El logos sofístico
Autor: Ricardo Mazón Fonseca.
Los sofistas vivieron el
proceso de nacimiento del logos y su confrontación con el mito, aunque
sin oponer semánticamente a sus vocablos. Fueron partícipes de una Ilustración
Griega,[1]
donde se exigía la fundamentación de lo
pensado, pero también los sofistas le dieron un carácter antropológico de peso
al logos al considerarlo un elemento fundamental de lo humano,
justamente en el sentido onto-simbólico del mito, es decir, como una
experiencia fundadora de la realidad.
Primero que nada diremos que para
ellos el logos no era algo inmaterial, etéreo; sino por el contrario,
material: poseía una composición semejante a la del cuerpo, y manifestaba
dentro del hombre un funcionamiento análogo al de la phúsis, como lo
denotan Gorgias en la Defensa de Helena y Protágoras.[2]
El método sofístico denotaba, con
la importancia que le daba al lenguaje, que el hombre era un ser lógico. Cabe
mencionar, que no existía un cuerpo teórico uniforme del logos, sino,
más bien varias y distintas visiones.
Esquemáticamente, Schiappa las reproduce[3]:
Protágoras
|
Dissoi Logoi
|
Gorgias
|
Logos como ápate[4]
|
Pródico
|
Orthopeia[5]
|
Hippias
|
Polimatía[6]
|
Antinfonte
|
Logos como cura o escape
|
Critias
|
Logos y pensamiento
|
Trasímaco
|
Logos y
poder[7]
|
Por otro lado, si el logos
sofístico era un modelo de razón ilustrada (es decir de corte enciclopédico y
político), también era una razón que encerraba un concepto o conceptos de
hombre, y que generaba(n) una gran pluralidad de discursos. Nosotros nos
centraremos en el homo-mensura protagórico.
No obstante, cabe decir que el logos
tanto se expresaba de manera literal como de modo simbólico.[8]
Este segundo caso se observaba frecuentemente en los mitos, los cuales al ser
expresiones narrativas del logos (entendido como la razón ilustrada de
la sofística), conformaban necesariamente parte de su propia estructura.[9]
Así, pues, desde Anaximandro se
puede hablar de mitos filosóficos, es decir, se descifraban las composiciones
refinadas del arte o tradición y se hacía una nueva utilización de éstos que se
adaptara a la opinión del autor y, que con la sofística, tiene un rol alegórico
y retórico (persuasivo) muy importante.[10]
Los sofistas, por eso, abordaron e
hicieron uso de los relatos mitológicos, como así procedieron: Protágoras
narrando el mito de Prometeo; Gorgias con su defensas de Helena y de Palámedes;
Hippias con el Diálogo Troyano[11]
y Pródico, con su Apólogo de Heracles.[12]
Sin embargo, los sofistas difícilmente creyeron en el contenido los mitos, como
narraciones literales, pues llegaron a explicar a los dioses como invenciones
humanas.
De este modo, Pródico da razón del
origen de los dioses de dos modos: 1) que surgen al divinizarse las cosas y las
fuerzas que eran útiles a los hombres (el agua - Poseidón, por ejemplo), y 2)
también han sido considerados dioses "aquellos" que inventaron
alimentos, modos de guarecerse o artes (Dionisio, por ejemplo). Este
"aquellos", para Untersteiner[13]
significa "aquellos dioses" de tal manera que Pródico es un creyente
y no un evemerista,[14]
pero para Nestle y Joel[15],
más bien representa una divinización de algunos hombres que crearon productos
culturales.
A Critias, en la tragedia que
dudosamente se le atribuye -pues también se le achaca a Eurípides-, Sísifo,
se hace una distinción entre una etapa del hombre de vida bestial sin premios
para los buenos ni castigo para los malos, y otra etapa en la que se
establecieron las leyes y los dioses para evitar los crímenes entre los
hombres.
