El relativismo

Una de las categorías más satanizadas en la historia de la Filosofía es la del “relativismo”. Es como una especie de insulto para muchos filósofos o una especie de basura mental que sólo sirve conocer para refutarla, para evitarla. De acuerdo con Karl Popper es la enfermedad filosófica  más grande de nuestro tiempo. Según Quine es una falacia que al afirmarse se auto suprime. No obstante, sí nos quitamos ese prejuicio gratuito y cerrado, podemos comprender mejor el relativismo, porque la postura contraria, el absolutismo puede ser más peligrosa porque niega la realidad y genera actitudes de intolerancia. Decía Paul Feyerabend que consideraba al relativismo como una aproximación muy útil y humana a las cosas. El Diccionario de Filosofía de Cambridge define al relativismo como la negación de que haya ciertos tipos de verdades universales.  El relativismo hace referencia a lo relativo, es decir,  a aquello que se dice en relación con otra cosa, aquello que depende de algo en general.
 El relativismo puede entenderse como una postura epistemológica o ética que asume que no hay verdades  (características intrínsecas de la realidad que todos los hombres conocen) ni morales absolutas (ni hay un bien, ni un mal absoluto, ni principios morales universales), sino lo que hay son verdades momentáneas, cambiantes, relativas.
 La verdad relativa depende de una condición o circunstancia. Hay un supuesto metafísico de que la verdad es una relación y ambos elementos de esa relación (el sujeto y el objeto) afectan a aquellos juicios que consideramos como verdaderos.  Una ontología relativista sería una metafísica de la relación, de la dependencia e interdependencia Es compatible la idea del ser en sí, de tener entidad o substancia con la de depender, de deberse a otra cosa distinta y, por ende, ser deudora o subsidiaria de ésta.  Tal vez lo que es relativo dependa de algo que no lo es, de algo que fundado más allá de esa dependencia (lo absoluto). O, tal vez, todo depende de todo de tal manera que lo único absoluto es la relatividad; a este tipo de ontología se le llama relacionalismo, es decir, todo está en relación recíproca.
Mauricio Beuchot suele plantear que hay dos tipos de relativismo: uno absoluto y otro relativo. El primero es tan radical que nadie sensato lo sostiene. Asume que no hay posibilidad de consenso ni de objetividad alguna, que cada quién tiene su propia e incomunicable verdad que es válida sólo para esa persona, o bien que no hay nada verdadero ni falso. El segundo, asume que hay una posibilidad de consenso y de objetividad a partir de una interpretación analógica, es decir, que el reconocimiento de puntos de partida comunes y consensos sin negar las diferencias obvias.
Según Juan Fernando Selles el relativismo no es tan antiguo como la Filosofía. Da a entender que viene de un segundo momento en el que después de filosofar, se pone en duda lo pensado. Selles, sin demostrarlo ni argumentarlo, dice que el relativismo se da en periodos de crisis de la Historia de la Filosofía.[1] Esto es falso en el sentido de referirse a que las propuestas relativistas sean decadentes, y es verdadero en el sentido de que los relativismos surgen de una lectura crítica y escéptica de  algunas tesis. Después de que los presocráticos propusieron tantas versiones del arjé, los sofistas se distanciaron críticamente de esa línea problematizando la idea de la fundamentación del principio de todas las cosas. El relativismo es una lectura filosófica que se puede encontrar ya desde Heráclito con sus tesis de que “todo se mueve, nada permanece”, “nadie se puede bañar dos veces en el mismo río”.  Regularmente quienes son reconocidos como los primeros relativistas son Gorgias y Protágoras. El primero con su propuesta nihilista de que nada es, si fuera no se podría conocer y si se conociera no se podría comunicar; el segundo con su homo mensura: el hombre es la medida de todas las cosas de las que son en cuanto que son, y de las que no son en cuanto que no son. El relativismo se puede entender a un nivel individual, a un nivel social, a un nivel antropológico (antropomorfismo o antropocentrismo). Un antiguo relativista menos conocido fue Enisedemo, quien según  Sexto Empírico, postuló 10 tipos de relativismo. Luego, durante la Edad Media no hubo expresiones notorias del relativismo, excepto de la de Occam, quien dijo que los seres son tan diversos  que, en consecuencia, no puede haber ni perfecciones comunes, ni  verdades universales.  Más tarde vino la Modernidad con un resurgimiento del relativismo en  pensadores como Giordano Bruno y Michel de Montaigne. El segundo dijo que la ciencia humana es vana y no puede responder a nuestras necesidades. Luego las críticas empiristas fueron consideradas relativistas al  cuestionar la causalidad y el alcance de conocimiento racional. Se relacionó con un modelo de sensibilidad y asociacionismo que se extendió hacia el análisis del noúmeno en Kant. Otra tesis clásica del relativismo es la de Berkeley: ser consiste en ser percibido. Blas Pascal consideró que era imposible fundamentar la moral por la vía de la razón natural, así que propuso a la fe para consolidar esas certezas. En la actualidad también hay pensadores que han sostenido relativismos en sus filosofías: Federico Nietzsche, Michel Foucault, Paul Feyerabend, Nelson Goodman, Hillary Putnam, Hans Georg Gadamer, Richard Rorty y Joseph Margolis. Famosa es la sentencia nietzschiana de que no existe la Verdad, sino que existen las interpretaciones. Putnam definió al relativismo como la concepción según la cual cada quien tiene sus propias ideas; y la verdad y la justificación son relativas a ellas.
Hay quienes consideran que el relativismo no es una corriente filosófica, sino una actitud que puede ser catalogada de escéptica y cínica.  Pero también es una doctrina filosófica sobre la verdad, la ciencia, la valoración.

