¿Qué es un texto?
El “texto” es un concepto que, si no se define, queda en un nivel pre
teórico. Para la semiótica es un objeto. Igualmente es un conjunto sígnico
coherente, es decir, cualquier comunicación
registrada dentro de determinado sistema de signos. Así, los textos pueden ser verbales,
escritos, gráficos, gestuales. Lo mismo un libro que un cuadro, un baile que
una escultura son textos.
Tal definición semiótica de texto no se diferencia mucho de la de
discurso de Van Dijk que lo entiende como una unidad sígnica interesante que se
realiza mediante una emisión. En ese
nivel “texto” y “discurso” se vuelven intercambiables. Sin embargo, no todos
los autores admiten esto. Para estudiosos como Walter Ong el texto es un
fenómeno ligado a la escritura. Sólo se
puede usar por analogía respecto a las producciones orales.[1]
Texto y lectura
En consecuencia, en un sentido más
restringido, un texto es la expresión material de un discurso en un formato
escrito. Desde el enfoque de la comunicación el texto manifiesta el código y el
canal por medio del cual se transmite un mensaje. Pero no se refiere a
cualquier código ni a cualquier canal. Por eso
se puede decir que un texto es: 1) el “conjunto de signos lingüísticos,
en particular los escritos, con los que se comunica algo: un texto científico, un texto literario”.[2]
Es sinónimo de una lectura. La RAE
define este sentido de la lectura como
una obra o cosa leída.[3] De
tal manera que una lectura está en unas hojas escritas a mano, en un cuaderno,
en una revista, en un periódico, en un
libro, en un lector digital o en un archivo electrónico. El soporte de la lectura puede cambiar. Los
primeros soportes que diseñó el hombre fueron tablillas de barro cocido, rollos
de papiro, pergaminos de piel, tablillas de cera en una base de madera. El
soporte principal de los textos es el libro. En el siglo XVIII los filósofos
reflexionaron sobre la naturaleza del libro.
Emanuel Kant en la Metafísica de
las Costumbres planteó que el libro era tanto una obra material (opus mechanicus) que le pertenece a
quien la ha comprado, como un discurso que le pertenece a quien lo ha
elaborado. El editor, es un intermediario, un representante usufructuario entre
el lector y el autor que permite hacer público el pensamiento del escritor por
voluntad de éste. Fichte propuso la propiedad privada del editor sobre la
edición. [4]
A veces se identifica al texto con el cuerpo de la obra un libro:
“conjunto de lo escrito en un libro, aparte de su portada, sus notas, sus índices,
etc”.[5]
Sin embargo, otras partes como el prólogo y el epílogo, constituyen también
textos. El libro, como formato ideal de
las lecturas, surgió de la fusión de hojas de pergamino cosido con tablillas de
madera como guardas. Después se
inventaron los libros bajo el formato de cuadernillo con hojas cosidas. Los libros fueron productos artesanales hasta
que se inventó la imprenta en el siglo XV. Las partes de un libro son las siguientes: cubiertas,
solapas, lomo, cantos, portada, contraportada,
guardas, índice, prólogo (escrito por el autor), página legal, prefacio
o introducción (escrito por otra persona),
cuerpo de la obra, apéndice, bibliografía, epílogo, colofón (datos de
impresión).[6]
Al principio la lectura era un acto público en voz alta. Los textos no
tenían signos de puntuación, ni siquiera separación entre palabras (scriptura continua). Los amanuenses
inventaron la separación entre las palabras. Ya para el siglo XIII tal tipo de
escritura fue superado y respondía a espaciados y signos de puntuación. A
mediados del siglo XIV se establecieron separaciones en apartados y capítulos.
Surgió la lectura silenciosa y privada. De repente aparecieron 250 imprentas en
toda Europa y se publicaron 12 millones de volúmenes. El libro tuvo una hegemonía histórica hasta
el siglo XX. Dándose la revolución electrónica de las sociedades, recientemente
han surgido los formatos electrónicos de los textos. En función del formato de
presentación de la lectura, los textos se pueden clasificar en libros (a partir
de 49 páginas según la UNESCO), folletos, diarios y revistas.[7] Podemos
añadir a esta tipología nuevos formatos como el archivo electrónico y la página
web.
Actualmente los textos digitales son ajenos a la estructura del libro. Se
tiene acceso a una multitud de lecturas en línea pasadas y presentes que pueden
ser encontradas por buscadores a partir de una información concreta que se
quiere encontrar. Los textos son bancos de datos para consulta más que obras
unitarias que deben ser leídas a completitud.
