La filosofía de la cultura de Protágoras (el mito de Prometeo).

Al igual que la mayoría (si no es que la totalidad) de sus colegas, Protágoras asumió la dualidad entre la phýsis y el nómos. Ésta la podemos detectar en el Protágoras[1]  cuando el sofista de Abdera  le dijo a Hipócrates:  "Bien, joven, lo que te sucederá con mi compañía es que, si un día estás conmigo, te irás a tu casa habiendo llegado a ser mejor, y al día siguiente otro tanto, y cada día harás progresos hacia lo mejor".[2] Eso supone que hay algo que el hombre  adquiere a través de la enseñanza (nómos) y no a través, o bien, no solamente, por medio  de la naturaleza (phýsis).
Efectivamente  comprobamos semejante dicotomía en el fragmento donde dijo: “[...]La enseñanza necesita de dos cosas: aptitudes naturales y ejercitación [...]”.[3] Y es confirmada y expuesta con mayor profundidad en el mito de Prometeo -que ya mencionamos- reelaborado por el sofista de la siguiente manera[4]:
Hubo una  vez un tiempo en que existían los dioses, pero no había razas mortales. Cuando también a éstos les llegó el tiempo destinado de su nacimiento, los forjaron los dioses dentro de la tierra con una mezcla de tierra y fuego, y de las cosas que se mezclan a la tierra y el fuego. Y cuando iban a sacarlos a la luz, ordenaron a Prometeo y a Epimeteo que los aprestaran y les distribuyeran las capacidades a cada uno de forma conveniente. A Prometeo le pide permiso Epimeteo para hacer él la distribución. <<Después de hacer yo el reparto dijo, tú lo inspeccionas>>. Así lo convenció y hace la distribución. En ésta, a los unos les concedía la fuerza sin rapidez y, a los más débiles, los dotados con la velocidad. A unos los armaba y, a los que les daba una naturaleza inerme, les proveía de alguna otra capacidad para su salvación. A aquellos  que envolvía en su pequeñez, les proporcionaba una fuga alada o un habitáculo subterráneo. Y a los que aumentó en tamaño, con esto mismo los ponía a salvo. Y así, equilibrando las demás cosas, hacía su reparto. Planeaba esto con la precaución de que ninguna especie fuera aniquilada.
Cuando les hubo provisto de recursos de huida contra sus mutuas destrucciones, preparó una protección contra las estaciones del año que Zeus envía, revistiéndolos con espeso cabello y densas pieles, capaces de soportar el invierno y capaces, también, de resistir los ardores del sol, y de modo que, cuando fueran a dormir, estas mismas les sirvieran de cobertura familiar y natural a todos. Y los calzó a unos con garras y revistió a los otros con pieles duras y sin sangre. A continuación facilitaba medios de alimentación diferentes a unos y a otros: a éstos, el forraje de la tierra, a aquellos, los frutos de los árboles y a los otros, raíces. A algunos les concedió que su alimento fuera el devorar a otros animales, y les ofreció una exigua descendencia, y, en cambio, a los que eran consumidos por éstos, una descendencia numerosa, proporcionándoles una salvación en la especie. Pero, como no era del todo sabio Epimeteo, no se dio cuenta de que había gastado las capacidades en los animales; entonces todavía le quedaba sin dotar la especie humana, y no sabía qué hacer.
Mientras estaba perplejo, se le acercaba Prometeo que venía a inspeccionar el reparto, y que ve a los demás animales que tenían cuidadosamente de todo, mientras el hombre estaba desnudo y descalzo y sin coberturas ni armas. Precisamente era ya el día destinado, en el que debía  también el hombre surgir de la tierra hacia la luz. Así que Prometeo, apurado por la carencia de recursos, tratando de encontrar una protección para el hombre, roba a Hefesto y a Atenea su sabiduría profesional junto con el fuego -ya que era imposible que sin el fuego aquélla pudiera adquirirse o ser de utilidad a alguien- y, así, luego la ofrece como regalo al hombre. De este modo, pues, el hombre consiguió tal saber para su vida; pero carecía del saber político, pues éste dependía de Zeus. Ahora bien, a Prometeo no le daba ya tiempo de penetrar en la acrópolis en la que mora Zeus; además los centinelas de Zeus eran terribles. En cambio, en la vivienda, en común, de Atenea y de Hefesto, en la que aquellos practicaban sus artes, podía entrar sin ser notado, y, así robó la técnica de utilizar el fuego de Hefesto y la otra de Atenea y se la entregó al hombre. Y de aquí resulta la posibilidad de la vida para el hombre; aunque a Prometeo luego, a través de Epimeteo, según se cuenta, le llegó el castigo de su robo.
Puesto que el hombre tuvo participación en el dominio divino a causa de su parentesco con la divinidad, fue, en primer lugar, el único de los animales en creer en los dioses, e intentaba construirles altares y esculpir estatuas. Después, articuló rápidamente, con conocimiento, la voz y los nombres, e inventó sus casas, vestidos, calzados, coberturas, y alimentos del campo. Una vez equiparados de tal modo, en un principio habitaban los humanos en dispersión, y no existían ciudades. Pasó que se veían destruidos por las fieras, por ser generalmente más débiles que aquellas; y su técnica manual resultaba un conocimiento suficiente como recurso para la nutrición, pero insuficiente para la lucha contra las fieras. Pues aún no poseían el arte de la política, a la que el arte bélico pertenece. Ya intentaban reunirse y ponerse a salvo con la fundación de ciudades. Pero, cuando se reunían, se atacaban unos a otros, al no poseer la ciencia política; de modo que de nuevo se dispersaban y perecían.
Zeus, entonces, temió que sucumbiera toda nuestra raza, y envió a Hermes que trajera a los hombres el sentido moral y la justicia, para que hubiera orden en las ciudades y ligaduras acordes de amistad. Le preguntó, entonces, Hermes a Zeus de qué modo daría el sentido moral y la justicia a los hombres: <<¿Las reparto como están repartidos los conocimientos? Están repartidos así: uno solo que domine la medicina vale para muchos particulares, y lo mismo los otros profesionales. ¿También ahora la justicia y el sentido moral los infundiré así a los humanos, o los reparto a todos?>> <<A todos, dijo Zeus, y que todos sean partícipes. Pues no habría ciudades, si sólo algunos de ellos participaran, como de los otros conocimientos. Además, impón una ley de mi parte: que al incapaz de participar del honor y de la justicia lo eliminen como a una enfermedad de la ciudad>>.
Así es, Sócrates, y por eso los atenienses y otras gentes, cuando se trata de la excelencia arquitectónica o de algún tema profesional, opinan que sólo unos pocos deben asistir a la decisión, y si alguno que está al margen de estos pocos da su consejo, o se lo aceptan, como tú dices. Y es razonable, digo yo. Pero cuando se meten en una discusión sobre la excelencia política, que hay que tratar enteramente con justicia y moderación, naturalmente aceptan a cualquier persona, como que es el deber de todo el mundo participar de esta excelencia; de lo contrario, no existirían ciudades. Esa, Sócrates, es la razón de esto.[5]

¿Cómo es posible que dicho mito trate del paso de la phýsis al nómos al ser tan fantasioso? Al parecer, justamente hay que leer entre líneas. Veamos qué dicen los expertos en este asunto.
W.K.C. Guthrie[6] comenta que se trata de una teoría del progreso, la cual -si hacemos caso a García Gual- considera dos variables: la capacidad técnica del hombre y el sentido de la moralidad.[7] Antonio Melero opina que dicho constructo versa sobre el origen de la sociedad  y de la democracia participativa.[8] Domenico Musti  con mayor precisión dice:
Se trata de una teoría del origen de la civilización y el Estado, en la que los antiguos motivos míticos de Hesíodo: religiosidad arcaica, primitiva y teogónica (los dioses <<nacen>>) se funden con una determinación y un racionalismo religiosos de la función de la divinidad; Zeus es ya el dios de la justicia [...] La teoría de Protágoras sustancialmente democrática [...],  plantea una visión optimista-activa en el sentido de una autorrealización. No obstante, el recorrido se ralentiza y dificulta por una serie de pantallas y consideraciones que introducen el esfuerzo y la necesidad de aceptarlo –visión moralista- con vistas al fin último: la virtud.[9]