Relativismo Epistemológico


En la epistemología el relativismo  reconoce que hay una acción condicionante del sujeto sobre los objetos de conocimiento, pero que también hay una acción condicionante de los objetos de conocimiento entre sí.  Los objetos existentes sólo pueden ser conocidos en relación a las facultades humanas y a las condiciones determinadas por dichas facultades. Para W. Hamilton lo que es incognoscible es el Absoluto en sus características y existencia. La esencia de algo es meramente un punto de vista sobre lo que es esa cosa, una interpretación histórica que se modificará en aras del progreso del conocimiento. 
Los críticos de la relatividad de la verdad señalan que las verdades permanecen siempre, que la evidencia objetiva y el principio de no contradicción garantizan su estabilidad.
El relativismo no está peleado ni con la lógica, ni con la objetividad, simplemente asume la pequeñez, la complejidad, y los cambios del conocimiento que se tiene, a pesar de las pretensiones de objetividad, de los progresos del saber. El relativismo es la condición propia del conocimiento.  La objetividad, los métodos de conocimiento y los principios lógicos son afectados por la época histórica, las sociedades, la cultura, la psicología, la biografía, el ambiente,  la misma naturaleza humana, etcétera. Lo anterior no niega que se pueda conocer, sino que reconoce el contexto en el que se genera el conocimiento. Reitero: no es que sea sólo una postura filosófica en la que la verdad depende de una condición, sino que se refiere a la condición de toda verdad.  Antes era verdad la  tesis de que Tierra era plana, aunque en realidad fuera geoide. Hoy es verdad que la Tierra es geoide, pero no siempre tiene que ser así. Si su forma cambiara por algún incidente geológico o astronómico, cambiaría esa verdad. Tampoco antes pudo ser verdad que la Tierra fuera redonda, cuando no se tenían los medios para saberlo.  Y si un ser vivo no tiene la capacidad de percibir y dilucidar sobre  el planeta, no podrá pensar la verdad de que la Tierra es geoide.  Para una medusa y una planta no existe esta verdad, no existen las verdades. La verdad es epistemológica, está ligada a los enunciados que usamos y nuestra conciencia. Si la volvemos una substancia, daremos un salto indebido de lo epistemológico a lo ontológico, cosa que usualmente hacen los objetivistas.  En estricto sentido no existe la verdad, existen las verdades.  La verdad, en abstracto, sólo es una definición: la adecuación del pensamiento con la realidad. Pero no es el pensamiento de una mente omnisapiente, ni es la totalidad de las cosas; tampoco es la identificación mística entre el pensar y el ser como si se tratara de un Creador que conoce y controla su creación a  plenitud. Si alguien cree que posee la Verdad, entonces piensa que su razón tiene los mismos alcances que el Dios cristiano.

