El mito como forma de racionalidad


Frederick Max Muller (1823-1900)  fue el primero que habló de una “mentalidad” o “pensamiento primitivo”.[1] Esto sienta el precedente del problema de la racionalidad de los mitos. Para Edward Burnett Tylor (1832-1917) los mitos, junto con la religión, eran falsos procesos del pensamiento.[2]
Lo anterior, en algún momento de la antropología de principios del siglo XX, y debido a sus prejuicios etnocéntricos, opuso  la razón al mito. Lucien Lévy-Bruhl en un par de obras (Las funciones mentales en las sociedades inferiores, de 1910 y La mitología primitiva, de 1935), señaló que las “sociedades inferiores”, aquellas que se regían por los mitos, en realidad poseían un pensamiento prelógico que se guiaba por la afectividad y el misticismo bajo un principio de participación en en vez de uno del tercero excluído. Esta mitología primitiva de las sociedades inferiores  es francamente ilógica (por incoherente y por carecer del sentido de la etiología) y sólo sirve para la legitimación de ciertas creencias más que para la explicación de la naturaleza; incluso ni siquiera es religiosa, sino pre-religiosa y genera estados mentales de gran intensidad que derivan en el misticismo. Sin embargo, a la par de esta mitología primitiva existe una mitología culta de los antiguos griegos. Ésta  ya no es afectiva, incoherente, pues surge en una sociedad que funda la filosofía de la naturaleza y el principio del tercer excluso y por supuesto tienen una religión institucionalizada y sólo conserva en común con el pensamiento mitológico primitivo el deseo de participación de los hombres en torno a lo que dicen los mitos. Tanta divergencia hace del mito una figura de la transformación o mutación de lo prelógico a lo racional y pone a los griegos en la frontera de ambos extremos. Los griegos, a través de la desacralización de los mitos, permiten sopesar el placer y seducción que provocan y que tientan a abandonar la actitud racional con las leyes de la racionalidad y las de la naturaleza. Griegos de dos cabezas, generamos: una racional, la otra irracional.[3]
Pues bien, no fue tanto la influencia de Lévi-Bruhl (1857-1939), como lo fue la de Emilio Durkheim (1858-1917) la que afectara al pensamiento del fundador de la etnología francesa, Marcel Mauss (1872-1950), por cierto sobrino de Durkheim,[4] y que también provocara en el ámbito del helenismo anglosajón, una gran polémica entre John Burnet con su Aurora de la Filosofía Griega, y  Francis M. Cornford  con De la religión a la filosofía.[5]
Se ha dicho que el mito es una forma de la razón,  una forma o sistema de pensamiento y hasta una forma simbólica de la cultura. SI bien no son conceptos sinónimos, tales términos están al mismo nivel: el de que los mitos se configuran como un sistema cognitivo culturalmente creado, independientemente de que esté inserto en la razón como un parte o un órgano que se requiere para que ella funcione. Esto lo podemos  expresar mejor bajo la acepción de que el mito también es una forma de racionalidad (por la razón que argumentaré a continuación).
Primero que nada señalo que la razón no es algo puro, independiente de sus formas de racionalidad. Jean Pierre Vernant lo dice así:
La razón aparece inmanente a la historia humana y a todos sus niveles; no se la puede separar de los esfuerzos incesantemente producidos y renovados por el hombre para comprender el mundo de la naturaleza y el mundo social. La razón se fabrica y se transforma ella misma fabricando los útiles técnicos y los instrumentos intelectuales de su comprensión de las cosas; ella se construye al mismo tiempo que elabora los diversos dominios del conocimiento científico.[6]

Hoy en día, el mito,  no es algo irracional que se haya contrapuesto a algo racional. Ni siquiera el mito,  en cuanto a forma natural de la razón que mutó en el logos, no es algo que sea defendible sólidamente. En otras palabras, difícilmente podemos sostener hoy en día que los hombres de las sociedades míticas pensaban y conocían de una manera fundamentalmente distinta que se derivaba de su propia estructura mental, la cual supuestamente se transformaría – a nivel biológico- provocando el paso del mito al logos.
Más bien, hoy podemos hablar del mito como una forma de racionalidad, al menos a partir de lo que señala en su filosofía del mito Cristóbal Acevedo, quien con una base hermenéutica se ha interesado en la racionalidad de dicho fenómeno. Él entiende que el conocimiento es interpretación y  por ende un proceso de identidad frente al mundo[7]. Los diversos modos de interpretación[8] -como el ético y el artístico-, pueden ser considerados  formas de conocimiento,[9] pero no porque se reduzcan sus ámbitos al mero conocer, sino porque este pensador reconoce en ellos un operar cognoscitivo (inseparable del lenguaje[10], la comprensión[11], la intencionalidad[12] y la simbolización) oscilando entre la univocidad y la multivocidad de sentidos, los cuales, a su vez, siempre están en relación con un referente mental o real[13]. Así pues, formas de conocimiento hay tantas como  interpretaciones culturales que dan cuenta de la realidad; aunque admite Acevedo que las formas de conocimiento más consistentes –siguiendo la línea de Scheller, Apel, Habermas y la escuela de Frankfurt-  son: la mítica, la religiosa, la ética, la estética y la científica[14]. Lo esencial al conocimiento no es la relación sujeto-objeto positivistamente esbozada, sino esta misma relación  hermenéuticamente concebida, o sea, cuando la historia, la sociedad y el lenguaje intervienen en  el proceso de autoconstitución del hombre,[15] mostrando de paso la dimensión práctica (ética, política) del conocimiento[16].