En otras palabras, los estudiosos han observado que Protágoras  ató los cabos de una teoría progresista de corte moral del origen de la civilización y el Estado, partiendo desde luego de una evolución natural del hombre.
Ciertamente nuestro sofista toma como base el estado de naturaleza, cuyo carácter a su vez, es categóricamente salvaje y supone la existencia de una sola humanidad, solidaria genéticamente y exenta de diversificación sociopolítica.[10] Más aún, parece que los seres vivos antes de tener las facultades para subsistir, se deberían entender como sumamente incompletos, y Martha C. Nussbaum se atreve a equipolar tal incompletud con la existencia de meros conglomerados de materia informe[11], la cual, en un principio, a través de una combinación de los elementos materiales dio finalmente origen a un ser vivo.[12]
No es, pues sino hasta el surgimiento de las técnicas (laxamente concebidas), que vemos un cambio cualitativo: “empezamos a ver la medida en que las <<artes>>, interpretadas en sentido amplio como capacidades y maneras de actuar en el mundo de una criatura, hacen de los seres vivientes precisamente lo que son”.[13]  
Una vez que los animales están provistos de los mecanismos para su supervivencia (capacidades), se puede inferir que viven en una competencia a muerte, donde triunfa el más apto sea para aclimatarse, evadir al depredador o para devorar. En este contexto de cruel lucha, que hasta podría sugerir a la guerra como un elemento profundamente enraizado en la naturaleza animal del hombre,[14] hay un aspecto positivo rescatable de las relaciones violentas del reino animal. ¿Cuál?
Se buscó, pues, en el mundo animal un equilibrio, una cierta igualdad con vistas al mantenimiento de un orden en el que vivieran todas las especies: Protágoras ve en  la naturaleza animal la realización en cierto modo de un ideal democrático.[15]
               
Ese orden democrático natural estuvo a punto de ser roto por Epimeteo, quien no previó ningún medio anatómico de subsistencia para el hombre. Prometeo, inmediatamente tuvo que idear una solución: robar el fuego y la sabiduría profesional a los dioses.[16]
¿Quiere decir que hay un rompimiento con la naturaleza, algo anti-natural, contra-fisiológico derivado de ese robo? De primera impresión podemos pensar que si, ya que el hombre al obtener el fuego y la técnica se emparentó con lo divino (en cuanto sobre-natural) y por eso es que era el único animal con conocimiento de los dioses. Según Martha C. Nussbaum, esta añadidura, que en realidad sería la donación de la razón al hombre, estaría marcada por el supuesto de la distinción entre racional y no racional,[17] diferenciando al hombre de los animales sutilmente, pues la razón es el elemento constitutivo que siempre está con él en cualesquiera fines se proponga.[18]  Ahora bien,
El hecho de que en el reparto de capacidades (dynámies) se proceda primero con los animales y luego con los hombres nos hace pensar en una teoría de la evolución (idea cuya temprana formulación no debe escandalizar a nadie, pues ya fue postulada por Anaximandro).[19]

Sin embargo, quizá desde el momento en que Protágoras reconoce a los animales capacidades, y si piensa que el hombre es lo que es, gracias a un proceso evolutivo, entonces a los animales –a pesar de Nussbaum- es más factible entenderlos como dotados de razón, pues ella sería explicada mejor como un producto de una estructura biológica generada en algún momento.[20] Y según nuestro sofista, si el hombre tenía su alma (sede de la racionalidad) en el pecho y si otros seres tenían pecho también, la razón no podría no ser un producto con copyright. No sería el único animal con dicha facultad.
Hagamos un breve paréntesis: Jesús Mosterín habla una transmisión no-genética de información entre los primates[21] que, posiblemente, se asemeje a la visión protagórica de una transmisión de la cultura entre los primeros hombres, y que sutilmente, sugiere un concepto de cultura más amplio, seguramente también vislumbrado por este sofista y sus seguidores al
[...] buscar en el cotejo con los resultados fecundos logrados en la cría de los animales y en la agricultura, es decir en toda esfera de a vida, el argumento más eficaz en defensa de la acción educadora de las instituciones humanas justificación de la cultura humana en un concepto más extenso y universal de cultura, que abarca a toda la naturaleza viviente o generadora de vida (animales, plantas, tierra).[22]

Por lo tanto, la diferencia entre los hombres y los animales, más bien estaría en los rasgos positivos y únicos de la cultura humana (el nómos), que en la razón por si sola.[23] De esta manera, la razón humana y su cultura,   moldean la naturaleza humana. Cerremos el paréntesis.
Ángel Cappelletti ha  sugerido que este mito simboliza el tránsito de la phýsis al nómos en dos instantes: “[...]1) el del lenguaje, la escritura, la religión, y la técnica (Prometeo), y 2) el de la moral y la virtud (Hermes)”.[24] José Solana opina prácticamente lo mismo,  sólo que da mayor importancia a Zeus que a Hermes en relación con este segundo instante, al cual señala, por cierto, como el símbolo del nacimiento de la sabiduría política.[25] 
Según Cappelleti esas dos etapas son precedidas por una anterior (la ya citada por Nausbamm de estado de naturaleza):[26] una en la que los hombres vivían aislados sin artes ni sentimientos sociales,[27] eran dominados por el subjetivismo, el individualismo, el relativismo (absoluto) y el hombre se mostraba incapaz de enfrentar a su entorno  al mismo tiempo que era incapaz de ayudarse o ser ayudado.[28] Epimeteo, pues, sería una metáfora de lo biológico (phúsis) en esa primitiva instancia del hombre. En cambio Prometeo representaría el surgimiento del nómos (la cultura),[29] y Hermes el dominio pleno de ella.[30]  
¿Qué es lo que hila dichas transiciones? La psique, por supuesto: “La inteligencia y la razón, en lo que tienen de propiamente humano, se manifiestan como técnicas: es el descubrimiento sucesivo de las  artes lo que caracteriza las etapas de su progreso”.[31]  
Así pues, la “evolución” garantiza la supervivencia de la especie; sin embargo, no es una evolución meramente natural de la capacidad de inteligencia, sino dada y mediada  por las instituciones creadas, y los sentimientos que ellas generaron de amor a la ciudad, deseo de justicia, respeto y obligación hacia otros humanos.[32] Luego, la felicidad, está dada en la comunidad y ella responde a una necesidad natural (en ese sentido). Por eso dice Leticia Flores:
El arte política es entrevisto en el mito protagórico como un don natural que deberá ser cultivado para que la vida en común no sólo sea posible, sino para que se logre la eunomía, el bueno gobierno y los ciudadanos puedan alcanzar la felicidad.[33]

