienes deben encarnar esta virtud, junto con el valor (entendido como valentía).  La templanza, cambio, es un orden  y dominio que el hombre ejerce sobre ciertos placeres y pasiones, pero a la vez es una especie de armonía entre el gobernado y el gobernante. Finalmente la cuarta virtud, la justicia implica el que cada quién haga lo suyo en la ciudad.  Eso implica no mezclar ni profesiones, ni clases, en el sentido de que intercambien roles. Ahora bien, las virtudes cardinales con tanto para la sociedad, como para el alma individual, pero con el común denominador que las partes de la ciudad tienen una simetría con las partes del alma, señalando pues que existen: una que es razonable, otra que es irracional y concupiscible y una última que participa de una u otra naturaleza, y que es denominada por Platón como irascible. La prueba de estas tres partes se halla en los impulsos encontrados que a veces sentimos. Platón apeló al caso de un tal Leoncio, quien al ver dos cadáveres afuera del muro norte que conducía al Pireo, sintió ganas de verlos y repugnancia, tuvo una lucha interior con tales impulsos y finalmente los vio ( Rep. IV 440 a). Por consiguiente, si en una ciudad, sus partes conservan sus virtudes, funcionará correctamente, y un ejemplo, de cómo ésta ciudad será justa, implica un efecto positivo hacia los mitos de manera indirecta, pues dice que nadie en tal tipo de ciudad menospreciaría a los dioses (Rep. IV 443 a). Y claro, si esto se vincula con la crítica a la antropomorfización de los dioses que hizo en los libros II y III, pues veremos que ofrece tácitamente una solución sobre dicho asunto.
Sin embargo, lo mítico aparece de otro modo cuando Platón señaló en  Rep. IV (427 b) que a Apolo de Delfos le corresponde el cuidado de las leyes más importantes, hermosas y primeras: las de la construcción de templos, los sacrificios, culto a los dioses, demonios y héroes, así como, los honores a los muertos. Es decir, los relatos en torno a estos seres, con sus respectivas creencias, deben salvaguardadas, es decir, conservadas tradición, pero a cargo del Apolo Délfico. ¿Qué Implica esto? Por supuesto se refiere al oráculo de Delfos.
La reglamentación de la vida religiosa ateniense, y la consulta de muchas decisiones político-civiles de otros griegos, caía en los hombros de la respuesta que diera su exégeta, según refleja ahí el propio Platón. En otras palabras, Platón sugiere una instancia reglamentadora de los mitos dentro su polis directamente en relación con el oráculo de Delfos.[18]
Obviamente, que el exégeta no era el único participante del oráculo, por lo que probablemente, Platón estaba dando por supuesta la participación de los sacerdotes del templo,   las pitias (que era una titular y dos suplentes), los hosioi o supervisores de los ritos practicados antes y durante la consulta a ésta. El crédito de la consulta, no obstante, era atribuido al Dios Apolo y no a este grupo de seres humanos que realizaban un  proceso de ofrenda (en especie o monetaria), un sacrificio (de una cabra, por lo general) para determinar si el dios estaba dispuesto a revelar algo, luego, otras series de ofrendas, que una vez saciadas conducirían a que la pitonisa  hiciera su revelación en el manteion (lugar oracular),  el cual era una sala subterránea con una estatua de oro de Apolo, objetos preciosos y místicos, el omphalos (una piedra sin pulimentar que era considerada el ombligo del mundo), un trípode que colocaría en frente de una abertura en la tierra a través de la cual emanaría un pneuma que la profetisa respiraría y haría que el dios hablara a través de ella.[19]
Es justo aclarar que en el caso de una reglamentación dada por un oráculo no sería estrictamente una profecía, sino a prescripción religiosa dada por el dios Apolo.[20] 
Pero, además, veremos que hay compatibilidad entre esta creencia en la  prácticas adivinatorias y prescriptivas griegas y el contenido escatológico del mito de Er, pues a pesar de que Platón cree en la adivinación,  que supone la existencia del destino, no niega la libertad del hombre y, en el relato mítico citado, establece que los hombres deciden su hado junto con las Láquesis, Cloto y Atropo en el mundo celeste, pero que lo olvidan al encarnar. 
Cabe mencionar que, si para Platón –según Gómez Robledo- anteriormente en  los libros II y III, tenía razones morales y pedagógicas para desterrar a los poetas, en el libro X, añade razones psicológicas y metafísicas que se expondrán desde (596 a) hasta (608 a).[21]

 El  mito tratado como poesía en el libro X


El mito y la poesía están tan estrechamente ligados en el Libro X, y en general en la República, que parecen difíciles de tratar por separado. Y si bien quizá uno no se reduce al otro, efectivamente mantienen una relación es de “equivalencia”, no el sentido de identidad, sino de que los mitos están contenidos en la poesía griega. Lo primero que hay demostrar es la equivalencia entre poesía y mito en Platón. Para ello recurro a Rep. II, 376e y ss. Ahí dice el discípulo de Sócrates al hacer alusión al modo en que surgen la justicia y la injusticia  en la ciudad:
Como si estuviéramos contando mitos y al mismo tiempo aprovechando el tiempo libre, eduquemos en un argumento a nuestros hombres […] ¿Y cuál es esta educación? ¿No es realmente difícil encontrar una mejor que la descubierta hace mucho tiempo? Efectivamente, implica la gimnasia para el cuerpo y la música para el alma.

La educación descubierta hace mucho era la educación poética (con frecuentes alusiones míticas, por cierto). Mito y poesía van de la mano, y podríamos llamarle con fines metodológicos: “mito-poesía”. Sin embargo, no lo seguiré haciendo, para no generar confusiones, ni reclamaciones. 