Ahora bien, Trasímaco aunque acepta
la existencia de los dioses, niega que ellos estén relacionados con los hombres,
si no, se hubieran preocupado por la justicia.[16]
Parece que el sofista, no los entiende como los seres caprichosos de Homero, ni
tampoco los considera muy interesados en lo humano. Eso nos lleva a concluir
que los mitos son antropomorfizaciones de los dioses. No obstante, pudiera ser que Trasímaco
estuviera ironizando y tampoco creyera en los dioses.
Esto, sólo deja como creyentes a
Antístenes y Alcídamas, pero tampoco ellos los interpretaron literalmente. Por
ejemplo, el segundo dijo "Dios dejó a todos libres, a nadie hizo esclavo
por naturaleza"[17].
Su recurrencia a los mitos frente a su escepticismo respecto a lo que cuentan,
sólo se explica por la importancia simbólica que tienen para el hombre.
El saber sofístico, no sólo veía el
logos como una interpretación de los relatos tradicionales, sino también
abarcaba las matemáticas, la física, la biología, el ámbito de la phýsis[18];
simultáneamente estaba referido a la sociedad, la ética, la gramática, la
historia, la filosofía, la antropología, la pedagogía y en general el ámbito
del nómos.[19]
En cierta forma phýsis
equivale a la naturaleza y nómos a la cultura.[20]
Ambas guardaban para ellos una relación, ya sea de oposición o complementación
que, de acuerdo con muchos, era el centro de la reflexión sofística[21]
y que, según F. Heimimann, fue un legado
a estos hombres de los textos del círculo hipocrático[22],
cosa que no es de extrañar si le creemos a Jaeger y a Mondolfo que
El descubrimiento del hombre entre
los griegos [...] no es descubrimiento del yo subjetivo, sino conquista de las
leyes universales de la naturaleza humana, es decir, del hombre-idea o imagen
universal y ejemplar de la especie, exigencia inspiradora de la educación (paideia)
y de la formación del valor ético (arete) de los individuos.[23]
Mas para los sofistas, a diferencia
de los médicos, esa problemática no está a nivel de la vida individual
solamente, sino también de modo colectivo y por ende implicando el mundo de la
cultura.[24]
Así pues, bajo este nuevo enfoque,
detectamos por primera vez explícitamente la dualidad phýsis-nómos
en la sofística en el fragmento de Antifón conservado en el papiro de
Oxirrinco.[25]
[1] Comenta este E.R. Dodds que la Ilustración
Griega inició en Jonia en el siglo VI a.C.
En ella no sólo participaron los filósofos milesios y otros compatriotas
suyos como Hecateo, sino también Heráclito, Jenófanes y más tarde otros
pensadores como Anaxágoras, Demócrito y los propios sofistas. Normalmente la Ilustración Griega es
considerada a partir del siglo V a.C. y surgió de una comparación con la
Ilustración del siglo XVIII impulsada Por Eduard Zeller y W. Nestle, pues bien se observaba una
confianza en la razón para resolver los problemas humanos, la crítica de la
tradición, el intento de reconstruir la organización social para hacerla más
justa y una concepción de la cultura y la educación como factores de progreso
(E.R. Dodds, Los griegos
y lo irracional, trad. del inglés de
María Araujo, Alianza, Madrid, 1996, Alianza Universidad, p. 712 y Carlos
García, “Los sofistas y Sócrates” en Victoria Camps (coord.), Historia de la
Ética. 1. De los griegos al Renacimiento, Crítica, Barcelona, 1988, p.
37, n. 3).
[2] Protágoras
334 a-c. En este apartado del Protágoras, habla de que hay muchas cosas dañinas y
benéficas cuya bondad y maldad son relativas. Este debate está metido en el
contexto de un debate sobre lo bueno y lo malo para el hombre y su alma.
[3] Edward Schiappa, Protagoras
and Logos. A Study on greek Philosophy and Rhetoric, Univeristy of South
Carolina Press, Columbia, 1991, p. 81.