Estado de naturaleza versus civilización es la lucha que de fondo está presente en dicho mito, y, de paso, se establece una hipótesis que propone una areté que rompe con la virtud tradicional (andreia) y la sustituye por la virtud cívica[34] a través de la educación sobre: el pudor  (aidós),[35] la justicia (díkê) y tácitamente la democracia[36]
Consecuentemente, un Zeus compasivo dio a los hombres la virtud política. Y podríamos en un primer momento coincidir con la lectura que hace Salvador Rus Rufino de las tesis protagóricas: 1)que el estado de naturaleza no es el más apropiado para el perfeccionamiento de los hombres, ni tampoco el momento en que ellos aprenden los conocimientos prácticos (technai); 2) que es imprescindible que el hombre viva en sociedad, porque fuera de ella no se pueden satisfacer las necesidades mínimas humanas; 3)la vida en comunidad necesitaría de principios jurídicos y morales (aidós y díkê) que evitaran la guerra de todos contra todos, siendo así una correción y purificación del informe estado de naturaleza[37]. Parece surgir una ruptura entre la phúsis y el nómos
Más aún, la religión[38], las técnicas[39] y el Estado[40] serían la prueba de la artificialidad de lo humano y su escisión de la naturaleza. Las artes -y no sólo ellas-, entonces, “crearon una forma de vida y unas criaturas que no existían con anterioridad”.[41] 
A la par de este quebrantamiento ontológico, surge una duda en el aire que pudiera apuntar a otro rompimiento: ¿por qué Protágoras nos habla de los dioses si era un agnóstico consumado y se negaba a emitir  juicio alguno relativo a  cualquier propiedad teológica? Él sentenció: “Con respecto a los dioses, no puedo conocer ni si existen ni si no existen, ni cual sea su naturaleza, porque se oponen a este conocimiento muchas cosas: la oscuridad del problema y la brevedad de la vida humana”.[42]
Más que una vacilada de Protágoras, podemos interpretarlo como una traspolación platónica o incluso posterior;[43] o bien, si creemos en la autenticidad de este mito como un relato  íntegramente enunciado y usado por el sofista, la solución[44] está en que su significado no era literal, sino alegórico[45].
Ya  Teágnes de Regio (s. VI a.C.) y Metrodoro de Lámpsaco (s. V a.C.)[46] habían hecho interpretaciones alegóricas sobre los mitos.  Los dioses, en este sentido, serían una alegoría, como así pensó en algún momento Ferécides de Sira (?) al pensarlos como representaciones de fuerzas cósmicas.[47] Teágnes opinó más o menos lo siguiente:
La enseñanza acerca de los dioses generalmente roza lo violento y aun lo inmoral. Pues ya él (¿Porfirio?) señala que los mitos de los dioses son escandalosos. Frente a tal juicio, algunos buscan tras la apariencia de su figura verbal, una solución a la dificultad, en la creencia de que todo está dicho alegóricamente de la naturaleza de los elementos; así, sería, p.e., cuando se habla de los encuentros hostiles de los dioses. Señalan que también lo seco combate contra lo húmedo y lo cálido con lo frío, y lo ligero contra lo pesado. También el agua tiene la facultad de apagar el fuego y el fuego de secar el agua. Y así subyace entre los varios elementos, de los que se compone el universo mundo, una oposición, pero el conjunto permanece en la eternidad. Así que el poeta (Homero) permite que tengan lugar las batallas (entre dioses)y nombra al fuego Apolo, y Helios, y también Hefesto; y al agua Poseidón y Escamandro; a la luna Ártemis; al aire Hera; etc. De manera parecida da él, por otro lado, nombres de dioses a las facultades y propiedades espirituales; así dice en lugar de la inteligencia Atenea, en vez de sin razón Ares, en vez de pasión Afrodita, en lugar de astucia Hermes, etc.[48] 

Werner Jaeger, cree que en la tragedia de Sísifo, seguía las ideas protagóricas respecto a lo divino y plantea la hipótesis  -también asumida por Mondolfo- de que si ontológicamente no se podía pronunciar respecto a la existencia de los dioses debido a una limitación epistemológica, entonces su interés hacia lo divino:
[...]se convierte en problema psicológico y gnoseológico referente al origen de las representaciones humanas de la divinidad y de los motivos y fundamentos de las creencias religiosas.  El problema objetivo queda sustituido, entonces, por el subjetivo, central y previo, dado que el reconocimiento mismo de la objetivación de la subjetividad humana como proceso de formación de las concepciones anteriores de los dioses, hacía inevitable el retorno a la base subjetiva.
Es probable que el tratado de Protágoras Sobre los dioses, si hubiera llegado hasta nosotros nos hubiera confirmado esta vinculación existente entre el nuevo planteamiento del problema y los anteriores. Las proposiciones iniciales –las únicas que se han conservado- empiezan por descartar los problemas ontológicos declarando que es imposible descubrir o demostrar la existencia o la forma de los dioses, debido a las condiciones mismas de la experiencia y el conocimiento humanos. Es por lo tanto probable, según la conjetura de Werner Jaeger, que Protágoras no pudiera seguir tratando su tema sino con referencia a las opiniones (dóxai)  humanas, de acuerdo con su lema de que  el hombre es la medida de todas las cosas; y posiblemente aplicara también su criterio pragmatista de la utilidad, en sustitución del criterio de la verdad objetiva: todo lo cual significaba, precisamente, enfrentar el problema religioso desde el punto de vista del sujeto, mediante el análisis del propio hombre.[49]


Lo más plausible es pensar que Protágoras estaba representando algo más a través de los dioses y sus acciones. Los sofistas frecuentemente se apoyaban en los mitos como métodos de exposición didácticos de sus teorías.[50]
No es de extrañar, pues, que éste fuera el caso. Seguramente su afirmación de que Homero y Hesíodo, los principales narradores de mitos, eran “sofistas disfrazados” sugiere que Protágoras quizá creía que la mitología no debía tomarse literalmente.[51]
¿Cómo podemos interpretar el mensaje oculto detrás de este entramado de símbolos? ¿Rompe la cultura con la naturaleza o es su continuación? El abderita no es explícito. En primera instancia la respuesta apunta –como ya señalamos- a una escisión entre phýsis y nómos; sin embargo, en realidad la ruta es la contraria: la de su continuidad, al menos refiriéndonos a la naturaleza humana.   Ya lo había observado Mondolfo a partir de un tenue dato:
El propio Protágoras, sostenedor del reino de la convención como dominio esencialmente distinto de la naturaleza, no supo sustraerse a una exigencia de conciliación al intentar, contra cualquier acusación de arbitrariedad, demostrar la legitimidad de la convención misma en el propio campo universal de la cultura, mediante el parangón entre el hombre y los animales y las plantas, es decir, entre el mundo espiritual (o cultural) y el natural. La antítesis resulta así sustituida por una conformidad entre cultura y naturaleza.[52]

Con mayor fuerza se confirma esa intuición si retomamos  una frase que, se dice, estaba plasmada en su Gran Logos: “La enseñanza necesita de dos cosas: aptitudes naturales y ejercitación [askhsis]”.[53] Sutilmente  aquí descansa el supuesto de una continuidad entre lo natural (en el hombre) y lo cultural. Si el sofista hizo énfasis en que ambas cosas eran requisitos de la paideia, es porque las dos -y no sólo una- se implican, se conectan en dicho proceso. En otras palabras, la educación desarrolla la naturaleza a través del ejercicio, generando cultura[54], pero también tiende a reprimir la fiereza antisocial que los hombres por naturaleza poseen en diversos grados.[55] Lo que no está dado en la naturaleza humana, no se puede ejercitar. Si ejecutamos cierta actividad (biológica o artificial) es porque naturalmente somos capaces de ejecutarla o crearla, o dicho de otro modo, nuestra naturaleza nos permite realizarla. Entonces, su relato mítico-genético de la vida humana,
[...]lejos de mostrarnos lo fácil que resulta contemplar  las diversas téchnai como instrumentales y separables de la naturaleza humana, pone de manifiesto las graves dificultades de una criatura reconocible como humana cuando no se la atribuyen, además de la racionalidad, los fines e inclinaciones políticos.[56]

Por ende, “El mito de Protágoras sugería que un buen método para comprender la contribución de un nuevo arte salvador  [el arte sofístico] es imaginar la existencia de sus destinatarios antes y después de recibir el don”.[57]    
¿Qué condujo a la naturaleza humana a volverse artificiosa? La necesidad de sobrevivir: “el hombre carece de las perfecciones de otros animales, que son al mismo tiempo limitaciones, y se ve forzado a una adaptación creadora”.[58] Somos, como diría Fernando Savater, artificiales por naturaleza.[59] Guthrie inteligentemente señala que dicha adaptación creadora no fue ajena a ningún ser humano, ni siquiera los primitivos, según lo que el mito alcanza a esbozar:
La sagacidad (sabiduría o habilidad) técnica (entecnos sofia) es innata en el hombre desde el principio, atendiendo a que en el mito está concedida por Prometeo en el momento mismo en que los primeros hombres va a surgir a la luz.[60] 

