El juicio lógico


Un juicio lógico es un pensamiento que se expresa simplemente en un enunciado en indicativo, es decir, en un enunciado que indica cómo es algo a través de una afirmación y negación, y por lo tanto, se puede evaluar su verdad o falsedad.  De una manera más tradicional, ha sido definido el juicio como  la representación mental de un objeto afirmando o negando algo de él. Consecuentemente, un juicio es la vinculación de dos o más conceptos a través de un verbo.[1] Juicios son: "la vaca muge", "mi suegra grita", “la noche no es clara”,  "el tejido del cerebro está compuesto de neuronas", etc. Así pues, la idea "vaca" se conecta con la idea "mugir" mediante la conjugación "muge", como el concepto "tejido del cerebro" se vincula con la idea de "neuronas", por medio de la estructura verbal "está compuesto". ¿Si? Consecuentemente, podemos distinguir que los elementos que constituyen a un juicio son: el sujeto, el verbo  y el predicado.[2]
El sujeto es la idea que representa a aquello de que o de quien se dice algo; a veces el sujeto es impersonal, como  en el juicio “Hace calor”. ¿Quién hace? ¿El día?, ¿el medio ambiente? En cierta forma sí, sólo que es ambiguo, no es personal. Así pues, el sujeto del juicio es una presencia en la mente  de algo real o ficticio, tangible o intangible que llama la atención del pensar.
En cambio, el predicado es lo pensado de esa presencia, es la idea que representa lo que se dice del sujeto y, por lo general, remite a una cualidad. En la proposición "el techo es alto", la cualidad de "altura" está contenida en el predicado "alto" y ésta, a su vez, le pertenece al sujeto “techo”, el cual provocó un pensamiento. 
El verbo -también conocido como cópula o nexo verbal- es la idea que expresa la  relación que tiene el binomio sujeto-predicado con el ser, o sea que   postula algo sobre  una existencia real o ideal.  Dicha existencia se manifiesta en la afirmación o la negación, aunque la función verbal (o sea, la relación entre el sujeto y el predicado) esté presente también en algunas frases  sin verbo. Pensemos en un político, que ante una pregunta quisquillosa de un reportero, contesta “Sin comentarios”. Nuestro sujeto está negándose a emitir una opinión y hay un nexo entre él  y el concepto “comentarios”.  Así pues, hay juicios que  tienen una función aseverativa –hacen afirmaciones y negaciones-, sin tener la forma de una aseveración.  Por ejemplo,  si alguien le dice a otra persona “¿Disculpe, donde queda la calle de Bugambilia?” y ésta le contesta: “¿acaso tengo cara de Guía Roji?”. Esa respuesta a manera de pregunta, encierra irónicamente una aseveración que indica que no sabe dónde queda esa calle, o bien, que no está de humor para dar información vial.  Ciertamente hay pensamientos que parecen no embonar dentro del juicio lógico, pues éste, al tener como característica la afirmación o negación de una idea mediante un sujeto, un verbo y un predicado,  excluye pensamientos que, al parecer, no embonan en su formato y que, sin embargo, no dudaríamos de catalogar como oraciones ("¡Qué bonito!", "¿mande?"; "Periquito", "¿qué hora es?"). A los pensamientos que no expresan categóricamente una afirmación o una negación se les llama no enunciativos.  Sin embargo, estos elementos mentales finalmente se sujetan a un pensamiento enunciativo,[3] ya que si no proceden de una enunciación, al menos se orientan hacia una. "¡Qué bonito!" afirma la belleza de algo de una manera un poco lacónica, pero no deja de hacerlo. Hablarle a un perico cariñosamente con el diminutivo de su nombre es antecedido o seguido de alguna enunciación, la cual, si no es expresada explícitamente, en algún momento  lo es tácitamente. "Periquito", psicológicamente significa para nosotros "te saludo, animalito", "hazme caso", o cualquier pensamiento de ese estilo. "¿Qué hora es?", supone el pensamiento: No sé qué hora es, pero quiero saberlo" y  esa pregunta guarda la expectativa de una respuesta enunciativa: "son las cinco de la tarde", o algo así.
En consecuencia, podemos concluir que los enunciados en indicativo (o declarativos) constituyen juicios lógicos; pero, además, existen otros pensamientos que no son juicios lógicos, sino son pensamientos con la forma de enunciados interrogativos, exclamativos, imperativos y desiderativos. Entonces quedémonos con la idea de que los juicios lógicos son los enunciados en indicativo,  ya que en la Lógica -entendida como una disciplina que organiza la lógica natural bajo ciertos esquemas-,  dichos los enunciados constituyen el único modo por medio del cual se pueden predicar relaciones de identidad (A es B, C no es D, etc).
