El logos en Protágoras

 En el idioma griego, logos aludía a modos de expresión narrativa y filosóficamente cobra un matiz especial. Recordemos que Kerferd menciona que dicha palabra tenía  tres áreas de aplicación: 1)el lenguaje y la formulación lingüística , 2) el pensamiento y procesos mentales; 3) el mundo[1].
La clasificación de Kerferd es hecha desde la tribuna, no desde el ruedo;  los griegos probablemente hubieran sentido acartonada tal esquematización. Sin embargo, al decir “áreas de aplicación” no pretende decir que logos signifique llanamente esas tres cosas según sea la ocasión. Por el contrario, está conciente de su complejidad: “While in any one context the word logos may seem to point primarily or even exclusively to only one of these areas, the underlying meaning usually, perhaps always, involves some degree of reference to the other two areas as well […]”[2].
Logos aludía a modos de expresión narrativa del lenguaje en las cuales se implica una relación con esas áreas. Por esa razón, un mismo término (logos) designaba obscuramente a las variedades del lenguaje bajo cierta unidad, y en sus diversos significados denotaba su inextricable relación consigo mismo, con la psique y con el mundo. 
De acuerdo con Schiappa[3] logos en Protágoras se refería a tres cuestiones: 1) los discursos o argumentos; 2) estados-opuestos en competencia (competing “end-states”), como formas de vida, elecciones entre la guerra y la paz, juicios respecto a lo justo e injusto, etc[4]; 3) los discursos y la realidad, donde, por ejemplo, el proceso de hacer al logos débil fuerte, se muestra como un suceso de corte psico-físico.
Desde luego que lo dicho por Schiappa y Kerferd es compatible. Lo que era el logos para un griego no estaba peleado con lo que era el logos para Protágoras. Tenemos por consiguiente un logos que es producido por un sujeto que realiza procesos mentales, toma decisiones en función de un sinnúmero de estados y genera una diversidad de discursos y formulaciones conectados con la realidad.
Este logos que es uno y múltiple y está en relación consigo mismo, con su productor (el hombre) y con el mundo, se empotra en un sujeto cuyo cuerpo y alma son físicos (en el sentido de la phýsis). Logos no era una cosa, sino que, en micro, es un modo de exposición narrativa, y, en macro, es un proceso estructurado y estructural que se distingue en el hablar, narrar, contar. Quizá por ellos en latín tuvo la doble traducción de verbumratio.[5]
En síntesis, podemos decir que logos alude a lo que se comunica en el lenguaje:
Con lógos [sic] tenemos a la vista exactamente eso a lo que el autolovido interno del lenguaje se refiere de modo esencial, el mundo mismo evocado por el hablar, elevado a paresencia, puesto en la disponibilidad y en la participación comunicativa. En el hablar sobre las cosas, las cosas existen ahí; en el hablar unos con otros  estructura el mundo y la experiencia del mundo que tiene el hombre, no en una objetivación que, frente a la transmisión comunicativa de las intelecciones de uno a las intelecciones de otro, invoca la objetividad y quiere un saber para todo el mundo.[6]