Es decir, el mito no sólo es una narración o serie de narraciones, sino que es una forma de  organizar el conocimiento que se vincula y entra en tensión con otras formas cognitivas. Entonces el mito, como forma de racionalidad, se puede entender en el contexto de un conflicto entre dos sistemas de pensamiento o, si se prefiere, entre discursos con fundamentaciones distintas.
En el contexto de la Antigua Grecia, pues, el mito implicó una tensión entre la oralidad (y el oído)  y la naciente escritura; e implicó la sacralización del pensamiento y de la estructura social en tensión con la secularización y origen de la polis.[17]
Veamos a vuelo de pájaro ambas dinámicas.

La racionalidad mítica frente a la escritura


Ciertamente se puede especular que la estructura de pensamiento mítica se vio enfrentada con la invención de la escritura, partiendo de una asociación tácita que hubo entre mito y oralidad hasta antes de la escritura misma. El gran representante de esta propuesta, que fue Eric A. Havelock, quien propuso la teoría de la revolución alfabética que explica el origen mismo de la filosofía.[18]
Hay dos grandes líneas: una que sostiene que el mito es un producto oral que fue transformado radicalmente por la escritura; 2) que el mito fue un producto oral que prácticamente cuyo contacto con la escritura no afectó esencialmente su devenir.
Respecto a la primera  expondré las ideas que manifiesta el filólogo clásico Erick A. Havelock en su libro La Musa aprende a escribir, y la complementaré con algunas ideas del  helenista español  Francisco Javier González García dentro de un estudio que realizó sobre la oralidad en Grecia, tomando por eje a Homero.  Respecto a la segunda postura, manejaré los argumentos que da Marcel Detienne.
Pues bien, Havelock parte de lo siguiente: la oralidad atiende al fenómeno de la voz que usamos para hablar. En ese sentido la oralidad entiende la lenguaje como un medio de comunicación interpersonal  que se puede ampliar a un la interacción entre un individuo y un grupo;  entre un texto y un lector,  entre un medio electrónico y sus espectadores.[19] Su movilidad y flexibilidad en la conversación improvisada, lo convierte en habla. Y así es pensado por los oralistas.[20] Sin embargo, para Havelock esa concepción del lenguaje no es la adecuada para una teoría de la oralidad que se enfrenta  a lo que ha permanecido en las sociedades ágrafas y que no es un habla espontánea, sino una  más formal .[21] La oralidad primaria es la base de la comunicación en sociedades que no cuentan con escritura, fundamentalmente es acústica y gestual-corporal. Luego, le siguieron las sociedades protoalfabetizadas, semialfabetizadas y plenamente alfabetizadas. [22] El problema teórico de cómo se efectuaba esa forma de comunicación es más hipotético que testimonial, pero que se apoya en una teoría general de la sociedad, pues ella es estable, permanente, tiene un nexo que está dado por la tradición, la cual regularmente es remontada al mito y conceptualizada como una forma que tiene la mente para reorganizar el entorno y entenderlo, esa forma tiene que ver con la observación e imitación y con lo que a uno le dicen que debe hacer, mediante un lenguaje codificado que implique las instrucciones necesarias.[23]  Y la tradición es pertinente en esta reflexión porque en las soc iedades orales la transmiten a través de enunciados, es decir, un habla ritualizada cuyo lenguaje debe ser memorizado, y es justamente la ritualización el medio de memorización bajo fórmulas que generen una sensación de placer, como el  habla rítmica.[24] Ahora bien, no es una repetición idéntica, sino más bien se trata de un método de lenguaje repetible con estructuras de sonido idénticas, pero que pueden cambiar de contenidos.[25] Estos contenidos son relativos a acciones y no a hechos abstractos, cuestiones teóricas.[26] La acción era tan importante, que esto explica el gran éxito de la tragedia griega, la cual era actuación y lenguaje de actuación que constituía una imitación  del éthos y el nómos de la ciudad.[27]
La oralidad es una forma de transmisión de la cultura a la cual se le empezó a poner atención entre los griegos a partir del siglo IV a.C.  cuando ésta (la oralidad) se empezaba a hacer obsoleta entre los intelectuales . Su lenguaje era rítmico, y en el caso de la poesía, se articulaba bajo la forma del hexámetro épico. Dicho lenguaje de la memorización entre los griegos usaba metáforas y funcionaba como una actuación dirigida a un público. Tal actuación podía  ir con acompañamiento musical y dancística.[28] Sin embargo, la escritura empezó a competir con la oralidad como un medio de transmisión cultural. [29] No obstante, dicho cambio no fue tajante. Havelock sugiere que las primeras obras literarias siguieron el modelo de la oralidad primaria, y eso , es que centra su interés en Hesíodo (posiblemente la Teogonía sea la primer obra poética hecha con la ayuda de la escritura alfabética).  Y es que el uso de la escritura sugiere que su invención se dio en torno al 700 a.C. y se constata en una olla, fragmentos de otras ollas, un pedazo de una placa de arcilla, una estatuilla de bronce y el famoso vaso de Dipilón.[30]  También  se sabe que  se usó la escritura con fines públicos de transmisión de información hasta el siglo V a.C., las cuales siguieron el modelo métrico de la oralidad primaria.[31] Al parecer la enseñanza organizada de las letras en el primaria griega, no se introdujera, sino hasta el último tercio del siglo V a.C., como sucedió en Atenas.[32] Y aún así hubo una resistencia a la escritura, tan es así que el uso de pizarras y tablillas de cera era limitado.[33] No obstante, la ventaja de una transmisión sin omisión de detalles  y con fluidez de un discurso que ofrecía la escritura, empezó a hacer cambiar las cosas, aunque muy lentamente, al menos en el caso griego (esto es la teoría especial de oralidad y escritura  griegas).[34]  También la escritura ofrecía una mayor capacidad de extensión sobre la memoria que la oralidad.[35]