La poesía viene del sustantivo griego poíesis que significa fabricación. Se deriva del verbo poiéo, que en términos generales significa hacer, y que en su sentido fundamental implica “[…] una elaboración material que no toma en consideración ni el elemento subjetivo de la acción emprendida ni la responsabilidad de la acción que se relaciona con ella”.[22]  También está conformada por el  sufijo –sis, que indica acción. En Platón la poesía es una fabricación en general, o bien en un dominio particular tal como el literario, de melodías, de tragedias y de vestidos.[23] En este sentido, el mito es algo fabricado, es una poesía.
Ahora bien, también hay un segundo sentido de “equivalencia” entre mito y poesía, que tiene que ver con el hecho de que el poeta es fabricante (poietés) de mitos (Fedón 61 b 3, 4; Rep. II, 379 a 3), fabricante opuesto al oikistés, fundador de una ciudad (Rep. II 378 e -379 a 4). Ahora bien, Homero (Rep. II 377 d 4), Hesíodo (Rep. II 377 d 4)  y Esopo (Fedón 60 c I, 61 b 6) son considerados por Platón fabricantes de mitos.[24] En otras palabras, para Platón: el poeta tiene como función retomar un elemento de lo que es transmitido oralmente en una colectividad dada, para reorganizar su contenido y darle una función particular.[25]  Los poetas son, pues, mitólogos.
Por eso es que en el libro V aplaude una práctica observable en Hesíodo (Los trabajos y los días 122-3), la cual consiste en “demonizar”, en el sentido de convertir en personajes semi-divinos a los  hombres valerosos dentro del Estado ideal, quienes después de morir, sea  tras una batalla, la vejez u otra razón, puedan ser objeto de veneración (469 a y ss).
Una vez ya demostrada la equivalencia heurística entre mito y poesía dentro del libro X, podemos pasar al siguiente apartado, en el cual, se critica el carácter imitativo de la poesía, y por ende, también del mito.

 La crítica metafísica de la poesía  y los libros V – VII, como fundamentación metafísica del libro X.


Ya anteriormente se había señalado que Platón rechaza a la poesía imitativa, teniendo en cuenta las partes del alma, ya que se tiende  lo bueno o lo no tan bueno que hay en la parte racional del alma y la parte concupiscible, según sea ofrecido.
      En definitiva se debe iniciar esta reflexión preguntándose por el sentido de la imitación (mímesis). ¿Qué entiende Platón con este término?  Anteriormente en el libro III de la República, apareció con un sentido dramático y otro ético. El primero era un mero estilo literario que imitaba el diálogo de las comedias y las tragedias; el segundo, era un una actitud ética que consistía en emular los comportamientos virtuosos. Luc Brisson interpreta en conjunto ambos niveles de la imitación  poética platónica concluyendo que es un fenómeno comunicativo con repercusiones epistémicas y éticas:
A través del proceso de comunicación, la realidad que constituye el objeto del mensaje comunicado llega a hacerse presente al receptor de un modo tan intenso que su ausencia efectiva se olvida y, por consiguiente, desencadena un proceso de identificación que modifica el comportamiento físico y moral del receptor en cuestión.[26]

En el libro X, la imitación cobra, además de los anteriores, un sentido ontológico. Se recuerda que la imitación poética es perniciosa si no es concebida como tal, y entonces se pregunta por la explicación de la imitación en general (595 c). En consecuencia, la aborda en función de la multiplicidad de las cosas y la unidad de las formas. Hay muchas mesas y camas en la realidad, pero sólo dos ideas: la de mesa y la de cama. Curiosamente los carpinteros toman las ideas de mesa y de cama para construir la multiplicidad de objetos que se denominan así. Utiliza la metáfora del artesano (demiurgo) y la hiperboliza, al grado de hablar un artesano que puede hacer cualquier objeto, cualquier cosa que nazca de la tierra y artífice de todos los seres vivos, más aún, es fabricante de su propia persona, de la tierra misma, de lo que hay debajo de ella (el Hades) y por encima (el cielo), e incluso, fabricante de los dioses (596 d).  Por supuesto que esta metáfora tiene dos lecturas, la del artista creador de la pintura, que con ella puede “crear” todo, aunque no exista en realidad (596 e); y la de un gran artesano que es la divinidad (597 b). Platón precisa que hay tres maestros autores de tres camas: la esencial, obra de la divinidad; la del carpintero, y la del pintor. La divinidad es creadora natural, el carpintero es artesano y el pintor es imitador  (597 d-e).[27] Luego, la imitación es de la apariencia, no de lo verdadero y está alejada en tres grados de la natural. Lo mismo sucede con el poeta trágico, quien es un imitador, alejado del rey y la verdad en tres grados (597 e).
Así que su crítica al arte imitativo va en el sentido de que epistemológicamente es engañoso, pues puede hacer pasar por verdadero algo que no es, e incluso con la capacidad de simular poseer todos los oficios con un conocimiento perfecto, sin poder distinguir entre la ciencia (episteme), la ignorancia y la imitación (598 d).
El problema de la imitación en Platón, como vemos, conlleva la postulación de la teoría de las ideas. Ésta empieza a delinearse hacia la mitad del libro V cuando Platón menciona que la ciudad es planeada en función de un modelo de justicia (472 c). No debe perder de vista que dicho modelo tiene dos condiciones –denominadas metafóricamente oleadas- del estado ideal (472 a): 1) la igualdad de las mujeres frente a los hombres; 2) la comunidad de mujeres e hijos entre los ciudadanos de la polis. Más adelante, establece una tercera condición que es la del estudio de la filosofía por parte de los gobernantes (474 b). Ellos deben ser filósofos verdaderos, es decir, hombres que gusten contemplar la verdad, asociada con la belleza en sí misma (475 e y ss) y distante de la opinión intermedia entre la ignorancia y el saber de los filodoxos (480 a).