[4] Apaté significa implorado, deseado y también maldito, pero también significaba
engaño. Si jugando con estos sentidos contemplamos que para Gorgias el logos persuadía mediante las emociones y
lo mismo producía deseos que repulsiones (en este sentido es deseado, maldito,
etc), también es cierto que la
concepción del logos de Gorgias,
podemos decir que responde a una visión relativista donde el lenguaje, las
cosas y el pensamiento se diferencian. Francisco Rodríguez Adradós comenta que
nuestro autor no distingue entre “logos” y “onoma”. Sin embargo
si establece una diferencia entre las cosas (pragmata), los objetos de
pensamiento (ta fronoumena) y lenguaje (logos). Ambiguamente el logos es palabra, lenguaje,
pero también aquello que es comunicado por la palabra y el lenguaje, un
contenido de la comunicación que tiene un carácter semántico, epistémico, pero
con la limitante de que engaña y la salvedad de que persuade y se adapta a las
circunstancias del auditorio (receptores) del logos, según su estado de ánimo y
carácter. En este sentido tal vez la diferencia entre los objetos del
pensamiento y el lenguaje, más que una anulación mutua implican la
subordinación del lenguaje al pensamiento (Francisco Rodríguez, “La teoría del
signo en Gorgias de Leontinos” en Francisco Rodríguez, Palabras e ideas,
Ediciones Clásicas, Madrid, 1992. p.p.
544).
[5] La orthopeia
de Pródico apunta a un análisis lógico del lenguaje, según cuenta José Barrio
Gutiérrez. Las palabras con significado semejante eran estudiadas con
detenimiento para poder así obtener significados propios exactos (Pródico e
Hippias, Fragmentos y Testimonios, trad. de José Barrio Gutiérrez,
Aguilar, 2ªedición, Buenos Aires, 1973, p. 19-20).
[6] La polimatía de Hippias consistía en su
erudición, en que él siempre enseñaba diversas materias, como astronomía,
matemáticas, geometría, genealogía, mitología, historia, pintura, escultura, la
función de las letras, sílabas, ritmos y escalas musicales. Esa erudición
parece estar vinculada con la autarquía, que era un modelo de vida y
autogobierno del individuo (Pródico e
Hippias, Fragmentos y Testimonios, trad. de José Barrio Gutiérrez,
Aguilar, 2ªedición, Buenos Aires, 1973, p. 19-20; y George Briscoe Kerferd, The
Sophistic Movement, Cambridge University Press, Cambridge, 1984, p. 47).
[7] La
vinculación entre logos y poder se
halla en la aseveración de que Trasímaco afirmó que la justicia consistía en la
convencia del más fuere y se extrapola esto a la idea de logos, como si el
pensamiento que se impusiera, fuera según dicha conveniencia.
[8] Es justo hacer
un paréntesis para aclarar qué entendemos por simbólico, ya que muchas son las
diversas interpretaciones que recibe el término símbolo, que lo entendemos
como: “un signo que remite a un significado inefable e invisible, y por eso
debe encarnar concretamente esta adecuación que se le evade, y hacerlo mediante
el juego de las redundancias míticas, rituales, iconográficas, que corrigen y
completan inagotablemente la inadecuación” (Gilbert Durand, La imaginación
simbólica, s.t., Amorrortú Editores,
Buenos Aires, 2000, p. 21).
[9] Andrés Ortiz Osés, incluso ve en el mito una
instancia anterior al logos y se funda en él, ya que el primero da cuenta de la
juntura ontológica del hombre en su mundo
y cosmos y establece una relación prelógica sobre dicha juntura (José María
Mardones, El retorno del mito, Síntesis, Madrid, 2000, p. 92). Esto en parte muestra que los sofistas,
conscientes de la plurisemia del lenguaje, vieron que el estudio de lo simbólico
llevaba a una mejor comprensión del logos porque en el ámbito narrativo se daba
la fundación del lenguaje.
[10] Jean Bollack, La
Grecia de nadie. Las palabras dentro del mito, trad. del francés de Glenn
Gallardo Jorán, Siglo XXI. México, 1999, p. 197 y 198.
