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Mostrando entradas de abril, 2014

La Ciudad del Cielo

La aventura hace mucho más interesante a la vida. El alpinismo siempre sació en mi tal necesidad y no pensé que alguna vez me fuera a llevar a una aventura aún mayor, la del descubrimiento de una cultura milenaria y adelantadísima. Fue por un bendito acci­dente que llegué a ser uno de los precursores de esta nueva ciencia que estudia el desarrollo y los orígenes de la humanidad a partir de sus restos materiales. Los recientes avances en las ciencias de la naturaleza han aportado mucho a la nuestra. Nos han permitido, con el descubrimiento de la radioactividad, calcu­lar mediante el uso de cierto isótopo de carbono la antigüedad del utillaje de nuestros antepasados. Pero no nos desviemos, volvamos al relato de mi transición de la conquista de las cúspides a la del desciframiento de la historia cuando ésta ha quedado muda. Hace un lustro estaba yo realizando un viejo capricho mío: recorrer el Gran Valle de la Meseta Cen­tral y escalar sus principales picos. Nadie hasta el momento ha

La Batalla

Todavía lo recuerdo con perfección. Sabíamos que era una guerra difícil de ganar. No teníamos casi posibilidades. Enfrentábamos a los más  grandes gladiadores.  Aún así, como buenos soldados, acudimos al llamado, dispuestos a darlo todo,  con tal cumplir con el irrenunciable  deber que nos había conferido el ancestral Grupo 35. Cada ocho días, después de las actividades relativas al escultismo, nos preparábamos  para nuestra misión, y uno a uno repasábamos nuestro rol alrededor de una hora y media, jugando el deporte de los nuevos titanes de la humanidad, de la lucha por el sentido de la vida a través de los pies, dos porterías y un balón. Todo guerrero se prepara para la batalla. Entrena, repasa, practica las bélicas estrategias con disciplina y un donaire de misticismo y virilidad. Los guerreros mexicanos no somos la excepción a esta sencilla regla. Finalmente nos debemos a los Caballeros Águila y al bravío Juego de Pelota en el que se luchaba ni más ni menos que por la mismísim

Judith

Siempre creí que matar sería  algo difícil, que la culpa me carcomería. Qué equivocado estaba. Para hacerlo, si no eres un psicópata, sólo se requiere odiar mucho a alguien o algo. Ella, por supuesto, logró ganarse todo mi odio. No es lo que ustedes piensan: un  frustrado amor, del cual estoy despechado. No.  Tampoco  es,  si así lo sospechan,  mi madre,  de quien tendría muchas razones también para aniquilarla.  Ni  se trata de mi  pérfida e hipócrita hermana,  quien hace mucho vive en Europa y hace bien en estar allá. Ojalá pudiera estar más lejos aún,  en un sitio inhóspito,  sin comunicación, como el planeta Venus, por ejemplo. Sin embargo, la crema y nata de mi rencor no está destinada  a una persona con la que tenga un lazo filial o amoroso. Mis más obscuros y abominables sentimientos tienen un carácter estrictamente intelectual, de corte profesional. He de confesar que la maté por imbécil.   Es verdad que suena radical. Pero hay imbéciles inofensivos y otros peligrosos. Lo

Wicked: el sentido profundo de la obra teatral.

Autor: Ricardo Mazón Fonseca Género: reseña crítica. Wicked es un exitoso musical, que en México e internacionalmente ha cobrado mucha fama. Dura dos horas y cuarenta minutos. Está divida en dos actos. Cada uno consta de 12 intervenciones musicales. A nuestro país llegó en 2013 por intervención de OCESA y Marc Platt de Universal Pictures, John B. Platt y David Stone.  Fue adaptado a nuestro idioma por Marco Villafán.  Se presenta en el Nuevo Teatro Telcel, edificación vanguardista en América Latina de reciente construcción (septiembre del 2013) y que justamente se  estrena con la puesta en escena de la mencionada obra en la exclusiva zona de Polanco. Ahora bien, su antigüedad se remonta a Broadway en 2003. El compositor de esta pieza es Stephen Lawrence Schwartz, un destacado creador de musicales para los escenarios teatrales neoyorkinos, mientras que su adaptador  es Winnie Holzman, una destacada escritora de televisión. Dicho musical, está basado en una novela que bien p

Errática Hechicería

Cuánto poder encierran la astucia del donjuán, las visiones del poeta, la acústica de la guitarra y el cenit iluminado por Selene… ¿Cómo  sintetizar en una estrategia la suma alquímica de esas fuerzas sin saber hacer música, ni poesía, distando mucho del arquetipo del Tenorio de Zorrilla y de las coordenadas de esta lunar astronomía que sólo la naturaleza puede diseñar?  ¿Cómo estremecer el sitio mismo donde intersectan la vigilia y el ciclo de tus sueños con la profana y mundana brujería de quien no sabe cómo hechizar?  Un Harry Potter, un Merlín de pacotilla frente a la esotérica ciencia que heredaste en tu sonrisa de Naualpilli  y los Nawal Winak. Neófito aprendiz de brujo que encanta con torpes halagos, invitaciones ingenuas, piquetes de ojos, cervezas derramadas, todos potenciados por un abracadabra enunciado con apretadas y aceleradas sílabas que semejan más una nerviosa tonada de rap… Tú, embrujada por un mago que te teme, que le teme a tu mirada porque ve en la profundidad