Una lectura está hecha para ser
leída. “Lectura” es el término que se usa no sólo para designar la obra, sino
también la acción de leer. Leer es “pasar
la vista por lo escrito o impreso comprendiendo la significación de los
caracteres empleados”.[8] Es la traducción de símbolos en lenguaje. La
lectura y la escritura son fenómenos posibles gracias a un progreso
tecnológico. Es una actividad neurolingüística que echa mano de partes de los
lóbulos frontal y temporal para el análisis y planificación de los sonidos (o
cualquier otro símbolo) y los significados vinculados a ellos. Las sociedades gráficas ampliaron con estas
actividades su memoria y las capacidades explicativas de la ciencia, la
historia, la filosofía, el arte, del
propio lenguaje. Se potencia la conciencia
humana. Se fomentan la memoria, la reflexión y la imaginación.
Si se lee por diversión, la lectura es literaria; si se lee por una
necesidad, la lectura es utilitaria. Esta tipología depende de la función que
ejerce la lectura en el lector. Pero también se puede clasificar a partir de
los intereses del lector en: estudio, crítica, determinación histórica, placer
(por el gusto de leer), entretenimiento (por ocio, para distraer el
aburrimiento), información.
La lectura, como acción, implica un trinomio: texto, autor y lector, que
de acuerdo al circuito de la comunicación responde al conjunto: mensaje, emisor
y receptor. El escritor y el lector son alfabetos, pero no todos los alfabetos
son lectores, ni escritores. La diferencia estriba en que el escritor y el
lector tienen hábitos de escritura y de lectura. Un alfabeto sin hábitos de lectura es un
analfabeto funcional o un nuevo analfabeto.
Hay varios niveles de lectura
(nuevamente entendida como acción).
Cuando aprendemos a leer, el primer nivel tiene que ver con la lectura fonética, que asocia una grafía
a un sonido. Posteriormente aprendemos a asociar varias grafías para juntarlas
en un término que se vincula a un significado, se aprenden sinónimos,
antónimos, parónimos. Se aprende una
lectura de decodificación primaria. Luego aprendemos a comprender enunciados,
como expresiones de sentido completas con signos de puntuación. A eso le
llamamos decodificación secundaria.
Posteriormente aprendemos a vincular enunciados entre sí. Eso responde a una decodificación terciaria. Después está
la lectura categorial que consiste en
identificar la estructura y tesis de un texto. Por último está la lectura meta semántica que somete a la crítica a un texto. Lo anterior corresponde a un modelo de
aprendizaje ideal de la lectura que se llama “Teoría de las seis lecturas” de
Miguel de Zubiria. Esta clasificación
es pertinente para los sistemas de lectura alfabéticos, pero no para los otros
tipos, como el ideográfico.
Pero si no se tiene como centro el
proceso de aprendizaje, sino el proceso cognitivo, la lectura puede ser: literal o descriptiva (si puede
reproducir el mensaje del autor); inferencial o figurativa (si se pueden
sacar conclusiones del texto a partir de hipótesis que se formula el
lector), crítico (si se puede evaluar la
lectura de manera sistemática confrontando el mensaje del texto con los saberes
y la experiencia del lector), analógica (si se pueden comparar textos
entre sí), apreciativa o interpretativa (si se pueden sacar juicios de valor a
partir de las inferencias y crítica derivadas de lo leído). Sin embargo, podemos decir que las lecturas
analógica y apreciativa ya son formas de lectura crítica. Así que podemos reducir a tres los niveles
cognitivos de la lectura.
Otro criterio de clasificación es partir de la comprensión, es decir, de
lo que se comprende. La lectura, vista así, puede ser: informativa (de qué
trata el texto), estilística (cómo lo dice) e ideológica (por qué y para qué lo
dice).
Dicho lo anterior, cabe mencionar que no todo discurso o texto es una lectura (obra
escrita). Pero sí toda lectura necesariamente es un texto, un discurso. Pese a
ello, todo texto o discurso se puede
leer bajo los cánones propios del formato y del contexto en el que se expresa.
Todo texto es recibido por sus interlocutores con una competencia
textual, o sea, hay una predisposición del observador a darle coherencia a
aquello que se presenta como un fenómeno textual. Estructuralmente hablando un texto ya es un
sistema de estructuras que guardan unidad, a esto se le llama intratextualidad. Además, el sujeto
también tiene una competencia intertextual,
que es la capacidad de enriquecer su lectura del texto a través de la
experiencia que tiene de otros textos. Pero también hay otros elementos que no
corresponden al texto escrito que nutren y dan sentido a la obra, a esos
recursos ajenos al texto se le llama extratextualidad.
La Hermenéutica Filosófica sabe de esto.