Restaría entonces una posterior incorporación no congénita de la justicia y el aidós a la naturaleza  humana, fenómeno que no sería extraño a la concepción dinámica de la naturaleza del sofista. Zeus, quien, después de haber surgido la raza humana, decidió otorgarles el arte político a todos los hombres, sería un símbolo de lo anterior, es decir, de la acción del tiempo, la amarga experiencia y la necesidad (Guthrie)[61], de la fuerza natural creadora de la especie humana (Zeppi)[62] y de la educación moral,  la aspiración natural a la justicia que requiere de enseñanza y adiestramiento dentro de la comunidad (Nussbaum).[63]
Luego, si la necesidad nos conduce a desarrollar determinada cualidad es porque potencialmente (naturalmente)  somos capaces de gestarla. Nuestra naturaleza es lo suficientemente maleable para derivar en tal cambio: “La opinión de Protágoras sobre areté, díkê y nómos implica, ciertamente, que la naturaleza humana en su estado original contiene la posibilidad  del progreso moral, pero que su realización es cuestión de experiencia y de educación”.[64] No hay ideas innatas de justicia y aidós, sino la potencia de desarrollarlas como virtudes que se integrarán a la naturaleza del hombre, fusión de phúsis y nómos. En síntesis, un rasgo esencial de la naturaleza humana es la plasticidad, la cual, además de una capacidad innata de transformación, requiere de la propia experiencia (y en ella la tradición) para moldearse y cambiar.
En fin, la necesidad de sobrevivir en el hombre ha devenido en cultura. La superioridad axiológica de unos de sus elementos sobre otros, especialmente en lo relativo a las normas morales y jurídicas, está regulada por la utilidad.[65] Si me sirve para mi subsistencia es bueno, si no es malo. Y si se impone algún límite al egoísmo, se debe  a que en la medida en que la sociedad sea preservada, la supervivencia del individuo relativamente será garantizada, pues, el hombre solo ante los demás animales, está desprotegido.
Semejante utilitarismo se antoja evidente dentro del mito prometéico y ha sido frecuentemente avalado por los helenistas (Guthrie, Cappelletti, Solana, Mondolfo).[66] Cual si fuera un etólogo al estilo Desmond Morris, Protágoras  explicó la cultura y dentro de ella la moral y la política.
Sin embargo,  la compleja creatividad humana continuamente rebasa las demandas naturales de supervivencia. Las esculturas en sentido estricto no son fundamentales para la preservación de la vida individual o social. Es curioso que el Abderita siendo tan sagaz  no se haya dado cuenta de ello en el mito o bien no haya querido dar explicación de este rasgo. Quizá su interés no consistía en explicar del todo la cultura, como en justificar la utilidad del arte sofística.
No obstante, como veremos más adelante, su idea de logos es más compleja que la de un mero paradigma evolucionista de corte reduccionista[67].  También es interesante que, sabiendo que: 1) la naturaleza humana se caracteriza por romper con lo dado (phýsis) para crear algo nuevo (nómos), y 2)admitiendo que dentro del relato mítico hay quienes se comportan como si no hubiera la virtud política, Protágoras prácticamente se olvidara de la libertad (entendida como autodeterminación). Sin embargo, jamás la hizo de lado. Ella está incorporada en el discurso protagórico como un supuesto implícito de su doctrina. Primero que nada hemos de decir que la plasticidad del hombre, es una plasticidad con carácter volitivo. Si las potencialidades de la naturaleza humana (la sabiduría técnica) pueden rebasar los fines estrictos de la susbsistencia y llevar a la creación de esculturas o bien conducir a la práctica de ciertas artes por unas personas y no por otras, se debe quizá  a la acción de la propia voluntad.
Es justo recordar que la “voluntad” era un concepto implícito en la idea del “yo” de los griegos, al menos desde Homero (como anteriormente se expuso en una nota a pie de página). Además, la sofística, con “L’esaltazione della circonstanza concreta si traduce in un’esaltazione del volontarismo, dell’atto pragmatico che risolve il nodo –altrimenti isoluble a livello logico o, piú genericamente, filosofico- della decisione concreta”.[68]
Eso nos permite deducir que Protágoras estaba inmerso en un contexto que aceptaba dicha noción.  Y finalmente hemos de decir que en la propia doctrina de Protágoras podemos detectar dicho supuesto (de la voluntad) con base en su manera de concebir la educación y en su concepción del Derecho, la ética y la política.  Pues cuando se educa,  hace jurisprudencia, moral y  gobierna, se presupone un concepto de subjetividad (y ahí de voluntad) que, de acuerdo con Mondolfo, se puede concluir era un dato natural para el propio Protágoras.[69]   
Entonces, la metodología pedagógica protagórica también supone y da importancia a la libertad de sus discípulos. Él no enseña las disciplinas que los alumnos no quieren aprender en contra de su voluntad, como sucede con otros sofistas[70]   y permite que los alumnos decidan, si así lo quieren,  pagar la cuota que él establece o bien fijar una distinta.[71] Definitivamente el sofista reconoce de modo explícito que hay una voluntad que toma decisiones. Pero, ¿la respeta debido a una mera estrategia de crecimiento de su negocio educativo y cree en el fondo en una especie de determinismo social? Más que un gancho publicitario, la libertad se impone como un desdoblamiento de la naturaleza humana, que genera nómos y su vehículo para ello es la capacidad de autodeterminación.
Al final de la narración mítica de Prometeo se abre el camino a una concepción de la libertad cuando Protágoras categóricamente exige: “[...] al incapaz de participar del honor y de la justicia lo eliminen como a una enfermedad de la ciudad”.[72] Sería ilógico castigar a quien obra involuntariamente.
Tanto  creyeron el sofista y los griegos en la libertad, que por eso se atrevían a sancionar al injusto. Bien lo expresa el sabio abderita al afirmar que de los males poseídos por naturaleza o por azar nadie es censurado; pero aquello que es concebido como bueno para la sociedad y que es adquirido por cuidado, ejercicio y enseñanza, si no se posee, entonces la persona es castigada.[73]  En consecuencia se presupone que hay una voluntad que es la que cuida (epiméleia), ejercita (áskêsis) y enseña (didakhé).
La voluntad es responsable, la naturaleza es amoral.[74] Más aún la penalidad intimida y disuade al castigado de volver a “delinquir” en un futuro.[75] En este sentido, la ley es un factor que organiza la vida social.[76]
Hay voluntad (entendida como una abstracción del “yo” que quiere, decide, cuida, ejercita y enseña) y también hay libertad (entendida como la capacidad de autodeterminación del yo).  Junto con nosotros, Eduardo García Máynez  cree firmemente que el sofista daba cabida a la concepción de la libertad a partir del simbólico legado de Zeus del aidós:
El respeto mutuo, como reconocimiento, por parte de cada miembro de la polis, de la dignidad ciudadana, de los demás, implica, asimismo que todos los politai tienen el deber de contribuir, hasta donde sus diversas aptitudes lo permitan, a la ciudad. Las normas que integran este orden no se  fundan en la naturaleza; derivan del consenso mayoritario de quienes, después de establecerlas, quedan obligados a cumplirlas. Protágoras no es iusnaturalista; los nomoi tienen su fuente en la libre voluntad de los súbditos.[77]

Respecto a la libre voluntad de los súbditos, tenemos un argumento de carácter histórico para apoyar lo dicho por García Maynes: Cicerón[78] tratando de refutar a la teoría de la democracia –con la cual comulgaba el sofista- afirmó que si efectivamente el derecho estuviera fundamentado en la voluntad de los pueblos, entonces serían decretados por los gobernantes y aprobados por los jueces los derechos a robar, a mentir, a la infidelidad. ¡Vaya!, el propio Cicerón reconoce que hay una voluntad del pueblo y que ésta es negativa.
La sospecha de que el sofista defendió una teoría de la democracia se sitúa en dos lugares: 1) en la narración misma del mito prometéico que presupone la tendencia de los hombres a la política a través del aidós y la justicia, y 2) en la acusación de Diógenes Laercio al comentar que Platón copió su República de las Antilogias de Protágoras.[79]
El primer testimonio (el del mito) habla por sí solo. El segundo (el de Diógenes) suena exagerado. Con cierta mesura y  tratando de fundamentar el origen de la acusación,  Antonio Melero -siguiendo a Maier- comenta que es verosímil que el Abderita haya establecido en su libro los principios generales de una ciudad “ideal” parecida a la primera etapa  de la polis esbozada en el libro II de la República;[80] una ciudad donde la voluntad del pueblo pudo haber sido  reivindicada si se ve el contenido del citado libro  platónico a la luz del mito prometéico del Protágoras.
No obstante, en el libro II se ve que es una necesidad natural la que origina al Estado. Entonces, ¿es iusnaturalista o es iuspositivista nuestro sofista? La respuesta se resiste a ser un tajante “si” o  “no”; es un si y no. ¿Por qué? El sofista creía que por naturaleza tendemos a crear cultura (leyes, de paso), pero también por naturaleza somos libres y consecuentemente la cultura es creada nómicamente. No tendría caso legislar, si no hubiera una voluntad de hacerlo y de acatar las reglas; no tendría caso legislar para seres sin voluntad. Eso tampoco niega un derecho natural. Simplemente lo replantea ya que Protágoras concebía que en la naturaleza había una bondad relativa:[81]
[...]yo al menos sé que muchas cosas son nocivas a los hombres, a saber, comida, bebida, medicinas y otras miles de cosas; otras, en cambio, son provechosas; unas no son ni lo uno ni lo otro a los hombres, pero sí a los caballos; unas sólo a las reses, otras, a los perros; otras a ninguno de ésos, pero sí a los árboles; unas son buenas para las raíces del árbol; pero dañinas para sus tallos, por ejemplo el estiércol puesto alrededor de las raíces de todas las plantas es bueno, pero si quieres ponerlo a los retoños y a las ramas nuevas todo lo destruye. Así también el aceite es para todas las plantas totalmente nocivo y sumamente dañino para el pelo de todos los seres vivos, menos para el del hombre, pues hace más fuerte el pelo del hombre y el resto del cuerpo. Lo bueno es algo tan variado y diverso   que aquí lo que es bueno para las partes exteriores del cuerpo es lo peor para las interiores y por ello todos los médicos prohíben a los enfermos usar el aceite, salvo un poquito en lo que se va a comer, justo una pequeña cantidad para mitigar la molestia producida por las sensaciones del olfato en diferentes comidas y condimentos.[82]

