¿Qué es el discurso?
Cuando hablamos
de un discurso no es tan claro exactamente a qué nos referimos. Se puede hablar,
como tal, de una pieza oratoria escrita con fines políticos, o bien, de una
categoría para referirse a una serie concatenada de pensamientos que se
muestran lo mismo en un texto, que en el habla, en las imágenes o hasta la
cultura. Jürgen Habermas tiene un libro que se titula El discurso filosófico de la modernidad. ¿Qué quiere significar en
ese título la palabra discurso? Pareciera
que sugiere que hay una serie de pensamientos que son productos de comunidades
enormes que rigen sus modos de pensar y de actuar.
¿Dónde empieza y dónde acaba un discurso? ¿Quiénes son sus autores? ¿Cómo se
origina? ¿A qué se refiere
exactamente? ¿Es un producto o también
es un acto?
La RAE da doce definiciones distintas del discurso:[1]
1. m. Facultad
racional con que se infieren unas cosas de otras, sacándolas por consecuencia
de sus principios o conociéndolas por indicios y señales.
2. m. Acto de la
facultad discursiva.
3. m. uso de razón.
4. m. Reflexión,
raciocinio sobre algunos antecedentes o principios.
5. m. Serie de las
palabras y frases empleadas para manifestar lo que se piensa o siente. Perder,
recobrar el hilo del discurso.
6. m. Razonamiento o
exposición sobre algún tema que se lee o pronuncia en público.
7. m. Doctrina,
ideología, tesis o punto de vista.
8. m. Escrito o
tratado de no mucha extensión, en que se discurre sobre una materia para
enseñar o persuadir.
9. m. Transcurso de
tiempo.
10. m. Gram. oración
(‖ palabra o conjunto de palabras con sentido completo).
11. m. Ling. Cadena
hablada o escrita.
12. m. ant. Carrera,
curso, camino que se hace por varias partes.
Según el uso que le demos a la palabra, se validará cada definición.
Cuando se habla de discurso, parece que se está remitiendo a un acto de la
facultad discursiva que se puede convertir en muchas de las cosas que la RAE
menciona: reflexiones, razonamientos,
exposiciones, doctrinas, ideologías, tesis, puntos de vista, escritos,
oraciones, cadenas habladas…
En la tradición filosófica al discurso se le llamó dianoia o logos en la
Antigüedad y la Edad Media. En el contexto aristotélico-tomista, la dianoia era un conocimiento no
intuitivo, sino mediato, producido por el paso de una proposición a otra, es
decir, por el razonamiento. En cuanto logos,
el discurso era un sonido vocal con un significado. El discurso era oral o
escrito. El discurso también podía ser perfecto o imperfecto según si su
significado era completo (oración) o si era incompleto (frase).
José Ferrater Mora señala que en la semiótica contemporánea un discurso
es un complejo de signos que puede tener diversos modos de significación y
propósitos.[2] De
acuerdo con Teun A. van Dijk el discurso es “la unidad lingüística interesante
que se realiza mediante una emisión”.[3]
Lo que le da unidad al discurso es un
tema, pues éste es una propiedad que permite abordar a lo dicho como un todo.
Es una estructura semántica que trata del asunto o idea general del discurso.[4]
Pero, ¿cuál es la extensión mínima de un discurso? Según Christopher Norris de la Universidad de
Wales, es cualquier pieza lingüística
más larga y compleja que un enunciado singular.[5]
Pero el discurso no es exclusivamente un producto, también es una
práctica social compleja (por sus
distintas formas de organización) y heterogénea (por sus variadas normas
gramaticales según la lengua, el texto y el ámbito sociocultural), como dicen
Helena Calsamiglia y Amparo Tusón.[6]
Para ellas es “una forma de acción entre las personas que se articula a partir
del uso lingüístico contextualizado”.[7]
Los discursos son divididos en unidades que permiten su análisis. La
unidad básica es el enunciado. Los enunciados se combinan entre sí para formar
textos orales u escritos, los cuales ya son unidades comunicativas
intencionales y completas. El discurso
es esa práctica social-simbólica, el texto es su unidad de análisis.