Así pues, el filósofo se percata de la esencia de  las virtudes, trazando la imagen del hombre verdadero, la cual, es divina y semejante a los dioses cuando se encuentra entre los humanos, como el propio Homero señala ( (501 b).[28] Y, aunque paradójicamente, recurre a un poeta para apoyar sus tesis, podemos observar con este caso, que en realidad Platón no está en contra de la poesía tal cual, sino de cierta forma de hacer poesía (y esto aplica respecto a los mitos, también).[29]


Platón distingue tres técnicas: 1) de quien usa; 2) de quien fabrica; 3) de quien imita  En este sentido la imitación parece estar desvinculada del uso y del fabricante.
Sin embargo, la imitación es considerada como un juego, y no como algo serio (Rep. X 602 b). La imitación no puede ir a favor de la parte racional del alma que opera con medida (Rep. X 602 c - 603 a).  Esto aplica, por supuesto a la imitación visual tanto de la pintura, como a la imitación auditiva de la poesía (Rep. X, 603 b-c).
Por ende, la poesía sería una imitación de las imágenes de la perfección y de las imágenes que crean  sin captar verdad (Rep. X 600 e). Éste sería el caso de Homero, quien trata los asuntos más importantes y bellos: las guerras, las estrategias, el gobierno de la ciudades y la educación del hombre (Rep.X 599 c-d). El poeta ignora en realidad el aspecto de sensato y calmo del alma, al cual no puede imitar, ni comprender bien, y entonces estimula el irascible (Rep. X 604 e);[30] instala en el alma de cada hombre una mal organización política y con ironía, sugiere Platón que favorece la parte irracional que no comprende ningún criterio de verdad ya que no discierne las cosas mayores ni las menores y considera a las mismas cosas unas veces grandes y otras pequeñas (Rep. X 605 b). Peor aún, la poesía tiene un poder corruptor sobre los hombres rectos, excepto algunos escasos afortunados (Rep. 605 c). Esto se magnifica en los sentimientos de compasión que genera hacia el infortunio de otros, ya que también relaja ese mismo sentimiento hacia uno mismo y acrecienta las desgracias propias a través del placer de la compasión hacia las ajenas (Rep. 606 b). El mismo argumento Platón lo aplica a la comedia y, en general a todos los sentimientos de nuestras acciones que la imitación poética  exalta, haciendo de dichas acciones nuestros gobernantes. (Rep X 606 c –d).
En fin no se debe de descuidar la justicia y la perfección de un alma eterna que está en la posibilidad de gozar de los beneficios de la justicia.[31] Más aún, el injusto al final de su vida es desdichado y rechazado por todos, recibiendo más castigos al morir (Rep. X, 613 d y ss). 

 El mito de Er


Como es de esperarse, Er difícilmente  figura en los diccionarios  de mitología clásica, como la Mitología Griega de Ángel María Garibay,[32]  los Mitos Griegos de Robert Graves,[33]  Héroes y dioses de la Antigüedad de Lucía Impelluso[34] o la Genealogy of Greek Mythology de Vanessa James.[35] En cambio, aparece en el estudio de J.A. Stewart titulado The Myths of Plato[36] y en la antología de mitos platónicos de Felix García Moriyón titulada Mitos.[37] 
Vaya, Er es un personaje platónico y más bien responde a la categoría de los helenistas que, con cierta ambigüedad, llaman “mitos platónicos”. No obstante, para Luis Farré, Er era un hombre hebreo.[38]  No sé si con esta aseveración el helenista quiera sugerir alguna filiación a un mito semítico.[39]
Según Platón, Er provenía de Panfilia, una región antigua de la costa sur de la Península de Anatolia.[40] La etimología de la población de Er, más que remitirnos al mundo hebreo, sugiere un cosmopolitismo, es decir, cualquier parte de la humanidad, dado que significa: todas las razas.[41]
En fin, Er era un soldado que, tras una batalla, su cuerpo fue recogido sin descomposición al décimo día, y, al décimosegundo día, cuando yacía en la Pira para ser incinerado, volvió a la vida y contó lo que sucedió “allá”. Vio a su alma separarse de su cuerpo y caminó junto con muchas almas a otro lugar con dos aberturas en la tierra y otras dos hacia el cielo. Ahí había unos jueces que tras juzgar a los muertos, indicaban a los justos marchar hacia arriba y a la derecha, con un letrero que decía cómo habían sido juzgados; y a los injustos, los hacían marchar hacia abajo y a la izquierda con letreros  que indicaban lo que habían hecho.  Cuando Er se aproximó los jueces lo hicieron mensajero de las cosas que ahí sucedían para comunicárselo al resto de los hombres, recomendándole escuchar y contemplar todo cuanto aconteciera. 
Er observó que algunas almas ascendían de la tierra y otras descendían del cielo por las oberturas restantes. Las provenientes del inframundo, llegaban sucias y narraban un viaje de mil años lleno de sufrimientos, mientras las provenientes del cielo, llegaban  limpias y contaban sus goces y placeres.
Los castigos y los premios eran proporcionales a la magnitud del crimen o de la benevolencia con que habían vivido. Los que habían sido causantes de muchas muertes, habían traicionado a sus ciudades o ejércitos o los habían reducido a la esclavitud recibían penas diez veces mayores. Lo más sancionado era la impiedad y el asesinato a mano propio, mientras que lo más recompensado era la piedad a los dioses y a los padres. Sin embargo, entre los injustos, sólo los curables regresaban de la abertura. Los incurables o los que todavía no estaban curados, no eran dejados pasar por la abertura, que mugía cuando lo intentaban, y hombres salvajes de fuego los detenían;  violentamente, los amarraban, desollaban, desgarraban y  arrojaban al Tártaro, informando del motivo de su acción a las almas transeúntes.