La débil institucionalización de la religión griega, evitó la canonización de la escritura, y por eso es que  en Homero y Hesíodo se registra la geografía cósmica como variada e impredecible, personificada en el conflicto y la colisión.[36] Lo que es cierto, es que la literatura griega, que hablaba también de los dioses en sus dramas, épica, didáctica, lirica y coros,  se escribió en forma de verso, con el formato de la oralidad, y las excepciones a esto, provenían de Jonia en un principio, y luego se extendieron al resto de Grecia, como justo sucedió con la invención de la escritura fenicia (Ejemplo: Ferécides de Siro, Hecateo de Mileto, Anaxágoras de Clazomene, Protágoras de Abdera, Herodóto de Halicarnaso, Ion de Quío, Ferécides de Atenas).[37]
La teoría de la oralidad griega supone que la manera en que usamos nuestros sentidos y la manera en que pensamos están correlacionados, ya que para Havelock, considerar la mente aislada de ellos  es un absurdo metafísico.[38]  Los actos de comunicación están fundados primordialmente en  el lenguaje, e implica fundamentalmente la boca , el oído y, en el caso de la escritura, la vista. [39]
Por otro lado, la tesis de Havelock, no está peleada con la de Vernant, pues el primero comenta que los cambios en la escritura producían cambios en la configuración de la sociedad.[40] Esta transformación tiene que ver más con su manera de pensar. La fluidez oral se trasladó con la escritura fenicia a la fluidez visual. La desaparición de la necesidad de memorizar,  aligeró la necesidad de narrativizar  todo enunciado que se quisiera conservar, así pues, se pudo pasar de personajes (y nombres personales) a nombres impersonales, ideas, abstracciones o entidades, como por ejemplo lo fue diké en Hesíodo, surgen nombres  para hablar de propiedades (y ya no sólo de acciones), la sintaxis se hace más compleja (por ejemplo surgen los predicados neutros, que son casi ausentes en Homero) ,  el uso de los verbos se hace más variado  y el verbo “ser” ya no sólo se refiere a una presencia,  sino a una operación conceptual que manifiesta un nexo intemporal. [41] Y es que el tiempo presente de uno suceso en el momento, se convierte en un presente eterno, en un presente lógico, y el pasado ya no es un algo que sigue actuando en el presente, sino es efectivamente pasado de un hecho fijado en el presente por la mente.[42]  También surgió con la separación del lenguaje de su emisor (con su objetivación), el  concepto de individualidad, que fue además determinado, en cuanto personalidad,  por Sócrates ( se ve en el uso de los pronombres reflexivos y en el término psiqué). [43]
Siendo el lenguaje conceptual un lenguaje que le sirvió mucho a la filosofía para explicar sus propios conceptos. Es decir, el uso narrativizado se convierte en uso lógico, al grado de identificar el lenguaje, con el lenguaje escrito.[44] Igualmente, la filosofía, al distinguir el lenguaje entre el conocedor y lo conocido (objetivación del lenguaje), son separados el discurso teórico y la narrativa y se enfrenta, en el ámbito socrático platónico, la filosofía con la poesía.[45]  Y es que hay que recordar que la escritura seguramente llegó a Atenas a través de los migrantes jonios que huyeron de Mileto tras su caída.[46]
No obstante, esta identificación de lenguaje con lo escrito no fue inmediata, ni absoluta con los griegos, el término lógos era ambivalente, un fluir más asociado con la visualidad, que no estaba en un principio diferenciado del  épos de la oralidad, y según Havelock,  no hay en griego ningún caso en el que logos significara una palabra aislada, y la primera palabra relacionada con este último significado fue onoma, que significaba nombre. [47]
La oralidad estaba avocada a lo tradicional y lo familiar; la escritura estaba orientada a la innovación, por eso es que dio paso a la historia, la filosofía y la ciencia,  con sus lenguajes teóricos.[48]
Ahora bien, González García basándose en la propuesta de Havelock,  abunda sobre este tema a partir del rol que Homero tuvo en dicho devenir. Primero que nada señala González García que el problema de la escritura y la oralidad tiene que ver con la reproducción del conocimiento. Basándose en McLuhan, señala que las transformaciones de la tecnología de la comunicación (en este caso el surgimiento de la escritura) afecta el modo de comprender el  mundo (que nosotros señalamos, como una forma de racionalidad).  Regularmente se asume que la épica homérica es un producto de la tradición oral de acuerdo a los estudios de Parry y Kirk,  pero González García señala que, bajo la forma en la que hemos conservado estos poemas, en ellos hay un camino hacia la alfabetización. En otras palabras, la Ilíada y la Odisea son dos puentes entre lo oral y lo escrito. Es más, cuenta González García que, en la época de Platón, la mayor parte de los griegos todavía seguía comprendiendo a Homero más de un modo oral que escrito.  