El cerebro, la conciencia y el pensamiento

El cerebro es el pedazo de materia más complejo del universo conocido. Es aproximadamente un kilo y cuarto a un kilo y medio de proteínas que se entrelazan configurando unos 100 mil millones de neuronas que, a lo largo de la vida humana, van muriendo unas y naciendo otras.[1]  Por mucho tiempo se supuso que era el cerebro con mayor cantidad de neuronas y conexiones neuronales, en consecuencia. Hoy sabemos que el cerebro de un elefante casi lo triplica: tiene 257 mil millones de neuronas.  También el elefante tiene un cerebro más pesado. Pesa cuatro kilos. Y no es tan grande como el del cachalote, que pesa 8 kg. En ese sentido no es ni el cerebro más grande, ni con más peso, ni neuronas.[2]   

El cerebro humano pesa aproximadamente el 2% del peso corporal, pero consume una gran cantidad de energía.[3] Cada neurona establece entre mil y diez mil conexiones con otras neuronas, distribuidas en dos hemisferios interconectados con sus respectivos lóbulos frontal, temporal, parietal y occipital. Si el cerebro se estirara, tendría una superficie de dos metros cuadrados. No es de extrañar que entonces este órgano demande del 20 por ciento de la sangre y oxígeno del cuerpo, pues es una máquina poderosa con miles de vasos sanguíneos que consume mucha energía. Incluso, podría mantenerse encendida una lámpara con la cantidad energética que produce. Él controla mediante señales eléctricas las funciones del cuerpo sin ni siquiera tener que pensar en ellas. Lo necesario para conservar la vida, o incluso arriesgarla, está ahí. Experiencias tan importantes, como el pánico, el miedo, la culpa, la memoria, el sueño, el orgasmo o el enamoramiento están ligadas a la estructura y dinámica cerebrales.  También en él radica la mente, o mejor aún, él crea una mente. Es decir, la conciencia está ahí. Está altamente ligado al control de la percepción.[4]   La conciencia puede definirse como un estado de vigilia (como el darse cuenta del mundo o como el darse cuenta de sí mismo) o se puede identificar con la mente, es decir, es el cúmulo de las actividades del cerebro que van desde el conocer, pensar, expresar, desear, decidir, esperar, recordar y creer, hasta otras actividades no conscientes, como el dormir o la actividad eléctrica del cerebro durante una crisis epiléptica.[5] Hasta podemos identificar la conciencia con nuestra concepción de lo bueno y lo malo (conciencia moral).  De acuerdo con el neurólogo Antonio Damasio la conciencia surge cuando el cerebro logra representar objetos, hacerse una representación de su ser y puede armar una historia de su ser ante los objetos, aunque no tenga el vocabulario para hacerlo.

 Algo muy interesante es que la mayor parte de la actividad cerebral es inconsciente, como se observa en los procesos de control que tiene el cerebro sobre los órganos, aparatos y sistemas del cuerpo.  La conciencia es sólo una parte del cerebro, pero no su todo.

Función y características del cerebro

 

En consecuencia, podemos decir del cerebro que “su función básica conduce a un objetivo aparentemente simple: mantener al individuo vivo y en constante contacto con el medio que lo rodea”.[6] Ya en específico tiene las siguientes características: el procesamiento de información, emisión y recepción de señales, establecimiento de módulos y conexiones, individualidad y determina la individualidad y posee plasticidad.  Esto produce en la conciencia el lenguaje, recuerdos sensaciones, percepciones, pensamientos, emociones y acciones.

                Además, es el mayor órgano del sistema nervioso central. Es el único órgano envuelto totalmente por una cavidad ósea. El cerebro coordina el funcionamiento del organismo humano.  A través de éste percibimos el mundo, nos adaptamos a él.   Cabe mencionar que no trabaja solo sino dentro de un sistema nervioso.

Estructura del sistema nervioso

 

El sistema nervioso está compuesto con un conjunto de células que constituyen una red de comunicación y control a través de señales eléctricas que recorren el cuerpo en milisegundos. En la actualidad se habla de que consta de 3 grandes subdivisiones: el sistema nervioso central (constituido por el cerebro y la espina dorsal, el sistema nervioso periférico, constituido por 12 nervios craneales y 31 nervios espinales que se dividen en varias terminaciones nerviosas y el sistema nervioso autónomo que involucra a parte del sistema nervioso central y del periférico.

La neurona

 

Este sistema está constituido por un tipo concreto de células llamadas neuronas. Ellas constan de protoplasma, núcleo y unas prolongaciones que, si son cortas, ramificadas y reciben impulsos, son llamadas dendritas; si son largas, lineales y envían impulsos, son llamadas axones. Las neuronas se unen unas con otras a través de una conexión llamada sinapsis, la cual junta axones con dendritas. Hay  varias formas de sinapsis: la axosomática (que conecta a una axón con el cuerpo de una neurona), la axoespinodéntrica (que conecta a un axón con una protuberancia a manera de espina que hay sobre una dendrita), la axodendrítica (En la que se tocan un axón y una dendrita) y la axoaxoespinodentríticas (que conectan un axón sobre otro axón que toca la espina de una dendrita).

En las sinapsis actúan ciertas substancias químicas llamadas neurotransmisores. Las hormonas, en cambio, son químicos que viajan por el torrente sanguíneo. Algunos neurotransmisores viajan por el torrente sanguíneo y se les llama neurohormonas.[7]

 En fin, los neurotransmisores permiten pasar de una neurona a otra célula a su lado las señales eléctricas del cerebro. Efectivamente, los mensajes que transmiten las neuronas a través de descargas eléctricas cuando alcanzan el extremo del axón hacen que las vesículas sinápticas -situadas ahí- liberen dichas sustancias químicas que afectan a la siguiente neurona. Existen una multitud de neurotransmisores.

Los principales son la acetilcolina, la dopamina, la serotonina, la norepinefrina y el glutamato. Se agrupan en tres tipos: la acetilcolina, las monoaminas (que abarca a la dopamina, histamina, norepinefrina y la serotonina) y los aminoácidos (GABA, ácido glutámico, ácido aspártico y la glicina).

Algunas neuronas reciben mensajes de los órganos sensoriales y los envían a la médula espinal. Se llaman neuronas sensoriales o aferentes. Otras llevan mensajes de la médula espinal o el encéfalo a los músculos. Se les llama neuronas motoras o eferentes.  Si transmiten mensajes de una neurona se les llama neuronas asociativas o interneuronas.  También se pueden clasificar en unipolares, bipolares o multipolares. Las primeras tienen un axón que conecta con el cuerpo de la célula y éste (el exón) se divide en dos o más ramas; las segundas son aquellas cuyo cuerpo celular conecta por un lado con un axón y por el otro con un paquete de dendritas; la multipolar posee un cuerpo que tiene un axón y varios paquetes de dendritas. Las neuronas multipolares son las más abundantes en el cerebro. 

También existen otras células en el sistema nervioso. Se llaman células gliales o glía.  Estas células son más abundantes en el sistema nervioso que las neuronas como por 10 veces más.[8] Existen tres grandes tipos de estas células: los astrocitos, los oligodentrocitos y la microglía.  Los astrocitos sostienen a las neuronas y las nutren, los oligedendrocitos producen una vaina de mielina, la microglía ayuda a la cicatrización de las lesiones. En griego glía significa pegamento. La función de tales células es mantener a las neuronas en su lugar, darles alimento y eliminar los desechos, así como ser una barrera contra sustancias nocivas. Un tipo de estructura gliar es la célula de Schwann, que recubre a los axones del sistema periférico, aislando su corriente eléctrica y protegiéndolos. Algo interesante es que esas células se repliegan y vibran cuando se produce un aprendizaje que implique al axón al que protegen.

La estructura del cerebro y el sistema nervioso

 

Si abriéramos el cráneo y viéramos el encéfalo, veríamos dos sustancias de colores: la materia gris (constituida fundamentalmente por interneuronas) y la materia blanca (constituida por fibras nerviosas cuyo color se debe a la mielinización).