Dentro del rompecabezas anterior, la pieza del logos ¿cómo encaja exactamente?,   ¿qué vínculo tiene con las sensaciones y la doxa?, ¿es únicamente cognitivo?
Aunque no es explícito Protágoras, podemos decir que el logos se ubica en la psique,  pero su nexo con el cuerpo es inevitable, ya que se transmite con el cuerpo y se capta con él.  Prueba de ello quizá sea que la palabra griega glotta, se refiere a la lengua como un órgano que produce sonidos.
No quiero decir que nuestro sofista creyera que captamos los logoi por la ósmosis de una emanación emitida por la boca, ni que los concibiera como etéreas formas de las cosas. No podemos negar su composición material.  Y las sensaciones, a pesar de ser fisiológicas, son lógicas.
¿Qué significa esto? Que no hay sensación que no sea sentida por la psique y en cuanto sentida, experimentada por la conciencia, expresada en lenguaje. Por otro lado, la doxa, acompaña a toda sensación, ya que es interpretación de lo percibido e  igualmente, es lógica.  Doxa no sólo significa opinión, también refiere a la manera de ver, idea, parecer, creencia.[7] Y la doxa puede ser tanto personal, como común o de la ciudad, si consideramos el mito de Prometeo como una visión de la razón antes (individual) y después (colectiva) del arte político.[8]
El sentido de “manera de ver”, muestra mejor el matiz protagórico de la doxa y nos conduce al logos, o sea, al fenómeno discursivo, que es la constante presente en la antropología del sofista.  De hecho, sus estudios en torno al lenguaje (retórica, gramática, poesía) constituyen otra vía que lleva al descubrimiento de esta dimensión.
Protágoras estudió las modalidades del enunciado o frase y las dividió en los siguientes rubros: de deseo, interrogación, aserto y mandato.[9] 
Quizá también fue el primero en dividir las palabras en los géneros gramaticales de masculino, femenino y objeto (neutro)[10] y exigir la construcción correcta de frases a partir de dicha división.[11] Por lo tanto, criticó el mal uso de géneros femeninos en palabras (griegas) que más bien sugerían virilidad, como mênis (la ira) y pêlêx (la casco).[12]
Fue el primero en distinguir las partes del tiempo.[13] Esto ha sido tradicionalmente interpretado como tiempo verbal.
No obstante, Pfeiffer[14] señala que no se tienen indicios para suponerlo, pues jamás Diógenes Laercio habló de verbos o gramática en ese fragmento. Antonio Melero Bellido[15] sostiene que, al aparecer “tiempo” al lado del concepto de “kairos[16] en el citado texto, apunta hacia un tiempo más bien retórico, que finalmente distinguía entre pasado, presente y futuro, que sirvió de base para establecer el tiempo gramatical.[17]
La pretendida ostentación protagórica de hacer un logos superior, o si se prefiere, hacer del débil, fuerte, apunta a la búsqueda de un lenguaje  correcto, es decir, acorde con la estructura de la realidad percibida.[18] La relación de los elementos del lenguaje debe ser correcta (orthos) y acorde a las cosas[19]  según el juicio (criterio de racionalidad y utilidad) del receptor o receptores (del circuito del habla).[20] Se abre Protágoras a la posibilidad de una primitiva lingüística dirigida a la lengua natural tal cual es, y no de acuerdo a un sistema lógico artificial.[21] Por eso:
Querría corregir la lengua, para que la forma se adaptara perfecta y simétricamente al contenido, un contenido de tipo universal; y en otro lugar, cuando critica a Homero por dirigirse a la Musa en imperativo, postula en el fondo que a cada palaba responde también un significado único de valor general.[22]
  
Concebir lo anterior, es reconocer que el logos -en cuanto lenguaje- tiene una estructura que es compartida. Tal estructura está compuesta de ciertos elementos gramaticales (nombres, verbos, etc) y significados, los cuales están en relación.[23]
José Solana y Francisco Rodríguez Adrados consideran que la crítica del lenguaje realizada por este sofista tiene como raíz una preocupación filosófica por la “relación”.[24]
Por lo tanto, cuando percibía imperfecciones en el lenguaje, buscaba corregirlas en función de la relación entre cada palabra y su objeto representado[25], sin anular la distancia que hay entre lengua y realidad, como lo muestra al concebir que si hay “virtud” y “virtudes”, es porque en la lengua hay transiciones que son posibles gracias la existencia de gradaciones (diferencias de grado) y puntos en común que son conciliables en ciertos contextos.[26]
Los significados de las palabras no son del todo fijos.[27] Por eso en un comentario que hizo de la Ilíada XXI analizó la intención del poeta y la estructura del poema:
<<Protágoras –según el comentario- dice que la finalidad del episodio que sigue inmediatamente a la lucha entre el río Janto y los hombres mortales es cortar la batalla y hacer una transición a la teomaquia, y tal vez también el glorificar a Aquiles y [...]>>.[28]

Además, por si fuera propio, criticó en ocasiones el estilo del gran poeta:
Protágoras criticaba a Homero por alguna expresión incorrecta, como el haberse dirigido a la Musa en imperativo, al comienzo de la Ilíada, en vez de hacerlo en optativo, ya que era más justo exponer un deseo que un mandato al dirigirse a la divinidad en <<¡Canta, oh diosa...!>>.[29]

