La incertidumbre
La incertidumbre
tiene al menos dos grandes sentidos: uno psicológico, el otro físico. El
primero se refiere a un sentimiento de “falta de seguridad, de confianza, de
certeza, etc. en relación con una situación o con un acontecimiento”.[1] La incertidumbre está ligada a la duda.[2]
El sentido físico está se refiere a la imposibilidad de determinar una posición
espacial precisa de una partícula subatómica simultáneamente con la velocidad
que lleva; o bien, es imposible determinar a la vez una coordenada temporal y
el valor de energía de dicha partícula. En otras palabras, el principio físico
de incertidumbre remite a la imposibilidad de vincular con rigor coordenadas
espacio-temporales con procesos físicos individuales.
Dicho principio fue postulado en 1927 por Werner Heisenberg a través de
unas fórmulas. Lo anterior ha sido objeto de discusión
filosófica. Algunos plantean que lo anterior significa que el indeterminismo es
un principio del universo a nivel micro físico y que constituye el límite metafísico para el determinismo del
mundo macro físico. La contingencia regiría en el microcosmos y la estadística
sería la mejor forma de aproximarse a éste. Constituiría algo así como lo que
postulaba Anaximandro que es lo indeterminado el principio de todas las cosas
(el apeiron). También hay quien ha sugerido que hay un principio de libertad en
el universo, que podría servir para justificar la tesis de un diseñador
inteligente que decide sobre su creación.
Otro nivel de análisis de este principio es de carácter epistemológico. El
principio de incertidumbre apuntaría a un límite del conocimiento humano, a una
incapacidad del observador de determinar cosas que sí son determinadas por la
naturaleza. La interacción del observador con lo observado altera el fenómeno e
impide un pronóstico absoluto del comportamiento subatómico.
Es decir, el segundo enfoque señalaría que la naturaleza tiene
determinación, el problema es que la verdad se torna problemática por los
propios límites del conocimiento humano, sea porque su capacidad intelectual,
los paradigmas actuales, sus sentidos o
su intervención sobre el objeto de estudio limitan su conocimiento. El propio
Heisenberg creía que la limitación del hombre era epistémica, Niels Bohr creía
que era óntica. [3]
Lo anterior ha sido llevado a las ciencias humanas y sociales por ciertos
estudiosos para cuestionar el modelo racionalista, positivista, determinista de
la ciencia. Así pretenden señalar la validez de otras formas de conocimiento,
de otros modelos científicos.
Así, pues, en la teoría de las organizaciones se usó este principio para
señalar que las organizaciones humanas son sistemas complejos de acción e
interacción que conllevan niveles de incertidumbre respecto a la información
necesaria para la realización de una actividad y la que ya poseen de los miembros de la
organización.
Lo anterior tiene cierto eco y fundamento en la filosofía de John Dewey,
quien postuló la característica propia de cualquier actividad práctica es la
incertidumbre, pues todas las situaciones son individualizadas y únicas, que
nunca hay una repetición idéntica, ni una seguridad absoluta. En consecuencia,
la perplejidad y la duda que genera la incertidumbre, promueve el pensamiento
reflexivo y los juicios prácticos a través de los cuales resolvemos problemas.
Sin embargo, el principio de incertidumbre de Heisenberg no fue diseñado
para constituir una nueva epistemología, sino para decir cómo o dónde debemos
situarnos al investigar empíricamente. ¿Es o no es válida su aplicación a la
reflexión sobre el conocimiento? Para unos sería un error; para otros un gran
acierto.
Bibliografía
José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía, t. II, edit.
Ariel, Barcelona, 2001, entrada: incertidumbre.
Rafael Gil Colomer (editor), Filosofía de la educación hoy. Diccionario filosófico-pedagógico,
edit. Dykinson, Madrid, 1997, entrada: incertidumbre.
Ted Honderich (editor), The
Oxford Companion to Philosophy, edit. Oxford University Press, 2ª ed., China,
2005.
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