Relativismo Ético


En la ética el relativismo puede entenderse como un convencionalismo o como  un subjetivismo. El primero señala que las concepciones morales dependen de las sociedades y el segundo sostiene que dependen de los individuos.  Algunos dicen que el convencionalismo confunde el carácter relacional del hombre con la moral y otros dicen que el subjetivismo conduce a un  solipsismo.  Algunos  relativistas asumen una misma validez, una igualdad de todas las propuestas éticas, mientras que los anti relativistas pretenden señalar que hay una propuesta ética superior y que las demás formas son inferiores, pues es propio de la ética el jerarquizar. La primera postura apela a la tolerancia, la segunda a la intolerancia (en menor o mayor intensidad). Atendamos a la primera. Ésta conduciría a un relativismo ético normativo que, frente a la igualdad las distintas morales, no se pueden juzgar los códigos éticos  extremadamente diferentes al propio.  Sin embargo, hay algo que se debe precisar: no es que a los relativistas les da igual cualquier cosa, más bien no consideran tener el monopolio e iluminación de una verdad absoluta por encima del resto de la humanidad. Tan es así que David Wong señala que el relativismo no es sinónimo de convencionalismo, pues se puede reconocer que la moral es inventada socialmente y aun así sostener un código único  considerado como el mejor para universalizarse, porque posiblemente esté en la naturaleza humana el afán de buscar la mejor interpretación de la moral. A dicho relativismo jerarquizante lo llama relativismo meta ético. [2]    Esto permite y supone la crítica a la propia tradición y a la ajena. No hay contradicción lógica entre no creer que haya una moral universal única y sostener sus propios valores morales desde los cuales se juzgan las prácticas morales sociales.  El relativismo no debilita la adhesión a los valores, ya que se reconoce el apego a los valores propios, pero también se reconoce que son valores que otros podrían no adoptar.
Algunos relativismos son cognocitivistas y otros no cognocitivistas. Los primeros entienden que hay razones que fundamentan las creencias morales, mientras que los segundos creen que son las emociones y la necesidad de influir en la actitud y conducta de los demás las causantes de la moral.
Unos relativistas consideran que los seres humanos nunca se van a poder poner de acuerdo en principios éticos universales (reglas de oro), pues las normas comunes sólo pueden ser establecidas muy generalmente y las formas en las que se abordan concretamente son muy variadas (relativismo meta ético radical); otros consideran que se puede llegar a acuerdos a través de las  similitudes interculturales con rasgos comunes dados por la naturaleza humana, semejanza de circunstancias, necesidad de cooperación (relativismo moderado).
La postura contraria al relativismo ético es un objetivismo, que entiende un bien objetivo y universal. Las diferencias de las morales las explicaría como un fenómeno antropológico, pero no como verdades reales.  El objetivismo sostiene que hay un solo sistema moral válido para todos los hombres (objetivismo absoluto) o bien un núcleo de moralidad que determina ciertos principios como válidos universalmente, pero que incluye una cantidad indeterminada de variaciones éticas en las sociedades.  Los objetivistas señalan que la gente ignora esa verdad ética objetiva por tres razones regularmente: 1) sus inteligencias  no les permiten poner en orden sus principios morales, 2) el estrés los lleva a ignorar los principios morales, 3) una combinación de falta de inteligencia con estrés.   
Pero además, el relativismo moral permea otras formas de relativismo, como se verá a continuación en los relativismos sociológico, histórico y cultural.
La lectura sociológica de Owald Spengler en la Decadencia de Occidente postulaba que el relativismo era una postura que permeaba a la propia Filosofía y las sociedades históricamente. Ya también Guillermo Dilthey había propuesto algo similar. Es decir, ellos propusieron un relativismo social (que todas las propuestas de orden comunitario tienen la misma validez) e histórico (las verdades cambian en función del momento histórico). Esto se emparenta con el relativismo cultural, que sostiene que cada cultura es distinta en costumbres y normas.
Para Davidson la suposición del relativismo cultural de la inconmensurabilidad  e intraducibilidad de cada cultura es falsa ya que, mientras se acepten enunciados o comportamientos alternativos denotan la existencia de una intertraducción y de una interculturalidad.  Davidson defiende  una comunicación real entre las culturas que no está peleada con la naturaleza misma de su relatividad.
 Siguiendo  la preocupación de Davidson, los filósofos objetivistas  postulan que no toda forma cultural es válida,  sino sólo las que se adecuen a  la ética universal. De manera análoga, para los anti relativistas el relativismo social no es suficiente, pues los modelos sociales válidos son aquellos que se subordinan a la verdadera ética. El relativismo histórico ignora que la verdad es algo superior a la historia y  al tiempo, que la historia depende del hombre y no al revés. En otras palabras, sostienen la tesis de una verdad perene que fue descubierta por los griegos clásicos (Aristóteles) y reafirmada por los pensadores medievales (Santo Tomás de Aquino), que lo que queda es simplemente defender ese valiosísimo conocimiento de los malintencionados o miopes pensadores que no se dan cuenta del validez universal, supra histórica y absoluta de un saber acabado ya en el siglo III a.C. y confirmado en el siglo XII d.C. Para los objetivistas su verdad está en estrecha conexión con la revelación cristiana, por ende también critican el relativismo religioso. No todas las religiones son válidas, sino sólo la suya. Ese camino nos vuelve a llevar a la ética.
Para los objetivistas el relativismo moral es pernicioso, sin embargo “inquietarse  por el relativismo moral como si se tratara de un disolvente del cimiento social es no sólo atribuir demasiado  poder a una doctrina filosófica, sino también dejar de comprender la naturaleza del problema”.[3]