Después de acampar siete días en el campo, al octavo había que levantar y ponerse en marcha durante otros cuatro días llegaba a un paraje, donde había una columna luz semejante a la del arcoíris que encadenaba al Cielo y desde sus extremos se veía el huso de la Necesidad que hace girar a las ocho esferas celestes (Saturno, Jupiter, Marte, Mercurio, Venus, el Sol y la Luna) con una sirena -cada una- que también daba vuelta sobre sus círculos y cantaba.  Igualmente, había otras tres mujeres sentadas en círculo. Eran las Parcas, quienes cantaban al son de las sirenas: Láquesis, las cosas pasadas, Cloto, las cosas presentes y Atropo las cosas futuras. Frente a ellas las almas eligen su hado y elegirá el género de vida al que quedará unido. Por lo general, tales decisiones eran tomadas en función de la vida anterior que habían llevado. Algunas escogían una forma animal. Láquesis les confería su hado, Cloto lo sancionaba y Atropo lo hacía irreversible. Finalmente las almas eran llevadas al campo del Olvido y acampaban junto al río de la Despreocupación, del cual tenían que beber su agua, y olvidaban todo. A Er no se le permitió beber, e ignoraba cómo regresó de nuevo a la vida.  
Ahora bien, ¿qué rol tiene el fantástico mito de Er en un texto en el cual se critica a la poesía, a Homero, a la sofística, se apela a la verdad y finalmente se habla de la relación este la poesía, las partes del alma y el Estado, para luego trasladarse a una escatología?
Muy atinadamente dice H.S. Thayer que el mito de Er es una historia dentro una historia y, con más exactitud, es la última parte de una historia dentro de una historia, ya que la República es la narración en primera persona de la discusión que tuvo lugar “ayer” en la casa de Céfalo.[42]
Sin embargo, el propósito de ese mito es compartir la importancia de entender su contenido.[43] El problema, es que no es fácil saber qué puntos son esenciales y cuáles no de dicho relato.[44]
Antes de seguir la reflexión de Thayer, considero oportuno fijar mi postura: el mito de Er pretende justificar y apelar a la justicia para convencer a los hombres que sean buenos ciudadanos. Claro que el seguimiento de esa justicia implica tanto una vida terrenal, como una ultraterrena.
Esta lectura no es novedosa. Para J.A. Stewart, no sólo el mito de Er, sino la República entera tienen  por tema la justicia. La República se concentra en el tipo de vida social mediante la cual el hombre cumple con su deber y encuentra la verdadera felicidad. Esto conduce  a Platón a considerar el problema en su plenitud haciendo uso del mito de Er para apoyar su tesis y demostración ontológica de la inmortalidad del alma, añadiendo con tal relato mítico -mediante la imaginación y no el entendimiento-  la revelación de los premios y castigos que recibirá la psique tras la muerte en función de su comportamiento.[45]
La distinción de Stewart entre imaginación y entendimiento puede ser problemática y no se entiende con claridad qué supone. Sin embargo, con más precisión que Stewart, Nicolas P. White indica el sentido del mito de Er, el cual consiste en comunicar que, tras la muerte, hay un castigo de algún del tipo de la injusticia y premio a la justicia.[46]
Ciertamente para Nicolas P. White el mito de Er implica dos momentos de recibir el castigo o el premio.  En el primero, no participa la voluntad, sino que premios y castigos son impuestos por agentes externos en proporción a los actos cometidos en la vida anterior, mientras que en el segundo, sí participa la voluntad al elegir qué tipo de vida tendrá al reencarnar.[47]
Ahora, continuaré con la argumentación de Thayer, quien dice que el tema central del mito de Er tiene que ver con la elección moral en dos sentidos: 1) cómo la elección es hecha; 2) cómo escoger bien.[48]
En lo personal, considero que esta postura es una consecuencia de la intención de exaltar la justicia. Consecuentemente, la lectura de Thayer no es para nada incompatible con una interpretación centrada en la justicia. De hecho, el saber cómo se elige, permite justificar y apelar la justicia, pues no conlleva ninguna idea de predeterminación (absoluta) hacia el bien o hacia el mal. Más bien se afirma la libertad, a pesar de que, a veces, las decisiones sean producto de la ignorancia o de los hábitos de las vidas pasadas.[49] 
El propio Thayer reconoce la importancia de la justicia en ese relato:
Of paramount importance to the argument is Plato’s concern to show not only what justice (righteousness, dikaiosune) and injustice mean, but why justice is an intrinsic good to be valued for its own sake. This was the challenge put to Socrates by Glaucon and Adeimantus (357 B-E, 367 E): explain what the effects of justice and injustice are in the soul of a person and why justice is intrinsically valuable and, as sight, health, or knowledge, to be loved for itself as well as for its consequences. Near the end of the dialogue, Socrates claims to have met the challenge (612B). He then turns to consider the rewards and consequences of a just and unjust life.[50]
Según Thayer, los factores que entrar en el acto de elección son: el conocimiento, los sentimientos de placer o dolor, felicidad o infelicidad (y anticipaciones de éstos), así como experiencias pasadas que son los hábitos colectivos de vidas anteriores.[51] Si el hombre siempre realiza elecciones, lo importante es que el hombre no elige sólo en lo micro, sino también en lo macro, es decir, un patrón de vida. Para elegir dicho patrón correctamente el alma tiene que ser purificada y, si queremos no errar en la decisión, hay que conocer la naturaleza del alma a través de la filosofía (Rep. X 611 E).[52]
Al parecer, en el Libro II, las decisiones morales correctas siguen un criterio utilitarista desde el punto de vista de Glaucón y Adimanto: una elección moral es buena si es deseada y tiene por recompensa la felicidad.[53] Sin embargo, para Sócrates el valor de una elección no está en sus consecuencias, sino en el bien intrínseco a la  buena elección.[54]
He aquí un punto de conexión con la configuración de la polis que aporta la lectura de Thayer. Somos educados políticamente en torno a las elecciones:
The idea that righteousness, and the good life generally, is an intrinsic good has radical bearings on how education and social legislation are to be understood. As Adeimantus pointed out, moral education, social conduct and religion are each parts of a system of punishment if we do wrong; and we will be rewarded or because we fear punishment if we do wrong; and we sill don wrong if we are clever enough to escape punishment. Against this worldly wisdom imparted by “many and the highest authorities” (366b), Plato sketches an ideal of self-rule and the autonomy of good life. The best form of political organization would be, he says in effect, an autocracy in which each person is ruled by the divine reason “possessed in himself” but “if not that, then imposed from without (590D). This is rather different from the authoritarian doctrines often attributed to Plato.[55]
La autocracia y la autonomía de la moral son formas adecuadas de educar. La coerción, es la manera de garantizar la anterior, en caso de fallar las primeras.