Teatro en Bola y su ética profesional

La Ética Profesional es algo muy valioso. En Teatro en Bola ese aspecto del ejercicio profesional parece no importar. Les comento: del 24 al 28 de marzo se realizó  un evento llamado Semana de la Salud, de una prestigiosa institución universitaria. Ahí había stand de distintas empresas relacionadas con la salud y la cultura. El último día, el 28 compré en el stand de la compañía Teatro en Bola un boleto, con una promoción de un descuento de 100 pesos para ver el musical Wicked el día 13 de abril del 2014 en la zona preferente 3. La compañía no llevaba físicamente los boletos, pero se comprometía a darlos la siguiente semana en la Universidad La Salle. Para eso, había que dejar un anticipo o liquidar el boleto. Yo pagué íntegramente el boleto. Me dieron un pequeño comprobante de papel en el que se decía que ya había liquidado el costo de dicha entrada. Fueron 450 pesos. El señor Alejandro Guillen  comunicó conmigo a la siguiente semana, para decirme que el viernes iban a entregar los

El Reino de los Cielos

Dios no nos ha abandonado. Aquellos hombres que creímos que El se había alejado, estábamos terriblemente equivocados. Los moros ya no son una amenaza. Iberia y la humanidad hallan una luz de esperanza. Cierto que las rivalidades e intrigas siguen, que la pobreza, las epidemias y el pecado consumen a la Patria y al mundo cristiano. Sin embargo, el mensaje del Evangelio perdura y el Señor nos ha regalado a las Indias como muestra de su amor. Pero, también, hace un llamado nuevo a una nueva vida, a materializar aquí el Reino de los Cielos. Un cosmógrafo italiano, Améri­co Vespucio, ha corrido la noticia de que las Indias son en realidad tierras nuevas. Yo creo que es verdad. La Divina Provi­dencia nos ha guiado a este Mundo para forjar en él el Paraíso. El Apocalipsis está en Europa. Acá, está la salvación que derra­mará su agua purificadora al exterior como la bíblica copa. Petulante tesis lo sé. Mas tengo razones para sostenerla. Fran­ciscanos, dominicos, agustinos han hecho gr

El Pecado de Gula

Dulce sabor tiene esta soledad al irrumpir tu aura en la órbita de mi existencia. Aunque está prohibido para mí el degustarte, amo a cada instante ese impío, cíclico y fugaz festín de suculencias. Es verdad: tú no lo sabes, pero sabes a vainilla cuando apareces bajo el marco de la puerta. Luego, paladeo tus pupilas en el trayecto donde ellas cruzan con las mías, mientras tu efigie, lenta, taciturna se aproxima y avecina a mi cuerpo. Ahí, atrincheradas en esa silla, tus suaves miradas de café me alimentan y enloquecen al mismo tiempo que bebo de tus ojos la esperanza de suscitar en su faz algún destello, uno solo, como aquellos que detonas en mi alma cuando te contemplo.             El  hambre se incrementa. Devoro tus pestañas,  nariz y  boca.  Con agolpadas mordidas engullo tu talante esplendoroso y ¡siento que  muero! Pero, en la agonía, sigo y sigo devorando consumido por el deseo de  alcanzar  contigo el Cielo bajo la sombra de esta gula pecaminosa, afanosa e interminable..

El día en que....

Siento mareo y estupor. Dios mío, ¿en dónde estoy? No veo nada, siento frío. Mi espalda, mis brazos, mis piernas, tan gélidos y pesados están que apenas si los percibo. Un hormigueo  recorre mis entrañas. Despierto o, al menos, eso creo que sucede. ¿Qué es eso que oigo? Un rumor se hace rítmica, cíclicamente más cercano y va pareciéndose al zumbido de un ejército de abejas. Suave y aturdidor mareo déjame pensar, déjame hallar luz en este extravío. ¡Oh mi cabeza! Al menos ella goza de mayor sensibili­dad. Débil estoy para moverme. Posiblemente, estoy en el hospital, pero no lo sé, está muy obscuro. Siquiera estoy vivo, eso es lo que importa. ¿Por qué  estoy aquí? ¿Estaré donde creo que estoy? Tampoco lo sé. No recuerdo nada, la memoria la tengo más entumecida que mis miembros. ¿Dónde estuve antes de llegar a aquí? No puedo recuperar ni mis pensamientos. Oigo el rumor y una cosa así, como gemidos. Seguramente es un hospital, algo me paso. Intento hablar, gritar, t