La argumentación en Gracias por fumar.


Gracias por fumar es una película muy sui generis de 92 minutos, hecha en el 2005, exhibida en 2006, dirigida por Jason Reitman, protagonizada por Aaron Eckhart y nominada a los Globos de Oro por mejor comedia y mejor actor. Recaudó 10 millones de dólares.[1] No tuvo tanta difusión en las salas cinematográficas esta película de Room 9 Enterteinment (tuvo mejor circulación en DVD bajo el mando de Fox Films). Sin embargo, goza de una estupenda calidad. Está basada en una novela de Christopher Buckley que lleva el mismo nombre (Gracias por fumar). Dicha sátira fue escrita en 1994[2] y adaptada para la pantalla por el propio Reitman.[3]
La historia trata de la vida y conciencia del Nick Naylor, un cabildero y portavoz representante de las compañías tabacaleras, quien ostenta el cargo de vicepresidente de la Academia de Estudios del Tabaco y que trabaja para la marca Virginia Slims.  Este individuo se desenvuelve mostrando cómo  su trabajo, sus conflictos personales, la relación con su hijo Joey, su exesposa (Jill), las mujeres, sus empleadores y su visión del mundo.
En realidad esta película es una crítica a las contradicciones de la sociedad contemporánea, a una moral superficial e hipócrita en la política, los medios de comunicación, la sociedad, las relaciones de pareja, las corporaciones, el trabajo. Es una película de dilemas éticos, que pueden ser jurídicos (como el derecho a la defensa de los culpables versus la conciencia moral del defensor), o bien de la vida cotidiana, como las decisiones educativas de los padres, de aventuras sexuales con desconocidas, el soborno a un moribundo enfermo de cáncer para que no haga un escándalo, etcétera. Muestra una tensión entre lo deseable y lo indeseable, entre lo que queremos y no queremos, entre lo que sabemos que es malo pero lo deseamos y lo que sabemos que es bueno pero rechazamos, de los límites de nuestra flexibilidad ética. Muestra hasta dónde pueden llegar los hombres por obtener dinero, posicionarse en una institución, hacerse famosos o controlar a los demás. La tesis que sostiene es que parece que todos somos contradictorios, egoístas, pero  que tenemos límites cuya extensión no siempre es clara de ubicar ni de medir. El mejor ejemplo de esto es la adicción al tabaco, la legalidad de éste y la valoración social, personal de la salud.
Tal vez, el dilema central bajo el que se resume el filme entero es el del conflicto de intereses (en cualquier campo).[4]
Si bien la película se ofrece para un análisis moral, también es material para uno argumentativo. De hecho el vínculo entre moral y argumentación aparece frecuentemente. Se habla de información disponible, de libertad, de presunción moral  para la gente que quiere imponer a otros de verdades morales, de flexibilidad moral –de no ser riguroso con eticidad de sus creencias.
Ya desde el arranque de la película la persuasión se hace presente.  La música, que fue hecha por el compositor británico Rolfe Kent genera una emoción de disposición hacia el entorno de la película y el personaje principal. Inmediatamente aparece la primera escena: un talk show con un adolescente con cáncer (Robin Williger), representantes de asociaciones civiles y del gobierno y Nick Naylor. Una primer forma de generar empatía por el personaje es a través de su cinismo: él se presenta ante el espectador de la película como un defensor de una industria asesina, de una academia que se ha encargado de demostrar que no se puede concluir una relación directa entre el fumar y el cáncer de pulmón, él es un especialista en hablar, en control de daños, en convencer. Es el seductor argumentativo que puede  embaucar a cualquier mujer. Su estrategia en el Talk Show es mostrar que a las tabacaleras no les beneficia la muerte de los jóvenes, pues son sus potenciales clientes, sino que ese es el interés de las asociaciones en contra del tabaco, pues se benefician de tales casos. Una muestra de su buena voluntad era una campaña de 50 millones de dólares para prevenir a los jóvenes de fumar.
Implícitamente se burla también de la publicidad, pero también reconoce su valor. Tan es así que posteriormente su némesis el senador Finistirre quiere poner publicidad negativa en las cajetillas de cigarros que indique que son venenosos. El propio Naylor quiere publicitar  los cigarros con una imagen cool, sensual en las películas de manera sutil. El Marlboro Man muestra la eficacia, la inmoralidad y esquizofrenia de la industria publicitaria.  Como sea, la publicidad genera una presencia.
Luego  aparece en una visita a la escuela de su hijo para exponer ante su grupo a lo que se dedica. Ahí utiliza la petición de principio para cuestionar las creencias de los niños en torno al perjuicio del tabaco.  Clama por una libertad investigadora sobre sus verdaderos efectos, que no sean manipulados por sus padres (la autoridad).  Pero además critica a la institución escolar que adoctrina, que ideologiza en vez de enseñar a pensar reflexiva y críticamente.