Pero, ¿toma en serio todo el relato Platón o sólo es un pretexto, una metáfora o un recurso poético para hablar de su propuesta de educación moral? Considero que sí lo toma con seriedad. ¿Por qué? Por lo siguiente. Inmediatamente al terminar de contarlo afirmó: “Y así, Glaucón, se salvó este relato y no se perdió, y aun nos puede salvar a nosotros si le damos crédito con lo cual pasaremos felizmente el río del Olvido y no contaminaremos nuestra alma” (Rep. 621 c).[56]
¿Cómo se salva el mito? Volviendo a contar dicha historia, pues si no es dicha y recordada, desaparece.[57] No obstante, la salvación también se da en otro sentido: el de la salvación de sus oyentes. Cuenta Josef Pieper que “Tanto en el Gorgias, como en la República el mito escatológico se emplea como el argumento supremo y decisivo después de la pura especulación racional ha llegado a su límite propio”.[58] El argumento que tiene Pieper es que la palabra sozein significa hacer sano y salvo, dar salud, conservar en vida, preservar, salvar, llevar a feliz término y, en el griego neotestamentario, significa redimir. Entonces, considera que hay en su mensaje una capacidad curativa intrínseca que se comunica al creyente. Además, Pieper piensa que esto se ve reforzado por la aparición del verbo peithestai que significa dejarse convencer, dejarse mover, obedecer, seguir, confiar, crear, ya que se encuentra conjugado con frecuencia alrededor del los relatos míticos de los Diálogos. En otras palabras, el mito en los textos platónicos demanda de la certeza de la fe (peithestai) en la escatología para poder salvarse (sozein).[59]  
Si consideramos que Platón tiene fe en la escatología –derivada de su contacto con el pitagorismo-,[60] podemos decir que lo que dice el mito de Er no es meramente un añadido estético sin mucha importancia doctrinaria a la República sino al revés, es un desenlace que lleva el poder propio de los mitos, en general, y la intención de los mitos platónicos.
Y es justo señalar esto, porque ha habido intérpretes de la talla de Averroes, que consideran de poco valor el mito de Er y el libro X de la República  porque, según Averroes, sus principios explicativos de la poesía no tienen tal finalidad y el mito de Er, como cualquier mito,  carece de valor, ya que pertenece al género imitativo del que hablaba Platón.[61]
En contra de Averroes y de las posturas que devalúan el mito, sostenemos que su función de alta importancia a los ojos de Platón, no sólo respecto a la poesía, sino también respecto a la configuración de la polis.

Mito-poesía y  paideia


Entonces procede Platón a narrar el mito de Er, hombre cuyo cadáver fue recogido intacto tras una batalla y cuya alma regresó a la vida 17 días después. Describe dos abismos y, en general, la “geografía” de ultratumba, menciona el juicio de Minos, Eaco y Radamanto. Los buenos gozaban de espectáculos y placeres, los malos de tormentos. La moraleja de este mito, es clara: supone la elección del tipo de vida (justa o injusta) y la consecuencia que conlleva en aras de la felicidad. Más aún, en ese mito constató que los hombres que hicieron cosas inmorales, en el infierno estaban padeciendo, aunque unos eran incurables y otros, los curables, bebían agua del río del Abandono en las Llanuras del Olvido.




[1] Marisa Divenosa y Claudia Mársico proponen que el libro X  ofrece la siguiente estructura también divida en dos partes: 1)  Crítica sobre la poesía tradicional (con sus críticas ontológica y psicológica), 2) Premios y castigos (con dos apartados: retribución e inmortalidad del alma; y el mito de Er con una exhortación final a la vida justa. Conrado Eggers Lan  propone, en cambio, una estructura de cinco partes: 1) La poesía imitativa alejada de la verdad; 2) La poesía cultiva la parte inferior del alma; 3)La inmortalidad del alma; 4) Las recompensas del justo y 5) Mito de Er. Cfr. Platón, Diálogos IV, República, Tr. de Conrado Eggers Lan. Madrid: Gredos, 2000, p. 35;  Platón, República, Tr. Marisa Divenosa y Claudia Mársico. Buenos Aires: Losada,1° edición, 2005, p. 39.
[2] Dice Ángel María Garibay de Alcínoo: “Hijo de Nausitoo y Arete, rey de los feacios en Esqueria. Recibió a Ulises en sus andanzas y lo envió a Ítaca en una de sus barcas.”  (Ángel María Garibay, Mitología Griega. Distrito Federal: Porrúa, 12° edición, 1993, p. 33.