Y es que, siguiendo a Rossi, señala que la transición a la escritura siguió tres etapas: 1) una etapa de no alfabetización que llegó hasta la introducción del alfabeto fenicio; 2) una etapa de coexistencia entre los sistemas oral y el alfabético; 3) un período de predominio de la escritura sobre la oralidad. Y, claro,  la difusión de los libros jugó aquí un papel importante. Según González García esto dio las condiciones para el paso del mythos, al logos; para ir del pensamiento concreto al abstracto (lo cual es entendible sólo mediante ciertas acotaciones, pues en el mito también hay abstracciones, y en el logos también hay concreciones), que abrió paso a una nueva forma de conocimiento. Con ello, opina  que el desarrollo cultural de Grecia llevó al nacimiento de nuevas artes  [como la lógica], que  tuvieron tres inflexiones: 1) el nacimiento de la filosofía, 2) la crítica a la poesía que hizo Platón, y 3)  las concepciones aristotélicas. Estos tres momentos marcaron el paso de lo oral a lo escrito.[49]
Ahora bien, para Marcel Detienne, a pesar de los embates que algunos colegas suyos, como Havelock –que en Havelock no es cierto eso- y González García, hicieron en contra de la pura oralidad del mito, él siguió sosteniendo que el mito fundamentalmente se transmite por la boca y por el oído (la oralidad) y apoya esta tesis en el señalamiento de que la escritura y el poder estaban distanciados, cosa que se podía observar en: 1) que la polis no instituyó ningún sistema escolar, dado que las primeras escuelas datan del 490 y fueron construidas fuera del espacio político; 2) que leer y escribir correspondían a la iniciativa privada del ciudadano; 3) la aparición de depósitos de archivos con las memorias de las decisiones políticas y con los registros de transacciones bancarias fue tardía, hasta el siglo IV a.C.[50] Es decir, la alfabetización es restringida a los ámbitos de la filosofía, la investigación histórica y la investigación médica, quienes, además, divulgaban sus obras a través de la recitación (por la boca y el oído), en vez de la lectura (por los ojos).[51]  En la Grecia Antigua, la boca y el oído  son los vehículos privilegiados  de la memoria social, entendida ésta como “la actividad mnemotécnica no especializada que asegura la reproducción de los comportamientos de la especie humana y que encuentra sus medios para transmitir el conjunto del saber sobre todo en los gestos técnicos y en las palabras del lenguaje”.[52]  La oralidad usa la repetición para perpetuarse y genera una variación dentro de su memoria.[53]
Sin embargo, entre las élites surge un cambio. Las críticas de Jenófanes a la tradición homérica se mantienen a medio camino entre la auralidad y la alfabetización restringida de una elite que descubrió  sentidos ocultos, que empezó a interpretar la mitología ante el escándalo que esta ofrecía.[54] Se ve desde  la filosofía primera una alegoría en el mito que, a través de la escritura, hablará sobre.[55] También con el logógrafo Hecateo, se ve, además, una asociación entre la escritura y la narración de relatos en sus colecciones Pariegesis y Genealogías, el primero un relato de recorridos y descripción geográfica por tierras extrañas, y el segundo, una serie de relatos tradicionales que parte de Deucalion (el primer hombre después del diluvio) hasta  la estirpe de Heracles.[56] Esto vuelve a Hecateo, ante los ojos de otros, según dice Detienne, un cuentista que no puede llegar a ser historiador o el precursor de una nueva racionalidad.[57]

La racionalidad mítica frente a la polis


Jean Pierre Vernant es un pensador clásico respecto a este asunto. Él comenta que el llamado pensamiento racional griego, asociado con la organización de la polis (que él llama praxis social), tiene tres condiciones de surgimiento que están  un cambio de mentalidad en relación a los antepasados y el mito: 1) el surgimiento de una forma de pensamiento extraña a la religión: la Física Jonia (que forma la secularización);  2) la idea de un orden cósmico que descansa sobre una ley inmanente al universo que impone y reparte igualitariamente en la naturaleza (racionalización); 3) un pensamiento profundamente geométrico (geometrización).[58]  
El inicio de dicho cambio de un pensamiento religioso –que no es irracional- a un pensamiento racional, según Vernant, se puede rastrear hasta Micenas, cuyo gobierno monárquico es trastocado por las invasiones dóricas, sentando así el futuro de la polis con una paulatina laicización del pensamiento político, el advenimiento de la política y de la filosofía.[59]
Según Vernant la sociedad micénica poseía un gobernante llamado wa-na-ka, quien tenía un poder absoluto, muy posiblemente ligado a un vínculo de éste con la religión y una clase sacerdotal. Por debajo de él estaba el wa-ge-tas, o jefe de los guerreros. Más abajo estarían los e-qe-ta, quienes constituían el séquito del rey, al mismo tiempo que jefes de unidades militares, posibliemente con posesión de tierras, en un régimen similar al feudal, habiendo tierras con propietario particular (llamadas ki-ti-me-na ko-to-na), y tierras comunales de los aldeanos (llamadas  ke-ke-me-na ko-to-na), dirigidas por un pa-si-re-u, que obviamente rendía vasallaje al rey,un ko-re-te, prefecto de la aldea,  y un consejo de ancianos ke-ro-si.ja. Ahora bien, más allá de las meras jerarquías, Vernant señala que la sociedad micénica:1) era belicosa y poseía una aristocracia guerrera; 2) que las comunidades aldeanas no dependían absolutamente del palacio real; 3) el palacio permitía, dentro de una especie de imperio, la acumulación de poder económico y militar, registrado y controlado por un sistema administrativo que tenía escribas y tablillas que permitían al rey la realización de el control de la agricultura, las gremios artesanales altamente especializados, que vivían en torno a y servían al palacio.  