La Dignidad Humana
¿Qué es la Dignidad? Es una palabra muy común en el lenguaje.
Pero también es ambigua. Tan sólo en la edición 22 del Diccionario de la RAE se muestran ocho significados distintos de
dicha acepción: cualidad de digno; excelencia, realce; gravedad y decoro de las personas en la
manera de comportarse; cargo o empleo honorífico y de autoridad, etcétera.[1] ¿Qué
quieren decir los cuates cuando le dicen al amigo que no busque a la exnovia
después de todo lo que le hizo y que por favor tenga “dignidad”?
La dignidad, parece se refiere a una cualidad: la de ser
valioso. El término latino dignus justamente significa eso. Y la filosofía en
la historia de Occidente se ha preocupado por este tema: el valor de las
personas. Con eso se asocia la dignidad. Hasta Wikipedia lo sabe: “La dignidad
se basa en el reconocimiento de la persona de ser merecedora de respeto, es
decir que todos merecemos respeto sin importar cómo seamos”.[2]
Otra definición semejante, y que no
proviene ya de Wikipedia, es la de Héctor
Rogel, quien dice que ésta es una
“exigencia de admiración y respeto por la propia perfección”.[3] Para él todas las criaturas y cosas materiales
son dignas de respeto, sin embargo, el hombre entre los seres materiales posee
especial dignidad, por ser sujeto de derechos, por estar destinado a la
auto-realización y a la felicidad.
La dignidad ha
interesado especialmente a los filósofos estoicos, a los cristianos, a los
renacentistas y a los ilustrados.
Para los estoicos la dignidad es un valor que se
construye, que se gana a través de la formación y uso de las capacidades
racionales que le permiten al individuo perfeccionarse por encima de las
decisiones ligeras a corto plazo, de la opinión de los demás o de las
inclinaciones naturales. Es un ideal
universal, al que todo mundo puede aspirar, pero que no todo mundo intenta
realizarlo.
Ahora bien, para el cristianismo, la dignidad no es algo
que se debe de ganar, sino algo se posee, por el hecho de ser persona. La idea de “persona” fue tomada de los
griegos. Esta palabra apelaba a una función, a un personaje de una obra de
teatro o bien a una individualidad. Esta palabra, pues, se usó para referirse a
los seres humanos. Pero en el Cristianismo se refería a un tipo de existencia.
De ahí que Tertuliano (s. II-III) planteó el problema de la trinidad: que Dios
es tres personas en una. San Agustín (s. IV) planteo el problema en la
Cristología de la naturaleza de Jesús: en quien confluían lo humano y lo
divino. Eran dos tipos de existencia en una sola. Igualmente esto se aplicó a
los seres humanos para referirse a que ellos eran la unidad de cuerpo y alma, la
unidad de dos existencias distintas en una misma, también. Así que esto derivó en la concepción clásica
de Cristianismo de la persona, elaborada por Boecio (s. VI), quien la definió
como una substancia individual de naturaleza racional, es decir, un algo que es
único que tiene la capacidad de razón. A partir de esta base fue que Santo Tomás de Aquino (s. XIII)
postuló que cada individuo debe de amar y respetar a todos los seres
humanos, como criaturas racionales, sin
importar su situación o condición social, no para obtener el amor de Dios, sino
justamente por reconocerlo apropiadamente en cada individuo. Aunque la Edad
Media la podemos pensar como una época teocéntrica, su concepción de la persona
colaboró para establecer el antropocentrismo, el humanismo del Renacimiento y
la Modernidad.
De ahí que Giovani
Pico della Mirandola (s. XV) haya escrito un Discurso sobre la Dignidad del Hombre. Ahí, este filósofo renacentista, planteó que
el hombre es la criatura más afortunada y maravillosa que hay en el mundo, pues
es la única que puede darse cuenta de la grandiosa obra de Dios y ser también
libre, sin estar determinada por una naturaleza. El hombre puede obtener y ser
lo que quiera, a diferencia de los seres inferiores (animales y plantas) y de los
seres superiores (ángeles, criaturas espirituales). Nosotros somos una criatura intermedia entre
las bestias y los ángeles. Tenemos, pues, algo de esas dos naturalezas y
debemos purificarnos practicando la filosofía, pues ésta ejercita el “conócete
a ti mismo” de Platón y tiene por recompensa la verdad.[4]
Posteriormente Emanuel Kant (s. XVIII), quién era un
ilustrado alemán, heredando esta tradición religiosa postuló que todos los
seres humanos poseemos dignidad. Ésta es
un valor incondicional e incomparable. Ella
descansa en la autonomía. La autonomía requiere de la razón. En consecuencia, el hombre posee la capacidad intrínseca de
ponerse obligaciones morales. Esto genera una voluntad legisladora (Wille) en el ser humano que procura el
bien común. Así, si alguien ejerce su voluntad de manera particular y
caprichosa (Willkur), siempre sentirá
el ser humano un conflicto moral y una falta de respeto a sí mismo, que se
transformará en resentimiento e insatisfacción. Tal noción de dignidad se
traduce en un imperativo categórico que
postula el siguiente mandato: “Actúa de tal suerte que trates a la humanidad
tan bien en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre al mismo
tiempo como un fin y nunca simplemente como un medio”.[5]
Esto conduce a pensar a muchos filósofos kantianos que el
respeto a sí mismo, consiste en la afirmación de derechos morales. En este
sentido, llegan a plantear que no es lo mismo respeto a sí mismo que
autoestima. Uno puede tener la autoestima baja y sin embargo, auto-respetarse.