[3] Cabe mencionar que de una manera sencilla, Platón define a la polis o ciudad, como una asociación de unos hombres con otros por necesidad en una misma residencia, en la cual comparten y se ayudan (Rep. II 369 c). Luego enlistará las necesidades que tiene una polis sana, ya que una enferma tiene otras necesidades (372 e). La primera y más importante es la producción de alimento para la subsistencia, luego, la segunda es la casa y la tercera es el vestido y cosas similares. Lo anterior, supone la existencia de un sistema monetario y de un mercado con una producción de excedente (371 a-b). De ahí se desprenden los oficios básicos para la construcción de una ciudad: el campesino, el albañil, el tejedor y con éste el zapatero.  Sin embargo, ellos requieren a su vez del apoyo del carpintero, el herrero y otros artesanos, así como boyeros, pastores, importadores de mercancías, comerciantes, marineros, asalariados (trabajadores contratados para trabajos pesados), todos ellos necesarios para poder realizar mejor su labor.
[4] Platón señala que esa confusión de Homero tiene raíz en la gran admiración que siente por Autólico, el abuelo materno de Odiseo, quien es un estupendo ladrón y mentiroso (Odisea,  XIX, 339 ss; Ilíada, X, 262 ss). Respecto a la frase de Simónides se ignora a que obra, de las no conservadas, pertenecía su sentencia sobre la justicia.
[5] Posiblemente Platón –así lo pensó Paul Shorey- haya servido de inspiración con este mito a C.H. Wells para elaborar el relato del Hombre invisible. Finalmente lo que sugiere este mito es que el hombre que actúa justamente es más por coerción que por convicción. Por supuesto, que Platón, considera el hombre bueno, no sólo quiere parecer bueno, sino serlo, parafraseando a Esquilo en Los Siete contra Tebas V, 592-4.
[6] Cabe mencionar que en esta parte Platón hace una alusión mítica a Museo, quien, concede a los justos en el Hades, una corona, un banquete, eterna borrachera, gran estirpe, mientras que a los injustos, los sumerge en el fango, obligados a llevar una criba-aparato que sirve para limpiar semillas- (Rep. II, 363 c-e).
[7] Otras profesiones que aparecen son las siguientes: los artistas, las prostitutas, los porqueros, etc.
[8] En los libros II y III de la República, de todo el espectro de actividades que podríamos denominar como artísticas, le interesa a Platón analizar tanto las actividades que tienen que ver con la literatura o poesía, (en sentido antiguo) (377 a – 398 b)  y la música en el sentido contemporáneo ( 398 c –403 c). Ahora bien, de las consecuencias de éstas, que buscan un pensamiento bueno y verdadero, un ritmo y armonía acordes con él y enfocados al amor a lo bello, se busca, a su vez, regular la pintura y sus derivados artesanales, el tejido, la construcción (arquitectura) y producción de objetos (artes plásticas) (401 a y ss).
[9] Esta censura consistiría, según parece en 383 c, en no darle auditorio artístico a esos poetas –negándole coros-, y no permitiendo que los maestros los usen en la educación.
[10] Este señalamiento de una mala representación de los dioses es, según Marisa Divenosa y Claudia Mársico, una crítica al antropomorfismo griego desde un punto de vista ético (Platón, República, tr. Antonio Camarero. Buenos Aires, 24° edición, EUDEBA, p.207, n. 51).
[11] Efectivamente los mitos además de ser relatos falsos con algo de verdad oculta bajo un sentido subyacente, también son relatos, narrados desde antaño por los antiguos,  sobre dioses y héroes (libro II) y sobre el más allá (libro III), en el contexto temprano de la República. Esto coincide más o menos con la definición de Brisson de que el mito para Platón es un relato de un recuerdo de datación más o menos imprecisa conservado en la memoria colectiva. Sin embargo, posteriormente dirá en el libro III (392 d) que los mitos son relatos de lo que fue, es o que será. Entonces ya no parece que el mito sólo implique un recuerdo, sino más bien una narración memorable, sea de lo que pasó o de lo que, desde hace tiempo, se cree que pasa o pasará.
[12] Tales pasajes, en el orden que los citó Platón, son los siguientes: Odisea XI, 489-91, Ilíada XX, 64-5; Ilíada, XXIII, 103-4; Odisea, X, 495; Ilíada XVI, 846-7; Ilíada XXIII, 100-1; Odisea, XXIV, 6-9.
[13] Así pues señala las siguientes nociones: 1) la concepción de los ríos Cocito y Estigia, dado que sus nombres en griego significaban “lamento” y “aborrecible” respectivamente; 2) los subterráneos y espíritus, pues aludían a las creencias de que las almas vivían bajo tierra y de que penaban cuando no recibían libaciones; 3) los lamentos de los personajes renombrados, como por ejemplo, la nostalgia que manifestó Aquiles por Patroclo en la Ilíada; la burla sobre los dioses y el Hades, o la afección a la risa, entendida ésta como una risa siniestra que aflige a los demás.
[14] Nuevamente, Platón denuncia en este fragmento la concepción de la injusticia como algo desafortunado para el individuo y la injusticia como algo afortunado.
[15] Platón, República,  tr. José Manuel Pabón y Manuel Fernández-Galiano.  Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 4° edición, 1997, p. 14. n. 1)
[16] El estilo es, entre otras acepciones,  la forma, o carácter general de un escrito, aunque en este caso, Platón se está refiriendo al estilo propio de un género literario. Cfr. Federico Carlos Saínz de Robles, “Estilo”, en Diccionario de la Literatura, Madrid, Aguilar, 1982, t.1,  p. ,464-465.
[17] Platón, República, tr. Antonio Camarero. Buenos Aires, 24° edición, EUDEBA, p. 273-274, n. 81 y 82.