El propio Vernant señala que los dorios acabaron con la estructura palacial con sus sirvientes y gremios que se dividían el trabajo, entre estos gremios desaparece el de los escribas, y con él la escritura.[60] Si hubo artesano, ya no eran palaciegos. En cambio surge nuevas prácticas culturales:  la metalurgia del hierro en vez de la del bronce, la incineraciones en vez de los entierros, la cerámica con motivos geométricos en vez de motivos animales y vegetales. La estructura social implica pequeños reinos con un basiléus, su asamblea, sus nobles y un demos, como fue el caso de Ítaca. En el caso de Atenas, vemos por ejemplo, que el basiléus se convierte en un funcionario religioso, el poder militar es ejercido por un polemarca, y el poder administrativo del rey era ejercido por un arconte, electo por los ciudadanos, que ejercía la arkhé. El poder ya no se materializa en el Palacio, sino en el Ágora, centro de discusión y lucha (agón) de los diversos genes, los cuales comparten el poder político. Cuando se realizaba un juicio, el juez ya no da peso al juramento de los involucrados (como en épocas anteriores), sino a los testimonios y a las pruebas,  ya que lo que se persigue es la investigación de una verdad.[61] La moral ya no se centra en la hybris, sino en el dominio de sí mismo (sophrosyne), que se manifiesta en una tensión entre las pasiones, los afectos (thymós) y la prudencia reflexiva, el cálculo racional. De esta manera la reglamentación moral de la sociedad hace un cosmos, el cual genera una armonía entre partes desiguales, y que según Vernant inspira a la teoría de la sophrosyne platónica de la República IV, 430 d y ss.[62] Así, nos encontramos frente al nacimiento de la polis.[63]
La palabra es el principal instrumento de poder, a través de la persuasión (Peitho),  específicamente desarrollada en el arte oratorio de los sofistas,el cual condujo posteriormente a la creación de la lógica aristotélica. La práctica de la política es un ejercicio del lenguaje que: 1) es lucha discursiva; 2) es publicidad de las manifestaciones de la vida social  apoyada en el invento de la escritura para alcanzar su objetivo (en un doble movimiento de democratización   y de divulgación de los funciones, conocimientos y procedimientos que eran exclusivos del basíleus).[64]
En fin, a partir del inicio del siglo VI, según Vernant declina el pensamiento mítico y comienza el racional en Mileto, ya que los físicos no hacen una historia de la naturaleza (el mito), sino hacen una teoría que se aleja de la imaginería dramática de las cosmogonías y teogonías. Entonces sólo ven physis, una sola naturaleza sin ámbitos sobrenaturales, una sola temporalidad y no varias. Para Vernant hay una ruptura entre el mito y la ciencia griega, a pesar de que estudiosos, como F.M. Cornford vean analogías en el vocabulario y temas de ambos, ya que la ciencia griega se pregunta cómo del caos ha surgido un mundo ordenado, mientras que el mito el mito relata cómo se da la distancia entre el principio cronológicamente originario del mundo y el soberano que rige al orden actual.[65] De esta manera, pues en las teogonías, y por ende, en los mitos griegos, el universo es diseñado bajo tres postulados que le dan coherencia a sus relatos: 1) El universo es una jerarquía de poderes análoga a la estructura social humana; 2) dicho orden jerárquico ha sido instaurado dramáticamente por un agente; 3) el  mundo está dominado por ese agente que aparece como superior y privilegiado frente a los otros dioses.[66]

La racionalidad mítica frente a las transformaciones económicas


George Thomson en su libro Los Primeros Filósofos, se propone señalar  las ideas que sirvieron de base a los primeros filósofos que fueron un eslabón entre el pensamiento primitivo y el científico.[67]
Sorprendentemente él contempla una breve reflexión sobre el mito en  el Capítulo I –que luego es ampliada más adelante en ese mismo capítulo- de su obra,  tomando como modelo el mito del origen del hombre del Protágoras de Platón, dice que un mito no es verdadero en la forma en que se presenta, pero que muchos mitos contienen verdad. Luego,  señala que dicho mito explica la incompletud del hombre y la complementa con ideas evolucionistas y testimonios antropológicos físicos de la época, compatibles con el propio relato.[68]  Esto en realidad lo toma como punto de partida para exponer las bases biológicas de la existencia humana que llevan al desarrollo de la mano y el cerebro (que  permitió el manejo de herramientas), la conciencia, que conduce al lenguaje (como un sistema de signalización que abstrae en palabras y organiza las impresiones sensibles) y la cooperación, siendo esta tríada (herramienta, lenguaje, cooperación), la que condujo al desarrollo del trabajo como una diferencia específica del hombre respecto a los otros animales.[69] Las relaciones sociales, en torno al trabajo, generaron clanes endógamos, luego clanes exógamos que tuvieron relaciones intermatrimoniales y por último tribus.[70] Tal organización sexual y paternal, en parte está más ligado a lo natural que a lo social, y de hecho fue el lenguaje, como sistema de signalización lo que estableció relaciones sociales distintas que, teniendo por eje la producción de los medios de subsistencia, llevó a la magia, ya que un acto mágico es un acto mimético que pretende hacer que la naturaleza realice los deseos  de sus participantes. Estos deseos estaban ligados con  la caza, la siembra y otros tipos de trabajo.  