In memoriam Nina Velázquez
Ayer se nos fue
Nina, un demonio angelical (o un ángel endemoniado) que era una de las “divinas”
y miembro de una maravillosa generación, no sólo de estudiantes sino de excepcionales seres
humanos. Tuve la fortuna de conocerla, de tratarla en su breve, pero muy
valiosa vida. Cosas me dijo en su proyecto de vida que seguramente saben todos
sus amigos y compañeros. Yo he de saber mucho menos. Pero, como ellos, descubrí
a una niña muy entregada, apasionada, divertida. Me quedo con su enojo amistoso
de la entrega del primer portafolio que angustiada me dio; me quedo con su
hacerse guaje al no repetir el examen que extravié, a pesar de que ella sabía
que tenía que hacerlo de nuevo, pero prefirió callar y jugársela a la suerte.
Como era mi responsabilidad, asumí el costo. Además, tiene un diez
permanente en mi corazón y en todos los exámenes futuros que pudieron ser para
ella. Me quedo con sus dibujos en las pruebas que sí hizo y no perdí, las cuales siempre me entregó
repletas de imágenes graciosas, aunque no así de respuestas; me quedo con el
bullying amigable de su pedofilia y el piquete en el ojo de una abeja que la
convirtió en una asaltacunas; me quedo con su sonrisa, con su jovialidad, su confianza, su afecto y con el año que la conocí. Nina
Velázquez Jiménez, gracias por haber sido tú con tus imperfecciones y bondades.
Me ganaste. Te mando un fuerte abrazo allá al mundo del No Ser, del Nunca
Jamás. Te llevaré en mis recuerdos hasta que yo también me desvanezca. Ciao.
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