[18] Resulta interesante la confluencia entre pensamiento mítico y adivinación. En el oráculo de Delfos se ve como el dios transmite a los hombres el conocimiento del futuro, y es algo que Platón no ignora. Ampliando un poco los datos en torno a esto, he de decir que la adivinación  puede ser de dos tipos: 1) inspirada, y 2) inductiva. La primera, se supone proveniente de un dios, la segunda,  interpreta signos a partir de su decodificación. Según el especialista Raymond Bloch el primer tipo de adivinación era más apreciado en Grecia.  Cuenta Bloch que la adivinación en Grecia era llamada mantiké techné, y el adivino era llamado mantis. Ambas palabras están vinculadas con el verbo mainomai, que significa ser presa del delirio un éxtasis producido por la divinidad, que implica una especie de posesión divina.  Detrás de la adivinación se supone la fijación del tiempo pasado, presente y futuro, para que el adivino pudiera ver el destino. Esto se confirma con las creencias populares en torno a las Moiras, hijas de Zeus y Temis, quienes regulaban la vida de los hombres desde su nacimiento hasta su muerte, así como la creencia en Atropos, Cloto y Láquesis, quienes se repartían la labor de hilar y cortar la vida de los seres humanos. Algunas versiones míticas, según dice Bloch, consideran a Zeus, como el dios que rige a las moiras, sin embargo, otras versiones entienden que por encima de éste está la ananké. Ambas visiones sobre cómo se determina el futuro no afectan la visión de que la adivinación funciona para orientar a los hombres. Había varios oráculos en Grecia. Estaba el de del Anfiarao (en Oropos, Beocia), el de Trofonio, (Labadeo, Beocia), el Asklepeion (templo de Asclepio) en Epidauro, Lebena y Cos. Zeús también tuvo un importante oráculo en Dodona, la principal sede, pero también tuvo otros oráculos en Olimpia y Ammón. Y, claro, el oráculo más popular era el de Delfos, dedicado al dios Apolo, y que era visitado por multitud de griegos y bárbaros, funcionando hasta el 390 d.C., fecha en la que fue cerrado por el emperador romano Teodosio I. No obstante, tuvo otros oráculos Apolo, como el de Didina, cerca de Mileto. De hecho, Heródoto llega a enumerar hasta 18 oráculos, siendo el más destacado el de Delfos sin duda alguna; tan es así que llegó a resguardar 27 tesoros de distintas procedencias, incluyendo a la bárbara Lidia. En los dos oráculos de Beocia, se practicaba la oniromancia. El Oropos, por ejemplo, se sacrificaba un carnero macho, se envolvía con la piel de ese animal el consultante, y narraba su sueño a los sacerdotes para que lo interpretaran. En Trofonio, se realizaban ritos de purificación y luego, el consultante descendía a una gruta, donde tenía visiones, pruebas y perdía el conocimiento gracias a un torbellino, y cuando recobraba el conocimiento narraba sus recuerdos al exégeta.  Los asistentes al templo de Asclepio, también durante el sueño la persona consultaba con el dios su curación y éste la indicaba, teniéndose el registro de curaciones milagrosas (iaotromancia).
Ahora bien, emparentada con las prácticas proféticas griegas está la ordalía, acción de juzgar a una persona acusada de un crímen, arrojándola en un baúl al mar o al río para que ahí lo juzguen los dioses. Platón, obviamente no se pronuncia sobre éste aspecto en el libro IV, así que no podemos saber estrictamente qué pensaba, su visión de que no eran seres injustos, ni que produjeran males, me hace suponer que sí el ateniense llegase a aprobar dicha práctica, definitivamente supondría su infalibilidad.
Fuentes: Raymond Bloch, La adivinación en la antigüedad, Tr. Víctor Manuel Suárez Molino. México: FCE, 1985, p. 7-49; Louise Bruit Zaidman y Pauline Schmitt Pantel, La religion griega en la polis de la época clásica, tr. María de Fátima Díez Platas. Madrid: Akal,  2002, p. 103-110.
[19] Ibidem.
[20] Louise Bruit Zaidman y Pauline Schmitt Pantel, La religion griega en la polis de la época clásica, tr. María de Fátima Díez Platas. Madrid: Akal,  2002, p. 106.   De hecho, cuentan los autores franceses de este libro que ni siquiera en las legislaciones antiguas que se le atribuyeron a este oráculo, hay pruebas de que hubieran sido diseñadas por sus sacerdotes, sino que eran avaladas ahí, como lo fue la ley de Lócride occidental en el siglo V a.C. Ahora bien, en el caso de prescripciones menores, por supuesto que el oráculo llegaba a dar indicaciones de volver héroe a cierto personaje, instaurar juegos, determinar ciertos honores a una divinidad, etc.
[21] Platón, La República, trad., Antonio Gómez Robledo, 2ª ed., UNAM, México, 2000, p. CLXXX.
[22] Luc Brisson, Op. Cit., p. 57.
[23] Ibidem., p. 58.
[24] Luc Brisson, Op. Cit., p. 55.
[25] Ibidem., p. 62.
[26] Luc, Brisson, Op. Cit, p. 101.
[27] No obstante, cabe mencionar que en  el libro V de la República, específicamente en 472 d – e, el pintor no es tan malo, pues éste no pierde su valía a pesar que no pueda demostrar la existencia de lo que pinta (que en este fragmento lo ejemplifica con el modelo de un hombre). Esta revaloración de la actividad del pintor es hecha con el fin de hacer una comparación con el propio esbozo que hace Platón de un Estado ideal, el cual tampoco puede demostrar, pero que no significa que no pueda existir. Quizá ya apunte esto a la teoría de las ideas. También es posible que, además, implique un redimensionamiento del arte que supone que la imitación no siempre es mala siempre y cuando sea de un modelo ideal, y no de una apariencia.