Las neuronas, que en su mayoría están en el cerebro, se conectan a su vez con el resto del cuerpo por medio de los nervios, que son un conjunto de fibras provenientes de las neuronas con prolongaciones agrupadas en haces que siguen un mismo trayecto. Esas fibras echan mano de un transmisor denominado mielina. En parte de sus trayectos los nervios son controlados por algunas neuronas que constituyen unos ganglios. Algunos nervios llegan a tener un metro de longitud. Esos nervios son agrupados fundamentalmente por una especie de tubo que los conecta al cerebro, es decir, la médula espinal, la cual está contenida dentro de la columna vertebral. Al terminar la médula espinal, todo ese ramificado desemboca en un área con forma de pirámide cuadrangular: el bulbo raquídeo. Éste contiene núcleos neuronales que conectan con el cerebro, regulándose ahí varias funciones vitales: la cardiaca, la respiratoria, la vasoconstrictora, la digestiva. El bulbo raquídeo entronca también con otras estructuras: la protuberancia anular y el cerebelo (el cual coordina los movimientos de los músculos, el balance, la postura y el equilibrio) a través del cerebro medio (mesencéfalo). Entre todas ellas constituyen el tallo cerebral. Arriba del tallo se encuentra el prosencéfalo; está constituido por el tálamo (que controla los impulsos sensitivos, recibe las señales nerviosas de los sentidos, excepto del olfato), el hipotálamo (que controla la regulación de la temperatura, el metabolismo, el sueño, los estados emocionales, las funciones sexuales). En la punta del hipotálamo está la hipófisis o glándula pituitaria. Ella secreta ocho hormonas que regulan a otras glándulas o partes del cuerpo, como la piel, la tiroides, las glándulas sexuales, el crecimiento del cuerpo y los huesos, el útero y los pechos, los riñones y las glándulas suprarrenales. Igualmente, la pituitaria es afectada por dos hormonas provenientes del hipotálamo. También en esa zona se encuentra la glándula pineal que regula el sueño a través de una hormona que se llama melatonina.

En síntesis, podemos decir que el hipotálamo entre el sistema nervioso y el sistema endócrino.   Así el cerebro se vincula con la glándula tiroides (que regula el metabolismo y las pulsaciones del corazón), el timo (que participa de la regulación de las células de la sangre),  el corazón (que regula el volumen sanguíneo y la presión), el estómago que produce hormonas para la digestión), las glándulas suprarrenales (que producen epinefrina y regulan el metabolismo de algunas sustancias como el azúcar, el sodio y el potasio), los riñones (que estimulan la producción de sangre), los intestinos que también liberan hormonas para la digestión) y las glándulas sexuales  (que producen hormonas que afectan características del cuerpo y la conducta sexual). Parte del equilibrio que genera, producen el hambre, la sed, el sueño y el apetito sexual.

El conjunto de estas estructuras controla las funciones más básicas e involuntarias del organismo humano. Eso es conocido como el sistema nervioso autónomo o neurovegetativo. Dirige músculos y glándulas de manera inconsciente. Luego, hay un área que controla las funciones conscientes del cerebro: la voluntad, la memoria, la inteligencia, el lenguaje y la misma conciencia. Dicha área la constituyen dos hemisferios de corteza cerebral (que abarcan el 80% del volumen del cerebro) y los núcleos de su base, unidos por unas cisuras. El hemisferio izquierdo está especializado en el manejo del lenguaje y el pensamiento lógico-aritmético; el hemisferio derecho se concentra en la percepción visual, el procesamiento espacial y el procesamiento holístico de la información sensorial.[9]  Lo que es falso es que un hemisferio izquierdo sea meramente analítico y el derecho creativo, tan falso como que el hemisferio izquierdo sea materialista y el derecho místico. La creatividad y la resolución de problemas matemáticos implican a ambos hemisferios. Se han tergiversado, además de simplificado, algunos estudios y de ahí ese postulado. El salto lógico que se ha dado es el siguiente: conciencia espacial = pintar = arte = personalidad artística = creatividad. Y aritmética = números = contar = personalidad práctica = materialismo.  Eso lo explica Nicky Hayes.

 También sabemos que un hemisferio es más dominante que el otro por lo regular. A ese fenómeno se le conoce como lateralización. Cuando domina los procesos mentales el hemisferio izquierdo la gente es diestra, cuando la actividad de ambos hemisferios es equilibrada, la gente es zurda. Cabe mencionar que el dominio de uno u otro hemisferio del cerebro no implica un mayor poder cognitivo. Como tampoco la lateralización como sucede de manera estándar es necesariamente un absoluto, puede haber lateralización del procesamiento del lenguaje en el hemisferio derecho o del procesamiento espacial en el lado izquierdo en algunos casos.

A su vez, ambos hemisferios se pueden analizar en áreas de asociación donde los mensajes de las percepciones captadas sentidos se combinan entre sí. Se les llama lóbulos. Son cuatro. El lóbulo frontal se especializa en el movimiento voluntario, la atención, la emisión de juicios y la conducta; el occipital en la información visual; el temporal en la audición, el balance, el equilibrio, algunas emociones y las motivaciones; el temporal procesa la información sensorial del cuerpo y el lenguaje. En otras palabras, funcionalmente los lóbulos se especializan de la siguiente manera: el frontal en el comportamiento del individuo, (planificación, control de sus movimientos y socialización), el parietal en la representación y exploración del espacio en el cerebro (hacia dentro y fuera del cuerpo y en clara relación con el lenguaje), el occipital (que decodifica la información visual de las formas, colores y movimientos).

La organización del cerebro, vista de manera vertical, también es distinta. En el área cortical se contienen las funciones las sensaciones conscientes, el pensamiento abstracto, el razonamiento, la memoria de trabajo. En el área inferior que le sigue, la límbica, está ligada a las reacciones emocionales y e instintivas. En el área del cerebro medio es el área que recibe las sensaciones del cuerpo y transmite la información de otros estímulos a las partes superiores del cerebro. En el área del bulbo raquídeo se controlan las funciones vegetativas del cuerpo independientemente de la conciencia. Específicamente encontramos funciones como el movimiento involuntario de los ojos, la respiración, el latido del corazón, la presión sanguínea, el reflejo del vómito, la deglución, la tos o el estornudo.

Los circuitos eléctricos que se establecen en el cerebro, pueden y de hecho, cambian conforme las necesidades y retos que les ponen el medio ambiente y/o las lesiones neurológicas. A esto se le conoce como plasticidad cerebral. El cerebro es tan cambiante, que experimenta transformaciones morfológicas tenues pero perceptibles de los giros y surcos que posee, así como de algunas estructuras internas que llegan a crecer, como el hipocampo de los taxistas, por ejemplo.[10] Otro ejemplo es el de los astronautas que, después de un tiempo en el espacio, crece su materia gris relacionada con el movimiento de las extremidades inferiores, eso es debido a las nuevas condiciones que impone la microgravedad.  El cerebro se modifica por un estímulo constante o por un cambio en el ambiente en el que vive. Cuando nace el humano el cerebro mide apenas el 25% del tamaño que va adquirir.  Sin embargo, el cerebro del bebé es ya bastante grande, pues es 6 veces más grande en relación a su cuerpo que el cerebro de un adulto.[11] A los seis años de edad el cerebro ya alcanza el 90% de su tamaño final.  Será hasta los 20 años aproximadamente cuando termine su desarrollo. Aun así, el cerebro no deja de transformarse. A partir de esa edad, en adelante, la masa cerebral disminuye un gramo por año.[12] Además, se sabe que la plasticidad cerebral es fuertemente determinada por la cultura.[13]

