El Término


El pensamiento se expresa a través del lenguaje. Éste último, desde un punto de vista muy amplio, es la metodología mediante la cual los animales se comunican entre sí, pues refleja una abstracción realizada en el interior del animal y que significa algo para otro animal.  Aquí pueden operar diversos mecanismos, tales como las ferohormonas de las polillas, los movimientos del vuelo de las abejas, la vocalización, contacto visual, gestos de la cabeza, movimiento corporal. Desde un punto de vista más restringido, el lenguaje en el hombre es un sistema convencional de signos,  un fenómeno social mediante el cual el hombre desea ser escuchado, a fin de poder expresarse ante los demás, influir en ellos  y ser comprendido. [1] 
Entre los signos,[2] hay algunos llamados “términos”, que ya no se pueden dividir sin dejar de  tener sentido. Claro que este sentido se da en un contexto de experiencias que confiere significación a los signos. En otras palabras,  los signos son troquelados por una comunidad  de intérpretes, como también lo son sus significados.  Los usos que tiene el lenguaje, desde el punto de vista de la Lógica, pueden ser dos: 1) apofántico (o científico) y 2) emotivo. El primer uso  se da cuando usamos el lenguaje para referirnos a un objeto; el segundo uso se da cuando se busca provocar, ante todo, una emoción en otro sujeto, como sucede en la Literatura.
Un término[3] es un conjunto de sonidos o signos gráficos articulados que, cuando se asocian con un significado, forman una palabra. En la lógica clásica,  “término” es sinónimo de “palabra”, a diferencia de algunos lingüistas que creen que, en realidad, el término es una parte de la palabra (la cual es la unión entre significado y significante). En otras palabras,  el significado sería la idea y el significante, el término, el cual es finalmente un signo. No es nada descabellado pensar que la palabra es dicha unidad, ya que el término sin un significado no tiene sentido; sería como nombrar Dingo a mi perro cuando resulta que no tengo perro, ni animal que pueda ser designado bajo dicho concepto.  Incluso, el propio Santo Tomás se dio cuenta de esto y por eso definió a la palabra como una “voz” convencional que semeja a la cosa.  Por eso, podemos decir que hay una relación natural entre los conceptos y los términos, ya que los primeros (los conceptos), para poder ser entendidos, necesitan de las palabras. Las palabras son expresiones que  rebasan lo fonético y pueden ser gestuales, corporales, etc. El hombre es un animal que se expresa, aprendiendo y enseñando a los demás a partir del lenguaje, el cual se codifica en lenguas.[4] En la actualidad, se calcula que se hablan alrededor de cinco mil lenguas,[5]  sin contar a otras cinco mil ya muertas. 
En fin, la palabra en primera instancia expresa lo que pensamos y en segunda, lo que ella representa, como el propio Santo Tomás notó.[6] Así,  un zopilote lo es más por su significado en un contexto, que por el signo aislado “z-o-p-i-l-o-t-e”.
Ahora bien, en este apartado haremos hincapié en la palabra desde del punto de vista de la típica expresión lingüística.  En consecuencia, un término es la expresión oral o escrita de una idea. La conjunción de los fonemas (o letras) "g" , "a" y "s" en el orden que los escribí, producen el término "gas". Y se le pueden asociar ciertos significados. "GAS" es un elemento o compuesto químico cuyas moléculas están muy separadas y producen un estado de la materia distinto al sólido, al líquido o al coloidal. Pero "gas" también es el eufemismo para nombrar a un olor desagradable, o bien, en inglés (y en ocasiones hasta en español), coloquialmente significa gasolina.  Como se nota, los términos son signos[7] o representaciones de algo dentro de un contexto, o sea, tienen las propiedades de la  restricción (o designación) y de la suppositio o suposición (suplencia o acepción, en  latín).  Pensemos en la restricción.  Cuando el conductor de un coche dice en frente de la gasolinería: “necesito gas”, sus oyentes no tienen en mente las acepciones de “el gas de la estufa” o de un tanque de oxígeno.  Más bien, piensan en gasolina. Las acepciones se ven restringidas por el contexto. Eso es la restricción: la discriminación de todas las posibles significaciones, en función de la adecuada. En cambio, la suposición permite identificar un nivel determinado de acepción; vaya, es una significación concreta dentro de los varios sentidos que puede tener un término y gracias a la restricción,  posibilita saber exactamente qué está representando el término: a sí mismo, a una idea, a una cosa, etc.  Hay varios tipos de suposiciones:[8]   verbal, lógica, imaginaria, metafórica y real. La suposición verbal o material utiliza el término haciendo referencia de sí mismo y no de un objeto. Ejemplo: “gas es un término de tres letras”. La suposición lógica representa al concepto por sí mismo y no propiamente al objeto que da sustento a dicho concepto. Ej: “la idea de gas tiene extensión y comprehensión”. La suposición imaginaria te remite a una ficción. V.g. “El Principito es un personaje clásico”. La suposición metafórica refiere a una cosa real, pero representada simbólicamente.[9] Si decimos “el príncipe de la canción”, sabemos que nos referimos a José José.  Por último, tenemos la suposición real, cuando el término representa a un objeto real: “las vacas del rancho de mi tío Jorge”. 