El discurso, al ser un evento comunicativo, que implica el modelo
SPEAKING de Hymes: Situation, Participants, Ends, Act sequences, Key,
Instrumentalities, Norms y Genre (situación, participantes, finalidades,
secuencias de actos, clave, instrumentos, normas y género). La situación espacio-temporal de un evento y
su significación social; los participantes se refiere a los interlocutores con
sus características; las finalidades se refiere a las metas individuales o
sociales que se espera tener; las secuencias de actos se refiere a la organización
tanto de la interacción como de los temas a tratar; la clave se refiere al
grado de formalidad o informalidad del evento; los instrumentos se refiere al
canal de la comunicación, a las variedades del habla, a las vocalizaciones,
cinesia y proxemia (actitud, gestos y posición corporal), las normas se
refieren a las reglas de interacción y de interpretación del discurso; el
género al tipo de interacción y sus secuencias textuales.
Para Michel Foucault el discurso
no sólo es lingüístico, es un paradigma epistémico ordenador de la realidad. Es
una serie de procedimientos que establece el límite entre lo permisible y lo
prohibido.[8]
Siguiendo la línea política de Foucault Jürgen Habermas entiende al discurso
como una discusión desarrollada en forma argumentativa. Los discursos pueden
ser estratégicos, para imponer los intereses del locutor o pueden ser libres de
dominación; aunque en la práctica ningún discurso es completamente libre. [9]
De acuerdo con Walter Brugger y Harald Schöndorf el discurso, bajo el interés
de la filosofía contemporánea, es peroración (acto linguïstico persuasivo).
Dentro del discurso hay actos de habla, es decir, acciones intencionales
que se convertirán en enunciados, frases o párrafos. Un discurso es un
macro-acto del habla que amalgama a los micro-actos que hay en él. Decidir
indagar algo, ordenar, seducir, dudar son actos que se traducirán en expresiones
lingüísticas. El filósofo John Searle dice que hay cinco tipos de actos de
habla: 1) asertivo (da cuenta del compromiso del hablante con una verdad);
2) compromisivo (que expresa el
compromiso del hablante con una acción que él va a realizar); 3) directivo (que
busca el compromiso del escucha para que realice una acción); 4) declarativo
(que da cuenta de un estado de cosas); 5) expresivo (da cuenta de un estado
psicológico del hablante). El tema de un discurso puede estar constituido por
uno o varios de estos tipos. Si bien se
pudiera calificar de arbitraria esa clasificación, lo rescatable de ella es que
denota, reconoce una pluralidad de intenciones del hablante como actos
lingüísticos, los cuales, obviamente, tienen un procesamiento cognitivo a
través de la memoria a corto y largo plazo con una colección de proposiciones
lógicas representadas como hechos. Ese conjunto de representaciones no es del
todo homogénea, pues dependen del estado cognoscitivo del sujeto, es decir, no
sólo de su capacidad de memoria, sino también de sus valores, intereses, actitudes,
el marco social en el que está inserto y, en términos más generales, del plan
que tenga para hablar de algo en su discurso.
Lo anterior lleva a entender al discurso como un producto o una forma que
no está deslindado del acto que lo genera, ni de su autor, ni de la razón. También permite abarcar como discursos a una
pieza oratoria, a un texto de cualquier tipo, una obra cinematográfica o
cualquier narración que tenga unidad y sea de interés para alguien. Además, considera al discurso como una práctica social
entre personas que interactúan verbal, escrita y mediáticamente, de tal manera
que el discurso es claramente una interacción.
El Análisis del Discurso es la
disciplina humanística que se encarga del estudio de éste. Dicha disciplina surgió de la Lingüística y
tiene por finalidad “describir las formas, prácticas, estructuras y funciones
del discurso ordinario, y los procedimientos y mecanismos mediante los cuales
quien participa en un intercambio verbal confiere y atribuye orden, coherencia y
significado al discurso”.[10]
Es una disciplina reciente que surgió en
la década de los años sesenta, que empezó con el estudio de las conversaciones;
luego viró al de los textos. Es multidisciplinaria, echa mano de la Historia,
la Antropología, la Sociología, la Psicología, la Lingüística, las Ciencias de
la Comunicación, la Filosofía y la Retórica Clásica. Esto ha generado una gran
cantidad de corrientes, métodos e intenciones de estudio.
