Los argumentos basados en la estructura de lo real



Hay argumentos que en la Nueva Retórica se basan en la estructura de lo real. Ellos tratan de establecer una conexión entre los juicios admitidos y lo que se promueve a través de recurrir en el discurso a la adecuación con la estructura de la realidad.  No recurren a fórmulas formales o matemáticas, sino  muestran opiniones que pretenden coincidir con lo real.  Están vinculados, desde la perspectiva argumentativa, a enlaces de sucesión o a enlaces de coexistencia.

Los enlaces de sucesión


Los enlaces de sucesión tratan de aproximar acontecimientos por medio de un nexo causal, o bien tratan de demostrar  la causa de un acontecimiento o bien de mostrar los efectos de un suceso.  Se hacen transferencias en la cadena causal: de la causa al efecto o del efecto a la causa. Dentro de este tipo de argumentos, existe el llamado argumento pragmático, que consiste en la apreciación de un acto o acontecimiento a partir de sus consecuencias favorables o desfavorables. Es el esquema central de los juicios de valor. Incluso para pensadores como Bentham es la forma satisfactoria de argumentar.  Con este  argumento se pueden transferir valores a las causas o efectos, se pueden generar culpabilidades en personas o circunstancias, se puede transitar de un orden de valores a otro.  Obviamente para que sea eficaz se requiere del acuerdo entre el orador y su auditorio o entre el orador y su interlocutor sobre el valor de las consecuencias. Así que algunos valores son asociados con un criterio de objetividad. La lógica de los valores establece fines y medios. Estos dos interactúan entre sí. Los fines últimos se asocian a valores absolutos. Los medios pueden identificarse con ciertos fines o convertirse en tales. Hay un acuerdo social sobre los valores de los fines y los medios. Tales valores se pueden magnificar o devaluar. Convertir un medio en fin, lo magnifica; convertir un fin en medio, lo devalúa. Las necesidades se transforman. Tanto los fines como los medios se pueden mostrar como más o menos deseables.
Los medios y fines se pueden vincular con la relación del nexo causal. Un medio conduce a un fin. Los acontecimientos regularmente se producen pluricausalmente, pero estos argumentos pragmáticos suelen reducir el evento a una causa principal y limitar las otras causas  a meros complementos de ésta.  Lo mismo podemos decir de los efectos. Un acontecimiento puede generar una gran gama de efectos, incluso divergentes, unos buenos y otros malos. El orador tiende a reducir los efectos a uno, minimizando el resto. Surge una interpretación pues del acontecimiento. En ocasiones, incluso ésta interpretación puede ser invertida. Es el recurso de la ironía.
Hay otros argumentos que suponen la causalidad, pero no la ponen en primer plano, como en el caso del argumento del despilfarro. Éste señala que una vez que se ha iniciado una obra u acción, no vale la pena interrumpirla porque se perderían los recursos usados, serían inútiles los sacrificios realizados. Otro argumento vinculado con el nexo causal es el de la dirección. Este plantea un fin que se alcanza por una serie sucesivas de etapas que son condicionadas por la estructura de  la realidad. A tal proceder se le llama “técnica del procedimiento de las etapas”.  El argumento de la dirección señala que si se acepta algo, si se cede en algo, lo que sigue es ceder en el siguiente punto y así sucesivamente hasta perder.  También sirve para señalar un cambio de naturaleza en relación al camino que conduce a un fin. Ese cambio puede ser un auténtico cambio o la revelación de una verdadera naturaleza que se mantuvo oculta por mucho tiempo. Se da regularmente en contextos políticos. Implica no ceder ante una fuerza, una amenaza o chantaje.  Tal estrategia argumentativa conecta con el argumento de la  propagación, que supone que algo se transmitirá natural o socialmente de manera progresiva sí se le permite ser o se fomenta. Si lo que se propaga es negativo, se debe de frenar, callar o mantener en secreto (argumento del contagio). Otra estrategia es el argumento de la vulgarización, que consiste en calificar lo que se propaga como común y vulgar.  Pero si lo que se propaga no es algo negativo, entonces, se está ante un argumento de consolidación, que lo que busca es mitificar a base de repeticiones que magnifican lo propagado para que se vuelva legendario o regla de conducta. Una última estructura argumentativa ligada al nexo causal es la del argumento de superación. Este apela a rebasar el límite establecido por un suceso sea como causa o efecto,  generan la expectativa de ir más lejos en lo trazado por una dirección, llama al crecimiento continuo de un valor.