Otra propiedad de los signos sería la convencionalidad o arbitrariedad. Los términos, desde luego, son arbitrarios, es decir,  han sido asignados a un significado porque así se le ocurrió a alguien, y en otro lugar, a otra persona se le antojó llamarle a la misma cosa de otra manera. Por eso existen las lenguas. Si los términos utilizados por el  ser humano surgieran de nuestro instinto, serían naturales y todos los habitantes de este planeta hablaríamos el mismo idioma, aunque seguramente compartimos algunos signos naturales, como pensar en peligro cuando vemos humo. 
Somos, pues, distintos de  los perros, los cuales, en el mundo entero, todos mueven la cola cuando están felices, gruñen cuando están enojados, meten la cola cuando tienen frío o tienen miedo. Utilizan  signos naturales.
En fin, las propiedades de los términos, pues, surgen del ser humano y su capacidad de hablar más que de los signos por sí solos. Es la condición humana de necesitar expresarse, la que hace que el ser humano elabore términos de esa manera: con suposición, restricción y arbitrariedad.  
No obstante, también existen otras propiedades secundarias de los términos: [10] la apelación, la ampliación,[11] la alienación.[12]  Dichas propiedades son las derivaciones principales. Recordemos que los términos pueden ser de varios tipos: nombres (sustantivos),  verbos, adjetivos, pronombres, artículos, etc. Tales propiedades tienen que ver con ciertas funciones. La apelación se refiere al significado que adquiere un término en función de lo que dice de un sujeto, por ejemplo: “Como músico eres un excelente cocinero”. Aquí “excelente” no significa literalmente lo que normalmente quiere decir. Tiene un matiz irónico. Existe también la ampliación, que le permite a los verbos ampliar el sentido que tiene su tiempo verbal. Esto, aunque suena raro, es simple:  si decimos el hombre es un descendiente de los homínidos, significa que lo ha sido desde que existe la humanidad y no sólo en la actualidad. La alienación, permite el uso metafórico de los términos, como: “Pedro es un comedor de libros”.
