La Conciencia Moral


La conciencia tiene en el español  dos sentidos principales: 1) como el reconocimiento de algo exterior o interior al yo, 2) como reconocimiento del bien y del mal.  La conciencia en el primer sentido, tiene tres niveles de significación, según José Ferrater Mora: el psicológico, el epistemológico y el metafísico. El primero se refiere a la percepción del yo por sí mismo, el segundo se refiere a la percepción de las cosas, el tercer sentido de la conciencia ser refiere al yo en cuanto estructura  y fuente de la percepción.  La conciencia en el segundo sentido es conocida  también como conciencia moral.
 Hay quienes consideran que la conciencia moral es innata al hombre, hay quienes piensan que es adquirida, hay quienes piensan que tiene su fuente en Dios, y hay quien piensa que su fuente está en los seres humanos o la naturaleza; hay quien considera que su fondo es racional o bien que es irracional,  que es personal o impersonal, que puede ser auténtica o inauténtica, que puede ser antecedente (si se refiere al pasado) o consecuente (si se refiere al futuro). 
Etimológicamente viene del latín conscientia, que significaba conciencia en los dos sentidos. Esto significa algo así como la calidad de saber bien o de estar consciente. La conscientia era la traducción de la palabra griega suneidesis, que se refiere a la percepción de las malas acciones que hemos cometido, que ocasionan un temor al castigo en otro mundo y remordimiento. Dicha palabra ya la usaba Demócrito. Esa misma palabra también la usaron Crisipo, Aristóteles y San Pablo.  San Jerónimo usó una transliteración distorsionada de dicha palabra que se convirtió en “sindéresis”. Para este padre de la Iglesia sindéresis y conciencia eran dos potencias del alma, pero mientras que la primera nunca se apaga y era una chispa de la conciencia, la segunda, en los hombres malos se podía apagar.  Santo Tomás las distinguió, considerando a la conciencia una facultad  que aplica los juicios generales de la sindéresis.  Esta diferencia también fue clara en San Buenaventura, quien concibió a la conciencia como la que nos dice qué hacer y la  sindéresis  como el deseo de realizarlo. Los medievales  en su mayoría, creían que eran cosas distintas pero ligadas.  Ellos tendían a inventar facultades y disposiciones del alma para explicar la conducta humana. Hoy en día no se habla de esa división.   La filosofía cristiana actual entiende a la conciencia moral como un acto  por el cual la mente detecta si algo es moralmente bueno o malo. [1]  
Posteriormente los filósofos modernos vuelven a hablar solamente de la conciencia. Así Descartes habla del “remordimiento de conciencia” y Spinoza de los “mordiscos de la conciencia”.  John Locke opina  que  ella (conscience) es nuestra propia opinión de nuestras acciones.  
Estas visiones tienen algo en común, consideran que la conciencia moral es un acto íntimo y personal sobre nuestros juicios. Entienden a la conciencia moral como una voz interior. Sin embargo, en la actualidad, hay una segunda teoría que la comprende como un producto social y dialógico del ser humano. De esta manera, los “hechos morales” son  modos de argumentar y juzgar manofacturados de algo muy público: el lenguaje. En consecuencia, la realidad  moral es histórica y social, como lo cree Xavier Zubiri. Nunca partimos de cero.  Intervienen factores como las tradiciones, las costumbres, normas sociales, todas ellas  afectan a esa voz interior, que podríamos señalar no puede dejar de pensar ni al sí mismo, ni  al otro. La conciencia moral es personal, es sobre mí persona y las demás personas; por eso, también  se puede vincular con la dignidad, los derechos humanos, el bien común y la justicia.  
La conciencia moral se mueve entre la objetividad de la ley (moral o jurídica) y la libertad de la conciencia personal, la autoridad de un mandato legal o del deber ser contra la libertad del individuo. A veces puedo querer lo que se me exige como un buen comportamiento, a veces no. A veces puedo cuestionar si lo que me dicen que es bueno realmente lo es. Lo mismo con lo malo. A veces se quiere algo sabiendo que es malo, mientras que en otras ocasiones se piensa que eso “malo” en realidad es bueno. Parece que el juicio moral siempre es concreto y depende de cada situación, de las circunstancias en las que uno está. De ahí que Romano Guardini  lance la siguiente definición:

La conciencia es aquel órgano mediante el cual yo respondo al bien y me hago consciente de su absoluta importancia para mí y de su carácter decisivo; mediante éste de la situación deduzco la clarificación y la especificación del bien; mediante éste puedo conocer lo que es el bien en este determinado lugar y en este determinado momento.[2]  

Pero,  independientemente de si la conciencia moral sea individual o social,  tal vez debamos de tomar en cuenta lo que Fernando Savater postuló al respecto: tener conciencia es lo contrario de ser moralmente imbécil. El imbécil sabe lo que quiere, pero no sabe cómo alcanzarlo o lo quiere sin esfuerzos, o bien no sabe lo que quiere, o cree que no quiere nada o que quiere todo, ni distingue lo bueno de lo malo.  Tener conciencia pues, consiste en saber que se quiere vivir bien, en fijarnos si lo que hacemos corresponde a lo que queremos, en practicar el hacer las cosas que no nos repugnen hacer (el buen gusto moral) y asumir que somos libres y responsables de las consecuencias de nuestros actos. El que tiene conciencia moral es egoísta, sabe que para vivir realmente bien necesita de los demás. Savater incluso sugiere que todos queremos ser amados, que la persona con conciencia moral, busca el amor. ¿Usted, qué opina mi estimado lector?

Tarea


1.      Haz un mapa conceptual de las ideas principales del texto y sus principales autores.
2.      Expresa en un párrafo tu opinión sobre la relación que establece Fernando Savater entre conciencia moral y la necesidad de los demás y del amor.
3.      Ve el siguiente vídeo sobre la conciencia moral en los animales y emite una opinión sobre lo expuesto en el vídeo:

Fuentes:


Fernando Savater, Ética para Amador, edit. Ariel, México, 2012.
Guido  Gómez de Silva, Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Española, FCE, México, 2009, entrada: conciencia.
Giuseppe Flores d’Arcais (comp.), Diccionario de Ciencias de la Educación, ediciones Paulinas, Madrid, 1990, entrada: educación moral.
Héctor Rogel Hernández,  Diccionario de Términos Filosóficos, Edit,  Seminario Conciliar de México, México, 2004, entrada: conciencia moral.
José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía,  t. I, Edit. Ariel, Barcelona, 2001, entradas: conciencia y conciencia moral.
Monique Canto-Sperber, Diccionario de Ética y de Filosofìa Moral, t. II,  FCE, México, 2001, entrada: sentido moral.
Rafael Gil Colomer (comp) Diccionario filosófico-pedagógico, Edit.Dykinson, Madrid,  1997, entrada: conciencia moral.




[1] Héctor Rogel Hernández,  Diccionario de Términos Filosóficos, Edit,  Seminario Conciliar de México, México, 2004, entrada: conciencia moral.
[2] Giuseppe Flores d’Arcais (comp.), Diccionario de Ciencias de la Educación, ediciones Paulinas, Madrid, 1990, p. 677.

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