Al conjunto de las neuronas dentro del cráneo (encéfalo) y a la médula espinal les llamamos sistema nervioso central. A los nervios lo llamamos sistema nervioso periférico. El sistema nervioso central es una especie de centro de control que recibe señales del cuerpo y envía nuevas señales a éste para decirle cómo reaccionar. El sistema nervioso central es protegido por tres membranas denominadas meninges y por una sustancia clara, transparente con linfocitos, glucosa, sales y dióxido de carbono denominada líquido cefalorraquídeo.[14]  También el sistema nervioso se suele dividir en somático y autónomo.  El primero está constituido por las neuronas sensoriales y motoras que nos permiten percibir y reaccionar conscientemente. Influye sobre el sistema músculo-esquelético. El sistema nervioso autónomo, en cambio, está formado por las neuronas del sistema nervioso central que se comunican con los órganos internos del cuerpo. El sistema nervioso autónomo se suele dividir en simpático y parasimpático. El primero prepara al cuerpo para la acción en una emergencia, sea para huir o para luchar; el segundo envía señales de relajación. Ellos participan del equilibrio interno que debe de haber en el cuerpo como un ambiente armónico. A este proceso complejo se le llama homeostasis. En estos sistemas participan tanto el la corteza cerebral que da respuestas voluntarias a los desequilibrios que experimenta el cuerpo y el hipotálamo que activa el sistema nervioso autónomo para dar una respuesta.

También sabemos que los cerebros de los animales tardaron mucho en evolucionar. En los invertebrados hay un cerebro primitivo constituido por un ganglio que conecta células neuronales con fibras nerviosas. Los invertebrados constituyen el 97% de las criaturas del reino animal. El sistema nervioso más sencillo ha sido encontrado en la hidra (un invertebrado acuático). El cerebro más complejo y grande entre los invertebrados es el del pulpo. Su cerebro consta de 65 millones de neuronas, más 2 mil ventosas con un ganglio nervioso que contiene medio millón de neuronas extras y tiene otros ganglios nerviosos. Su sistema nervioso descentralizado es único.[15] Todavía más complejo se volvió el cerebro de los vertebrados. Los cerebros menos desarrollados los encontramos entres los peces, los anfibios, los reptiles y los pájaros. El cerebro del pez está más especializado en el movimiento y el control de la flotación, el cerebro anfibio y reptil están especializados fuertemente en el olfato, mientras que el cerebelo de las aves está especializado en el control del balance y la posición durante el vuelo. Los cerebros más desarrollados están en los mamíferos. Tienen una corteza cerebral mayor. Dentro de éstos, especialmente en los primates. En el periodo jurásico, los dinosaurios son podía cazar y luchar entre sí, pero no tenían funciones superiores como el lenguaje o el pensamiento simbólico. Se sabe que el cerebro tuvo una evolución que consta de tres momentos: 1) el cerebro protoreptiliano, donde están los ganglios basales, que controlan las funciones autónomas, como el sueño y la vigilia; 2) el cerebro paleomamífero, que posé al sistema límbico (la amígdala, el núcleo de área septal y el lóbulo límbico), que genera afectos relacionados con la supervivencia: atracción, alimentación y actos reflejos; 3) y el neocortex, altamente característico de los humanos: que controla las sensaciones conscientes sensitivas y somáticas, así como la anticipación y la planificación.

Historia del conocimiento del cerebro

 

Saber todo lo anterior nos llevó miles de años. Claro que el cerebro era conocido entre los hombres desde hace mucho. Al menos, ya aparece citado en un papiro egipcio del siglo XVII a.C.  Sin embargo, no se le atribuía las funciones que hoy se le conocen. Para los egipcios, los mesopotamios, hebreos, hindúes, y  algunos griegos, el corazón era el centro de las funciones vitales humana.  En la religiosidad popular griega, por ejemplo llegaron a pensar que la psique existía en el hígado.[16] Por eso el castigo tan flagrante a Prometeo. Aristóteles, específicamente, creyó que la mente estaba en el corazón. El primero en  pensar de otra manera, fue Hipócrates (ca. 460-377 a.C.), quien concibió al cerebro como el centro de las actividades del cuerpo y de las enfermedades mismas.  Se dio cuenta que las lesiones en la cabeza producían algunas parálisis o convulsiones, y desmitificó a la epilepsia como una enfermedad sagrada. Así, creó la teoría de los cuatro humores que atribuía una causa natural al mal funcionamiento del cuerpo. El desequilibrio entre éstos es el causante de algún padecimiento.[17] Galeno, siglos más tarde, (130-200 d.C.) continuó con los estudios de Hipócrates observando a los muertos en el campo de batalla o en la arena de gladiadores y diseccionando animales, en ocasiones vivos, postulando que los nervios conectaban a los espíritus de los animales con el cerebro, donde efectivamente residía la actividad mental y la movilidad de las criaturas animadas.[18]  Esta tesis continuó durante la Edad Media y hasta el siglo XVII, que fue puesta en duda.

Durante el Medievo sus ideas y las de Hipócrates fueron el modelo a seguir, por prohibición papal no se hacían disecciones de cuerpos. Sin embargo, se llegaban a hacer algunas clandestinas. Fruto de esos trabajos surgió la Anatomía de Mondino en 1316.[19] Ya en el Renacimiento, se volvieron a estudiar los cuerpos. Leonardo da Vinci, hizo un modelo en cera de los ventrículos del cerebro, Andrés Vesalio hizo disecciones y publicó sus estudios del cuerpo humano en su tratado De humanis corpori fabrica, descubriendo que los trabajos de Galeno estaban basados en la disección de un mono y no de un ser humano. También el filósofo francés René Descartes consideró que los cuerpos animales eran autómatas con un sistema hidráulico que implicaba acciones voluntarias, otras involuntarias, cuya alma residía en la glándula pineal. Esta misma analogía la aplicó al cuerpo humano. Claro que pensó que el alma humana era algo con existencia propia y distinta radicalmente al cuerpo.

La tesis de los espíritus animales fue superada hasta el siglo XVIII, cuando se descubrió la electricidad animal por Luigi Galvani. En el siglo XIX, Paul Broca estudió el cerebro de un paciente muerto con imposibilidad de habla y epilepsia. Postuló que había una relación entre la corteza del cerebro y el lenguaje. Luego, varios científicos realizaron experimentos con perros y comprobaron la relación que había entre la corteza y las funciones superiores. Posteriormente,  Santiago Ramón y Cajal descubrió la neurona como unidad fundamental del sistema nervioso. Las grandes interrogantes sobre el cerebro versaban sobre su estructura macroscópica. Ramón y Cajal permitió centrar las interrogantes en su estructura microscópica y el procesamiento de información. Inmediatamente Charles Sherrington  descubrió la sinapsis, Edgar Adrian estudió el código de comunicación entre ellas y Hans Berger detectó ondas eléctricas en el cerebro: las alfa (en situaciones de reposo con los ojos cerrados), las beta (cuando el cerebro está activo y atento), las gamma (cuando las funciones cognitivas requieren de alta concentración), las delta (en estado de sueño profundo), las theta (estado de somnolencia).  

La conciencia y el sueño

 

A lo largo del siglo XX fue estudiado a detalle el funcionamiento bioquímico del cerebro y las funciones que realiza, así como la misma conciencia.  Es un misterio el cómo un conjunto de varias células puede generar la conciencia y dar significado a un mundo que no lo tiene.[20]  También resulta sorprendente que la conciencia tiene ritmos cíclicos de vigilia durante el día (ritmos circadianos) que se ven interrumpidos regularmente en la noche por el sueño con todas sus fases: la etapa I, de somnolencia (5% de la noche), etapa II, de ausencia de movimiento, escaso movimiento ocular y alta actividad eléctrica (45% de la noche), y las etapas III y IV, de sueño profundo, con los ojos inmóviles y un actividad eléctrica baja, (50% de la noche).   Ahora bien, el ensueño, es decir, el soñar en estricto sentido una serie de imágenes que asociamos a una trama narrativa cuyo grado de coherencia puede variar, dura solamente dos horas  de toda la noche en el ser humano. Algunos cerebros de animales de otras especies tienen horarios de sueño distinto: los caballos duermen solamente tres horas, los murciélagos duermen entre 17 y 20 horas,  las moscas ¡nunca duermen!, los delfines, las vacas marinas y algunas ballenas, “duermen” con un hemisferio del cerebro despierto y el otro dormitando.[21] Ahora bien, ¿por qué soñamos mientras dormimos? Nadie sabe en realidad por qué. Los psicoanalistas creen que para expresar los contenidos mentales reprimidos que conscientemente no queremos aceptar, los neurólogos consideran que tal vez sea para reprocesar lo aprendido y afianzar la memoria. No obstante, puede haber personas con insomnio y buena memoria. Tampoco hay evidencia sólida que diga que expresamos nuestro inconsciente en nuestros sueños.

