La Democracia

La democracia es un tema muy importante en la filosofía y en la política actuales.  Para algunos la democracia es una mentira, para otros una utopía, para otros una realidad tangible. La democracia da mucho de qué hablar. La mayoría de los países se ostentan como democráticos en este planeta, siendo la palabra “democracia” un punto de referencia para los más variados proyectos políticos. Por eso, Norberto Bobbio dice que no le extrañaría que en el futuro, esta época sea conocida como la Era de las Democracias.[1]
Es muy sabido por todos que etimológicamente significa el gobierno del pueblo;  también que es una  invención griega de Solón y Clístenes. Lo que no es tan sabido es que la concepción de pueblo y de que éste gobierne se vuelve problemático ahora y en la Antigüedad. Tampoco es poco sabido que la democracia griega parece que tiene su inspiración en un modelo fenicio de ciudad-estado que se regulaba a sí misma. Ni es tan conocido que los espartanos no sólo tenían dos reyes, sino también un senado y una asamblea de todos los ciudadanos. Ni es muy escuchado en Occidente que había propuestas semejantes a la griega entre filósofos indios y chinos, como Buda y Moh-Ti.
Dice Fernando Savater, que lo evidente entre los hombres son sus diferencias, su desigualdad. La democracia los iguala, los vuelve una comunidad de ciudadanos (polis), que se rigen bajo un principio de libertad, que hace uso de la razón, la argumentación, la elección y revocación de mandatarios, la creación y la solución de problemas; y otro de igualdad ante la ley, es decir, las mismas leyes los gobernaban a todos (isonomía).
Ellos, los ciudadanos, se reunían en una Asamblea (Ecclesia). Tomaban decisiones entre todos. Atenas fue la polis democrática más poderosa, aunque no la única. Ahí la Asamblea tenía el Consejo de Cuatrocientos  miembros, que era un grupo permanente para designar algunos cargos. La democracia griega constaba de magistraturas y tribunales populares y un grupo de 10 generales o estrategas encargados del ejército.
Después de Grecia, la democracia quedó como una anécdota. Acaso un modelo semejante fue el que se realizó en algunos principados italianos del siglo XIII, pero ellos mismos no se autoconcibieron como democracias. Los filósofos medievales y varios modernos criticaron a ese sistema político, señalando sus desventajas en comparación con la monarquía. Thomas Hobbes señaló que la democracia provocaba inseguridad  jurídica debido a la inconstancia de las asambleas, la incompetencia de sus representantes, divide al pueblo en facciones y da rienda suelta a la retórica de personajes peligrosos.
 A pesar de todo, fue hasta el siglo XVIII que varios pensadores hacen énfasis en la necesidad de un principio de representación en la política (Rousseau, Locke, Montesquieu), pero no hablaron todavía de democracia, no obstante Locke sugirió que esta representación suponía otra forma de gobierno. Robespierre, durante la Revolución Francesa solía hablar de gobierno popular, de gobierno revolucionario. Las referencias a la democracia eran directamente a la democracia griega y la usaban como una inspiración.
De acuerdo con Norberto Bobbio la democracia moderna surgió con el liberalismo,[2] entendiendo que éste le pone límites al Estado absoluto, que es una concepción del Estado como limitado en sus poderes, que asumió las doctrinas de los derechos del hombre, del contrato social, el constitucionalismo, del Estado mínimo, el principio de igualdad jurídica, el principio de representación con la prohibición del mandato imperativo.[3]  La limitación del Estado se da a través de la división de poderes en ejecutivo, legislativo y judicial con sus respectivas autonomías y el crecimiento progresivo de la libertad del individuo, que coincidió con el fin del Estado Confesional,  y el surgimiento de la Ética Protestante y  del Capitalismo.
Fue Hamilton el primero de hablar de una democracia representativa en 1777. Para él una república realiza un imperio de la ley, no de hombres a través de una constitución. Esto da un giro al concepto antiguo de democracia directa. Paine, a su vez, distinguió entre la sociedad y el gobierno y señaló que el segundo era un mal necesario. Surge pues la idea liberal del Estado Mínimo que sostuvieron ciertos teóricos de la democracia. Esta  visión colaboró en la fundamentación e instauración de las democracias. Alexander Tocqueville consideró que la democracia era ante todo un estado social. Hegel consideró que en la política de su época había una dialéctica entre la libertad y la igualdad, privilegiando la democracia a la segunda.  Los socialistas utópicos, en la línea de Tocqueville trataron de instaurar una democracia sin atender a la política, sino a la sociedad. El socialismo científico también vio con buenos ojos a la democracia. Carlos Marx, a pesar de estar a favor de una dictadura del proletariado, consideró que la democracia era una forma de transformación de la sociedad burguesa, no de su conservación. Su discípulo Federico Engels, fue más allá y señaló que la democracia podría ser la forma específica de gobierno de la dictadura del proletariado.
Para desgracia de la democracia, regímenes como el fascismo y el nazismo también se autodenominaron como democráticos. Así que muchas veces el totalitarismo ha ido asociado a las democracias. Por eso, es que en la ciencia política contemporánea, ha habido un par de críticas teóricas. Una, la funcionalista, señala que la democracia simplemente es  un método de selección de élites que permite en el que el pueblo queda reducido a una ficción lógica. La otra, es la liberal, que denuncia la filiación totalitaria de las democracias y clama por proteger la libertad y a la democracia de la democracia misma. Dice Bobbio que la democracia ideal ha fallado en seis “promesas”: 1) en la creación de una voluntad popular, sigue siendo una sociedad pluralista; 2) más que lograr una representación política, ha logrado una representación de intereses neocorporativos en los que los partidos políticos funcionan como empresas que venden un producto y los electores como clientes, en una especie de mercado político; 3)  falló en la derrota del poder oligárquico, 4) no ha generado el espacio para el ejercicio de las decisiones públicas desde todos sus roles, el sujeto es considerado como ciudadano en las decisiones electorales, pero no así en su calidad de trabajador, feligrés de una iglesia, estudiante, enfermo, consumidor, etcétera; 5) no ha logrado eliminar el poder invisible de las mafias, logias,  servicios secretos fuera de control; 6) ha fallado en la educación de la ciudadanía, pues predomina la apatía política entre los votantes.
Para realizar las promesas incumplidas hay obstáculos, como la escasa fraternidad entre los miembros de la sociedad y la humanidad;  la tecnocracia de nuestra sociedad postindustrial, necesaria para el ejercicio de ciertas decisiones del Gobierno, sólo los expertos técnicamente en un tema pueden realizar ese tipo de actividades; también afecta el crecimiento del aparato burocrático y el escaso rendimiento del Estado para satisfacer las peticiones y demandas de la sociedad civil.  
A pesar de esto, los teóricos de la democracia la siguen defendiendo. Alguna vez declaró Enrique Krauze en la Universidad La Salle -dando una conferencia- que si las formas de gobierno que ha habido son malas, la democracia es la mejor de ellas. En fin, los defensores de este régimen le encuentran a ésta dos tipos de justificaciones: una instrumental y otra sustancial. La primera señala que la democracia es el método que permite resolver pacíficamente las disputas y exigir a los gobernantes por parte de los gobernados la satisfacción de sus necesidades. De hecho Norberto Bobbio define a este régimen como “un conjunto de reglas (primarias o fundamentales) que establecen quién está autorizado para tomar las decisiones colectivas y bajo qué procedimientos”.[4] La segunda, señala que el valor de la participación ciudadana como algo inherente al desarrollo del ser humano, vaya, que la democracia es una forma de vida que promueve la libertad, el desarrollo humano y la igualdad. El valor central de la democracia sería la persona. Incluso se puede adjudicar el surgimiento de ciertas manifestaciones culturales a la propia democracia, derivadas del rol que le atribuye a los seres humanos, como lo serían las competencias deportivas y el teatro, según da cuenta Savater. Pero, tal vez, lo más radical de esta visión es que hoy en día se habla de un nuevo contractualismo que tenga por centro del proyecto social de liberación  al individuo.
Tanto las anteriores críticas como las defensas, muestran dos polos de la democracia, que se pueden reducir a dos principios básicos: el de eficacia o realizabilidad y el de deseabilidad o atractivo moral.  Es decir una cosa es qué  tan realizable sea una democracia y otra lo deseable que sea este modelo. De acuerdo con Alain Touraine, lo que puede tender un puente entre estos dos extremos son el establecimiento de tres condiciones: 1) la representatividad de los gobernantes, 2) la limitación del poder de los gobernantes, 3) el sentido de ciudadanía.  
En ese mismo sentido Bobbio propone en concreto medidas como la reforma de las reglas de la democracia; el ejercicio de una democracia directa que  incorpore en la democracia representativa la revocabilidad del mandato y el referéndum.
Las democracias se enfrentan a muchos retos. ¿Qué futuro tiene? “No sé”, así respondió Norberto Bobbio, quizá uno de los especialistas más grandes que hemos tenido sobre este tema.

