Aguas Profundas (la película) y los Tiburones.

Aguas Profundas (Dark Tide) es una película norteamericana de suspenso del 2012 que se une a la obsesión hollywoodense por los tiburones. Fue escrita por Amie Sorlie,  dirigida por John Stockwell y protagonizada por Halle Berry. Ella representa a Kate Mathieson una instructora de buceo y experta en tiburones que vive en Sudáfrica quien tenía el talento de nadar entre los tiburones blancos, pero que dejó dicha práctica cuando un asistente y amigo suyo fue asesinado por un escualo.
Ella se limitó a poseer un bote para paseos turísticos sin tener mucho éxito. Al borde de la quiebra, es contactada por su ex pareja Jeff. Éste le ofrece un negocio muy bien remunerado que consistía en llevar a un viejo millonario  y a su hijo a bucear con tiburones. La historia se vuelve dramática cuando su embarcación se descompone y hunde en una zona poblada por los tiburones más grandes. Obviamente la tragedia sobrevino dejando algunos sobrevivientes y un par de muertos.
El filme logra mantener al espectador interesado en la trama, que en ratos puede ser lenta para los siempre desesperados aficionados a las películas de clasificación CH (chistes, chichis y chingadazos).  Sin embargo, esta película tiene una dosis de esta fórmula, hay chistes en el barco,  los chingadazos los propinan los tiburones y  Halle Berry hace un buen papel deslumbrando con su belleza. La crítica suele emitir juicios negativos contra esta producción. En lo personal, a mí no me disgustó. Todo lo contrario, me agradó. Sin embargo, financieramente fue un desastre. Constó con presupuesto de 25 millones de dólares. En la taquilla no llegó ni al medio millón.[1] Al parecer las cifras darían razón a la crítica. Pero de verdad no me parece tan mala.
Ahora bien, creo que quienes se merecen la mayor atención en esta película son las víctimas del prejuicio.
Desde la película Tiburón (JAWS), los tiburones cobraron una reputación de extremadamente peligrosos. En realidad la posibilidad de ser atacados por un tiburón es baja.  Dice National Geographic que: “Las posibilidades de morir de gripe son 1 entre 63 mientras que las de muerte por ataque de tiburón son de 1 entre 3,700,000”.[2] Hay una proporción desigual que dice que por cada ataque que sufre un humano por un tiburón mueren 2 millones de tiburones por injerencia del hombre. Qué lástima que los tiburones no filman películas. Serían interesantes sus largometrajes sobre nosotros.
Cada año se registran cierto número de incidentes de este tipo.  Al parecer se tienen datos de estos eventos desde 1580.  Hago una cita. “En todo el mundo desde 1580 hasta el año pasado [2013] se han producido 2.665 ataques de tiburón, 492 de ellos mortales, según informa el International Sharck Attack. La zona más agredida es el continente americano con 1.052 ataques”.[3]
Hay cerca de 400 especies de tiburones. DE ellas sólo 12 son peligrosas para el hombre. La mayoría de los ataques son en realizados cerca de la playa a menos de 30 metros por tres especies: el tiburón blanco, el toro y el tigre.  El primero de éstos definitivamente es el más peligroso. Los blancos de estos animales son surferos, nadadores, pescadores y buzos fundamentalmente de sexo masculino (93% aproximadamente). En términos generales, cualquier tiburón de 1.80 metros de largo o más es un peligro potencial para un ser humano.
Los países donde se sufren más ataques son Estados Unidos, Australia y Sudáfrica. En el año 2000 se tuvo la cifra mundial más alta con 79 ataques, que derivaron en 11 decesos.[4] Ha habido otros años con mayor cantidad de muertes. En 2011 hubo 13 fallecidos. En promedio en una década mueren al año 6.3 personas por estos sucesos.[5]
Así que una vez más dicho esto, no culpemos más a estas pobres criaturas del mar, porque aquí el verdadero monstruo es el ser humano.

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