Ahora bien, los juicios lógicos deben estar escritos en tiempo presente, es decir, como la actualidad de un movimiento, según dirían los aristotélicos. Las conjugaciones en pasado y en futuro tampoco tienen cabida, porque no son verificables, sino sólo en tiempo presente.
Igualmente, cabe destacar que si en el juicio se dice algo de una cosa, a esto se le llama predicación. La predicación puede tener una intención de verdad, o sea, de que lo que digo sea una descripción de un objeto comprobable por la experiencia, puede referirse a una estimación personal, que se haga respecto a esa cosa o puede, en cierta manera, dar una orden, un mandato.  En otras palabras, la predicación puede ser científica, axiológica o normativa, y generar tres tipos de juicio: los científicos, los de valor y los normativos (o normas).  Los primeros,  son el producto del conocimiento, los segundos, de una valoración avalada por la razón y los terceros indican un deber.  No es lo mismo decir: “el azufre es amarillo”, que decir “el azufre es bonito” o “está prohibido extraer azufre”. Mientras que, respecto al primero, hay una relación de verdad, en el otro se predica un valor que depende del sujeto, siendo arbitrario (aún y  a pesar de que muchos valores se pueden estandarizar por un consenso generado culturalmente o por la mera coincidencia azarosa de estimaciones) y, en relación con el tercer juicio, hay claramente una ordenación con una intención de obligatoriedad, que pretende determinar una conducta. También contiene un valor, pero que se muestra como imperativo, o sea, que tiene que  cumplir. 
Hay quienes consideran que la lógica sólo puede trabajar con juicios científicos,  pues finalmente lo que ella persigue es la verdad y los juicios de valor y normativos son altamente subjetivos, al grado de que no hay ahí verdades universalmente posibles.  Sin embargo, algunas personas, como José Manuel Villalpando, dicen que la lógica también debe tomar en cuenta a los juicios de valor y  normativos en cuanto que son manifestaciones del pensamiento. Así lo hicieron en la Antigüedad los megáricos y estóicos.[4] 
De todo esto, los lógicos concluyeron que el juicio psicológico es el acto central de la mente humana.  
Por otro lado, la diferencia entre una idea y un juicio lógico está en el dichoso verbo. Al parecer, el verbo  dice algo de la existencia de la esencia representada por la idea. El verbo relaciona a la esencia con el ser. Por eso, también se dice que el juicio es una reducción del ente al ser. Esto significa que si he abstraído la idea de “pera”, por ejemplo, estoy refiriéndome a un acontecimiento que afecta en algo a su esencia al emitir el juicio “la pera está sabrosa”. Desde un punto de vista gnoseológico, el juicio expresa el conocimiento, ya que la mente, con las puras  ideas sin ser expresadas en enunciados, estaría semivacía, no tendría sentido.
Ahora bien, aquí surge un problema. Un filósofo español llamado Francisco Suárez (1548-1617), creía que las ideas captaban la esencia de las cosas y  que éstas eran captadas por simple aprehensión. Consecuentemente, aquel jesuita llegó a la conclusión de que la simple aprehensión no era capaz de reflejar la relación que había entre una idea y otra (entre una esencia y otra, o bien entre una cosa y otra), pero, que el juicio, sí podía hacerlo, pues él junta a dos conceptos abstraídos, cada uno por la simple aprehensión. Luego, a esta operación descrita por Suárez, se le consideró, en realidad, una simple aprehensión comparativa, es decir, un proceso en el que aparecen  varias fases: 1) la visión confusa de lo observado, 2) el análisis de las características de la cosa observada, 3) la comparación de las cualidades de ese objeto, 4) la percepción de la identidad o diferencia de las cualidades de dicho objeto; y 5) el asentimiento respecto a la identidad u oposición de tales cualidades.  Otros filósofos -como Raúl Gutiérrez- creyeron y creen que el juicio lógico enuncia lo que ya se había captado en la simple aprehensión, de tal manera que el "verbo" solamente da cuenta de su existencia en el mundo. No obstante, no es la simple aprehensión la que produce los juicios. El proceso mental que los elabora se llama juicio psicológico. Eso es el acto de juzgar, es decir, la acción que la mente realiza de afirmar o negar algo de una idea.[5] La expresión de tal afirmación o negación se llama  proposición o enunciación.