Tarea:


Ve la película de La Ley de Herodes o bien la de Machuca  y establece una comparación entre la democracia del México o de Chile  de ese entonces y la democracia actual en máximo una cuartilla, considerando los aspectos contados sobre la democracia en este texto.

Fuentes:


Derek Heater, Ciudadanía. Una breve historia, Edit. Alianza, Madrid, 2007.
Fernando Savater, Política  para Amador, edit. Ariel, México, 1995, capítulo cuatro.
Norberto Bobbio, El futuro de la democracia, FCE, México, 2000.
-Liberalismo y Democracia, FCE, México, 2012.
Philippe  Raynaud y Stéphane Rials, Diccionario Akal de Filosofía Política, edit., Akal, Madrid, 2001, entrada: democracia.
Rafael Gil Colomer (comp) Diccionario filosófico-pedagógico, Edit.Dykinson, Madrid,  1997, entrada: democracia.



[1] Norberto Bobbio, El futuro de la democracia, FCE, México, 2000, p. 9.
[2] Ciertamente algunos liberalistas consideran el Estado Democrático como algo opuesto a la libertad. Por eso Bobbio distingue entre dos tipos de liberales: el liberal a secas, que conjunta democracia y libertad, y el liberal-liberista que es antiigualitarista, anticomunitarista. Justamente los liberales aceptaron un principio de igualdad, pero sólo en términos jurídicos, no de igualación de la sociedad que posteriormente se dio en las democracias. El principio de mayoría, también fue una cosa un tanto espinosa, pues éste puede atentar contra las libertades individuales. No obstante para los liberales, la igualdad jurídica, aunada a la ampliación de los derechos de participación política, permiten al ciudadano desarrollarse y consolidar realmente la soberanía. El propio Bobbio reconoce que la relación entre liberalismo y democracia es difícil.
[3] Que es la imposibilidad de que los representados concretos de un representante clamen por los intereses particulares de su grupo, ya que el representante velará por los intereses generales de la nación.
[4] Ibid., p. 24. 

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