El Animal Político.Los sistemas políticos.
El
hombre es un animal gregario, social, político. Llámenle como quieran: el ser
humano no está hecho para vivir aislado.
Claro que hay algunos individuos que por accidente, decisión o castigo
viven así. Los niños ferales, los náufragos, los ermitaños, los exiliados o
reos de alguna comunidad pueden vivir de esa manera, pero su vida no se desarrolla a
plenitud. El hombre difícilmente puede
sobrevivir solo. Los demás animales por
lo regular lo aventajan en fuerza, velocidad o estructuras evolutivas que les
permiten luchar. Sin embargo, el hombre
puede ganarles. De hecho les hemos ganado contundentemente la partida. La clave
–en buena medida- está en la cantidad. El humano está hecho para sobrevivir y
vivir en grupo. Lo que al frágil hombre vuelve tan fuerte evolutivamente es la
sociedad. Incluso, cierto filósofo español muy afamado construye la imagen de
que las sociedades son máquinas
sobrenaturales de inmortalidad que le permiten al hombre -quien es bastante
consciente de que su destino natural e inevitable es la muerte- poder
enfrentarla y superarla simbólicamente mediante la memoria colectiva, la
cultura y nuestro poderoso instinto de reproducción.
Si
una misión de exploración intergaláctica viniera a la Tierra en una nave llena
de extraterrestres, seguramente una de las primeras cosas que les llamaría la
atención sería la gran cantidad de seres humanos instalados en grandes y
complejas comunidades por casi todo el planeta.
Ahora
bien, si por naturaleza queremos vivir en comunidad, el grupo también quiere
que seamos como él dicta; nos modela tanto o más que los genes. La naturaleza
humana es muy semejante, las sociedades son muy distintas. Cada una tienes sus
reglas, sus convenciones que se le imponen a las personas al nacer. Como diría
Mafalda, la vida humana es como llegar a ver una película que ya tiene rato
comenzada y no entendemos un carajo. No
obstante, esto que parece tan arbitrario e irracional, para Fernando Savater
justamente es la médula misma de la razón, pues ésta es “la capacidad de
establecer convenciones, o sea leyes, que no nos vengan impuestas por la
biología, sino que aceptemos voluntariamente”.[1] Los cerebros humanos se
han adaptado al mundo adaptándolo para sí mismos. Qué paradoja. Esto supone el desarrollo de una inteligencia creativa,
al punto de que el hombre tiene miedo al aburrimiento, según señaló Fernando
Savater.
Son
tan complejas la inteligencia y naturaleza social que el hombre es rebelde y
obediente a la vez. Tiene una sociable insociabilidad. Por necesidad social
tendemos a obedecer, pero desobedecemos cuando queremos mejores razones para
obedecer. En esto consiste la política. Pues aunque todos colaboramos, también
tenemos formas de ser y visiones distintas de cómo deberían funcionar las cosas en
la sociedad. Hay quien es más individualista, vive y deja vivir; hay quien es
más sociable, queriendo que todos vivamos bajo sus condiciones. Sobre las
intenciones de estos últimos, Savater nos
previene de caer en fanatismos que crean jerarquías entre los seres humanos,
tales como el racismo, la xenofobia, el nacionalismo exacerbado, el
totalitarismo.
El
escenario anterior obliga a la creación de una forma de gobierno, del status
del gobernante: los jefes. Un jefe, para gobernar, debe de poseer un atributo excepcional, algo
que lo legitime como líder, que les otorgue respeto y veneración.
En
las primeras organizaciones humanas los jefes seguramente eran escogidos por
ser los más fuertes o los más sabios. Eran grandes cazadores, brujos poderosos,
grandes constructores o ancianos. Además
su política, estaba estrechamente ligada a la religión: los dioses establecían
prohibiciones (derecho primitivo) y ejecutaban ciertos castigos por las malas
acciones. Las costumbres también generaron normas de convivencia. Se estableció un sistema patriarcal en el que
el hombre dominaba a la mujer. Se rindió un culto a los antepasados, como una
forma de asumir y adorar a la autoridad
parental. Las disputas por el poder, por dirigir, seguramente se dieron cada
vez más violentamente, provocando la necesidad de crear formas de transmitir el
mando, de regular la convivencia en grupos cada vez más grandes, surgiendo así
las leyes y figuras de autoridad institucionales.