Ejercicio


Pon una “j” dentro del paréntesis para indicar que  la expresión de la derecha es un juicio lógico o una “i” para indicar que es una idea y una “n” para indicar que es un juicio no enunciativo.

(     ) A Firulais le anda por salir a la calle.
(     ) Todas las piedras son inhumanas.
(     ) ¡Vete a bañar!
(     ) Algunos hombres no son insensibles.
(     ) ¿Tienes hambre?
(     ) Qué horror.
(     ) La poligamia es mala.
(     ) Las plantas altamente resistentes.
(     ) Los nopales son plantas con espinas.
(     ) El coche de mi padrino




[1] Se suele hablar de una identidad entre conceptos o, en su defecto, de una relación; o bien de predicación numérica.  La identidad puede ser material o formal. Es material, si el sujeto y el predicado relacionados son cosas distintas. Ej. "El canario es amarillo". "Canario" y "amarillo" aluden a conceptos distintos. La identidad formal se da cuando el sujeto y el predicado se refieren a cosas iguales. Ej. "El carro es un coche".  La relación, pues, está dada entre dos sujetos que aparecen en el mismo juicio y se les atribuye una característica que los compara y relaciona.  Por ejemplo:  “Vanesa es más inteligente que Luisa”.  La predicación numérica  indica el número de seres que constituyen un conjunto.  Por ejemplo: “Los sobrinos del pato Donald son tres”. En cierta forma, la relación y la  predicación numérica se pueden  reducir a  la  identidad.
[2] Hay quienes incluyen a la cópula en el predicado, y entonces únicamente consideran la existencia de dos elementos del juicio: el sujeto y el predicado.  Así pues, resulta que la materia (de lo que está hecho) de un juicio tiene esos dos extremos. Esta materia puede ser próxima, si se refiere a la identidad o no-identidad entre el sujeto y el predicado o bien remota, si alude a que el sujeto y el predicado están constituidos por dos juicios. Ahora bien, la forma del juicio estaría dada por el acto de la mente de afirmar sentencialmente dicha relación.
Por otro lado, es necesario señalar que no todos los lógicos aceptan la existencia de la estructura “sujeto-verbo-predicado” del juicio, sino que esta fórmula puede tener cualquier número de constituyentes y que pueden estar combinados de diversas maneras, según las presente el lenguaje y hasta la naturaleza transitiva o intransitiva del verbo.  De esta manera un juicio es todo aquello de lo que se afirma, niega, supone o duda, como dice Susan Stebbing. 
[3] Para  Sanabria los enunciados interrogativos, lo mismo que las normas, son formas especiales del pensamiento enunciativo.
[4] José María de Alejandro,  La Lógica y el Hombre, B.A.C., Madrid, 1970,  p. 143.
[5] Dicha acción, según José Rubén Sanabria y, probablemente,  apegándose a Suárez consistiría en: 1) la aprehensión de dos ideas;  2) una comparación subjetiva; 3) la afirmación o negación de la identidad (Cfr. José Rubén Sanabria, Lógica. Porrúa. México, 1999, p. 105).

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Proposiciones atómicas y proposiciones moleculares

¿Qué son las artes menores?

El hecho moral