El logos, no conforma palabras nada más, sino desarrolla discursos, los cuales, aunque son personales o comunitarios, también poseen una estructura y  relaciones tanto gramaticales, como semánticas. Consecuentemente para Protágoras la gramática debe ser rígida, pero el significado del signo está en función de quien enuncia el signo y quien lo recibe.[30]
Por ende, una primitiva hermenéutica se esboza dentro de su lingüística.[31] Para ello el conocimiento y estudio de la poesía era de suma importancia. El retrato platónico lo confirma cuando hace decir a este sofista[32]:
Creo Sócrates –dijo-, que una parte sumamente importante de la educación consiste para el hombre en ser hábil en la poesía,  esto es, en ser capaz de comprender lo dicho por los poetas, lo que está correctamente dicho y lo que no, y saber explicarlo y –al ser preguntado- dar razón de ello.[33]

 Dicha Hermenéutica, no era arbitraria, ni equívoca, pues no validaba todos las interpretaciones,  supone la existencia de un intérprete, de un autor y de un texto, que conllevan intenciones,  muchas veces conscientemente ocultas bajo una máscara en virtud de la fuerza de la presión que ejercen la sociedad, lo público y hasta amenazas de persecución por parte de la autoridad (los sacerdotes, etc);[34] así pues Protágoras apunta finalmente a una multivocidad llena de relaciones de las intenciones del autor.[35]
Es ahí donde se funden las caras de Protágoras como dialéctico y retórico. No olvidemos que, como Protágoras practicó la dialéctica –entendida como ciencia del recto discurrir-[36],  introdujo los sofismas en la oratoria, estudió los lugares comunes y hasta las pasiones[37] seguramente incorporándolas a una exploración del logos como persuasión,  un poco al estilo de Gorgias.[38]
Sobre esta base se sustenta aquella atribución aristotélica[39] que aseguraba que Protágoras hacía del logos débil el más fuerte[40], pues el sentido de esta frase no es el de la cínica presunción del uso tramposo de sofisterías,  sino el fortalecimiento del pensamiento mediante la paideia del logos (en un segundo plano que se añade a la interpretación gramatical de la corrección del lenguaje que ya antes mencionamos).  Homologando débil con inferior (etton) y fuerte con superior (kreítton), Mondolfo dice de esta relación de fortalecimiento:
El logos inferior, individual, corresponde a la condición de la naturaleza que el mito de Protágoras platónico muestra en los hombres que han recibido de Prometeo el don del fuego y de las artes materiales, pero no aún el del arte político; el logos superior corresponde a la condición civil, la de los hombres que han recibido de Zeus y Hermes el don de aidos y dike (sentimiento moral y jurídico), y por medio de éstas pasan de la physus al nómos la ley no escrita, interpreta Untersteiner, de la cual nacen y dependen las leyes positivas-. Este enfoque universalista –que Protágoras aplicaría luego a la interpretación de los fenómenos ético-sociales y técnicos: lenguaje, educación, ética, derecho penal, arte, es propio de los sabios: médicos, agricultores, sofistas, exponentes del interés colectivo (to coiné doxai) que sustituyen el hábito espiritual inferior por el superior y realizan así la corrección social (universalista) de la naturaleza (individualista).[41]

Por eso, para Protágoras hay una igualdad humana basada en la común posesión del logos alejándose de considerarlo un factor de absoluta desigualdad.[42] Más bien, se trata de una unidad y diferencia que no sólo está en el lenguaje, sino en el hombre y es hombre[43].