El discurso anterior se centra en lo que es bueno para la conservación de la vida. Cierto que es independiente de la voluntad esa bondad o maldad, pero al menos muestra una valoración de la conservación de la vida, la cual si no es apriorística (y en ese sentido natural), al menos es desarrollada porque la naturaleza humana lo permite.
Consecuentemente el único derecho natural que hay es el de la supervivencia, cuya necesidad de sociedad no puede escatimarse, aunque sea por un mero cálculo de conveniencias.[83] Esa necesidad de vivir, por cierto esbozada en el mito prometéico bajo el emblema del designio de Zeus realizado por Epimeteo y Prometeo y reivindicado nuevamente por el señor del Olimpo, nos hace suponer que está inscrita instintivamente en el hombre, pero la manera de interpretarla, no, a pesar de que el criterio de valoración del Derecho y en general de la virtud política, sea la conservación de la vida.  En ese sentido, Protágoras es un iuspositivista, puesto que no cree en las formas platónicas ni en su anámnesis. El medio para interpretar lo bueno y lo malo es, individualmente, la razón libre y, colectivamente, el consenso entre los individuos (desde luego condicionado por la tradición).
Claro que el conflicto entre la pluralidad de valores y la violencia de las pasiones, aunque es atenuada por una educación de la voluntad, jamás es anulado, justamente porque somos libres[84] y valoramos distinto. 
Pero ¿qué es eso “bueno” y  “malo” que realiza la voluntad humana? Lo malo es definido como lo contrario a la virtud política -la cual, en oposición es buena-  y el sofista especialmente menciona como males a la injusticia y la impiedad.[85]
Resulta que tras la virtud política, de fondo está algo conocido como virtud del hombre (ándros aretén), único factor del que participan todos los hombres para la existencia de una polis. Tal virtud abarca a la justicia, la moderación y la piedad.[86] 
Ciertamente el sofista no es explícito al distinguir ambas virtudes: la política y la del hombre. Sin embargo, podríamos pensar que son distintas, ya que la virtud política  fue definida en función de la eubolía, es decir, de la buena administración de los asuntos de la casa y de la ciudad. Así pues, la virtud del hombre es la condición necesaria de la virtud política y en general del resto de la areteia.
En otras palabras, las virtudes morales (justicia, piedad y moderación) deben fundamentar y dar sentido al establecimiento de una virtud política, pues aunque la virtud es enseñada por todos, hay algunas  personas que “son particularmente aptas para dar tal enseñanza, y ésta es la pretensión que para sí mismo tiene Protágoras”.[87] Seguramente dicha aptitud, la da no sólo la capacidad racional, sino el talante moral del maestro. Por ende, es prudente mencionar que no se nace virtuoso.
Desde la infancia es enseñada la virtud y se reprende al niño cuando obra mal. Los padres, el pedagogo, el citarista, el pedotriba se encargan de ello. La memorización de las lecturas de las mejores poesías con alabanzas a los buenos hombres de antaño, el aprendizaje de ritmo y armonía musical, el fortalecimiento del cuerpo tienen bajo la tutela de los maestros dicho objetivo. Terminada la escuela, la polis obliga a conocer y vivir en sus leyes, las cuales, fueron escritas por  buenos y antiguos legisladores. De no acatar el marco jurídico, la persona es sancionada.[88] El Abderita hace énfasis en que la virtud se aprende por medio de la educación, la cual por cierto es la formación del alma (durando toda la vida) y los medios empleados para ella son fuerzas formadoras (cuidado, ejercicio, enseñanza, castigos)[89],  las cuales a su vez remiten a la tradición, ya sea poética, ya sea legislativa. La virtud, pues, es narrada, es tradicional porque es transmitida y heredada generacionalmente en una comunidad.
La cultura  cae en el mismo caso, siendo calificada por Zeppi la actitud protagórica al respecto como un pedagogismo absoluto que conduciría a una sofistocracia “nel senso che esso vede in ogni humana manifestazione niente altro che uno strumento di educazione all’areté: la  giuridicità e la policità sono risolte nella pedagocità”.[90]
Sin duda, esto nos coloca en el plano cognitivo, la tradición se enseña y se aprende, no sólo de un modo escolar (bajo la tutela de un maestro), sino también social, por ejemplo, a través de la familia[91] y y la ciudad.[92] Por desgracia, la eficacia de su aprendizaje depende de las aptitudes de cada individuo. Así, en una hipotética polis donde todos enseñaran a tocar la flauta sin recelo, habría mejores y peores flautistas, mas absolutamente todos serían aceptables al lado de quien nunca fue iniciado en ese arte.[93] De igual modo, una persona injusta sería justa y experta en la ley en comparación de alguien que no ha sido educado y ha carecido de tribunales, leyes y de necesidades que lo lleven a atender la virtud, como los salvajes que ideó el comediógrafo Ferécrates en su comedia Agrioi durante las fiestas Leneas dedicadas a Dionisio.[94]
Nuevamente vemos que la virtud es aprendida. Su medida depende de la medida aprendida por quien juzga la moralidad del otro. Por lo tanto:
El sujeto, entonces, con su naturaleza individual, interior, constituye un elemento esencial de todo el proceso educativo sofístico y de su resultado; y la educación aparece, según Protágoras, como una relación entre la interioridad espiritual y una exterioridad que es igualmente espiritual, al proceder de la interioridad de los educadores.[95]




[1] Protágoras 318 a.
[2] Platón, Protágoras, trad. de Ute Schmidt, UNAM, México, 1993, p. 12-13. Otra parte del Protágoras que manifiesta dicha oposición es el mito de Prometeo. Más adelante lo abordaremos.
[3] ANECD. PAR. (I, 171. 31 de Hippomacho B 3). Protágoras y Gorgias, Fragmentos y Testimonios, trad. de José Barrio Gutiérrez,  Orbis, Buenos Aires, 1984, p. 74.
[4] Al respecto Cappelletti  nos comenta:
“Se ha discutido si dicho mito traduce, tal como Platón nos lo ofrece, la esencia del pensamiento del sofista al respecto o si ésta ha sido allí más o menos tergiversada.
 Algunos Críticos como Shorey y Von Fritz, consideran que su verdadero inventor es Platón y no Protágoras;  otros como Friedländer, creen ver en él por lo menos ciertos elementos extraños al sofista; otros lo juzgan una versión conscientemente inexacta (Pohlenz) o aun una parodia de Platón (Gomperz, Frutiger). Inclusive entre los autores más recientes no faltan quienes, como Capizzi, se muestran adversos a la autenticidad del mito.
Sin embargo, la mayor parte de los críticos contemporáneos están de acuerdo en sostener que el contenido del “mito de Protágoras” es esencialmente auténtico y corresponde al pensamiento del propio sofista.  Se ha especulado que tal narración se encontraba dentro de: las Antilogias, Sobre la condición primitva de las cosas, Sobre la política o La Verdad. (Nestle, Menzel, Wilamowitz, Bitterauf, Lana, Ryffel, Lesky, Guthrie, etcétera)”  (Ángel Cappelletti, Protágoras: naturaleza y cultura, Academia Nacional de la Historia, Caracas, 1987, p. 119-120). De cualquier manera, la validez de este mito como protagórico es defendida por Gustavo Bueno, incluso a pesar de su posible invención platónica: [...]metodológicamente nos parece claro que, si lográsemos establecer  la oposición de esta doctrina con la propia doctrina platónica, entonces, la versión del mito de Prometeo atribuida a Protágoras, aún cuando fuese una construcción polémica, nos remitiría a una doctrina no platónica –aún desde la perspectiva platónica-y a una doctrina que tendría muchas probabilidades de tener que ver con Protágoras al menos con el Protágoras, tal y como es percibido por Platón casi medio siglo después” (Gustavo Bueno, “Análisis del Protágoras de Platón” en www.filosofia.org/cla/pla/1980gbpr.htm).