En la Antigüedad se hablaba de tres categorías estéticas del discurso:
poéticas, suasorias y didácticas, en función de la intención del autor, si era
expresar la intimidad del sujeto, persuadir o enseñar. Esa es la versión
vetusta de los actos del habla de Searle en el contexto de los discursos
formalmente instituidos. No se refería a los géneros literarios propiamente,
sino a las características genéricas, a los objetivos de los discursos.
Actualmente, según la Estilística de Martín Alonso, se habla de formas
discursivas que funcionan como categorías estéticas más específicas: la
descripción (señalamiento de las
características, partes o circunstancias de cosas o paisajes), la narración
(relato de acontecimientos humanos), la exposición
(relato que explica los pensamientos del escritor sobre algún tema) y el
diálogo, (discurso que tiene reproduce o finge una conversación).
El diálogo se puede producir en situaciones de divergencia, de
confrontación. Cuando esto sucede, surge la argumentación. Ésta busca convencer
al interlocutor de que adopte una opinión o actitud. Por eso, Susana González
Reyna prefiere sustituir la noción de “estilística dialógica” de Martín Alonso por
la de argumentación. Lo cierto es que ni todo diálogo es
argumentación, y además, la
argumentación se puede dar en contextos expositivos lo mismo que en contextos
dialógicos. Inclusive, las narraciones y las descripciones en determinados
contextos se pueden supeditar a momentos de una argumentación.
Evidentemente, un interés especial de la Teoría de la Argumentación -en
relación con el discurso- es el análisis
del discurso argumentativo. Bajo este
enfoque Schiffrin ha dividido el estudio de los argumentos en dos tipos: los
retóricos (que son monológicos) y los de oposición (que son dialógicos). Lo anterior implica el estudio de la
organización interna de un discurso, la estructura y reglamentación de las
discusiones, el valor epistemológico de las opiniones, y la persuasión de ellas
(las opiniones) a través de premisas ocultas.
Ahora bien, ¿cómo se clasifican los discursos? Aristóteles sentó una base al establecer una clasificación tripartita
que fue paradigmática hasta el Renacimiento. Su clasificación era en función de
la relación entre el discurso y su auditorio. Así, la relación podía ser de
espectador o participante. El primer género fue el demostrativo, en el que el público escucha la demostración
realizada por el orador para elogiar o censurar algo. Luego estaban los dos
géneros en los que el escucha participa: el género judicial (de sucesos del pasado ligados en torno a acusaciones o
defensas legales) y el género deliberativo
(de sucesos del futuro, consejos o disuasiones de decisiones públicas). Philip Melanchton añadió un cuarto género: el
didascálico o educativo que tenía que
ver con la selección de temas para su enseñanza. Después entró en crisis la
Retórica y los géneros discursivos fueron dejados atrás. Con el resurgimiento
de la Teoría de la Argumentación y del Análisis del Discurso surgieron nuevas
propuestas clasificatorias. Una de las más populares es la de Walton que señala que más que géneros, hay
situaciones argumentativas que dividirían en seis tipos al discurso: persuasión,
negociación, investigación,
deliberación, búsqueda de información y diálogo erístico.
José Antonio Hernández y María del Cármen García dividieron el discurso a
partir de sus objetivos. Desde esta
perspectiva los discursos puede ser: de persuasión,
que es propio de los ideológicos, religiosos, políticos y judiciales; de evasión, son los que buscan divertir al
escucha (chistes, cuentos); de enseñanza, que persigue generar el
aprendizaje en el oyente (cátedras); de celebración,
son de carácter festivo y expresan la
alegría en torno a un motivo. Estos mismos autores también clasificaron los
discursos de acuerdo a su contenido. Determinaron los siguientes: 1) de
descripción de objetos, 2) definición de ideas, 3) formulación de valores y
estimaciones, 4) de interpretación de las actitudes y comportamientos.