Por otro lado, podemos observar que, de acuerdo a lo que representan,  hay términos que tienen uno solo o varios significados  (y estos pueden ser muy distintos o parecidos). Si los términos tienen un solo significado, se llaman unívocos. Por ejemplo: "ornitorrinco", es un término que sólo alude a una extraña, aunque popular, especie de animal australiano.[13] Si un mismo término tiene varios significados sin ninguna relación entre ellos, entonces es equívoco. Pensemos en "gato",  representa tanto al animal, como al instrumento que sirve para cambiar llantas o bien, despectivamente, designa a una persona que sigue órdenes. En cambio, si el término tiene diversas significaciones, pero relacionadas entre sí, indudablemente será análogo.[14] En otras palabras -un poco más densas-, en la analogía coexisten  una perfección (característica) común y una diversidad del modo de ser del concepto respecto a esa perfección.  Tomás de Vio, alias el Cardenal Cayetano (1469-1534),  distinguió cuatro clases de analogía: 1) de desigualdad, 2) de atribución, 3) de proporcionalidad[15] propia, y 4) de proporcionalidad impropia (igualmente conocida como metafórica). En la analogía de desigualdad, el significado del término no es distinto en cada uno de los analogados, sino solamente participa con mayor o menor intensidad de ese significado. Vaya, esta analogía une a conceptos que son muy distintos y que apenas son unidos por un pequeño rasgo compartido por todos ellos. El popular ejemplo de "cuerpo", dado por el Cardenal Cayetano, viene al rescate de los que no entendemos frases tan abstractas y nos ilustra, "mostrando" que la proporción en que participan los cuerpos inferiores y los superiores del sentido de dicho vocablo (o sea la corporalidad), no es la misma en perfección. Prácticamente predicamos la palabra “cuerpo” de todo. Un cuerpo lo mismo es el sol, que lo es una chinche, una roca o una margarita. Obviamente que hay de cuerpos a cuerpos (y no me refiero a Cindy Crawford versus Sara García). Así pues, unos cuerpos son más perfectos que otros y esa perfección (de su corporalidad) los hace distintos entre sí. Por ejemplo: que un animal se pueda desplazar, hace que sea más perfecto su cuerpo que el de una planta. Si ambos seres son cuerpos, lo son porque son unidos por un rasgo común dentro de una gran desigualdad. En la analogía de atribución,[16] "la noción significada por término sirve de ancla a diversos significados, con los cuales guarda una relación jerárquica. Esto implica  que hay  una palabra con un significado básico o el más correcto (analogado principal) que sirve para  subordinar a éste, otros significados derivados de aquél (analogados secundarios) que tienen alguna semejanza con él, pero que, estrictamente, no son  iguales a ése. La palabra "sanidad" es un botón de muestra de lo anterior,  ya que ésta se predica principalmente como condición de estar bien y es el analogado principal. Así pues, decimos  “Mi perro está sano”, porque es el sujeto de ese estado de bienestar; pero, secundariamente,  “sanidad” se  predica de la medicina (tomar aspirinas es sano) y de la orina (el acto de orinar es sano), en una como causa y en la otra como efecto de la salud.[17] La analogía de proporcionalidad propia, a diferencia de sus congéneres mencionados, no se concentra en lo común de las cosas en tanto que cosas (recordemos el ejemplo de la roca), sino se refiere explícitamente a una semejanza de relaciones entre los analogados. Ejemplo: "la risa es al hombre, lo que las flores  al prado". En cambio, la analogía de proporcionalidad impropia, aunque también es una proporción de relaciones, ya no se hace explícita. Pensemos en la hoy clásica frase "el prado ríe".
En el lenguaje  ordinario nos expresamos con estos tipos de términos. Jugamos con el lenguaje, nos equivocamos, hacemos pues, analogías y usamos equívocos. Sin embargo, en la Lógica, se ha establecido como requerimiento el uso de términos unívocos. El nivel de la suposición no puede cambiar mientras hablamos, pues si no sería imposible un acto de la mente.[18] Eso no implica que los conceptos vayan cambiando con el paso del tiempo, pero si éstos cambian, igualmente cambiarán las premisas y sus conclusiones. Si cambiamos de significado en una reflexión, crearemos errores.
Por eso es que la Lógica propone el buen uso de los términos, es decir,  debemos usar las palabras con exactitud, sabiendo claramente sus significados.  Lógicos como Samuel Vargas,  proponen que no se usen vocablos oscuros o ambiguos; y si se recurre a ellos, deben aclararse, de tal manera  que siempre se usen los términos en su significado común y se expongan de forma correcta y directa, de preferencia sin metáforas. Se apuesta por la univocidad. Sin embargo, la univocidad absoluta es imposible. Al parecer, en todos los términos siempre hay algo de analogicidad, es decir, tienen un significado común y algún significado personal brindado por las propias vivencias. Así pues, todos entendemos lo mismo ante el término cuchillo, pero alguien que se cortó un dedo pelando naranjas le dará un significado personal distinto.