 

Teorías de la conciencia

 

Algunos estudiosos, como Rodolfo Llinás y el filósofo John Searle, creen que la conciencia surge de un proceso sincronizado de las oscilaciones magnéticas gamma del cerebro (teoría magnética).  Roger Penrose,  cree que es un proceso de física cuántica que surge en los micro túbulos de las células nerviosas (teoría cuántica). Bernard Baars propone una teoría computacional de la conciencia que habla de módulos que procesan información que en su conjunto dan una conciencia. Seguramente la teoría de Baars esté basada en la teoría de Edelman y Tononi, quienes proponen que la conciencia primaria surge del registro de escenas vividas en distintas áreas especializadas del cerebro a la hora de elaborar nuestros conceptos.   Nicholas Humprey lanza una teoría social de la conciencia que señala que no sólo las neuronas, sino que la sociedad –en el caso del ser humano- tiene un papel importante en la generación de la conciencia (es cierto, que ausencia de sociedad no aniquila la conciencia, pero sí la limita terriblemente).[22] Siguiendo esta última línea,  el antropólogo Roger Bartra sostiene la hipótesis de que el cerebro humano, en ciertas regiones suyas, tiene una dependencia neurofisiológica de los sistemas simbólicos (el arte, la mitología, el mismo lenguaje) que sustituyen algunas  funciones cerebrales a través de operaciones simbólicas que funcionan como un exocerebro  y que son asimilados vía el lenguaje.[23] Un ejemplo claro de esto es la creación  de la memoria artificial.

Si la conciencia se reduce al cerebro (monismo) o si es algo independiente a éste (dualismo), es un asunto que todavía no tiene una solución contundente, al menos para las corrientes filosóficas de inspiración cristiana. Algunos especialistas abogan por la irreductibilidad de la experiencia a categorías científicas y explicaciones neurológicas. El dualismo permitiría confirmar el conocimiento teológico que hay en las religiones, explicaría la supervivencia del alma después de la muerte y los fenómenos paranormales, explicaría por qué la máquina cerebral es activada, daría sentido al poder que tiene la mente sobre la materia,     y al ser inmaterial la mente, ésta no podría ser conocida de la misma forma que se conoce la materia; el dualismo explicaría todo del modo más simple posible, confirmaría por qué el lenguaje ordinario echa mano del  propio dualismo a la hora de hablar. Sin embargo, Mario Bunge señala que el dualismo es ambiguo en su caracterización de la mente, separa a las actividades mentales de los sucesos cerebrales en contra de la evidencia científica, no explica las raíces moleculares y celulares de los desórdenes mentales,  e ignora al evolucionismo en su explicación de la mente, inclinándose más por una postura creacionista ingenua; el dualismo más que una tesis científica sería un dogma ideológico.[24] Así pues, hemos de asumir la tesis del psiquiatra suizo Auguste Forel: “El alma y la actividad del cerebro son la misma cosa”.[25]

Para otro sector de filósofos el problema mente-cerebro tiene una condición especial que  disuelve la disyuntiva del monismo y del dualismo. Colin McGinn postula que la naturaleza de la mente es tal que jamás se podrá comprender (naturalismo pesimista), mientras que John Searle propone que la conciencia, pese a que la experimentamos como subjetividad, no es una entidad, sino es una propiedad  emergente del cerebro (naturalismo optimista).[26]  Roger Bartra –con base en Paul Ricouer y Ludwig Wittgenstein- sostiene que la conciencia no es algo interior, ni solipsista, sino exterior y colectivo. Así la incertidumbre, la no-substancialidad o la exterioridad de la consciencia disolverían el problema del monismo versus el dualismo metafísico del problema mente-cerebro.´

Componentes de la conciencia

 

Algo que sí sabemos con certeza es que la conciencia tiene un componente biológico, que también ella es conducta y es experiencia. El componente biológico implica que la conciencia está en relación directa con la anatomía y fisiología cerebrales, que está ligada a la percepción sensorial (y con ella la atención). Pero también la conciencia tiene otros componentes como la creatividad, las emociones y la memoria.  Es decir, el cerebro tiene contenidos que podemos reducir a conocimientos y emociones, pero también implica los cuatro procesos cognitivos típicos de la mente: la percepción, el pensamiento, la memoria y la atención.

El pensamiento

 

Desde la perspectiva de la psicología cognitiva el pensamiento es un proceso que realiza la mente de manera no rutinaria para alcanzar un objetivo establecido frente a un obstáculo. Regularmente se reduce a dos ámbitos: la solución de problemas y la toma de decisiones.  El pensamiento, por lo tanto está ligado a la creatividad. [27]  Ella es una característica muy propia del cerebro humano. Consta de varios ingredientes como la inteligencia, la curiosidad, la emoción, el aprendizaje, la atención, la memoria, el razonamiento, el lenguaje y  la abstracción (es decir, la capacidad de crear un conceptos.

De los elementos arriba citados, prestemos atención a las emociones. Desatan cambios fisiológicos y conductuales necesarios para supervivencia.  Charles Darwin y, posteriormente, Paul Ekman mostraron que hay unas emociones básicas con expresiones faciales innatas (tristeza, alegría, ira, sorpresa, asco y miedo).[28] Las emociones, según la investigación neurobiológica, tienen un importante papel en la toma de decisiones.  Cuando se toma una decisión se activan áreas cognitivas del cerebro relacionadas con el procesamiento de la memoria operativa, la planificación y la atención, pero también ligada con las estructuras emocionales.  Porque además hay un  asunto muy cotidiano de la libertad: “Tomamos decisiones permanentemente y la velocidad de los eventos que nos suceden hace que no haya tiempo para racionalizar los pros y contras de cada decisión. Estas dependen de qué región cerebral emerge victoriosa entre los centros emocionales y racionales”.[29] Al parecer, muchas decisiones vienen muy ligadas a impulsos emocionales, no tanto a valoraciones reflexivas. Un elemento que nos ayuda en la toma de decisiones es el sentido común, que lo podemos definir como el “conjunto de los aprendizajes sociales que nos indican cómo comportarnos en determinadas situaciones”.[30] En consecuencia, la cognición también es social. No sólo genera consensos, sino que nos permite darnos cuenta de que las otras personas piensan y desean cosas distintas a nosotros.[31] Es decir: nos percatamos de las distintas personalidades. Un daño en los lóbulos frontales del cerebro, afectaría nuestra capacidad de decisión, e incluso, nuestra propia personalidad.[32]

La percepción y la atención

 