También podemos pensar que por la forma de su emisión los discursos
pueden ser orales, escritos, visuales o audiovisuales. El discurso natural del
hombre es oral. Su modo de expresión es
la prosa. Después para su deleite inventó el verso, como una forma artificiosa
de expresión oral. Luego inventó el
resto de las formas discursivas: escritas, visuales y audiovisuales. Posiblemente la comunicación no verbal a nivel
gestual, sería el único ámbito de la discursividad del hombre que sea tan
natural como la oralidad.
A la fecha persiste un debate sobre si los discursos se limitan a
prácticas civiles o bien a cualquier ámbito de la cultura en la que intervenga
el lenguaje. Si se acepta lo segundo, obviamente habría discursos de diversa
índole: literarios, cinematográficos, iconográficos, publicitarios,
periodísticos, científicos, mitológicos, etcétera. Al respecto dice Teun A. van
Dijk que actualmente no se puede hablar de una tipología sistemática y completa
del discurso, sino de varios tipos de clasificaciones del discurso.
En conclusión, los discursos son conjuntos articulados de signos que
responden a una intención lingüística comunicativa, cuya extensión puede ser
muy variada. Su estilo varía (persuade, educa, expresa la intimidad, describe,
narra, expone, dialoga). Pueden ser obra
de un individuo o una comunidad. Tienen,
además, repercusiones epistémicas y políticas debido a que ordenan la realidad
e influyen o son influidos por las demás personas. Se pueden entender los
discursos en dos niveles: como prácticas sociales que remiten a instituciones
civiles concretas o como acontecimientos de cualquier ámbito cultural que sea
lingüístico-comunicativo. Hay diversas clasificaciones de los discursos: por la
relación entre el orador y el auditorio, por su situación argumentativa, su
objetivo, su contenido o su forma de
emisión. No son las únicas, puede haber otras más.
Bibliografía
Helena
Calsamiglia y Amparo Tusón, Las cosas del
decir. Manual de Análisis del discurso, edit. Ariel, 3ª ed., Barcelona,
2016.
José Antonio Hernández y María del Carmen García, El arte de hablar. Manual de retórica
práctica y de oratoria moderna, edit. Ariel, Barcelona, 2008.
José Ferrater Mora, Diccionario
de Filosofía, t. 1, edit. Ariel, Barcelona 2001.
Ted Honderich (editor), The
Oxford Companion to Philosophy, Oxfor University Press, 2ª ed., China,
2005, entrada: discourse.
Teun A. van Dijk, Estructuras
y funciones del discurso, edit. Siglo XXI, 3ª, ed., México, 2014.
Luis Vega Reñón y Paula Olmos Gómez, Compendio de Lógica,
Argumentación y Retórica, edit. Trottta, 2ª ed., Madrid, 2013, entradas:
discurso, análisis de; géneros
discursivos.
Susana González Reyna, Géneros
Periodísticos 1, edit. Trillas, México, 2014.
Walter Brugger y Harald Schöndorf, Diccionario de Filosofía, edit. Herder, España, 2014, entrada:
discurso.
[2]
José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía,
t. 1, edit. Ariel, Barcelona 2001, entrada: discurso.
[3]
Teun A. van Dijk, Estructuras y funciones
del discurso, edit. Siglo XXI, 3ª, ed., México, 2014, p. 63.
[4]
Ibid., p. 43.
[5]
Ted Honderich (editor), The Oxford
Companion to Philosophy, Oxfor University Press, 2ª ed., China, 2005,
entrada: discourse.
[6] Helena Calsamiglia y Amparo Tusón, Las cosas del decir. Manual de Análisis del
discurso, edit. Ariel, 3ª ed., Barcelona, 2016, p. 2.
[7] Ibíd., p. 1.
[8] José
Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía,
t. 1, edit. Ariel, Barcelona 2001, entrada: discurso.
[9]
Walter Brugger y Harald Schöndorf, Diccionario
de Filosofía, edit. Herder, España, 2014, entrada: discurso.
[10]
Luis Vega Reñón y Paula Olmos Gómez, Compendio de Lógica, Argumentación y
Retórica, edit. Trottta, 2ª ed., Madrid, 2013, entrada: discurso, análisis del.
Comentarios
Publicar un comentario