Las tribus se aliaban sólo temporalmente. Con frecuencia tenían conflictos entre sí. Los primeros Imperios de Medio
Oriente (Egipto, Mesopotamia) surgieron de la conquista de otras tribus, fue la confrontación en vez de la confederación, lo que dio origen a su existencia. Estas grandes
civilizaciones consideraron al poder una institución sagrada e inmutable. Los
gobernantes eran reconocidos como dioses o como agentes del poder divino. Lo
que le daba identidad a sus Estados era el culto común a dioses que los
protegían. La autoridad de los monarcas era incuestionable, por lo que no se
podía pensar la naturaleza del Gobierno.
Fue,
en cambio, en la India y China donde surgieron las primeras reflexiones
políticas. Los indios pensaban que la autoridad se personificaba en el
gobernante, siendo éste tan responsable de sus actos como cualquier otro
individuo. Él era el encargado de impartir la justicia, de haciéndolo militarmente.
Pero si llegaba a abusar de su posición, la gente podía resistirse contra sus
arbitrariedades, incluso derrocarlo. De hecho eso llegó a suceder en varias
ocasiones. Buda en el siglo V criticó la existencia de las monarquías y
consideró mejor la existencia de asambleas populares.[2] Los chinos pensaban que la
ley es necesaria para frenar la maldad natural del hombre. El ser humano
necesita ser educado para acatar las leyes. Creyeron en la igualdad de los
seres humanos y en el derecho para rebelarse contra una autoridad. De acuerdo
con el filósofo Moh-Ti lo más importante de un Estado es el pueblo, luego los
dioses y al final el monarca. Luego, en otras latitudes muy distintas, también
surgieron propuestas semejantes a las de Buda y los chinos. Fue entonces cuando
surgieron las democracias en Grecia: primero la de Atenas y luego la de sus
polis satélites. A la par de esta forma de gobierno, estuvo la monarquía
espartana, que también impulsó su modelo en sus aliados. Y claro, no pudieron
faltar grandes reflexiones filosóficas, entre las que destacaron la primera
utopía política de Occidente: La
República de Platón, o el análisis agudo de Aristóteles sobre la naturaleza
política del hombre en La Política.
Fue él quien justamente dijo que el hombre era un animal político. Para él la
Política era la ciencia más importante porque el Estado satisface los fines más
importantes del hombre. El hombre, por naturaleza vive en comunidad y la
Ciudad-Estado era la forma natural de sociedad.
Posteriormente, ya con el Imperio Romano se
constituyó el Derecho como una parte esencial de una sociedad que establecía
clara y públicamente las reglas de relación entre los individuos. Sus obras de
política fueron escasas. Sus instituciones y sistema legal influenciaron fuertemente al mundo en la concepción del Estado. Roma primero inició como una ciudad Estado con
un rey, luego, se transformó en una República que absorbió a los pueblos
vecinos y se fue expandiendo por la Península Itálica, derrotó a Cartago y se
apoderó de los restos del antiguo Imperio Macedonio. Se convirtió en un
Imperio. La creación de su sistema jurídico implicó una concepción abstracta
del Estado. Las leyes eran el producto de un pacto entre los
elementos constitutivos de éste.
Dicho gran Imperio fue permeado por el cristianismo, una religión proveniente de
Judea que se esparció rápidamente por su territorio. Al principio fue
combatido, cuando siguió creciendo fue asumido como religión oficial del
Estado. El obispo de Roma, además fue nombrado consejero del emperador. El poder de la Iglesia fue creciendo, se
configuró un gobierno interno, se creó el Papado en el siglo VI, pues con la
caída del Imperio Romano Occidental, se erigió el poder de la Iglesia sobre Roma
y los reinos que surgieron tras el declive imperial. De esta manera se gestó la
relación entre el Estado y la Iglesia, una relación tensa en la que el poder
eclesiástico quiso dominar y dominó en muchos momentos y distintos lugares al
poder secular. En la época de Carlo Magno y el Sacro Imperio Romano, ambos
poderes se aliaron y había muchas decisiones compartidas de uno hacia otro
lado. El Emperador designaba cargos eclesiásticos y el Papa tomaba decisiones
políticas y legitimaba el liderazgo de algunos señores feudales. Fue hasta el
siglo XIV que los monarcas lograron desafiar el poder papal. El Rey de Francia
le impuso impuestos a la Iglesia sobre las propiedades eclesiásticas, el Papa
le ordenó cancelarlas y el rey desobedeció y trasladó el papado a Aviñón. En consecuencia, un tema de reflexión y debate
fue justamente el de la autoridad de la Iglesia sobre la Tierra, sobre la
autoridad civil de los monarcas. De
hecho, ese fue el único gran tema de reflexión política:
La
Edad Media es esencialmente apolítica; la política y las teorías políticas no
constituyen en esta época objetos particulares y separados en el campo de la
investigación. Los problemas religiosos absorben las preocupaciones del tiempo;
y cuando aparece la especulación política, se dedica sobre todo al examen de
las relaciones entre la potestad eclesiástica y la autoridad civil.[3]
O
bien la Edad Media fue una época apolítica o bien podemos decir que fue una
época tan política como cualquier otra, sólo que ésta fue entendida como un
elemento subordinado a la religión, que asoció a dos instituciones, el Estado y
la Iglesia y que los llevó a una pugna. Tanto el Estado como la Religión
hipotéticamente perseguían el bienestar del hombre y tenían injerencia sobre las mismas personas que se reconocían como
parte de un feudo o reino y a la vez poseían la identidad cristiana. El monarca
era considerado como el poseedor legítimo de un territorio que estaba inspirado
por Dios para dirigirlo.