[28]  La cita es de la Ilíada I, 131 y Od. III, 416.
[29] De hecho, Platón también reconoce la autoridad y utilidad de Homero en: PRotágoras 309 a;  Laques, 191 b, 201 b; Apología 28 c e Hipias m. 369.
[30] El apetito irascible del alma merece un estudio atento, para entender qué veía Platón en él. No sólo se re refiere a una impulsividad, sino también a una vivencia trágica de las cosas. La relaciona con la represión por la fuerza en las desgracias personales, como un hambre de lágrimas y lamentos, pues desea estas cosas (Rep. X 606 a). 
[31] Platón introduce en relación con este concepto una noción de bien y mal, que tiene que ver con lo que  conserva y lo que destruye. Y si bien el alma no se destruye, la injusticia la afecta y la  afecta a la persona que la padece y destruye al objeto al que se orienta.
[32] Angel María Garibay, Mitología Griega. Distrito Federal: Porrúa, 12° edición, 1993.
[33]  Robert Graves, Los mitos griegos, 2. t, tr. Luis Echávarri.  Distrito Federal: Alianza, 1° edición, 1996.
[34] Lucía Impelluso, Héroes y dioses de la AntigüedadBarcelona: Electa, 1° edición, 2002.
[35] Vanessa James, The Genealogy of Greek Mythology. Nueva York: Gotham Books / Melcher Media, 1° edición, 2003.
[36] Su bibliografía aparecerá citada más adelante.
[37] Felix García Moriyón (comp.), Mitos. Madrid: Siruela, 1° edición, 1998.
[38] Platón, República, tr. Antonio Camarero. Buenos Aires, 24° edición, EUDEBA, p. 613, n. 20.
[39] No obstante, yo pregunté al Doctor Daniel Fainstein, especialista en pensamiento judío sobre alguna filiación de Er con el judaísmo y no vio vínculo evidente.
[40] http://es.wikipedia.org/wiki/Panfilia [Consulta:2 de marzo del 2007].
[41] Idem.
[42] H.S.Thayer, “The myth of Er”, en History of Philosophy Qarterly, v.5, no. 4, 1988, p. 369.
[43] Idem.
[44] Nicholas P. White, A Companion to Plato´s Republic. Indianapolis: Hackett Publishing Co., 1983 p. 263.
[45]  J.A. Stewart, (1904), The Myths of Plato, Centaur. Londres: Limited  Press, 1960, p.146.
[46] Nicholas P. White, A Companion to Plato’s Republic. Indianapolis: Hackett Publishing Co., 1984, p. 263-64.
[47] Ibidem, p. 264.
[48]  H.S. Thayer, Op. Cit., p. 369.
[49] Cfr.  Thomas Thornburg, Cliffs Notes. Republic. Nueva York: Wiley Publishing, Inc.,2001, p. 94.
[50] Ibidem, p. 370.  Traducción: “De gran importancia para el argumento no sólo es la preocupación de Platón de mostrar lo que la justicia (el bien, dikaiousine) y la injusticia son, sino también el porqué la justicia es un bien intrínseco que debe ser valorado en sí mismo. Este fue el reto puesto a Sócrates por  Glaucón y Adimanto (357 B-E, 367 E): explicar cuáles son los efectos de la justicia y la injusticia en el alma  y porqué la justicia es valiosa en sí misma, como lo parecen también la salud, o el conocimiento, los cuales son amados por sí mismos y por sus efectos. Cerca del final del diálogo, Sócrates, asevera que se ha encontrado con dicho reto (612B). Entonces considera las recompensas y consecuencias de las vidas justa e injusta.
[51] Ibidem, p. 371.
[52] Ibidem, p. 372.
[53] Ibidem, p. 373.
[54] Ibidem, p. 374.
[55] Idem. Traducción: “La idea de bien y de la buena vida es, como un bien intrínseco, tiene conexiones radicales con el cómo las legislaciones educativa y social deben ser entendidas. Como señaló Adimanto, la educación moral, la conducta social y la religión son parte de un sistema de penalidades si obramos mal y seremos recompensados por temor al mal o si escapamos inteligentemente a la sanción. En contra de la sabiduría mundana impartida por muchas altas autoridades (366b) Platón esboza un ideal de auto-gobierno y autonomía de la buena vida. La mejor forma de organización política, sería según él, una autocracia en la cual la persona es dirigida en posesión de la razón divina, pero si no, impuesta de fuera, en caso de su carencia (590 D). Esto es distinto de las teorías autoritarias atribuídas a Platón. 
[56] La traducción es de José Manuel Pabón y Manuel Fernández-Galiano.
[57] H.S. Thayer, Op. Cit., p. 369.
[58] Josef Pieper, Sobre los mitos platónicos, Tr. Claudio Gancho. Barcelona: Herder, 1984, p. 67.
[59] Idem., p. 67-68.
[60] De hecho el uso de múltiplos de diez en el mito de Er sugiere representan un elemento de la Nekyia pitagórica. Esto refuerza mi tesis (Platón, República,  tr. José Manuel Pabón y Manuel Fernández-Galiano.  Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 4° edición, 1997, p. 178 n. 1). De hecho también esta postura se ve reforzada por la línea de investigación que sostiene J.N. Findlay respecto a una enseñanza no escrita en la Academia Platónica que consistía en un proyecto no terminado de pensamiento con filiaciones a la teoría numérica de los pitagóricos (J.N. Findlay,  “The Myths of Plato”, en A.M. Olso (comp.), Myth, Simbol and Reality, Notre Dame: 1980, p. 166 –ignoro la editorial-).
[61] Averroes, Exposición de la <<República>> de Platón, tr. Miguel Cruz Hernández. Madrid: Tecnos, 5° edición, 2001, p. 148-149.

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