Ejercicio


I. Ve la película Gorilas en la Niebla y plantea la relación que hay entre lenguaje y pensamiento entre los animales y su diferencia –si es que la hay- con el hombre.

I.                   En el siguiente discurso, señala un ejemplo de los siguientes conceptos: unívoco, equívoco, analogía de desigualdad, analogía de atribución, analogía de proporcionalidad propia, analogía de proporcionalidad impropia. Igualmente, detecta los tipos de suposición verbal, lógica, imaginaria, metafórica y real, detectando un ejemplo de cada uno en el siguiente discurso político y valora si posee las cualidades de exactitud y correcto uso de las palabras. Indica si tiene alguna tendencia y si tiene razón o no en lo que dice.
Memín y George
En el 2005, Memín Pinguin se las ha visto negras porque en La Casa Blanca –nótese la connotación racista de este nombre- lo han condenado a la eutanasia. Su delito ha sido figurar en una estampilla postal mexicana que, muestra sus rasgos negroides de caricatura. No se le puede perdonar eso a un personaje de historietas.
Para la Casa Blanca el negro es a la discriminación, como su política es la justicia. Pero el negro, negro es y punto. Son cinco letras y ya. Sin embargo, esas cinco letras pueden significar muchas cosas, entre ellas la ausencia de luz, el color de un objeto, el apodo de una persona o el nombre para designar a un tipo racial, cuyo tono de piel semeja.
El negro no es malo, aunque malo sea Lord Vader y pese a que algunos wasp  (white anglosaxon and protestant) asocien al negro con inmoralidad e inferioridad. Tuvo que venir  Martin Luther King que confrontó a los racistas.
        Pero en México la historia ha sido distinta. El mestizaje tuvo como tercera raíz a la negritud y esto impidió una institucionalización cultural del racismo contra esta raza, a pesar de que, en algún momento del México Colonial, se  sostuvo la esclavitud.  En sur del país abunda la raza negroide –que en realidad es casi toda mulata- y ha sido ícono de la cultura popular.
Su autora es Yolanda Vargas Dulché, quien en  1947, después de una visita a Cuba, creó a este personaje, poniéndole el nombre en diminutivo de su entonces novio y posteriormente esposo, Guillermo de la Parra y añadiéndole el mote de pinguín, como muchas madres entonces llamaban a sus hijos para designarlos como traviesos. Memín es un niño chaparrito y calvo de tercero de primaria, dibujado por el caricaturista Sixto Valencia. Su edad no está clara y es hijo de la señora Eufrosina, una regordeta y vieja señora que se desvive por su pequeño. Por cierto, ella les irrita a algunos afroamericanos, como Ben Vinson, porque les recuerda el estereotipo negro de las películas norteamericanas de los años treinta y cuarenta e igualmente les hace sentir como hot cakes, pues también semeja a la imagen comercial de Aunt Jemima.
En la década de los ochenta, Memín era editado en Filipinas, Irán, Italia, Indonesia, Colombia, Japón y también en los Estados Unidos (¿y ahora protestan los Republicanos?).
 Su casa editorial, en un principio era Editorial Pepín, pero más tarde Vargas lo publicó por su propia cuenta bajo el sello de Editorial Argumentos S.A.   Actualmente es publicado por la editorial Vid.
Muchos dicen que los rasgos de Memín son racistas, que es la mofa de otros chicos blancos en la historieta por ser negro, que a los negros no se les considera  mexicanos, que la mayor parte de la gente humilde tiene un tono de color más obscuro y responde a las razas indígenas y negra, y que se verbaliza su discriminación al ser moteados como negros.
Es verdad que hay una discriminación, por desgracia, hacia las comunidades indígenas, pero no hacia la negra o hacia la piel obscura. Acá, la cuestión de los motes es tan complicada, pero también son señaladas la calvicie, la gordura, la flacura y tantas otras características, que en realidad, somos el pueblo más racista del mundo. Somos tan racistas, que hasta nosotros mismos nos discriminamos por ser mexicanos. Es verdad que nuestro auto-concepto racial es complicado.