La coherencia se capta
intuitivamente. Hay una superficial, de corte léxico-gramatical y otra profunda
que es global. La primera se manifiesta
con un apego a las reglas de la gramática y a la vinculación de los enunciados
con los signos de puntuación y elementos copulativos del lenguaje. A pesar de que haya inconsistencias
gramaticales la profundidad de la coherencia no se anula. En consecuencia, la
coherencia profunda es una estructura lógico-semántica, o sea: pensamientos que
expresan significados relacionados entre sí por reglas del razonamiento; o
bien, la coherencia global es una ordenación de varios temas en un gran
complejo. Por ende, hay una isotopía en el texto, entendiendo a
ésta como la recurrencia de conceptos o elementos similares o compatibles en el
discurso.
En este sentido, la coherencia es una macro estructura del texto. Las
reglas de esta macro estructura son tres: 1) la supresión de los detalles que
no estén ligados a una secuencia de proposiciones; 2) generalización, que es la
elaboración de una proposición que tenga un concepto derivado de una secuencia
de proposiciones; 3) la construcción de una proposición que sustituya a la
totalidad de proposiciones de la secuencia a partir de los conceptos generalizados en el texto. La
coherencia expresa un tema.
Ahora bien, aunque esta coherencia semántica está en el texto, el lector
o intérprete le asigna una coherencia pragmática; en otras palabras, le da a
priori una unidad para su comprensión y su interpretación.
La coherencia global es tanto intra textual como extra textual. Está rodeada
por un contexto que rodea al texto, el cual determina puntos de vista, pero que
también permea al texto, se subsume dentro de él. El contexto se refleja dentro
del texto.
Dicho todo lo anterior, no quiero decir que haya textos que no tengan
incoherencias lógicas. Los hay. Lo que
esto significa es que las incoherencias lógicas son parte estructural de los
textos en los que están y se incorporan a su unidad, a su coherencia. Por eso, a veces, no son tan fáciles de
criticar las falacias.
-Estructura
del texto
Los textos, en cuanto que son lecturas, están hechos de párrafos. Los
párrafos de enunciados. Un párrafo puede estar constituido por un solo
enunciado o por varios. Un párrafo, en consecuencia, es un “fragmento de un
texto en prosa que está constituido por un conjunto de líneas seguidas y
caracterizado por el punto y aparte al final de la última”.[9]
La RAE por eso define a un texto como un “enunciado o conjunto de enunciados
coherentes orales o escritos”.[10]
Lo que diferencia al párrafo del texto es que el primero es una unidad
tipográfica. El segundo es una unidad significativa. Esto implica, según
Todorov que el texto tiene autonomía y clausura (son cerrados). Y aunque tiene
una clara vinculación con la estructura del lenguaje, lo rebasa. Es
connotativo.
Volvamos a la estructura de los textos tipográficamente. Los párrafos
están hechos de enunciados, o bien, los enunciados constituyen párrafos. Un
enunciado es la unidad que expresa un sentido completo y que está constituida
por sujeto y predicado. El sujeto es de quien se habla en la oración y el
predicado lo que se dice del sujeto.
Los textos tienen una estructura que organiza sus párrafos en inicio,
desarrollo y fin (justamente porque son autónomos y cerrados).
Ellos (los textos) se pueden expresar de dos formas: la prosa y el verso.
La prosa es la manera natural del lenguaje para expresar ideas. El verso es una
manera artificiosa y melodiosa del lenguaje sujeta a una medida de sílabas y
rima.
Clasificación de los textos
Bibliografía
Gugliemo Cavallo y Roger Chartier, Historia de la lectura en el mundo occidental, edit. Taurus,
México, 2012.
Nicholas Carr, Superficiales.
¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes?, edit. Taurus, México,
2010.
Jorge Lozano, Cristina Peña-Marín, Gonzalo Abril, Análisis del Discurso. Hacia una semiótica
de la interacción textual, 9ª edición, Cátedra, Madrid, 2009.
Jorge Ruffinelli, Comprensión
lectora, edit. Trillas, México, 2013.
Walter Ong, Oralidad y escritura. Tecnologías de la
palabra. Edit. FCE, edición Kindle.
[1] Walter Ong, Oralidad y escritura. Tecnologías de la palabra. Edit. FCE, edición
Kindle.
[2]
Varios, Diccionario del Español de México,
vol. II, edit. El Colegio de México, México, 2011, entrada: texto.
[4]
Gugliemo Cavallo y Roger Chartier, Historia
de la lectura en el mundo occidental, edit. Taurus, México, 2012, p. 13.
[5] Varios,
Diccionario del Español de México,
vol. II, edit. El Colegio de México, México, 2011, entrada: texto.
[7]
Jorge Ruffinelli, Comprensión lectora,
edit. Trillas, México, 2013, p.20.
Comentarios
Publicar un comentario