[11] Cfr. Hippias Mayor 286 A. Conversación ficticia entre Nepotolemo y
Nestor sobre como se alcanzan la gloria y la fama. Es un diálogo porque a la
breve pregunta del primero, le sigue la larga respuesta a manera de discurso
del segundo (José Solana, Protágoras de abdera. Dissoi Logoi. Textos
relativistas, Akal, Madrid, 1996, p. 152, n 33). Además
debemos decir que este sofista también aceptó ser una persona enterada de la
historia ancestral, pues a necesidad de hablarle a gente, como los
lacedemonios, de fundaciones de ciudades
y relatos de cosas antiguas, se volvió un experto en ellos (Hip. May. 285 d-e) (Salvador Rus, El problema de la
fundamentación del Derecho. La aportación de la sofística griega a la polémica
entre naturaleza y ley, Universidad de Valladolid, Valladolid, 1987, p.
37).
[12] Jenofonte. Mem. 2, 1, 20-34. Aquí se narra la disyuntiva que tiene Hércules de
elegir entre el vicio (como una mujer hermosa) y la virtud (como una mujer más
recatada) (Salvador Rus, El problema de la fundamentación del Derecho. La
aportación de la sofística griega a la polémica entre naturaleza y ley,
Universidad de Valladolid, Valladolid, 1987, p. 37).
[13] Pródico e Hippias, Fragmentos y
testimonios, trad. de José Barrio Gutiérrez, Aguilar, 2ª edición, Buenos
Aires, 1972, p. 24 y ss.
[14] Aquel que interpreta a los dioses
como una metáfora de la naturaleza.
[15] Ibidem. En lo personal esta postura me
resulta más aceptable, pues, el fragmento en el que Filodemo (De piet., 9, 7)
reproduce la teoría de la religión de Pródico, dicho doxógrafo indica que este
sofista destruyó la noción de divinidad. Si Pródico hubiera creído en los
dioses, Filodemo jamás hubiera aseverado semejante afirmación. Sólo que
desconfiáramos de las fuentes de Filodemo es que podríamos ignorar su comentario.
[16] Hernán Ortiz, La especulación
iusfilosófica en Grecia Antigua: desde Homero hasta Platón, Temis, Bogotá,
1990, p. 126.
[18] Esta aseveración sorprendente tiene
su trasfondo. Por ejemplo Platón en el Hipias Mayor 301 d-032 se da testimonio de que Hippias creyó en
"[...] la existencia de las clases de cosas dependientes de un único ser,
continuo o extenso, sin interrupción, por todo el mundo físico" (cfr.
Sofistas, Testimonios y fragmentos, trad. de Antonio Melero
Ballido, Gredos, Madrid, 1996, p.
292). También Sexto Empírico aseguró que Protágoras tuvo una teoría de los
efluvios parecida a la de Empédocles. Igualmente Gorgias estuvo interesado en
dicha teoría del filósofo de Agrigento y a su vez, el sofista de Leontini creyó
-posiblemente- que el sol era una masa roja incandescente. Pródico también tuvo
cierta inquietud naturalística: reflexionó sobre los cuatro elementos y
discutió su identificación con los dioses, el sol y la luna como fuente de vida
de todas las cosas (George Briscoe Kerferd, The Sophistic Movement, Cambridge
University Press, Cambridge, 1984, p. 39).
[19] Desde luego que esas áreas del
conocimiento responden a nuestra cosmovisión y no propiamente a la antigua. Sin
embargo lo que se pretende en este
párrafo es tratar de trae a nuestro contexto lo que su paideia abarcaba.
[20] Es verdad que phýsis y
naturaleza estrictamente no están
emparentadas etimológicamente, pues la primera viene del latín natura,
que a su vez se deriva del indoeuropeo gnatura que en indoeuropeo se traduce
+g’n . Esa raíz se vincula con el griego
“genos” y la “génesis”, lo cual representa también el origen,
nacimiento, principio de las cosas A
partir de ello consideramos que etimológicamente no podemos vincular con al
“ser” al concepto de génesis, pero sí semánticamente. Ahora bien, si no hay una
vinculación etimológica, sino semántica, entre naturaleza y génesis, resulta
que era más bien la palabra físis, la que era más usada. Es a partir de San
Agustín y algunos predecesores o contemporáneos suyos, como Mario Victorino que
se empieza a sustituirse el término “phyisikos” por “naturalis”.