La banalidad de la crítica al relativismo


Los críticos del relativismo dicen que éste es contradictorio en sí mismo. Porque si no hay verdades entonces es verdad que no hay verdades. Sin embargo, ningún filósofo relativista niega la existencia de las verdades absolutamente.  También dicen que no todas las soluciones prácticas son situacionales porque eso anularía la existencia de las prescripciones y consensos morales En otras palabras el relativismo ético constituiría una contradicción pragmática o performativa, según Apel.  Hay una invariabilidad humana que da unidad a todos los hombres, algo concreto espaciotemporalmente.  
Sin embargo, como ya vimos en los apartados anteriores, esas críticas sólo aplican al relativismo radical, uno que nadie sostiene en la Historia de la Filosofía. Ni Protágoras asumió esa postura, como lo muestran los estudios revisionistas sobre la Sofística, ni el nihilismo gorgiano  significa lo que dice en su literalidad; por el contrario, es metafórico, retórico.  Nadie en su sano juicio le creería a otra persona que literal e ingenuamente dijera que "la realidad no existe". Si ese fuera el caso, hubiera trascendido como un loco y no como un pensador. Lo mismo aplica para Protágoras.
Una de las ventajas del relativismo es que fomenta la tolerancia y aceptación de la diversidad, de la libertad y del disenso.  Puede ser crítico con la soberbia de una verdad fuerte monopolizada por una persona o tradición que no acepta opiniones diferentes en aras de una universalidad objetiva, de un amor incondicional al conocimiento  que se olvida de amar con la misma intensidad al que no piensa igual.

Bibliografía


Ángel Luis González, Diccionario de Filosofía, edit. EUNSA, Pamplona, 2010, entrada: relativismo.
Héctor Rogel Hernández, Diccionario de Términos Filosóficos,  Editorial Seminario Conciliar de México,  México, 2004, entrada: relativismo.
José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía, t. IV, Edit. Ariel, Barcelona, 2001, entrada: relativismo.
Monique Canto-Sperber, Diccionario de Ética y Filosofía Moral, t. II, FCE, México, 2001, entrada: relativismo moral.
Nicolá Abbagnano, Diccionario de Filosofía, Edit. FCE, 2ª ed., México, 2012, entrada: relativismo.
Rafael Gil Colomer (editor), Filosofía de la Educación Hoy. Diccionario Filosófico-Pedagógico, Edit. Dykinson, Madrid, 1997, entrada: relativismo.
Robert Audi (editor), The Cambridge Dictionary of Philosophy, Cambridge University Press, E.U.A., 1995, entrada: relativism.
Ted Honderich (editor), The Oxford Companion to Philosophy, Oxford University Press,  2ª ed.,  China, 2005, entradas: relativism, epistemological; relativism, ethical.
Walter Brugger y Harold Schöndorf, Diccionario de Filosofía, edit. Herder, 2ª ed.,  España, 2014, entrada: relativismo.






[1] Ángel Luis González, Diccionario de Filosofía, edit. EUNSA, Pamplona, 2010, entrada: relativismo.
[2] Monique Canto-Sperber, Diccionario de Ética y Filosofía Moral, t. II, FCE, México, 2001, entrada: relativismo moral.
[3] Ibídem.  

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