[5] Platón, Diálogos I, trad.del griego de Julio Calonge, Emilio Lledó y Carlos García Gual, Gredos,  Madrid, 1993, p. 524-528.
[6] W.K.C. Guthrie, Historia de la Filosofía Griega. Tomo III . Siglo V. Ilustración, trad. de Alberto Medina González, Gredos, España,  1988, p. 72.
[7] Carlos García, “Los sofistas y Sócrates” en Victoria Camps (coord.), Historia de la Ética. 1. De los griegos al Renacimiento, Crítica, Barcelona, 1988, p. 47.
[8] Sofistas, Testimonios y Fragmentos, trad. de Antonio Melero Bellido, Gredos, Madrid, 1996, p. 94, n. 41.
[9] Domenico Musti,  Demokratía. Orígenes de una idea, trad. del italiano de Pepa Linares, Alianza, Madrid, 2000, p. 127 y 231.
[10]Luis Astey, “Sofistas, dioses y literatura” en Estudios, ITAM, México,  núm. 52, 1998, p. 66.
[11]Martha Nussbaum, La fragilidad del bien. Fortuna y ética en la tragedia y la filosofía griega, trad. del inglés de Antonio Ballesteros, Visor, Madrid, 1995, p. 150.
[12] Antonio Alegre, Los sofistas y Sócrates. Ascenso y caída de la polis, Montesinos, Barcelona, 1986, p. 42.
[13] Martha Nussbaum, Op. Cit, p. 151.
[14] Esta María Martínez de la Escalera efectivamente considera que en la época de Platón, y nosotros lo proyectamos a una previa con el propio Protágoras, la violencia es concebida como una característica necesaria de la razón (Ana María Martínez, “Mito y mentira en la política de la memoria” en Leticia Flores y Blanca Solares, Mitogramas, UNAM/CRIM/UAEM, México, 2003, p. 87).
[15]Francisco Rodríguez, La Democracia ateniense, Alianza,  Madrid, 1975, p. 173.
[16]El nombre del primero significa que pondera sus actos después de actuar, el nombre del segundo, significa que los pondera antes de actuar (Luís Astey, “Sofistas, dioses y literatura” en Estudios, ITAM, México,  núm. 52, 1998, p. 68).
[17] Martha Nussbaum, Op. Cit. p. 51.
[18] Ibid.
[19] Antonio Alegre,  Los sofistas y Sócrates. Ascenso y caída de la polis, Montesinos, Barcelona, 1986, p.45.
[20] La idea del hombre como un ser distinto del animal  justo por la posesión de la razón, se ha pensado que es típicamente griega y especialmente aristotélica. Está basada en la frase aristotélica que dice  los animales no viven mediante la percepción y la memoria, y poseen muy poca experiencia, pero la especie humana también vive mediante la sabiduría y el razonamiento (Metafísica A, 980b, 25-28). No obstante, se olvidan muchos fans del Estagirita, como bien dice MacIntyre, que la phrónesis o razonamiento práctico, es una capacidad que el propio discípulo de Platón, reconoció en los animales, pues ellos también podían prever (Etica Nicomaquea Vi, 1140b-4-6, 20-21) (Alasdair Macintyre,  Animales racionales y dependientes. Por qué los seres humanos necesitamos las virtudes, Paidós, Barcelona, 2002 (Paidós Básica) p. 20). 
[21] Jesús Mosterín, Filosofía de la Cultura, Alianza, Madrid, 1994, p. 50-54. Mosterín específicamente se refiere a los chimpancés, los cuales en unas regiones han mostrado conocimientos que en otras otros grupos de chimpancés no poseen. Su cultura les enseña a tender emboscadas a sus presas, cazar termitas con varas,  romper frutos con piedras y tender nidos en las copas de los árboles.
[22] Rodolfo Mondolfo, En los orígenes de la filosofía de la cultura, Hachette, Buenos Aires, 1960, p. 80.
[23] La cultura, pues, es el producto de tal naturaleza y el propio mito  enumera algunos de sus elementos: la religión, el lenguaje, la cultura material (esculturas, altares, casas, vestido, etc), las técnicas, la organización social y política, la moral. Protágoras obviamente no pretende hacer una lista completa y exhaustiva. Le basta con mostrar su complejidad.
[24] Ángel Cappelletti, Protágoras: naturaleza y cultura, Academia Nacional de Historia, Caracas, 1987,  p. 128.
[25] José Solana, El camino del ágora. Filosofía política de Protágoras, Prensas Universitarias de Zaragoza, Zaragoza, 2000, p. 99.
[26] En otras palabras, el mito posee dos partes que reflejan 3 estadios.
[27]Respecto a este punto Martha C. Nussbaum afirmó que en realidad no dice Protágoras en este mito algo positivo sobre los sentimientos humanos, excepto que los seres humanos se dañaban cuando vivían  juntos y esto parece ser que fue un común denominador desde una primera instancia hasta el surgimiento del  arte político. Pero, especulando sobre el tipo de sentimientos que antes del arte político los podía atar, hemos de decir que solamente es posible concebir un vínculo sexual entre las parejas y cierto reconocimiento de relaciones mutuas entre padres e hijos (Martha Nussbaum, Op. Cit. p. 152).
[28] Ángel Cappelletti, Op. Cit., p. 129 y ss.
[29] Los nombres de Prometeo y Epimeteo comparten la raíz indoeurpoea “man” y que tiene el sentido entre los griegos de “prudente”, “previsor”. Así pues, la partícula “pro”, hace del primero prudente y “epi” hace del segundo torpe, imprudente.
[30]Ángel Cappelletti, Op. Cit., p. 129 y ss.
[31] Jean Pierre Vernant, Mito y pensamiento en la Grecia Antigua, trad. de J.D. López Bonillo, Ariel, Barcelona, 1973, p. 150. Este es un punto común tanto en el mito platónico de Prometeo, como en Esquilo, según este autor, desde el momento que afirma en que ambos hablaban de una función técnica general.  En ningún momento estamos descontextualizando la cita.
[32] Martha Nussbaum, Op. Cit, p. 153.
[33] Leticia Flores, “Atenas, Ciudad de Atenea. Mito y Política en la Democracia Ateniense del Siglo V” en Leticia Flores y Blanca Solares, Mitogramas, UNAM/CRIM/UAEM, México, 2003, p. 36.
[34] Ibid.
[35] El aidós es un concepto un poco difícil de traducir. Como dice Guthrie: “[...]es una cualidad moral más compleja, que viene a ser una combinación de pudor, recato y respeto a los demás y que no está lejos de lo que se entiende por <<conciencia>>” (W.K.C. Guthrie, Historia de la Filosofía Griega. Tomo III . Siglo V. Ilustración, trad. del inglés de  Alberto Medina González, Gredos, Madrid,  1988, p. 74-75). García Máynez  añade que aidós implica el reconocimiento de la dignidad  conciudadana de los otros y de la propia obligación para la manutención de la polis (Eduardo García, Teoría de la justicia en los diálogos de Platónt. I., UNAM,  México, 1984, p. 155). En cierta forma este aidós se puede vincular con el equivalente griego a la fraternidad democrática de la Modernidad. Dicho equivalente engloba muchos conceptos.   En primer lugar tenemos a la consanguinidad (synghéneía); sin embargo,  se limita sólo a la estirpe de las personas. También los griegos creían en el oikoiótes o familiaridad de relaciones, que quizá, en mi opinión,  podía trascender los lazos de sangre, pero se limitaba al oikos.  Quedan  entonces otras categorías que fundamentaban la democracia  incluyendo, pero rebasando a las anteriores: la eúnoia (benevolencia), la philía (amistad) y la homonia (concordia) (Domenico Musti,  Demokratía. Orígenes de una idea, trad. del italiano de Pepa Linares, Alianza,  Madrid, 2000, p.  69-70).  Las anteriores categorías pues, se pueden comparar con el aidós, que igualmente daría  cuenta del  nexo solidario entre los ciudadanos griegos.
[36] José Solana, El camino del ágora. Filosofía política de Protágoras, Prensas Universitarias de Zaragoza, Zaragoza, 2000, p. 99, 103 y ss.
[37] Salvador Rus, Op. Cit., p.  87-88.