Pero acá, a los “negros” no se les ha prohibido estudiar, no se les segrega en ghetos,  ni se les separa en el transporte público, acá, la negritud se junta y casa con gente de todos colores, pues, como ya dije, en realidad son mulatos. Y si quieren escuchar de prietitos famosos, tenemos ni más ni menos que a José María Morelos, Benito Juárez, a un sinnúmero de futbolistas, Calimba, Zamorita, etc. La Historia de México no es la de los Estados Unidos, la cual también es muy respetable.
Bush, no es precisamente el exponente ideal de los mejores ideales norteamericanos; no obstante se crea un cosmopolita defensor de los derechos humanos. Se olvida que los irakíes también los poseen. ¡Realmente es todo un humanista! Y cínicamente,  en pro de tales garantías, justifica una invasión militar que claramente fue por petróleo  (y esa es la manifestación del negro que más le gusta al presidente norteamericano).  Quizá esa es la razón por la cual, a través de su vocero, protestó al ver a Memín. En el fondo, quiere liberar de la esclavitud a nuestro oro negro con la filantropía que tanto lo caracteriza.





[1] Susan Stebbing, Introducción moderna a la lógica, UNAM, México, 1965, p. 27. La comprensión, en sentido lógico, implica que el sujeto –sea hablante u oyente- pueda aprehender las conexiones que ve en el mundo o signos de otras cosas (justamente  través de lenguaje).
[2] Un signo es algo que representa a otro algo. Así de ambigua tiene que ser esa representación. Una calavera puede ser representación de la muerte, de canibalismo, de Hamlet, etc. Hay signos naturales o imitativos y signos artificiales. Los naturales son aquellos que son gestos que demuestra e imitan de la manera más cercana a la realidad la cosa que están representando. Por ejemplo el humo, como signo de fuego, o el gesto de asfixia de la asfixia. Luego están los signos artificiales que son aquellos dolosamente creados para representar algo sin imitarlo o demostrarlo. Por ejemplo la palabra cosmos es una convención para referirse al universo.  No obstante,  los signos pueden clasificarse bajo este otro criterio: formales o instrumentales, naturales, arbitrarios, manifestativos y supositivos. Los primeros, representan operaciones mentales o matemáticas, los segundos son representaciones que la propia naturaleza produce; los terceros son creados por el hombre, los cuartos en ellos mismos está su significado, pero no por el producto de la naturaleza, y en los últimos, lo representado es algo distinto del signo, ajeno a él. De hecho, ya habíamos manifestado dos de esos tipos de signos. 
[3] También recibe el nombre de "especie expresa" en tanto que es la expresión de una idea concebida.
[4] José María de Alejandro, .La Lógica y el Hombre, B.A.C., Madrid,  1970, p. 96.
[5] Jesús Mosterín, Filosofía de la Cultura,  Alianza, Madrid, 1994, p. 69.
[6] José María de Alejandro, Op. Cit., p. 100.
[7] Efectivamente el concepto de signo de Santo Tomás es el de algo conocido que lleva al conocimiento de algo que antes era desconocido. 
[8] La suposición también se puede clasificar desde el punto de vista del número de seres a los que se refiere. Consecuentemente existen suposiciones distributivas (Cuando un término se refiere a todos y cada uno de los seres que abarca el término), colectiva (aquella que se refiere a un grupo en cuanto a que es un sistema organizado y con propiedades), la universal (la que se refiere a un grupo);  particular, la que se refiere a una parte de un grupo y la singular, que alude a un individuo.
[9]El símbolo aquí lo entendemos como algo distinto del signo. El símbolo pues es multívoco y representa una sistema complejo de significaciones, como lo hace, la cruz suástica.
[10] Hay quienes hablan de otras propiedades de los términos: la distracción (que cambia un término por otro durante el acto de pensar), y la remoción (que usa signos para significar absurdos, cosas imposibles).  
[11] También conocida como amplificación.
[12] También conocida como transferencia.
[13] Sin embargo, es bueno aclarar que no existen palabras absolutamente precisas en su significado y que todas encierran cierto grado de vaguedad.