Hemos visto que la conciencia se vincula con muchas cosas. Antaño, los filósofos tomistas consideraban que el hombre poseía facultades (principios operativos) que podían ser: vegetativas (la potencia locomotiva, la nutrición, crecimiento, reproducción), las facultades sensitivas externas (oído, tacto, olfato, gusto),  facultades sensitivas internas (sentido común, la memoria, la imaginación, facultad cogitativa[33]), y por último las facultades racionales (el intelecto y la voluntad).[34]  Hoy en día, estas facultades tienen su correlato en las funciones que realiza  el cerebro. Algunas de esas categorías epistemológicas todavía se usan, pero con un enfoque diferente. Entre los neurólogos actualmente se habla de cuatro niveles epistémicos del cerebro: 1) los sistemas cognitivos,  sistemas mentales encargados de realizar las actividades diarias del ser humano: leer, escribir, reconocer una cara, planear un viaje, y cosas que podríamos llamar “pensar”; 2) las operaciones mentales, que son actos concretos que realiza la mente durante un proceso de pensamiento, como analizar, comparar, etcétera dentro de un sistema cognitivo; 3) campos o dominios de ejecución, que se refieren microprocesos en el cerebro como los que implican la representación de una letra en la mente; 4) los sistemas neurales, que denotan circuitos –que pueden ser plásticos- de neuronas dentro de áreas específicas del cerebro que registran y permiten operar campos de ejecución, operaciones mentales y sistemas congnitivos.[35]

De los procesos anteriores y del resto que podamos pensar, podemos decir que unos de estos mecanismos son automáticos y otros controlados. Los automáticos son ocultados a la conciencia, son no intencionales y consumen pocos recursos de la atención. Los procesos controlados son seriales, porque se realizan en secuencia, realizando una acción a la vez.  Obviamente muchos procesos controlados, a fuerza de la práctica, se vuelven automatizados o rutinarios. Sin embargo, a diferencia de los procesos verdaderamente automáticos, en éstos si hay una mayor participación de la conciencia. La automatización de procesos implica la: habituación y la deshabituación. La habituación supone acostumbrarse a un estímulo para ponerle menos atención paulatinamente, mientras que la deshabituación implica prestar mucha atención a un estímulo.  Eso echa mano de la atención selectiva, que presta atención a ciertos fenómenos e ignora a otros, y de la atención dividida, que coordina la atención en más de una tarea a la vez. La atención es el medio por el cual procesamos de manera activa una fracción de la enorme cantidad de información que tenemos por medio de los sentidos. Así que vemos a los objetos de forma holística, pero si vamos a interactuar con ellos, lo hacemos de manera analítica centrándonos en el observador, el objeto o un punto de referencia.  Prestamos atención porque nuestros recursos mentales y la capacidad de manejo de información que tenemos, son limitados. La atención nos permite responder de manera más rápida y precisa. La atención suele ejecutar dos procesos: vigilancia y búsqueda. La primera es la capacidad de prestar atención a un campo de estímulos por un periodo largo de tiempo con la intención de captar un objetivo de interés. La búsqueda es un rastreo habilidoso y activo de un objetivo.

Una diferencia con los animales radica en esa capacidad de prestar atención. El ser humano puede prestar atención a más elementos es una situación que un animal. O bien, podemos prestar atención a varias situaciones, y el animal regularmente se concentra solo en una.

La conciencia, no es una conciencia absoluta de todo. No es una consciencia de los procesos automáticos (inconscientes) y no es conciencia de lo que está afuera de la atención (preconciencia). Aunque, paradójicamente, la conciencia puede descubrirlos y estudiarlos.  La conciencia implica un sentimiento de estar al tanto y los contenidos de los cuales ella se da cuenta. La conciencia tiene un foco de atención. De hecho, la mayor parte de los procesos cerebrales no son conscientes. No obstante, existe una percepción inconsciente de eventos que genera una actividad neuronal aunque el sujeto no se percate de tal y afecta a nuestra conciencia:

 Por ejemplo, en un experimento clásico, se pide a las personas que miren un televisor y presten atención al número de veces que los jugadores de uniforme color blanco de un equipo de basquetbol se pasan la pelota entre sí mientras desafía a un equipo de uniforme negro. Los participantes en el experimento, por lo general, aciertan en el número de pases, pero se sorprenden cuando se les pregunta si vieron a un gorila que atravesó lentamente la pantalla de un lado a otro durante el juego. Es que nuestro cerebro focaliza la atención  en el estímulo que le resulta más relevante en ese momento para completar la tarea, y deja en segundo plano el resto de la información que evalúa como menos importante. Sin embargo, esa información alcanza nuestro cerebro y es procesada, aun cuando no nos demos cuenta. Actualmente, con técnicas de neuroimágenes, se puede observar actividad cerebral con características particulares de fenómenos inconscientes como el del gorila. Otros experimentos de laboratorio utilizan distintos paradigmas de enmascaramiento de estímulos: estos se presentan en una pantalla a una velocidad tan rápida (aproximadamente 33 milisegundos) que no alcanza a ser procesada conscientemente por el cerebro humano y, sin embargo, afecta nuestras elecciones. Por ejemplo, enmascarar una palabra positiva (amor) hace que uno sea más rápido y más acertado al distinguir imágenes positivas (la de una madre con su hijo) de negativas (la de un tanque de guerra), como si ese simple destello de un tipo de palabra, procesada inconscientemente, nos dejara preparados para estar más alerta”. [36]

La mente surgió de un proceso evolutivo de más de 700 millones de años que se suscitó en los cerebros de los organismos vivientes dotados de movimiento.  La mente se da en los seres vivos multicelulares que se desplazan.  Una planta carnívora tiene movimiento, pero no se desplaza, y hasta dónde sabemos, no tiene mente. Podemos concluir que el cerebro es un requisito evolutivo para el movimiento guiado.[37] En ese sentido, la mente tiene como función primordial la predicción, es decir, la anticipación del movimiento que van a realizar a partir de la información ofrecida por los sentidos orientada a una meta con el mayor ahorro de tiempo y energía, que en última instancia, tiene como objetivo fundamental la supervivencia. Dicho con más sencillez, la “predicción” es el pronóstico de algo específico que puede suceder, de eventos futuros, lo cual da mayores posibilidades de supervivencia. Esta predicción no sólo es consciente, sino también inconsciente, como manifiestan los actos reflejos y los instintos. Cabe mencionar que, desde una perspectiva funcional, la predicción es centralizada en el cerebro y el sí mismo, o bien, el “yo” es la centralización de la predicción.[38]

 Podemos decir que el cerebro es un procesador de información automatizado, pero también consciente; es una máquina que construye modelos virtuales útiles de la realidad. Utiliza estímulos fotoeléctricos (visuales), sonoros, olfativos, sensitivos (táctiles, kinestésicos y gustativos). Las imágenes de los sentidos son representaciones simplificadas del mundo externo, que mediante la evolución, han internalizado las propiedades del mundo externo.[39] Las sensaciones tienen un carácter subjetivo, que le podemos llamar “cualia”, sólo pueden ser experimentadas por el sujeto que las puede experimentar.  Las cualia están íntimamente ligadas a las emociones. No obstante, la función que amalgama todas esas representaciones y les da unidad, es la cognición.[40]  Por cognición debemos entender “la transformación mental de la información sensorial en conocimiento del entorno, y la aplicación flexible del mismo”.[41] La inteligencia, en ese mismo contexto, se refiere a la capacidad de aplicar la cognición exitosamente.[42]

Por ende, el pensamiento es la interiorización evolutiva del movimiento mediante un cableo neuronal ligado a la actividad sensorial.[43]   Obviamente, existe un apriorismo neurológico, es decir, ya de origen el cerebro tiene una forma estructural de emular la realidad para anticiparse a las sensaciones que le presentarán los órganos de los sentidos. Por ejemplo, “En la mayoría de los animales, incluyendo a los primates, desde el momento mismo en que la luz llega a la retina, ya existe la capacidad de asignar significado a las imágenes visuales”.[44] Dicho en palabras de Rodolfo Llinás: “La capacidad de conocer no necesita aprenderse; sólo debe de aprenderse el contenido particular de la cognición en lo que se relaciona específicamente con aspectos particulares del ambiente”.[45]

Cabe mencionar que la cognición, la inteligencia y el pensamiento no son actividades exclusivamente humanas. Los hombres, muchos, hemos caído en una antroponegación que consiste en el rechazo sin fundamento empírico de rasgos humanoides en los animales o el de los rasgos animales en nosotros.[46]

La base de la cognición está en los sentidos. El punto de partida son las sensaciones. Éstas pueden ser definidas de manera general como mensajes que recibe el encéfalo por un canal sensorial: la vista, el gusto, el tacto, el olfato o el oído. Son formas de energía que estimulan a células receptoras. Es decir, son ondas o moléculas que nuestros cuerpos captan y que convierten en cosas o cualidades. Los principales sentidos de la conciencia humana son la vista y la audición. Luego están los demás en menor rango de potencia: el olfato, el gusto, el tacto, el equilibro, el movimiento, la presión, la temperatura y el dolor. En general los estímulos externos son convertidos en señales eléctricas: la luz en la retina, el sonido en el oído, los sabores en el gusto, los olores en el olfato y las sensaciones del tacto. SI hay una diferencia entre la percepción y la sensación es que la primera se da en el encéfalo y que toma a la sensación como materia prima para interpretarla como patrones significativos. Sin embargo, las ilusiones perceptuales muestran que lo que captamos con los órganos sensoriales no es lo que percibimos necesariamente con nuestra mente.