[1] Cfr. George Briscoe Kerferd, The sophistic movement, Cambridge Universty Press, Cambridge, 1984, p. 83-84.
[2] Ibid.
[3]Edward Schiappa, Protagoras and Logos. A Study in Greek Philosophy and Rhetoric, Univesity of South Carolina Press, Columbia, 1991, p. 163.
[4]  Tal vez Schiappa se halla basado en la idea de “lógon agón” del sofista, ya que esta expresión  más que un simple debate o competencia retórica, designaba a una confrontación de argumentos, es decir, al cotejo y reflexión de diversos pensamientos vía escrita u oral.
[5] Hans Georg Gadamer, Verdad y Método, t. 1,  trad. del alemán de Ana Agud y de Rafael de Agapito,  7ª  ed., Sígueme, Salamanca, 1997, p. 506.
[6] Hans Georg Gadamer, El inicio de la sabiduría, trad. de Antonio Gómez Ramos, Paidós, Barcelona, 2001 (Paidós Studio), p. 131.
[7]  José M. Pabón, Diccionario Manual Vox Griego-Español, 17ª ed, Bibliograf, Barcelona, 1996,p.p. 711.
[8]Rodolfo Mondolfo, La comprensión del sujeto en la cultura antigua, EUDEBA, Buenos Aires, 1968, p. 154.
[9] D.L. IX, 50 y ss y Carlos García, “Los sofistas y Sócrates” en Victoria Camps (coord.), Historia de la Ética. 1. De los griegos al Renacimiento, Crítica, Barcelona, 1988, p. 43-44. Luego en el mismo texto dice algo así como: “[...]en siete según otros: en narración, pregunta, respuesta, mandato, exposición, ruego e invocación”.  La anterior suele ser interpretado como que otros dicen que Protágoras dividió en 7 partes el discurso,  pero Pfieffer considera que esta parte se refiere a que otros sabios dividieron el curso en tales componentes (Sofistas, Testimonios y Fragmentos, trad. del griego de Antonio Melero Bellido, Gredos, Madrid, p. 87)
[10] Aristóteles. Retórica 5, 1407 b 6. De acuerdo con Bruno Snell,  Karl Reinhardt y Gadamer, el neutro en griego permite enunciar al sujeto como el objeto intencional  del pensamiento,  como un algo que es común a todas las cosas y que no se encuentra ni allí, ni aquí, es decir el ser en el que se muestra todo ente. Ahí se anuncia ya el concepto, junto con otras condiciones que permiten llegar a tal pensamiento abstracto: el verbo ser y el nivel de abstracción del alfabeto fenicio. No obstante, hemos de decir, que aunque resulta interesante este concepto, el hacer énfasis en que eso sucede tanto en las lenguas griega, como en la alemana, fácilmente podría darse el paso a llegar a un racismo filosófico, una discriminación cultural que serían poco sanos para la filosofía (Hans Georg Gadamer, El inicio de la filosofía occidental, trad. de Joan Josep Musarra, 2ª ed., Paidós,  Barcelona, 1999 (Paidós Studio), p. 18-19).
[11] Rudolf Pfeiffer,  Historia de la Filología Clásica I. Desde los comienzos hasta el final de la época helenística, trad. de Justo Vicuña y María Rosa Lafuente, Gredos, Madrid, 1981, p.  83.
[12] Aristóteles. Razonamientos Sofísiticos,14, 173b, 17.
[13] D.L. IX, 50 y ss.
[14]Sofistas, Testimonios y Fragmentos, trad. de Antonio Melero Bellido, Gredos, Madrid,  1993, p. 85.
[15]Ibidem.
[16] Siguiendo a Jacqueline de Romilly, Antonio Mellero dice que éste concepto significa: “la utilización de todo aquello que podía contribuir al poder mágico de la palabra” (Sofistas, Testimonios y Fragmentos, trad. de Antonio Melero Bellido, Gredos. Madrid, 1996, p. 31).
[17] No obstante podemos decir que la posibilidad de crear tales tiempos, sea gramatical o retórmicamente sería la dimensión antropológica que lo concibe como inacabado, como proyecto. 
[18]George Briscoe Kerferd, The sophistic movement, Cambridge University Press, Cambridge, 1984, p. 73.
[19] Tal  apelación por el realismo choca con la idea del Protágoras subjetivista. La solución a tan extraña paradoja esté quizá en el  rol de las palabras como representación de la realidad, no importa que sea una realidad construida.  Así pues,  si “ira”  y “casco” son percibidos como cuestiones ligadas a la  masculinidad, curiosamente la manera de ver consensuada (doxa)  en el lenguaje,   ha asociado “erróneamente” con la feminidad a dichas palabras y sus objetos. Posiblemente para Protágoras semejante asociación (de un elemento asociado a lo masculino, pero gramaticalmente femenino) sería una aberración, pues la propia construcción de la realidad sugeriría lo contrario. Una interpretación similar a esta sostiene Francisco Rodríguez Adrados cuando dice que Protágoras “[...]tras sentar una categoría como la de género, quería corregir el uso normal griego para que el género quedara siempre marcado”  (Francisco Rodríguez,  Palabras e ideas, Ediciones Clásicas, Madrid, 1992,  p. 134).