 Posteriormente, Nick Naylor aparece con sus mejores y únicos amigos, que son los voceros de la industria del alcohol  (Polly Bailey) y de las armas de fuego (Bobby Jay Bliss). Se autodenominan los mercaderes de la muerte.
Naylor es la encarnación del cinismo ante las instituciones, se burla de la institución escolar, de la tarea dejada a su hijo para hacer un ensayo que diga por qué el gobierno estadounidense es el mejor del mundo,  se burla de los medios de comunicación (la televisión, el cine), de las asociaciones civiles, del gobierno,  del matrimonio y las nuevas formas modernas de familia (pues se lleva mal con su exesposa y su actual marido, Brad). Naylor cree que para sostener una tesis basta con decir cualquier cosa y argumentar correctamente, porque con el argumento correcto nunca se está equivocado.  En ese sentido muestra la relatividad de toda tesis, la somete a una deconstrucción, a un cuestionamiento. El cabildero siempre tiene la razón aun cuando no la tenga, no pretende convencer a su oponente, sino al auditorio de ambos.
Lo mismo tramita publicidad oculta, miente públicamente, soborna gente.
 Naylor está en el tabaco porque si lo puede defender puede hacer cualquier cosa; porque es bueno para hacer lo que hace; porque puede ser partícipe del  control de la población, porque tiene que pagar su hipoteca. La metáfora de la hipoteca denota que generamos una sociedad de deudas y compromisos que nos hace anteponer ciertas misiones a nuestros propios valores. Naylor es un fumador, adicto al cigarro. Eso también lo hace defender a dicho sector.[5]
Sus socios, amigos y enemigos son símbolos de los agentes sociales que interactúan con él en la película: Joan Lunden  dibuja a las televisoras, el sultán de Glután, el Senador Ortolan Finistirre de Vermont y su asistente Ron Goode representan al gobierno; El Capitán y B.R. –su jefe inmediato, que además es grosero, explotador y  oportunista- representan a la industria del tabaco; Jeff Megall cabeza de Entertainment Global Offices representa al Cine y Hollywood; sus amigos Polly y Bobby Jay simbolizan a las corporaciones; Heather Holloway representa al periodismo corrompido a través del ficticio Washington Probe; el Marlboro Man representa a la gente ordinaria, al empleado, al exempleado, a la sociedad civil víctima de intereses ajenos  que también puede ser corrompida; Dennis Miller, a la radio sensacionalista, confrontativa, poco profesional; el secuestrador representa los grupos extremistas que protestan por causas legítimas con medios ilegítimos,  la St. Euthanasius School y la maestra de su hijo, representan a la educación.
Naylor no es infalible, la persuasión nunca es absoluta, cien por cierto eficaz. Difícilmente llega a convencer o congeniar con la madre de su hijo y fue engañado por la reportera Heather Holloway. El orador, quien argumenta es humano, puede fallar al convencer, o puede ser persuadido a partir de sus debilidades, de sus propias creencias. También puede ser despedido por su jefe, sin convencerlo de que lo retenga –al menos inmediatamente-. Aun así, Naylor logra resolver sus problemas, creas nuevas situaciones con el apoyo de su hijo, su exesposa, echando mano de su capacidad retórica, confrontando a las instituciones con su hipocresía, con su ambivalencia.
La persuasión tiene un poder, no absoluto, no infalible,  pero si eficaz. A veces es ética, otras veces es inmoral. Depende de la conciencia, la situación, los intereses. Regularmente la argumentación se da en este ámbito de conflicto, de intereses encontrados, de formas de vida y tesis opuestas, incompatibles, pero coexistentes.  No obstante, hay un punto de quiebre donde la mayoría de la gente reconoce que hay cosas más importantes que pagar la hipoteca. Habrá quienes atiendan esto, habrá quienes no.  La película cierra con un Nick Naylor que se reconstruye con su cínico sentido del humor y agudeza intelectual, que obtiene otro trabajo en el momento preciso, que pone en su lugar a aquellos que lo traicionaron y que muestra que tiene ideales altos debajo de todo su pragmatismo. Su relativismo desvinculado de la moral y de la verdad admite un vínculo con ellas. La argumentación jamás es neutra, ni amoral.
Gracias por no fumar nos recuerda que la realidad humana, que la conciencia es más inconsistente, contradictoria e imperfecta de lo que los filósofos a veces queremos pensar.  




[1] http://es.wikipedia.org/wiki/Gracias_por_fumar (consultado el 3 de mayo del 2015).
[2] http://es.wikipedia.org/wiki/Christopher_Buckley (consultado el 3 de mayo del 2015).
[3] http://www.imdb.com/title/tt0427944/ (consultado el 3 de mayo del 2015).
[4] http://graciasporfumar-profesionjurdica.blogspot.mx/ (consultado el 3 de mayo del 2015).
[5] Aunque al final de la película se da cuenta de que la nicotina es peligrosa y por razones de salud se ve obligado a dejar los cigarrillos.

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