Algunos de los patrones que observamos, tienen que ver con la figura-fondo (objeto que se percibe de manera destacada en contraste con un fondo), la simetría (proporciones equilibradas alrededor de un eje o punto), la proximidad (cercanía al espectador), 4) similitud (semejanza con otros objetos), 4) continuidad (continuación de un objeto), cierre (tendencia a completar una figura incompleta).

Esos patrones se transforman en formas, colores, posiciones, movimiento, distancia, profundidad, tonos, etcétera. Pero, además, la percepción no es neutra, también es afectada por los valores, expectativas, vivencias y cultura de la persona.  En otras palabras, el contexto juega un papel en el reconocimiento de los objetos. En este sentido, podemos decir siguiendo a Robert J. Sterling que el mundo influye en nuestra percepción a la vez que el mundo experimentado es formado por la percepción. Los datos dados por el objeto son importantes, al igual que el conocimiento previo. Tomemos como ejemplo la vista. En una primera etapa los objetos dependen de la representación retiniana. En una segunda etapa los objetos dependen de nuestra atención.

La cognición genera lo que en epistemología llamamos conocimientos, es decir, representaciones implícitas en los estados mentales. Vaya, un conocimiento, en cierto sentido, es un estado mental en el que se representa algo. Es un estado intencional, porque tiene una direccionalidad hacia algo. Tales representaciones pueden ser pictóricas (imágenes) o pueden ser lingüísticas. Las representaciones pictóricas son aquellas en las que un objeto hace las veces de otro por una semejanza que la mente encuentra reflexivamente (teoría del parecido para la representación pictórica).  En las representaciones lingüísticas, en cambio, el signo lingüístico es una convención.  Obviamente los estados mentales representacionales no son fenómenos puros, se dan en el contexto de creencias, deseos y expectativas.  Se dan en un ámbito de interpretación del signo y desde el horizonte cultural del sujeto.

La memoria

 

La cognición está asociada estrechamente a la memoria, ya que ésta última constituye el “proceso de codificación, almacenamiento y recuperación de la información”[47] en el cerebro. Si bien todo el cerebro almacena en general información y podemos decir que en todo él hay memoria, ella tiene ciertas áreas en las que se centran ciertos tipos de memoria. En la corteza prefrontal encontramos la memoria operativa, en el área subcortical donde están los hipocampos y la corteza entorrinal se registran los recuerdos nuevos, y ahí se enlazan las asociaciones entre los recuerdos semánticos y los episódicos. Los recuerdos que tiene que ver con las cosas familiares y no familiares, la corteza parahipocampal se vincula con el reconocimiento de lugares específicos.[48] Pero el principal centro de almacenamiento y consolidación de los recuerdos es el hipocampo. En general permite vincular información con su contexto. Eso nos permite diseñar mapas mentales para desplazarnos en entornos (memoria espacial). El hipocampo del lado izquierdo está más relacionado con el reconocimiento de objetos y el del derecho con lugares.

Tipos de memoria

 

En términos generales existe una memoria filogenética, una memoria estructural (producto de muchas vidas acumuladas en la información genética), que le permite al viviente realizar acciones, pero también la experiencia propia produce un aprendizaje; en otras palabras, existe una memoria referencial.  Esta última genera recuerdos. Éstos permanecen inconscientes hasta que los necesitamos debido a una pista que los evoca o bien porque generamos el recuerdo.  El olvido también parece ser una necesidad fundamental del cerebro para operar. Existió el caso de un periodista con una memoria prodigiosa que además fortaleció con mnemotecnia Solomón Shereshevsky. Aunque su memoria excepcional le resultó muy útil por muchos años, cuando envejeció empezó a experimentar confusión mental que no le permitía hacer asociaciones correctamente. Al parecer mucha memoria también es nociva.[49] También existe un olvido patológico que es conocido como amnesia, puede ser ocasionado por lesiones en el cerebro o bien por enfermedades como el Síndrome Korsakoff y el Alzheimer.

La memoria referencial permite las abstracciones, representaciones mentales de cosas que pueden existir o no, incluso pueden ser representaciones de los propios estados mentales del sistema nervioso.  Mientras una es heredada, la otra es adquirida. También la memoria referencial se puede dividir en declarativa o explícita y en procesal u operativa; la primera permite evocar episodios concretos conscientemente, es decir, el recuerdo de lo que ocurrió en un lugar y tiempo dados[50] (memoria episódica) o recuerda el significado de las palabras (memoria semántica), la segunda  (la procesal) permite rememorar sucesos o acciones que se pueden ejecutar, aunque no se evoquen conscientemente (como el saber manejar).[51] Igualmente, la memoria se puede clasificar según la duración de su recuerdo; puede ser memoria de trabajo, memoria largo plazo y memoria prospectiva. La primera recuerda cosas sólo por segundos hasta máximo dos minutos, la segunda tiene una capacidad de retentiva que puede ir de minutos a años. Me detendré un poco en este tipo. La memoria a largo plazo se divide en tres: diferida, reciente y remota. La diferida retiene recuerdos sucedidos hace unos minutos, la reciente recupera información de unos días y la remota información que sucedió hace años. Continúo con el tercer tipo: la memoria prospectiva es aquella que recuerda los planes para el futuro.

Aunque se suele pensar que la memoria es una cualidad fundamentalmente humana. Está claro que la memoria también está presente en el cerebro de los animales. No sólo recuerdan cosas a corto plazo, sino también llegamos a encontrar recuerdos a largo plazo (memoria episódica) que sucedieron hace varios años entre primates. SE ha observado chimpancés que recuerdan árboles que proporcionaron comidas en años anteriores en el parque nacional del Taï en Costa de Marfil; pero también se ha encontrado memoria episódica en aves, como las charas californianas que recuerdan comida almacenada en escondites horas y días después.  Incluso se ha encontrado la memoria episódica con ratas de laboratorio.[52] Pero también se ha encontrado memoria prospectiva.  Sucedió con un chimpancé en cautiverio que, tras una noche fría, al siguiente día hizo una cama de paja para resguardarse del posible frío que hiciera al siguiente día. También se hizo un test con una bonobo hembra llamada Lisala que vive en un área protegida de Kinshasa (Lola ya Bonobo).  Lisala levantó una piedra enorme de siete kilos y la cargó en su espalda la transportó sobre sus hombros mientras su bebé colgaba de su trasero. Tomó un descanso después de medio kilómetro bajando la piedra por unos momentos y tomó un puñado de nueces extremadamente duras. La volvió a cargar y continuó su ruta por diez minutos. Al llegar a su destino, donde había una losa de piedra de gran tamaño en el piso, limpió de escombros de la roca con su mano. Así, entre la losa y la roca de 7 kilos  logró abrir las  nueces después de 15 minutos de arduo  trabajo. Eso muestra memoria prospectiva y capacidad de planeación.