[20] Ibidem, p.  99-100, 151.
[21] Ibid.
[22] Ibidem, p. 149.
[23] Parece que los griegos, cuando crearon el alfabeto, sutilmente distinguieron entre vocales y consonantes, ya que el alfabeto fenicio carecía de representaciones vocales y cuando fue adaptado, cada fonema recibió una representación gráfica. A estos elementos según Pfeiffer, les llamaban “stoijeia”. Igualmente si había una creación de versos, entre los aedos, había una tácita medición silábica. Si Protágoras diferenció géneros, seguro fue porque diferenciaba las palabras (onoma). Más aún, si habló de tipos de enunciados, sabía que estas (las palabras) se asociaban en oraciones. También en el Teeteto (205 d y ss), vemos indicios de un conocimiento de las grafías, las sílabas, y las palabras en las modalidades de verbos y sustantivos. Si en dicho diálogo polemiza indirectamente con Protágoras, hemos de suponer que Protágoras conocía tales elementos lingüísticos. 
[24]José Solana, El camino del ágora. Filosofía política de Protágoras de Abdera, Prensa Universitaria de Zaragoza, Zaragoza,  2000, p. 27; Francisco Rodríguez, Palabras e ideas, Ediciones Clásicas, Madrid, 1992, p. 117.
[25] Dice Rodríguez Adrados que para Protágoras el logos está distante del Ser, es decir, hay un desajuste entre el lenguaje y la realidad, en el sentido gorgiano que critica una realismo ingenuo.  Ahora bien, que el Ser se revele en el logos justamente porque el logos es revelado por el Ser, es decir el sentido gadameriano de la relacionalidad, eso sí tiene sentido en Protágoras.
[26] Francisco Rodríguez,  Palabras e ideas, Ediciones Clásicas, Madrid, 1992, p. 149-150.  
[27] Ibidem, p. 150.
[28] W.K.C. Guthrie, Historia de la Filosofía Griega. Tomo III . Siglo V. Ilustración, Gredos, Madrid,  1988, p. 263.
[29] Carlos García, “Los sofistas y Sócrates” en Victoria Camps, Historia de la Ética. 1. De los griegos al Renacimiento, Crítica, Barcelona, 1988, p. 43. 
[30]Protágoras 333 d ss y Francisco Rodríguez, Palabras e ideas, Ediciones Clásicas, Madrid, 1992, p.150-141.
[31] Ya el propio Gadamer reconoce que la ética aristotélica (con su concepción de la virtud),  Sócrates, los sofistas y Platón se ocuparon del problema hermenéutico. Especialmente ve que los sofistas al interpretar a los poetas, se meten con el asunto de la hermenéutica y la escritura. Hans Georg Gadamer,  Verdad y Método, t. 1, trad. de Ana Agud y  Rafael de Agapito, 7ª ed., Sígueme, Salamanca, 1997, p. 633 – 635.
[32] Protágoras 338e - 339 a.
[33] Platón, Protágoras, trad. de Ute Schmidt, UNAM, México, 1984, p. 38.
[34] Protágoras 316 d.
[35] Aunque esto Gadamer lo dice a partir de Platón y de Leo Strauss, vemos cómo esto también aplica para el propio Protágoras también. Hans Georg Gadamer, Verdad y Método, t. 1, trad. Ana Agud y Rafael de Agapito, 7ª ed.,  Sígueme, Salamanca, 1997, p. 636-637.
[36] José Barrio Gutiérrez nos dice que Diógenes Laercio tiene este concepto en mente cuando utiliza la palabra dialéctica y así la define en D.L. VII, 1, 42.
[37] Quintiliano, III, 1, 12.
[38] Defensa de Helena.
[39] Y debemos mencionar que esta  sentencia no se le atribuye exclusivamente a Protágoras. Incluso a Sócrates se le acusó de ellos (Apología de Sócrates 19b 5-6).
[40] Retórica 1402 a 23. Esta visión obviamente se basa en una lectura que presupone una correspondencia epistémica entre las cosas (pragmata) y el logos desde el punto de vista aristotélico y niega la validez  epistémica de la doctrina de Protágoras.
[41] Rodolfo Mondolfo, La comprensión del sujeto en la cultura antigua, EUDEBA, Buenos Aires, 1968, p. 154.
[42] Francisco Rodríguez, Palabras e ideas,  Ediciones Clásicas, Madrid, 1992, p.  172.
[43] Esto significa que en el hombre está como una dimensión antropológica, pero también que se torna en una dimensión ontológica. 

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