[38] La religión debemos entenderla como una nota positiva de la cultura, una presencia universal que observó Protágoras en el hombre y que dentro de su agnosticismo no demuestra la existencia de lo divino, pero sí la puede sugerir. Esta claro, pues, como nos dice Jaeger, que los ojos de los filósofos, jamás se distanciaron de lo divino  (Werner Jaeger, La teología de los primeros filósofos griegos, trad. del alemán de José Gaos, FCE, México, 2003, p. 173).
[39] En este mito y hasta en la vesión de Esquilo, de acuerdo con Vernant “artes” es interpretado en un sentido lato: Ninguna oposición se señala entre la ciencia pura y las artes de utilidad: en la lista de sus beneficios Prometeo coloca en el mismo plano la ciencia de los números, el arte de amaestrar los caballos y la explotación de las minas” (Jean Pierre Vernant, Mito y pensamiento en la Grecia Antigua, trad. del francés de J.D. López Bonillo, Ariel, Barcelona, 1973, p. 250). 
[40] Podemos suponer un estado con clases sociales en Protágoras a partir de la división tácita que hace del trabajo. No obstante, este Estado es democrático, y antes que el mote de “artesano” o de “agricultor” o el que sea, está  un plano mayor, el de la comunidad política: “Si la ocupación define en cada uno de nosotros aquello que lo diferencia de los otros, la unidad de la Polis debe cimentarse en  un plano exterior a la actividad profesional. A la especialización de las tareas a la diferenciación de oficios, se opone la comunidad política de los ciudadanos definidos como iguales isoi, semejantes omoioi, casi podríamos decir intercambiables”. Mejor aún, este Estado democrático, generalmente poseía un estrecho vínculo con la religión, pues las magistraturas designadas constituían el sacerdocio, de tal manera que surgía una religión estatal. Debido al agnosticismo de Protágoras podríamos pensar en la posibilidad de un gobierno secularizado, no obstante también el reconoce a la religión como un dato positivo de la cultura, por lo tanto no es fácil saber su postura al respecto (Jean Pierre Vernant, Mito y pensamiento en la Grecia Antigua, trad. del francés de J.D. López Bonillo, Ariel, Barcelona, 1973, p. 265 y ss).
[41] Martha Nussbaum, Op. Cit, p. 151.
[42] D.L., IX, 51. El mismo testimonio dan Platón, Cicerón, Filodemo y Eusebio. Cfr. Protágoras y Gorgias, Fragmentos y Testimonios,trad. de José Barrio Gutiérrez,   Orbis,  Buenos Aires, 1984, p. 72-73.
[43] Luis Astey, Op. Cit., p. 43, n. 45.
[44] Guthrie ha dado otra solución a este problema que no se opone a la alegórica: que el instinto de adoración y creencia sea fundamental para la naturaleza humana es un hecho manifiesto, y el atribuirlo a la afinidad divina es justamente lo que cabía esperar de un informe  manifiestamente expuesto en la forma de la mitología popular para hacerlo más entretenido (302 c)” (W.K.C. Guthrie, Historia de la Filosofía Griega. Tomo III. Siglo V. Ilustración, trad. de Alberto Medina González, Gredos,  Madrid, 1988, p. 261).
[45] Basándose en un mero argumento de autoridad Pfeiffer dice que Antístenes fue el primer sofista alegorista y que heredó esa visión de Metrodoro de Lámpsaco. Por lo tanto, antes de él, no habría ningún sofista que hiciera uso de ella.   Más aún, Antístenes hacía una alegoría de corte moral de los pasajes homéricos, ya que los consideraba de valor ético.  Por lo tanto, Pfeiffer, parece descartar cualquier alegorismo físico. Sin embargo, olvida este autor de que el mito prometéico bien puede encasillarse como  una alegoría moral en perfecta sintonía con la interpretación de Antístenes y también con un trasfondo físico, en sintonía con Metrodoro (Rudolf PfeifferHistoria de la Filología Clásica I. Desde los comienzos hasta el final de la época helenística, trad. de Justo Vicuña y María Ros Lafuente Gredos, Madrid, 1981, p. 79 y ss).
[46] El alegorismo de Metrodoro sería similar al de Ferécides de Sira, pues, los testimonios nos  dice que el primero amplío la explicación física a los dioses y los héroes. Por lo tanto su postura coincide con la de Ferécides (Rudolf PfeifferHistoria de la Filología Clásica I. Desde los comienzos hasta el final de la época helenística, trad. de Justo Vicuña y María Ros Lafuente Gredos, Madrid, 198179).
[47] Ibidem 37).
[48] Carlos García, La mitología, 2ª ed, Montesinos, Barcelona,  1989, p. 48. Este texto es un escolio de la Iliada XX, 67 que da testimonio de lo que Teagnes creía de los mitos.
[49] Rodolfo Mondolfo, La comprensión del sujeto en la cultura antigua, EUDEBA, Buenos Aires, 1968, p. 59.
[50]Francisco Rodríguez, La Democracia ateniense, Alianza,  Madrid, 1975, p. 173 y 174.
[51] Protágoras 316 d-e.
[52] Rodolfo Mondolfo, En los orígenes de la filosofía de la cultura, 2ª ed., Hachette, Buenos Aires, 1960, p. 77.
[53]Protágoras y Gorgias, Fragmentos y Testimonios, trad. de José Barrio Gutiérrez, Orbis, Buenos Aires, 1984, p. 74.
[54] Cabe mencionar que no es el ejercicio la única vía de la cultura y su enseñanza. Como veremos más adelante también se requiere de la tradición y del cuidado.
[55] Stelio Zeppi,  Protágora e la filosofía del suo tempo, La Nuova Italia, Florencia, 1961, p. 14.
[56] Martha Nussbaum, Op. Cit. p.  153. A esta postura se añade Francois Châtelet cuando dice que  “La habilidad de las especializadas aparece como un don de la naturaleza; la política de la que la retórica es el medio y la manistestación, pertenece al menosen potencia a todos. Es lo que claramente demuestra el famoso mito del Protágoras” (Francois, Châtelet, El nacimiento de la historia. La formación del pensamiento historiador en Grecia, trad. del francés de César Suárez Bacelar, 5ª ed, Siglo XXI, México, 1999, p. 295).
[57]  Martha Nussbaum, Op. Cit, p. 172.
[58] Francisco Rodríguez, La Democracia ateniense, Alianza,  Madrid, 1975, p. 175.
[59] Fernando Savater, Las preguntas de la vida, Ariel, México, 1999, capítulo séptimo.
[60] W.K.C. Guthrie, Historia de la Filosofía Griega. Tomo III . Siglo V. Ilustración, trad. del inglés de Alberto Medina González, Gredos, Madrid, 1988, Pág. 74.
[61] Ibidem, p. 75.
[62] Stelio Zeppi, Op. Cit., p. 11 y 12.
[63] Martha Nussbaum, Op. Cit., p. 154. Sabemos que Nussbaum es polémica cuando acepta una aspiración natural de justicia. Tomaremos distancia de esta tesis.
[64] W.K.C. Guthrie,  Historia de la Filosofía Griega. Tomo III . Siglo V. Ilustración, trad. del inglés de Alberto Medina González, Gredos, Madrid,  1988, p. 76.
[65] Más adelante trataremos de mostrar que ese principio de utilidad no se escapa de ciertas condiciones epistemológicas.
[66] W.K.C. Guthrie,  Historia de la Filosofía Griega. Tomo III . Siglo V. Ilustración, trad. del inglés de Alberto Medina González, Gredos, Madrid,  1988, p. 33; Ángel Cappelletti, Protágoras: naturaleza y cultura, Academia Nacional de Historia, Caracas, 1987, p. 119; José Solana, El camino del ágora. Filosofía política de Protágoras, Prensas Universitarias de Zaragoza, Zaragoza, 2000, p. 49-53.