Conclusión

 

Si bien una parte vital del trabajo de los cerebros de los mamíferos, es la creación de un mundo de percepciones, podemos decir que “La creación de nuestro mundo perceptivo está justificada en última instancia por la selección juiciosa de nuestras acciones. Los procesos que dan origen a nuestros planes conscientes seguramente tienen sus precursores en el cerebro de los animales”.[53]

Al parecer la gran diferencia entre la mente humana y la del resto de los animales, es que el hombre puede planear a largo plazo, mientras que los animales lo hacen a corto. Los hombres hacen representaciones mentales que trascienden la inmediatez: “Sí observamos lo que comunican los humanos, gran parte de su contenido se refiera a objetos o situaciones no presentes. Los animales parecen anclados en el aquí y ahora inmediatos y dan escasa muestra de elaborar planes para más allá de pocos minutos”.[54]  Sin embargo, bien observa Frans de Waal que muchos humanos no hacen planes a largo plazo, sino los hacen instituciones o gobiernos. Así que la diferencia no es tan fundamental.  Consecuentemente, Frans de Waal ha llegado a la conclusión de que los animales tienen conciencia del tiempo, al igual que el hombre, debido a que tienen memoria episódica, planifican, ejecutan la gratificación demorada, y poseen metacognición, es decir, hacen cognición de la cognición, o tienen pensamiento del pensamiento. Un experimento con un delfín llamado Natua que tuvo que identificar tonos de sonidos altos y bajos.  Nadaba más rápido o más lento según el tono, pero tenía que tocar una pala que indicaba si el tono era grave u otra si era agudo. Y cuando los tonos eran muy similares dudaba, nadaba lento y meneaba la cabeza y no sabía qué pala tocar. Para estos casos de incertidumbre, había una tercera pala. Esto supone pensar sobre tu pensamiento, hay metacognición animal, conciencia sobre su conocimiento.

En fin, la mente para la biología no es un fenómeno exclusivamente humano. La conciencia, ha sido aceptada como una posibilidad entre los animales. La declaración de Cambridge de 2012 que dice que en vista de las similitudes de comportamiento y de similitudes de sistema nervioso entre nosotros y otras especies con cerebros grandes puede concluirse que la conciencia no es exclusiva del hombre.[55] Sin embargo, no sólo los neurocientíficos de Cambridge fue la primera en este sentido. También David Hume en 1739 lo había reconocido anteriormente: “Ninguna verdad me parece más evidente que el hecho de que las bestias están dotadas de pensamiento y razón, igual que los hombres”.[56]    La conciencia animal es compleja, porque varía según las especies. Los humanos solemos tomar nuestra conciencia como el modelo de cualquiera.

Es posible que ya hubiera estados mentales complejos en el Homo Habilis y el Homo Erectus, que no sólo estuvieron ligados al crecimiento de su cerebro, sino también a su sofisticada actividad social.[57] Pero, pensando el problema más allá de los precursores inmediatos del Homo Sapiens, surge una paradoja: “Aunque el ser humano es capaz de grandes abstracciones matemáticas y otras hazañas intelectuales, los mecanismos biológicos de su cerebro no son esencialmente distintos a los de otras criaturas. No tiene neuronas distintas, al igual que su carne está hecha de los mismos aminoácidos que el resto del planeta”.[58]  Al parecer los primeros animales multicelulares, ya habían echado mano de un cerebro. Incluso el cerebro de las lombrices tiene el mismo tipo de neuronas y sustancias que el cerebro humano. La primera diferencia surgió una divergencia entre los invertebrados y los vertebrados, ya que en los segundos ésta (la divergencia) permitía la existencia de un canal permeable al sodio en sus cerebros. Luego, el simple número de neuronas marcó una notable diferencia. Los vertebrados tenían cerebros mayores respecto a los invertebrados (claro, en proporción al tamaño de su cuerpo). Ahora bien, los cerebros más chicos entre los vertebrados se hayan en los peces y los reptiles, le siguen las aves con cerebros un poco más grandes y, por encima de todos ellos, están los mamíferos. Entre los mamíferos, los animales con el cerebro más chico son los roedores y los insectívoros; le siguen los ungulados y a los carnívoros; finalmente, con los cerebros más grandes tenemos a la mayoría de los primates (entre ellos el ser humanos) y a los cetáceos.[59]  Pues bien, el cerebro humano es el más poderoso por su cantidad de neuronas.  Su estructura no sólo controla los procesos biológicos del cuerpo y genera emociones, en términos generales, le permite pensar, esto es ejercitar la acción del pensamiento, “es decir emitir conceptos, juicios, raciocinios, comparar, conocer, elaborar significados, meditar, reflexionar, imaginar, discurrir, examinar, considerar, evaluar, comprender, inducir, deducir, inferir, codificar, decodificar, etc.”[60]  Pensar le permite sobrevivir, decidir, actuar, transformar el mundo, cumplir sus propósitos.

Bibliografía.

 

Adam Zeman, La consciencia. Un manual de uso. Edit. FCE, México, 2009.

Charles G. Morris y Albert A. Maisto, Introducción a la Psicología, edición Kindle. 

Cuauhtémoc Pineda, Anatomía, Fisiología e Higiene, edición particular, México, 1992.

Facundo Manes y Mateo Niro. Usar el cerebro. Conocer nuestra mente para vivir mejor, edit. Paidós, México, 2014.

Francisco Mora, Cómo funciona el cerebro, edit. Alianza, Madrid, 2011.

Frans de Waal, ¿Tenemos suficiente inteligencia para entender la inteligencia de los animales?, edit. Tusquets, México, 2016.

Jean-Didier Vincent y Pierre-Marie Lledo, Un cerebro a medida, edit. Anagrama, Barcelona 2013.

Julio González Álvarez, Breve historia del cerebro, edit. Crítica, Barcelona,  septiembre 2010.

Mario Bunge, El problema mente-cerebro. Edit. Tecnos, Madrid, 1998.

Nicky Hayes, Tu cerebro y tú. Un manual sencillo de neuropsicología, Ediciones Obolisco, Barcelona, 2019.

Rita Carter, The Human Brain Book, edit. DK, 3ª ed., China, 2019.

Robert J. Sternberg, Psicología Cognoscitiva, edit. Cengage Learning, México, 2011.

Rodolfo Llinás, El cerebro y el mito del yo, edit, Norma, Colombia, 2003.

Roger Bartra, Antropología del cerebro. La conciencia y los sistemas simbólicos, edit. FCE, México, 2008.

Tim Care, La mente mecánica. Introducción filosófica a mentes, máquinas y representación mental, edit. FCE, México,  2008.

 

Cuestionario

 

1)      ¿Qué es el cerebro y qué función tiene?

2)      ¿Cómo evolucionó el estudio del cerebro?

3)      ¿En qué consiste el problema mente-cerebro?

4)      ¿Cuáles son los componentes de la conciencia y en qué consisten?

5)      ¿Qué acepciones tiene la conciencia?

6)      ¿Cuáles son las teorías del origen de la conciencia?

7)      ¿Qué diferencia al cerebro y mente humanos de los demás cerebros y mentes animales?

8)      ¿Cuáles son los niveles epistémicos del cerebro?

 



[1]  Cfr. Francisco Mora, Cómo funciona el cerebro, edit. Alianza, Madrid, 2011, p. 294-95.

[2] Frans de Waal, ¿Tenemos suficiente inteligencia para entender la inteligencia de los animales? Edit. Tusquets, México, 2016, p. 146-147.

[5] Adam Zeman, La consciencia. Un manual de uso. Edit. FCE, México, 2009, capítulo 1.

[6] Francisco Mora, Cómo funciona el cerebro, edit. Alianza, Madrid, 2011, p. 19-20.

[7] Neurotransmisor - Wikipedia, la enciclopedia libre (consultado el 17 de febrero de 2021).