Ahora bien Rodolfo Mondolfo agudamente ha
observado que ya en la concepción griega de la naturaleza estaba presente el
ámbito de lo humano, como lo es la explicación del funcionamiento del cosmos a
través de leyes, concepto derivado de la
experiencia del ámbito de lo humano. Cultura y naturaleza no eran dos esferas
divorciadas. Anaximandro sería un claro ejemplo de esto. Y aunque es cierto que
se ha objetado que el concepto de arjé
corresponde a una interpretación aristotélica de este cosmólogo, lo
cierto es que se llamara como se
llamara, el apeiron -o algún ciclo donde
este participara-, regía el universo y
el propio fragmento anaximándrico alude a un funcionar rector de las cosas y su nacimiento y
disolución debido la injusticia, pena y expiación. La phýsis y el nómos no parecen
estar peleados. También el uso de teogonías lo denota: “Esto constituye el
rasgo característico esencial en todas las teogonías, cuyo carácter mítico está
determinado precisamente por el hecho de que se extraen del mundo humano, de
las experiencias de la vida y de las
relaciones sociales, de la generación y de la lucha, los elementos fundamentales
para sus explicaciones e interpretaciones del devenir cósmico, y por ende se
representan las relaciones entre los seres y las fuerzas, los fenómenos y por
momentos del inmenso proceso universal, como relaciones entre personalidades
concebidas antropológicamente” (Rodolfo Mondolfo, En los orígenes de la filosofía de la cultura, 2ª ed.,
Hacchette, Buenos Aires, 1960, p. 31 y ss; Raimundo Paniker, El
concepto de naturaleza. Análisis
histórico y metafísico de un concepto, Consejo Superior de Investigaciones
Científicas/Instituto “Luis Vives” de Filosofía, Madrid, 1951, p. 86 y ss; Werner Jaeger, La teología de los primeros
filósofos griegos, trad. del alemán de
José Gaos, FCE, México, 2003, p. 10).
[21] Raimundo, Paniker, El concepto de
naturaleza. Análisis histórico y
metafísico de un concepto, Consejo Superior de Investigaciones Científicas/Instituto
“Luis Vives” de Filosofía, Madrid, 1951,
p. 116.
[22] Sofistas, Testimonios y
fragmentos, trad. del griego de Antonio Melero Ballido, Gredos, Madrid,
1996, p. 36, n. 127). Jaeger da información más precisa al
respecto: la expresión de “naturaleza
del hombre” aparece frecuentemente en la literatura médica griega; incluso
hasta mereció un tratamiento en libros exclusivamente diseñados para ellos,
como el del discípulo y yerno de
Hipócrates, Polibo, Sobre la naturaleza del Hombre (Werner Jaeger, La
teología de los primeros filósofos griegos, trad. del alemán de José Gaos,
FCE, México, 2003, p. 252, n. 11).
[23] Rodolfo Mondolfo, En los orígenes
de la filosofía de la cultura, , 2ª ed., Hachette, Argentina, 1960, p. 26.
[24] Ibidem. Pág. 74. En es mundo de la
cultura podemos insertar el logos, ya que este es entendido, como una
estructura que al enfrentarse a la
phúsis, articula un sistema de conexión de verdades. Baya, la cultura descubre un mundo natural
que produce a un hombre también con una naturaleza, la cual éste descubre y
narra con intención de correspondencia, de verdad y con otras intenciones (cfr.
Salvador Rus, El problema de la fundamentación del derecho. La aportación de
la sofística griega a la polémica entre naturaleza y ley, Universidad de
Valladolid, Valladolid, 1987, p. 34).
[25] Antonio Escohotado, De Phýsis a
Polis. La evolución del pensamiento filosófico griego desde Tales a Sócrates,
2ª ed, Anagrama, Barcelona, 1995. p. 17.
Comentarios
Publicar un comentario