Los enlaces de coexistencia


Un segundo tipo de enlaces son los de coexistencia, es decir, aquellos que no se refieren a una relación causa-efecto de carácter temporal, sino a una relación de influencia a nivel de correspondencia entre una persona y sus actos. Estos últimos son considerados una manifestación exterior de la persona. La persona es asumida como un principio de estabilidad: es soporte de una serie de cualidades, eje de una serie de acciones y juicios, es el acicate de una serie de fenómenos que pueden ser apreciados.  Con la persona se asocian la responsabilidad, los premios y la culpabilidad. Con ella conectan la moral y el derecho. El valor que atribuimos a un acto nos incita a atribuirle un valor a la persona.  En consecuencia los actos se pueden convertir en premisas de un argumento.  Se pueden asociar a una intención, a un prestigio, a una mala fama. El prestigio da un sello positivo a lo que dice o hace la persona prestigiosa; la mala fama da un sello negativo a lo que haga o diga. De cualquier forma se apela a una continuidad entre el acto y la persona.
La forma más común de un argumento de prestigio es el argumento de autoridad.  Este argumento no es falacia, es lícito en determinados contextos según Perelman. Cuando hay una tradición legítima, el argumento de autoridad es válido. Se asume que la autoridad citada tiene competencia respecto al tema en cuestión.  Que su juicio es acertado. Dicha tradición regularmente es científica, pero puede ser también religiosa, filosófica, jurídica, la normalidad de un acto,  la mayoría de gente, un Dios, o una autoridad específica. El problema es si se cuestiona dicha tradición. Una tradición puede ser valorada o devaluada por un orador. Cuando se cuestiona una autoridad es porque se busca una fundamentación diferente, se busca un cambio de autoridad. Eso se asocia con mostrar la incompetencia de lo que antes era considerado competente.
Por otro lado, puede darse una escisión entre la persona y el acto. Que una la interpretemos de una manera y esto genere un conflicto con el acto realizado. Existen, entonces, técnicas para modificar la interacción entre el acto y la persona.  Son técnicas de ruptura y de frenado.
Las técnicas de ruptura consideran a un acto como expresión de una verdad o de un hecho. Se suele separar la calidad o cualidad de una persona de sus actos, o bien se suele devaluar o engrandecer tanto a la persona, que la influencia de su naturaleza en el acto es lo que determina el valor de éste. Unas técnicas hacen énfasis en las personas: si volvemos a la persona sumamente buena, podemos volver bueno un acto condenable; si volvemos a una persona sumamente mala, podemos volver malo o a un acto bueno. Otras técnicas hacen énfasis en los actos: el acto es tan bueno, es tan grande que no importa la persona, el acto es una verdad, es un hecho en sí mismo.
También se puede frenar la relación persona-acto. Es decir, un se suprime la relación, sino que se restringe. A las estrategias que apuntan a esto se les llama técnicas de frenado.  Se apela a un prejuicio o a una prevención (a través de advertencias) para cegar el valor del acto y transferirle a éste otros valores provenientes de la persona.
Perelman, además, prestó atención al discurso del orador como un elemento a considerar en la relación acto-persona. Al ser el discurso un acto del orador, tiene importancia para la propia argumentación. En las demostraciones formales el orador no tiene peso prácticamente en el discurso, pero en el ámbito informal sí. La reputación y la credibilidad del orador están ligadas a su discurso.
Otro aspecto que desarrolla Perelman en la relación acto-discurso es el de la conexión entre un grupo y sus miembros. Señala que los miembros de un grupo argumentativamente pueden tener la misma conexión con éste que los actos con la persona. Los individuos influyen en la imagen del grupo y al revés, el grupo puede influir en la imagen de un individuo. El prestigio de un grupo puede hacer que se imite a éste o el desprestigio de un grupo puede hacer que se le condene o reproche. Las cualidades del jefe de un grupo pueden ser juzgadas por su pertenencia a éste o bien las acciones de éste o del grupo serán juzgadas en función de cómo sea valorado el grupo. Si se busca una ruptura en la relación individuo-grupo, basta con excluir al individuo del grupo, en señalar su incompatibilidad con éste.
Para Perelman los enlaces de coexistencia no se limitan solamente a la relación persona-acto o individuo-grupo, también a la relación acto-esencia.  Estos argumentos tratan de justificar las incompatibilidades entre un acto realizado y una esencia adjudicada a algo o alguien. Así pues, si una persona buena hace algo malo, se tratará se justificar dicha incompatibilidad. Otra cuestión que se maneja en relación con el argumento acto-esencia es la mancuerna abuso-carencia.  Una intención es vinculada a una esencia; un efecto contrario al de la intención provocado por ese alguien o algo, es un abuso. Es algo accidental que sucede, pero que no afecta a la esencia (que es lo que se quiere preservar). Por su parte la carencia también supone una esencia, apela a algún valor que no posee un individuo o institución en su esencia. La esencia de los grupos, usualmente es personificada en estos argumentos. Unas personificaciones son de desidia y negligencia, otras son de “la República”, es decir, aquella que refuerza la importancia de un grupo, que es más importante  que los propios individuos; otras personificaciones, las de prosopopeya convierten a algo sin voz en algo con voz y animado, etc.
También los enlaces de coexistencia pueden vincularse con argumentos de doble jerarquía, es decir aquellos que contraponen una jerarquía aceptada con una debatida. Suponen una proporcionalidad directa o inversa. A veces se muestra que una está oculta de tras o de la otra, o que que dicha doble jerarquía es absurda e incompatible.  
Pueden tener una diferencia de grado o de orden (cuantitativa o cualitativa). Así que dentro de los argumentos de doble jerarquía podemos encontrar los argumentos de relativos a la diferencia de grado y orden.                               

Los enlaces simbólicos


Un tercer tipo de argumentos son los que utilizan el enlace simbólico, es decir, aquellos que pretenden mostrar en el símbolo que aquello que se evoca tienen una relación de participación, una relación mágica respecto al mundo. Hay transferencias de significados entre el símbolo y lo simbolizado.  Dichos símbolos corresponden a una cultura en específico. Están relacionados a contextos religiosos y nacionalistas por lo general.

Fuente:


Chaïm Perelman  y Lucie Olbrechts-Tyteca, Tratado de la argumentación. La nueva retórica, edit. Gredos, Madrid, 2006.

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