[8] David L. Felten y Mary Summo Maida, Cuaderno de neurociencia para colorear, edit. Elsevier, España, 2019, lámina 1.4

[9] Facundo Manes y Mateo Niro. Usar el cerebro. Conocer nuestra mente para vivir mejor, edit. Paidós, México, 2014, p. 65-66.

[10] Francisco Mora, Cómo funciona el cerebro, edit. Alianza, Madrid, 2011, p. 185.

[11] Rita Carter, The Human Brain Book, edit. DK, 3ª ed., China, 2019, p.44.

[12] Rita Carter, The Human Brain Book, edit. DK, 3ª ed., China, 2019, p. 44.

[13] Jean-Didier Vincent y Pierre-Marie Lledo, Un cerebro a medida, edit. Anagrama, Barcelona, 2013, p. 121.

[14] Cuauhtémoc Pineda, Anatomía, Fisiología e Higiene, edición particular, México, 1992.

[15] Frans de Waal, ¿Tenemos suficiente inteligencia para entender la inteligencia de los animales? Edit. Tusquets, México, 2016, p. 280 y ss.

[17] Julio González Álvarez, Breve historia del cerebro, edit. Crítica, Barcelona,  septiembre 2010, p. 11-13.

[18] Ibíd., p.  14-18.

[19] Ibíd., p. 24.

[20] Rodolfo Llinás, El cerebro y el mito del yo, edit, Norma, Colombia, 2003, p.  2

[21] Francisco Mora, Cómo funciona el cerebro, edit. Alianza, Madrid, 2011, p. 56.

[22] Adam Zeman, La consciencia. Un manual de uso, edit. FCE, México 2009, p. 374 y ss.

[23] Roger Bartra, Antropología del cerebro. La conciencia y los sistemas simbólicos, edit. FCE, México, 2008, p. 26.

[24] Mario Bunge, El problema mente-cerebro. Edit. Tecnos, Madrid, 1998, p. 31 y ss.

[25] Jean-Didier Vincent y Pierre-Marie Lledo, Un cerebro a medida, edit. Anagrama, Barcelona 2013, p. 126.

[26], Adam Zeman, La consciencia. Un manual de uso, edit. FCE, México 2009 p. 398-401.

[27] La creatividad sería una especie de visión novedosa sobre un problema dado. Ella tiene cuatro etapas: preparación, incubación, iluminación y verificación. Las ideas creativas surgen más de la labor obsesiva que del coeficiente intelectual. Cuando alguien se preocupa por resolver un problema, quedan circuitos neuronales trabajando en él, aunque el cerebro destine su atención a otras cosas.

[28] Facundo Manes y Mateo Niro. Usar el cerebro. Conocer nuestra mente para vivir mejor, edit. Paidós, México, 2014, p.189-190. Es claro que esas emociones se pueden disociar de esas expresiones faciales. Los hombres pueden generar esas expresiones faciales fingiendo una emoción o bien al revés pueden controlar sus expresiones faciales para ocultar una emoción. También existe un síndrome Capgrass que implica la imposibilidad de un sujeto de asociar las emociones con sus experiencias. La gente que lo experimenta se autodefine como si viviera muerta.

[29] Facundo Manes y Mateo Niro. Usar el cerebro. Conocer nuestra mente para vivir mejor, edit. Paidós, México, 2014, p. 231.

[30] Ibíd., p. 249.

[31] Ibíd., p. 260.

[32] Ibíd., p. 236.

[33] El sentido común era una facultad que permitía distinguir unas sensaciones de otras, pero sin la participación del entendimiento (como una especie de filtro que separaba las sensaciones), la memoria era una capacidad de recordar los conceptos y la imaginación permitía reconstruir los objetos sensibles concretos ya contemplados. La facultad cogitativa daba unidad a las percepciones sensoriales que transmitía el cuerpo y les daba unidad como un objeto particular captado racionalmente. Esta facultad, bajo la óptica dualista del hombre como unión del alma y el cuerpo, permitía explicar cómo lo captado por el cuerpo se unía a la razón. Su equivalente en los demás animales era la facultad estimativa y estaba guiada por los instintos y no por la razón.Cfr. http://uva.anahuac.mx/lcreligiosas/curso1/materia4/lista7.htm  (consultado el 5 de enero del 2015) y http://www.filosofia.org/zgo/zgfe2212.htm (consultado el 5 de enero del 2015).

[34] Luz García Alonso, Ética o Filosofía Moral, edit, Diana, México,  1993, p. 267.

[35] Francisco Mora, Cómo funciona el cerebro, edit. Alianza, Madrid 2011, p. 194 y ss.

[36] Facundo Manes y Mateo Niro. Usar el cerebro. Conocer nuestra mente para vivir mejor, edit. Paidós, México, 2014, p. 82-83.

[38] Ibíd., p. 27.

[39] Ibíd., p. 126 y 127.

[40] Ibíd., p. 138.

[43]Rodolfo Llinás, El cerebro y el mito del yo, edit, Norma, Colombia, 2003, p.   p. 41 y 72.

[44] Ibíd., p. 65.

[45] Ibíd., p. 67.  Es prudente mencionar que estos contenidos particulares, en el caso del ser humano, marcan diferencias importantes, ya que ellos permiten la configuración y asimilación de muy diferentes culturas. No piensan igual una persona criada en una cultura musulmana conservadora que una persona criada en una cultura occidental liberal, por dar un ejemplo.

[46] Frans de Waal, ¿Tenemos suficiente inteligencia para entender la inteligencia de los animales?, edit. Tusquets, México, 2016, p. 38.

[47] Facundo Manes y Mateo Niro. Usar el cerebro. Conocer nuestra mente para vivir mejor, edit. Paidós, México, 2014, p. 125.

[48] También esta área está involucrada con el reconocimiento del sarcasmo.

[49] Nicky Hayes, Tu cerebro y tú. Un manual sencillo de neuropsicología, Ediciones Obelisco, Barcelona, 2019, p. 144.

[50] Frans de Waal, ¿Tenemos suficiente inteligencia para entender la inteligencia de los animales? Edit. Tusquets, México, 2016, p. 239.

[51] Adam Zeman, La consciencia. Un manual de uso, edit. FCE, México 2009, p.357. La memoria operativa está localizada en el cerebro detrás de la corteza frontal, está en la corteza prefrontal dorsolateral y en la corteza prefrontal ventrolateral. La primera funciona más con la organización de información y la exploración de relaciones entre elementos. La segunda está relacionada con el control cognitivo y el seguimiento de reglas.

[52] Frans de Waal, ¿Tenemos suficiente inteligencia para entender la inteligencia de los animales? Edit. Tusquets, México, 2016, p. 239 y ss.

[53] Adam Zeman, La consciencia. Un manual de uso, edit. FCE, México 2009, p. 345.

[54] Julio González Álvarez, Breve historia del cerebro, edit. Crítica, Barcelona,  septiembre 2010, p.291.

[55] Frans de Waal, ¿Tenemos suficiente inteligencia para entender la inteligencia de los animales? Edit. Tusquets, México, 2016, p. 265.

[56] Frans de Waal, ¿Tenemos suficiente inteligencia para entender la inteligencia de los animales? Edit. Tusquets, México, 2016, p. 303.

 [57] Roger Bartra, Antropología del cerebro. La conciencia y los sistemas simbólicos, edit. FCE, México, 2008, capítulo 2: la evolución del cerebro.

[58] Julio González Álvarez, Breve historia del cerebro, edit. Crítica, Barcelona,  septiembre 2010, p. 242.

[59] Adam Zeman, La consciencia. Un manual de uso, edit. FCE, México, 2009, p. 318 y ss.

[60] Álvaro Mina Paz, Humanismo y Argumentación. Lineamientos metodológicos para la comprensión de la Teoría de la Argumentación, edit. Magisterio, Bogotá,  2007,  48.

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