[14]  Estos tres tipos  embonan dentro de la clasificación del término, de acuerdo a su significado, Sin embargo, los términos también se pueden clasificar de acuerdo a su comprehensión y  a su extensión. Los términos por su comprehensión son: positivos, negativos, simples, compuestos, concretos, abstractos catégóricos y no categóricos. Positivos son aquellos que  representan un ente y no encierran ninguna negación. Ejemplo: matemáticas, padre. Negativos son los que niegan  una realidad o ente. Ej. “in-moral”, “a-cefalo”, no-verde, etc. Los términos simples constan de un solo vocablo: papel, cerebro, mochila. Los términos compuestos (o complejos) constan de varias palabras. Ej. etiqueta roja, peluca nueva, etc. Los términos concretos se refieren al   agente que posee una determinada propiedad, chismoso, perezoso, decolorado. En cambio, los términos abstractos se refieren a dicha propiedad: chisme, pereza,  decoloración.  Los términos categóricos  (o determinados) expresan el sentido afirmativo o negativo del concepto. Ej. "rosado", "zapato", etc. A su vez, los términos categóricos se dividen en categoremáticos y sincategoremáticos. Los categoremáticos en sí mismos expresan el sentido de su concepto. Ej. la idea de automóvil expresa su sentido (generalmente son sustantivos). En cambio, los términos sincategoremáticos no expresan por sí sólos indeterminadamente su contenido y necesitan de otros términos para aclarar su contenido. Ej. "uno", "cualquiera", "bonito" (se expresan en adjetivos); necesitan de un sustantvo al cual referirse.  Los términos no categóricos (o indeterminados) no expresan ni la afirmación, ni la negación de un concepto, sino a algo que se encuentra entre ambas: Ej. "duda". Por otro lado, los términos por su extensión se dividen en:  comúnes y no comúnes. Los comunes son aquellos que se aplican a varios individuos. Se dividen en distributivos y colectivos. Los distributivos se refieren a muchos seres, pero considerándolos supuestamente en su calidad de individuos. Ej. En el enunciado "el  perro es un animal noble",  "el perro" es un término distributivo. El término es colectivo si se refiere a un conjunto de seres en cuanto a que es un conjunto, es decir, considera a ese conjunto como a un ser. Ej. camada.  El término no común alude a pocos seres o  a uno sólo. Se divide en particular y singular. El particular se aplica indeterminadamente a una parte de los seres de una totalidad. Ej. Algunos perros. El singular sólo se refiere a un individuo en específico. Ej. Mi perro.
[15] La proporción en este contexto es la relación adecuada entre dos elementos.  Es proporcionado que un hombre pueda correr con sus pies,  pero desproporcionado que corra con las pestañas. La  proporcionalidad, a partir de lo anterior, es  una igualdad de proporciones matemáticamente hablando,  pero fuera de ese ámbito, refiere a una semejanza de relaciones. Así pues, en lógica  la proporcionalidad no es una igualdad exacta, sino una semejanza de relaciones. Así, por analogía podemos interpretar cómo pensaban los egipcios o los mexicas en relación a cómo pensamos nosotros en el presente.   
[16] También conocida como analogía de proporcionalidada simple.                            
[17] En el ejemplo que pusimos "sano" como una condición del viviente es el analogado principal y los otros sentidos son los analogados secundarios.
Por otro lado, resulta que la analogía de atribución puede ser intrínseca o extrínseca. En el primer caso, cuando lo que es significado se encuentra contenido propiamente en los analogados. Ejemplo: que el ser se predique de una piedra, un poema y una cucaracha y esté el ser contenido en ellos. La analogía de atribución será extrínseca en el caso de que lo significado por el término se halle presente en el analogado principal, pero esté contenido de otro modo (dicen que extrínsecamente) en los analogados secundarios. El ejemplo de la sanidad caería en este rubro. Sólo lo sano está contenido intrínsecamente en el viviente y extrínsecamente lo está en la orina o la aspirina.     
[18] José María de Alejandro,  La lógica y el hombre, B.A.C.,  Madrid, 1970, p. 112. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Proposiciones atómicas y proposiciones moleculares

¿Qué son las artes menores?

El hecho moral