La homotextualidad. El manifiesto anti-homotextual.

La homotextualidad es una perversión textual que francamente sólo se puede calificar como  acto intelectual de corte inmoral. No es cosa de natura. Yo no creo que la gente nazca así. Se vuelve de esa manera por alguna mala influencia en su educación,  por juntarse con gente indebida o por alguna desviación acaecida en su entorno. Por eso es que estoy en contra del matrimonio entre los escritores homotextuales, porque tendrían y criarían hijos así. Los niños deben de tener el derecho a decidir lo que quieren ser. Así que de la misma forma,  estoy a favor de los centros de corrección de las tendencias textuales. Que  en las casas de cultura y las escuelas se impartan cursos de redacción, talleres literarios,  se fomente la creatividad,  se aperturen clubes de lectura y se realicen tertulias. Que las obras  abran sus cortesanas páginas al capricho de los neófitos, regalándoles la tinta de sus kamasútricas virtudes.
Sí, efectivamente odio a la literatura homotextual, esa que quiere predicar verdades absolutas, universales e inamovibles para todas las personas sin ser empática con la diversidad. Los escritos homotextuales son altamente monolíticos e intolerantes. Conforman un género degenerado que, además de imponer ideas, quiere unificar loa estilos sin respetar la libertad creativa de nosotros los heterotextuales. Un escritor homotextual, siempre escribe igual, sermonea de la misma manera. Sigue los protocolos sin cuestionarlos, porque éstos sacros y trascedentes. El deber ser subordina al ser, la realidad debe de acoplarse a su modelo mental.  Esta cerrazón  no se debe a que un homotextual ya esté definido, sino la causa está en que no se atreve a probar otros horizontes que enriquezcan a su propia escritura, su propia comprensión. Los homotextuales odian la intertextualidad, que es tan culposamente sabrosa. Para esos  prejuiciosos seres, la intertextualidad es cosa de bitextuales. Se retuercen al saber que la contextualidad es una orgía textual que introduce su enorme semántica en la coherencia global del texto, desdibujando los límites claridosos de las teorías de género literario, porque todo se vale entre un texto y otro texto, entre un texto y su circunstancia. Ya lo decían por ahí: yo soy yo y mi texto y si no salvo a él, no me salvo a mí.  Pero los homotextuales no tienen esas miras,  son heterofóbicos. Tan excitante que es leer otras literaturas y entregarse al placer de sus letras. Mas los homotextuales son cobardes, está en su condición textual de creatividad apocada, afeminada. ¡Ojalá tuvieran tantita de la hombría de Carlos Monsivais!
Afortunadamente no soy un maldito homotextual. Menos estoy en el closet. Orgullosamente me declaro heterotextual y  voyerista. Me encanta mirar las hojas desnudas, recorrerlas lenta, suave, cálidamente a través de mis telescópicas gafas junto a mi ventana. También me culpo de fetichismo, porque si no veo una portada llamativa, un cuidado tipográfico y un trabajo editorial sensual, difícilmente llego al clímax, abandonando la lectura apenas iniciado el acto textual.  Me confieso zoofílico, necrofílico y gerontofílico, porque gozo de la fauna fantástica de las mitologías, porque amo las historias hechas por escritores ya muertos, porque amo la vejez de los premios Nobel que nos regalan juventud para los ojos.
Los homotextuales no saben de esos senderos prístinos porque ellos siempre están bajo la sombra de la misma fórmula. En cambio, el heterotextual no se casa nunca con la misma literatura, siempre está buscando una nueva conquista, una nueva experiencia,  está dispuesto a aprender, a conocer nuevos territorios…(por desgracia, he de admitirlo, que cuando me entusiasman mucho esos vírgenes sitios literarios, cuando una escritura me atrapa con su ritmo, su cadencia y  su carne, la voluptuosidad de sus sintagmas me conduce a la textualización precoz, por lo tanto leo ávidamente el libro para tratar de llegar lo más rápido a las páginas finales y alcanzar así el desenlace).

¡Viva la heterotextualidad!  ¡Pongamos  un freno a este mundo gobernado por una bola de homotextuales!  No me importa lo que digan, hago público mi manifiesto anti-homotextual. Ah,  y crean lo que crean ustedes, para mí ni Salvador Novo ni Oscar Wilde eran homotextuales.

Comentarios

  1. Qué es este bodrio pleno de estulticia y artificioso lenguaje barroco (muy gay por cierto). Razón tuvo Umberto Eco al aseverar que las redes sociales le han dado voz a una legión de idiotas, una invasión de imbéciles

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