Por supuesto que había técnicas de trabajo y a ellas se les superponían técnicas mágicas o ritos mágicos, los cuales cobraron autonomía y se encaminaron a fines sobrenaturales. Pues bien, en las técnicas de trabajo, el lenguaje generó instrucciones que se volvieron conocimientos artesanales; en los ritos mágicos generó comentarios directivos de la ejecución de ellos, que se convirtieron en los mitos.  Claro que los trabajo y magia, artesanado y mito no estaban claramente diferenciados, sino mezclados, constituyendo lo anterior la ideología preclasista del comunismo primitivo, que se caracterizaba por una pobre capacidad de abstracción.[71]
Ciertamente el genio griego para Thomson tiene vínculo con los méritos de otras culturas. A diferencia de los amerindios, aunque reconocidos y considerados por Thomson en su texto, no lograron una emancipación total del mundo que los llevara a la filosofía gracias a la división real del trabajo (que consiste en diferenciar el trabajo mental del trabajo manual).[72] En cambio si lo lograron China (con una gran continuidad cultural que en la época de Confucio y Tsun Ssu se dio el paso de la religiosidad a la filosofía) y Grecia.[73]
No obstante, Thomson reconoce una influencia del Cercano Oriente  para la consolidación de la base técnica de la civilización griega: el uso de los metales y la escritura y calendario griegos, todos ellos heredados de otras culturas.[74] Sin embargo, en lo relativo al pensamiento, Mesopotamia y Egipto se quedaron cortos respecto a China o Grecia, pues aunque tuvieron principios del universo, éstos eran más míticos y concretos (más burdos en Mesopotamia que en Egipto).[75]
Por otro lado, la cosmogonía griega, contenida en la Teogonía de Hesíodo,  reproducía la estructura de la sociedad y la proyectaba, dado que no había una diferencia entre naturaleza y sociedad para los griegos de la prehistoria, que pasaron del salvajismo y la barbarie a la monarquía, pero al desaparecer las bases económicas de ésta, dicho mito fundacional fue reinterpretado, se volvió un cuento popular, que abrió paso a las explicaciones de las características del universo.[76]
Según Thomson, los milesios (Tales, Anaximandro y Anaxímenes) investigaban el universo a partir de sus leyes naturales sin tomar en cuenta las leyes del pensamiento, pues éstas todavía no se habían convertido en objeto de estudio.[77] No negaban a los dioses, pero identificaban con lo divino al movimiento inherente a la materia. Y consideraron la existencia de leyes naturales como una metáfora heredada de lo social. El surgimiento de la filosofía natural, está relacionado, entonces con una clase social que se desvinculaba del trabajo de producción, más propio de las clases oprimidas, que eran manualmente activas, pero mentalmente pasivas.[78]
Tiene que ver con este surgimiento de la filosofía, una base económica distinta,  que se caracterizó por un auge comercial en el mediterráneo con el surgimiento de una clase de comerciantes, la invención y acuñación de la moneda y  la explotación de la esclavitud en la producción económica, como lo atestiguan la invención de las esquiladoras, el molino rotatorio, la prensa del vino y la grúa (máquinas hechas para los esclavos y que, aparte de ellas, no hubo un mayor progreso).[79] Es decir, la producción esclavista obstaculizó el desarrollo técnico, pues funcionaba bien así, al menos desde el siglo VI a.C. (aunque se tengan registrada la palabra esclavo desde homero) y podía comprarse con relativa facilidad un esclavo en Atenas (en el siglo IV a.C.) entre los 70 y los 301 dracmas, proveniente de otras polis o de otras regiones como Tracia, Iliria, Caria, Siria, Escitia, Egipto y Arabia. [80]
Sin embargo, un cambio importante en Grecia fue la introducción de la democracia, como una forma de gobierno que pretendía restaurar las antiguas igualdades tribales, pero que en realidad rompió con la estructura tribal de los griegos.[81] De hecho, con Solón se objetiva la sociedad, como se puede observar -según Thomson en la ley del homicidio, la cual distinguía entre el homicidio intencional y el involuntario y aplicaba una sanción estatal que erradicó la venganza y la maldición hereditaria, vinculadas a Moira y Diqué. Y a pesar de que hubo isonomía, también hubo desigualdad entre ricos y pobres.[82]En realidad Solón representaba los intereses de la vieja aristocracia que se había unido a la nueva clase comerciante en sintonía política con el movimiento de la filosofía natural.[83]
Ahora bien, una segunda corriente, contrapuesta en cierto sentido a la aristrocracia, es la del Orfismo, movimiento religioso surgido en Tracia, que representó más bien al campesinado indigente, con una teogonía, semejante a la hesiódica y también destinada al hombre de campo; con una escatología que representaba en la rueda de la vida el escape a las opresiones cotidianas que tenían los esclavos con la rueda de tortura.[84]
Una tercera corriente que sintetizaba los intereses aristocráticos con los campesinos, fue la del pitagorismo. Con gente plebeya participaban de la lucha política por el poder de las mercancías, así como instauraban hermandades que se apropiaban de los puestos de gobierno con un carácter demócrata moderado que dominó principalmente en la región itálica de la Magna Grecia, especialmente en Crotona y Sibaris.[85] Y es que el contacto con pueblos más atrasados en la zona itálica, en Tracia y Sicilia, permitió el surgimiento tanto del orfismo, como del pitagorismo, más en relación con sus costumbres tribales y religiosas.[86]