El respeto a sí mismo es entendido por la tradición neokantiana como la
disposición a cumplir las propios estatutos morales que se impone un sujeto
como miembro honorable de un grupo o de acuerdo a su intuición de la dignidad. Para
ellos la dignidad es algo que no depende de la autoestima, ella es superior y
anterior al amor propio. El respeto a sí mismo, sería una consecuencia de la dignidad
y un asunto independiente de la
autoestima buena o mala del sujeto.
El criterio para determinar cómo es que se manifiesta el
respeto a sí mismo no es tan fácil de determinar. Para algunos la tenacidad, la
independencia y dominio de sí mismo serían los
elementos esenciales del auto-respeto (Telfer); para otros el respeto a sí mismo consiste en
fijarse normas personales y actuar conforme a ellas (Hill); o bien, cumplir las
normas inherentes a los proyectos y prácticas
que forman parte de una identidad (Massey).
En conclusión, se puede decir que la concepción occidental
de dignidad está fuertemente influenciada por la religión y la tradición clásica. Asocia el valor de la
dignidad con la razón y la libertad. Esta concepción, salvo en su raíz estoica,
propone la igualdad entre los seres humanos. Sin embargo, el respeto a las
normas que de su respeto se desprenderían, resulta idealista y difícil de
aplicarse sin que se caiga en dilemas morales fuertes o problemas, como el del
auto-respeto. Consideremos lo siguiente: los anencéfalos que no pueden ser ejercer
su libertad, ni su razón, entonces, ¿poseen dignidad?[6] O
bien pensemos esto: en una guerra difícilmente nos podemos poner kantianos si
queremos sobrevivir. Incluso, sin llegar al extremo, es innegable que en la
vida cotidiana no tratamos igual a quienes nos caen bien, que a quienes nos
caen mal.
Aunque el discurso de la dignidad ofrece la noble
intención de valorar a todos los seres humanos de la misma manera, no considera
las valoraciones tan distintas que solemos hacer en la práctica tantos millones
de seres humanos. Pareciera que de fondo, al menos de la concepción kantiana de
la dignidad, hay la idea de un modelo único de comportamiento y de homogeneidad
humana que atenta contra la clara evidencia de la diversidad humana. Además, se
sobrevalora al hombre por encima de los animales y el entorno natural en
detrimento del valor intrínseco que éstos también podrían poseer. Cualquier
definición de dignidad, al parecer se queda corta respecto a la práctica y
vivencia de ésta.
Tarea
Haz un mapa conceptual sobre este texto considerando la definición
etimológica, y las definiciones estoica, cristiana, renacentista (Pico della
Mirandola) e ilustrada (Kant) de la dignidad.
Fuentes:
Angelo di Berardino, Diccionario
Patrístico y de la Antigüedad Cristiana, t. II, 2ª ed., Ediciones Sígueme, Salamanca, 1998, entrada: persona.
Giovanni Pico della Mirandola, Discurso
sobre la dignidad del hombre, Edit. Pi, Medellín, 2006.
Guido Gómez de Silva, Breve
Diccionario Etimológico de la Lengua Española, FCE, México, 2009, entrada:
dignidad.
Héctor Rogel, Diccionario de Términos Filosóficos,
edit. Seminario Conciliar de México, México, 2004, entrada: dignidad.
Monique
Canto-Sperber, Diccionario de Ética y de Filosofía
Moral, t. I, FCE, México,
2001, entrada: dignidad.
[3]
Héctor Rogel, Diccionario de Términos
Filosóficos, edit. Seminario Conciliar de México, México, 2004, entrada:
dignidad.
[4] Ese
texto, que quiso discutir con eruditos de toda Europa en 1486 le ocasionó
problemas con el Inocencio VIII y tuvo que huir, porque 13 ideas postuladas ahí
las consideró herejía.
[5] Monique
Canto-Sperber, Diccionario de Ética y de
Filosofía Moral, t. I, FCE, México, 2001, p. 434.
[6]
Creo yo que en este caso, una persona se reconoce a sí misma como digna si
puede ejercitar su razón, pero en el caso de que no la pueda ejercitar, es por
analogía, por empatía con el que pudo ejercerla y que es reconocido como un ser
humano, que también se puede hablar de su dignididad, como una potencia que no
se desarrolló.
Es una buena idea
ResponderEliminarmuy muy bueno tu texto! muchas gracias por compartirlo! Abrazo desde Uruguay!
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