Las técnicas argumentativas.
Una técnica es “un conjunto de los procedimientos que se siguen para
elaborar un objeto complejo o para manejar alguna cosa, y habilidad que tiene
una persona para hacerlo”.[1]
En este caso, se refiere a procedimientos que se siguen para argumentar, para
convencer.
Las técnicas argumentativas se pueden vincular con las demostraciones
lógicas o con las figuras retóricas. Están
en relación con el análisis de las estructuras de los argumentos aislados. Pretenden
ofrecer un repertorio para ser usado en una gran síntesis que derive en un
discurso eficaz. Obviamente el análisis descontextualizado de un argumento
ofrece dificultades. Algunas de estas técnicas son heredadas de la literatura,
otras de la oratoria.
En fin, lo cierto es que las técnicas argumentativas se pueden equiparar,
como lo hace Perelman, con esquemas de argumentos, que al ser utilizados, no sean percibidos claramente sino hasta su posterior análisis.
El orador expone sus argumentos, el oyente los escucha, genera argumentos
espontáneos en torno a lo dicho por el orador.
Lo que pretende el orador es producir
ciertas conclusiones, orillar al oyente a ciertos argumentos en ámbito de la
espontaneidad de su auditorio.
En consecuencia, “los esquemas que intentamos poner de relieve –y que se
pueden considerar también lugares de la argumentación, porque únicamente el
acuerdo sobre el valor puede justificar su aplicación a casos particulares- se
caracterizan por procedimientos de enlace y disociación”.[2]
Los primeros unen elementos distintos para conducir a una valoración positiva o
negativa, mientras que los segundos separan los elementos unidos de un
todo. Enlace y disociación se implican
lógica y psicológicamente. Se producen al mismo tiempo. Si consideramos que son
dos técnicas, ambas se dan amalgamadas.
Ahora bien, los tipos de técnicas argumentativas en la visión de Perelman
se engloban en cuatro grupos: 1) los de argumentación cuasi-lógica (que se
aproximan a la formalización del pensamiento) 2) los argumentos basados en la
estructura de lo real (conforme a la naturaleza misma de las cosas), 3) los
argumentos que tienden a fundamentar la estructura de lo real ( que se basan en
el caso particular y en la analogía), 4) los de disociación de nociones (que
tienden a desintegrar las nociones aceptadas).
Según Mónica Rángel Hinojosa a cada tipo de argumentación le corresponde
una pregunta específica que orienta y organiza la estructura temática de un
debate. Dicha pregunta es un criterio que orienta los supuestos y afirmaciones
del argumento, de tal manera que también guía la búsqueda de las premisas
adecuadas para sustentar u objetar algo.
El tipo de preguntas que tiene en mente Rángel son las siguientes: ¿cómo
sabes?, ¿cómo sabe él?, ¿qué es lo que sabe?, ¿lo que sabe es válido?, ¿es
aplicable al caso?, ¿el que propone es un individuo confiable?, ¿para quién es
deseable lo que propone?[3]
Obviamente ninguna técnica argumentativa es absolutamente eficaz, sin
embargo, éstas pueden servir para dar fuerza, compatibilidad y coherencia a los
planteamientos del orador respetando los principios lógicos supremos (no
contradicción, identidad, tercer excluso y razón suficiente). Hay quienes llegan a señalar que el único principio que se debe
de respetar es el de no contradicción.
El objeto de una argumentación es la persuasión, mientras que el de una
contra argumentación es la refutación de la validez del argumento del
contrario. Las técnicas que se usen
deben de cuidar y seleccionar adecuadamente los datos de los que echarán mano,
así como se deben de tener bien claros los términos, los conceptos que se van a
emplear, así como la claridad de qué premisas se introducirán en la argumentación,
sea tácita o explícitamente. Álvaro Mina Paz
enlista nueve procedimientos
que se deben de seguir para argumentar
correctamente:[4]
1.
Al argumentar en público es importante despertar
credibilidad en el auditorio.
2.
Conocer al auditorio para lograr impactar su
estado de ánimo.
3.
Conocer las emociones y cómo excitar al
auditorio.
4.
Utilizar un lenguaje común (el mismo código) a
fin de lograr la comunicación.
5.
Tanto el orador como el auditorio deben de estar
de acuerdo… por lo menos en algo.
6.
Debe de ser convincente, utilizar premisas
universales, es decir aceptables en un principio por todos los miembros de
auditorio.
7.
El orador debe admitir que puede ser persuadido
o disuadido por el auditorio.
8.
En la introducción debe de despertar un vivo
interés por el tema a tratar.
9.
En el momento de cerrar debe de hacerlo con
elegancia.
Los procedimientos anteriores no son sinónimo de las técnicas
argumentativas, son recomendaciones o estrategias que sirven de base para
emplear los distintos tipos de argumentos. Las técnicas argumentativas, en
cambio, son procedimientos concretos de manejo del discurso que tienen una
finalidad persuasoria echando manos del enlace o disociación.
Bibliografía.
Álvaro Mina Paz,
Humanismo y Argumentación. Lineamientos metodológicos para la comprensión de la
Teoría de la Argumentación, edit. Magisterio, Bogotá, 2007.
Chaïm Perelman, y Lucie Olbrects-Tyteca, Tratado de la argumentación. La nueva
retórica, Edit. Gredos, Madrid, 2006.
Mónica Rángel Hinojosa, El
debate y la argumentación, edit. Trillas, México, 2010.
[1]
Varios, Diccionario del Español de México,
El Colegio de México, t. II, México, 2011, entrada: técnica.
[2]
Chaïm Perelman, y Lucie Olbrects-Tyteca, Tratado
de la argumentación. La nueva retórica, Edit. Gredos, Madrid, 2006, p. 299.
[3]
Mónica Rángel Hinojosa, El debate y la
argumentación, edit. Trillas, México, 2010, p. 74.
[4] Álvaro
Mina Paz, Humanismo y Argumentación.
Lineamientos metodológicos para la comprensión de la Teoría de la Argumentación,
edit. Magisterio, Bogotá, 2007, p. 57.
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