Finalmente podemos decir, que estas tres corrientes, hallaron en la revolución democrática una solución a las tensiones entre los antiguos terratenientes, los nuevos comerciantes y el campesinado, logrando a través de los esclavos, la propiedad de éstos, y la producción de mercancías un equilibrio. Es decir, la democracia se basaba en la esclavitud.[87]
Luego, Demócrito propuso una teoría comprensiva de la causalidad con una ley de interpretación de los opuestos que protectaba en la naturaleza las nuevas relaciones de producción. Su sistema monista estaba en oposición al dualismo pitagórico, dejando abierta la disyuntiva a los demás filósofos para el idealismo monista o el materialismo pluralista, significando tal apertura, la culminación de la ruptura con el comunismo primitivo.[88]
Más tarde, Parménides aportó con el Uno aportó la idea de sustancia, siendo ésta una proyección de la sustancia del valor de cambio y permitiendo la configuración de un pensamiento más abstracto que llevaría a las metafísicas idealistas o materialistas, que se caracterizaron por el alejamiento del trabajo de producción.  Así pues Platón, quien elaboró su doctrina idealista en franca oposición al materialismo ateo desprendido de la filosofía jónica. Para salvar a la polis de dicho pensamiento, usó la mitología como remedio, educando con mentiras y negando el cambio, pues su propuesta representaba los intereses oligárquicos de los antiguos terratenientes.[89]
Posteriormente Aristóteles se emancipó de dicha doctrina y fue un gran estudioso de las formas del pensamiento, de la naturaleza y del valor, aunque tristemente, ejerció una falsa conciencia, pues defendió al esclavismo.[90]
En conclusión, para Thomson, es la producción más generalizada de mercancías de Grecia y la invención del dinero, las causas que llevaron al surgimiento de la filosofía, a diferencia de otras sociedades mitológicas.[91]
Finalmente cabe decir que la tesis de Thomson resulta espinosa para la de Vernant, en tanto que el segundo supone un concepto de democracia que es igualitario, y el primero nos muestra que históricamente no fue así. Bueno, ambos pensadores asumen que la organización ateniense influyó en la configuración del pensamiento racional. Sus tesis, aunque parecen incompatibles, en realidad no lo son, la democracia ateniense supone una igualdad de participación dentro de quienes son considerados ciudadanos (e iguales) y se apoya en la desigualdad social producida por el esclavismo. Así pues, jugando con las palabras, podemos decir que había una desigual igualdad que permitió a quienes eran ciudadanos dedicarse a pensar asuntos vitales en un ficticio o restringido ámbito de igualdad. La razón era universal para los grupos hegemónicos y justo por esa hegemonía, elitista.

Si quieres saber más visita el siguiente enlace: El mito y la razón.



[1] Cristobal Acevedo, Mito y Conocimiento, UIA, México, 1993, p. 305.
[2] Cristobal Acevedo, Mito y Conocimiento, UIA, México, 1993, p. 307.
[3] Marcel, Detienne, La invención de la mitología,  tr. del francés de  Marco-Aurelio Galmarini, Ediciones Península,  Barcelona, 1985, p. 137-144.
[4]Consultado el  12 de julio del 2008 en: http://es.wikipedia.org/wiki/Marcel_Mauss y en  José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía, t. I, edit.  Ariel,  Barcelona, 2001, p 956.
[5] Marcel, Detienne, La invención de la mitología,  tr. del francés de  Marco-Aurelio Galmarini, Ediciones Península,  Barcelona, 1985, p. 147.
[6] Jean Pierre Vernant, Entre mito y política, FCE, trad. Hugo Francisco Bauzá México,  2002, p. 76.
[7] Cfr. ACEVEDO, Cristóbal. Mito y  conocimiento. Edit. UIA.  Mëxico, 1993. Pág. 129.
[8] Parece que por modos de interpretación tiene en mente a los siguientes: el mágico-religioso, científico, jirídica, literaria, mítica, bíblica, histórica y toda cuanta interpretación cultural  surja.
[9] Cfr. ACEVEDO, Cristóbal. “Las formas de conocimiento como problema hermenéutico” en Gaceta del Claustro de Sor Juana y el Centro Universitario de Ciencias Humanas. Año 3. Número 4. Mayo, 1990.  Pág. 14.
[10] Ahora bien, para Cristóbal Acevedo el lenguaje no sólo es mediador entre las formas de conocimiento, sino también con la realidad (en cuanto trasponedor de  una cosa por otra: la palabra) y también es  de suyo  constructor del hombre porque está en su intimidad, mienta la fuerza del espíritu, a su discurrir: “La energía que es el lenguaje, es torrente discursivo”  y es además un constructor inter-subjetivo, por ende “dia-lógico”  simbólico  y misterioso en su operar en la materia (Cfr. ACEVEDO, Cristóbal.”Mito y Mundo de Sentido”. Revista de Filosofía. No. 78. Edit. UIA , septiembre-diciembre, 1993. Pág. 426, 432 y 442).
[11] Acevedo define la comprensión es la fuente del sentido, en ella se incrusta la carga histórica, social, lingüística que abre un horizonte para la generación de un conocimiento. El sentido, a su vez, es fuente de la que brotan los contenidos culturales acumulados.
[12]  Para Acevedo consiste en una propiedad ontológica que consiste en la proyección misma del ser humano.
[13] Ibidem. Págs. 16 y 17. Aquí vemos, pues la influencia dominica que comparte con la hermenéutica beuchotiana.
[14] Ibidem. Pág. 17.
[15] Cfr. ACEVEDO, Cristóbal. Mito y  conocimiento. Edit. UIA.  México, 1993. Pág. 267 y 269.