[67] Incluso la teoría de la evolución no sostiene necesariamente un a priori evolutivo. Dice el neurólogo colombiano Rodolfo R. Llinas al respecto: “Lo más sorprendente que esta arquitectura funcional única y específica, este sistema celular cerrado [que es el cerebro], ¡se forma sin saber a priori,, lo que su función ha de ser!. ¿Cómo es esto posible? Ésta es una de las verdades profundas de la evolución, que el cerebro comparte con los demás órganos. Las estructuras complejas y únicas de todos ellos desarrollaron funciones específicas y poderosas sin un plan final a priori. ‘Pero,  ¡un momento! ¿qué hay de la genética y del plan de desarrollo preprogramado del DNA?”, cabe preguntarse. Es claro que la genética entra en juego aquí, pero sólo como el cúmulo de una narración de una gran epopeya por parte de cada generación, narración sin argumento y ciertamente sin final” (Rodolfo R. Llinás, El cerebro y el mito del yo. El papel de las neuronas en el pensamiento y comportamiento humanos, trad. del inglés de Eugenia Guzmán, Norma, Bogotá, 2003, p. 110-111.
[68] “La exaltación de la circunstancia concreta se traduce en una exaltación del voluntarismo, del acto pragmático que resuelve el  nudo –de otra manera insoluble a nivel lógico o generalmente filosófico- de la decisión concreta” (la traducción es mía). Franceso D’agostino, Epikeia. Il tema dell’equitá nella Antichitá greca, Doot/ A Giuffré Editore, Milán, 1973, p. 24.
[69] Rodolfo Mondolfo, La comprensión del sujeto humano en la cultura antigua,  EUDEBA, Buenos Aires, 1968, p. 34.
[70] Protágoras 318 e.
[71] Protágoras 328 b.
[72] Protágoras 322 d.
[73] Protágoras 323 d-e.
[74] Hay que tener cuidado de distinguir entre dos dimensiones distintas: la naturaleza y la naturaleza humana. La naturaleza es amoral,  pero la naturaleza humana es una naturaleza  moral.
[75] Protágoras 324 b. Se ignora si esta teoría es estrictamente platónica o protagórica. De cualquier forma es muestra el supuesto de la “libertad” y al mismo tiempo es la primera reflexión griega que se posee respecto a la función social del sistema penal.  Tal función es didáctica, pues pretende hacer virtuoso al afectado. Así, de acuerdo con Menzel, hemos de decir que Protágoras sostuvo la teoría del castigo como intimidación (que evita la comisión de malas acciones) (Salvador Rus, Op. Cit., p. 88, n.5).
[76] Ibidem, p. 88.  De acuerdo con A. Sinclair,  la ley  establece límites a la voluntad de los individuos que lo componen, mediante de la renuncia a una parte de la libertad individual en aras de una protección mutua (p. 89). Más que hacer un debate ingenuo entre lo público y lo privado, lo interesante de aquí es que se resalta que el voluntarismo de Protágoras reconoce límites que desde luego determina el propio proceso de inserción a la sociedad, pero que ya una vez inserto uno, pueden variar (por eso Cornford cree que Protágoras consideraba que si legislador consideraba modificar una ley de acuerdo a lo que el momento requiere para una comunidad, esto era válido (p. 90). Dicha temporalidad de la validez de la ley parece ser avalada por Teeteto 171 b y 177 c-d, pues parece reconoce el sofista que el que lo contradice está en lo correcto (que más que la negación del principio de contradicción, afirma una sana práctica dentro de las prácticas cognitivas y cívicas), y pues reconoce la movilidad del ser especialmente en lo relativo a la justicia. 
[77] Eduardo García, Teorías sobre la justicia en los diálogos de Platón, t I, 2ª ed., UNAM, México, 1984, p.  155-156.
[78] De las Leyes I, XVI- XVII.
[79] D.L. III, 37.
[80] Sofistas, Testimonios y Fragmentos,  trad. de Antonio Melero Bellido, Gredos, Madrid, 1993  p.121-122, n. 67. En dicha primera etapa se habla de aquellas personas que se necesitan para constituir una ciudad. Las necesidades básicas de toda sociedad son la alimentación, la vivienda y el vestido. Así pues, unos individuos se hacen campesinos,  otros arquitectos,  otros  tejedores, zapateros, otros capinteros que hagan las herramientas de los campesinos, herreros que diseñen los instrumentos de los zapateros y tejedores, obreros de todo tipo, comerciantes y navegantes que comuniquen a las diversas ciudades para que éstas intercambien los productos que necesitan.  No todos tenemos los mismas capacidades y cada quien buscará hacer lo que más se le facilita. Luego es necesario un mercado y una moneda. La segunda etapa versara sobre el Estado injusto, que posee un ejercito y gente que es educada míticamente hacia la cólera y no la dulzura para con el prójimo. Así pues, Antonio Melardo cree que el sofista bien pudo haber reivindicado el papel de la mujer en la polis. Otros, como Mewaldt,  sostienen  respecto a la acusación de D.L. que Platón y Protágoras compartían la idea de que la areté política debía  preceder incluso hasta las leyes;  H. Gomperz  considera que 3 filosofemas de los Dissoi Logoi de inspiración protagórica  están presentes en la República; Theodor Gomperz, más bien dice que la copia platónica se refiere al libro I de la República con su exposición dialéctica  de la idea de justicia especialmente la contenida en 331 e - 336 a (Stelio Zeppi, Protagora e la filosofía del suo tempo, La Nuova Italia, Florencia, 1961, p. 23). ¿Qué es lo que dice el libro I de la República  en 331 e- 336 a?  A partir de Simónides Sócrates define la justicia como devolver a cada quien lo que se le debe. Sócrates entiende eso como que a cada quien se le debe dar lo que le conviene. La justicia, pues posiblemente sea inútil para algunas cosas, como el tañer cuerdas, pero será útil para otras, como las transacciones monetarias. Polemarco  opone a ese concepto la idea de que la justicia consiste en servir a los amigos y dañar a los enemigos.  A lo que Sócrates dice que el amigo es el hombre de bien y el enemigo el  hombre de mal. Por otro lado objeta Sócrates que si se le hace el mal al enemigo, se le hace más malo  y sugiere que es justo hacerle el bien y el justo es el que hace el bien a todos.
[81] Protágoras 334 a-c.
[82] Platón, Protágoras, trad. de Ute Schmidt,  UNAM,  México, 1984, p. 32-33.
[83] Armando Poratti, El pensamiento antiguo y su sombra, EUDEBA, Buenos Aires, 2000, p.  89.
[84] Martha  Nussbaum, Op. Cit., p. 156.-157
[85] Protágoras 324 a. Siendo un agnóstico suponemos que este juicio está contaminado de platonismo.
[86]Protágoras 324 e- 325 a.
[87]Alexandre Koyré, Introducción a la lectura de Platón,  trad. de José M. Cajica Jr, José M. Cajica Jr. México, 1947, p. 43.
[88] Protágoras 325 c - 326 e.
[89] Rodolfo Mondolfo, La comprensión del sujeto humano en la cultura antigua, EUDEBA, Buenos Aires, 1968, p. 32, apud, Jaeger I, 329.
[90] “en el sentido que eso ve en cada manifestación humana nada más que un instrumento de la educación en la areté: la Jurisprudencia y la Política son el resultado de la Pedagogía” (la traducción es mía).Stelio Zeppi, Op. Cit., p. 17-18 y ss.
[91] Protágoras 325 c-d.
[92] Protágoras 326 c-d  y  José Solana, Protágoras de Abdera. Dissoi Logoi. Textos relativistas, Akal, Madrid, 1996, p. 164.
[93] Protágoras 327 a-c.
[94] Protágoras 327 c – d. En ella (la obra) el coro está conformado por hombres incivilizados que comen todo crudo, son enemigos entre sí y no conocen la comunidad estatal (Platón, Protágoras, trad. de Ute Schmidt, UNAM, México, 1994, p. XLVII, n. 69).
[95] Rodolfo Mondolfo, La comprensióndel sujeto humano en la cultura antigua, EUDEBA, Buenos Aires, 1968, p. 33.

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