[16] Ibidem. Pág. 272 y 273.
[17]  Es justo señalar que el paso del mito al logos en estricto sentido no fue una mera secularización del pensamiento, pues lo mismo tuvo una línea así, que otra mística. Sin embargo, es rescatable de esta postura el señalamiento de una oposición entre formas de pensar. Lo mismo podemos señalar de la escritura, pues los mitos han sido transmitidos hoy en día por ella y coexistieron mutuamente por muchos siglos. Por ende esas tensiones tienen mucho de prejuicios teóricos, pero también atinan a señalar una tensión hacia dentro de la organización del conocimiento que derivaron en su asociación con la oposición mito-logos.
[18] Eric A. Havelock, La musa aprende a escribir. Reflexiones sobre oralidad y escritura desde la Antigüedad hasta el presente,  Paidós, Barcelona, 2008, p 50.
[19] Erick, A. Havelock, La musa aprende a escribir, Reflexiones sobre oralidad y escritura desde la Antigüedad hasta el presente, tr. Del inglés de Antonio Alegre Gorri, Paidós, Barcelona, 2008, p. 101.
[20] Ibid., p. 102.
[21] Ibid., p. 103.
[22] Ibid., p. 104.
[23] Ibid., p. 109.
[24] Ibid., p. 110-111
[25] Ibid., p. 111.
[26] Ibid., p. 116, 117.
[27] Ibid., p. 138.
[28] Erick A, Havelock, La musa aprende a escribir, Reflexiones sobre oralidad y escritura desde la Antigüedad hasta el presente, tr. Del inglés de Antonio Alegre Gorri, Paidós, Barcelona, 2008, p. 121-124 y 116.
[29] Ibid., p. 122.
[30] IBid., p. 125. El vaso de Dipilón es el objeto griego más antiguo hallado con inscripciones.
[31] Ibid., 128.-129.
[32] Ibid., p. 131.
[33] Ibid., 132
[34] Ibid., p. 135.
[35] Ibid., p. 159.
[36] Ibid., p. 136. No obstante, en Egipto también hubo una geografía mítica similar y con una institucionalización religiosa, por lo tanto, este juicio de Havelock debe de ser tomado con cautela.
[37] Ibid., p. 137.
[38] Ibid., p. 145.
[39] Ibid., p. 146.
[40] Ibid., p. 147.
[41] Ibid. p. 149-154 y 158.
[42] Ibid., p. 155 y 158.
[43] Ibid., p. 163 y 165.
[44] Ibid., p. 154 y 162.
[45] Ibid.,p. 164.
[46] Ibid., p. 179.
[47] Ibid., p. 163.
[48] Ibid., p. 160.
[49] Francisco González García, A través de Homero. La cultura oral de la Grecia Antigua. Edit. Universidad de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela, 1991,p. 125.
[50] Marcel, Detienne, La invención de la mitología,  tr. del francés de  Marco-Aurelio Galmarini, Ediciones Península,  Barcelona, 1985, p. 44.
[51] Ibid., p. 46-47.
[52] Ibid., p. 48.
[53] Cfr. Ibid., p. 53.
[54] Ibid., p. 88.
[55] Ibid., p. 90.
[56] Ibid., p. 92.
[57] Ibid., . 98.
[58] Jean Pierre Vernant, Los orígenes del pensamiento griego, Paidós, Barcelona, 1992, prólogo.
[59] Ibidem. Introducción. 
[60] Ibidem. Capítulo II.
[61] Ibidem. Pág. 92-93.
[62] Ibidem. Pág. 108.
[63] Ibidem. Capítulo III.
[64] Ibidem. Cap. IV. Respecto a la relación entre la publicidad y la religión hay que señalar una observación que hace Vernant: la secrecía, la no divulgación se restringió a las prácticas religiosas y la los Sabios, quienes estaban en vínculo con saberes esotéricos. Aunque el mismo Vernant reconoce que hubo una efervecencia religiosa que generó el surgimiento del Derecho y originó algunas reflexiones morales y políticas.
[65] Ibidem., p. 126.
[66] Ibidem. Pág. 127-128.
[67] George Thompson, Los primeros filósofos,  trad. del inglés de Margo López Cámara y José Luis González, Edit. Plaza y Valdés/UNAM, 2° ed., México, 1988, p. 11.
[68] Ibid., 22.
[69] Ibid., p. 23-39.
[70] Ibid., p.  48-52.
[71] Ibid. p.  52-55
[72] Ibid., p. 68.
[73] Ibid., p. 73-74.
[74] Ibid., p. 71.
[75] Ibid., p. 102.
[76] Ibid., p. 182-184.
[77] Ibid., p. 185.
[78] Ibid., p. 283.
[79] Ibid. 226-235.
[80] Ibid. 235-246.
[81] Ibid., p. 248.
[82] Ibid., p. 275-279.
[83] Ibid., p. 284.
[84] Ibid. p, 284-296.
[85] Ibid., p. 299-305.
[86] Ibid., p. 307.
[87] Ibid., p. 325.
[88] Ibid., p. 340.
[89] Ibid., p. 365-399.
[90] Ibid., p. 401 y 415.
[91] Ibid., p. 414.
[93] Fernando Corripio, Gran Diccionariode Sinónimos, Voces Afines e Incorrecciones, edit. Bruguera,  Barcelona, 1977,  entrada: razón.
[94] José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía, tomoIV, Edit. Ariel, Barcelona, 2001, entrada: razón.
[95] Ibidem. 

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