Por
supuesto, los intelectuales tuvieron una postura al respecto. San Bernardo de
Claraval (1091-1153) como Juan de Salisbury (1115-1180), pugnaron por una
separación de ambos poderes, señalando que los negocios mundanos no eran
competencia de la Iglesia; en cambio, Santo Tomás proponía la subordinación y
obediencia de los mandatarios a los sacerdotes. Igualmente Egidio Roman y Augistinius Trimphus
apoyaron en el siglo XIV esa noción de una superioridad eclesiástica. Pero también
hubo pensadores a favor de los poderes seculares, como: Juan de París, Pedro
Dubolis, Dante, Marsilio de Padua y Guillermo de Occam.
Podemos
decir que el Estado Moderno se generó entre los siglos XIV y XV, cuando los
señores feudales se debilitaron, la gente les rindió más devoción a los reyes,
quienes tenían ejércitos permanentes para su protección; cuando el
protestanstismo generó su ética y movimientos sociales. Así surgieron un
nacionalismo, un mercantilismo e instituciones que derivaron en monarquías
absolutas o parlamentarias.[4]
Así
surgió el Estado y ejerció su función: la de garantizar la supervivencia, la
del mantenimiento de la paz, la promoción de la felicidad y la autonomía de las personas, así como la
justicia y la equidad.
Los sistemas políticos
Un
sistema político puede entenderse como una organización social concreta, es decir un país, o bien como la organización
política que lo constituye, es decir, un
régimen. Obviamente hay una relación
entre ambas.
Hay
dos teorías al respecto de estos sistemas: una que sostiene que el gobierno
está por encima de la voluntad humana y es un hecho innegable, y otra que el
gobierno es una invención humana que podemos transformar o desechar.[5] De acuerdo a la primera
postura, el Estado surgió apenas el hombre superó la organización de poder por
lazos de sangre y siempre va a existir; de acuerdo a la segunda, el Estado
surgió en los albores de la Modernidad, debiéndole su nombre (“el Estado”) a
los escritos de Maquiavelo. Según la opinión de Hans Kelsen el Estado es una
organización política que consiste en el ordenamiento del uso de la fuerza. Max
Weber dice que el Estado es el detentador del monopolio de la coacción física
legítima.[6] En la actualidad el término “Estado” ha sido
sustituido en muchos estudios por el de “sistemas políticos”, de tal manera que
podemos considerarlos como sinónimos.[7]
A)
La nación
Una
nación, antiguamente era un grupo de personas unidas por una lengua, sangre o
cultura. Hacia el siglo XVIII con la Revolución Francesa se identificó teóricamente
la nación con el Estado. Surge entonces el
Estado-nación, como la concepción del Estado como un contrato elaborado por los ciudadanos para entregar el poder a la
voluntad popular. Paralelamente a esta concepción, la nación también fue
concebida por el Romanticismo alemán como una comunidad única que manifiesta su diferencia frente a las otras
comunidades mediante una identidad que es producto de la lengua y un mismo
origen (pasado histórico). Para los románticos, el individuo es expresión y producto
del genio del Estado. Estas dos visiones
de la nación han afectado nuestra concepción actual de un país.
Creo
que las concepciones contractualista y romántica de la nación se pueden
subordinar y explicar mejor a través de la definición de Benedict Anderson,
quien dice que es “una comunidad
política imaginada como inherentemente limitada y soberana”.[8] Nadie conocerá a todos los integrantes de su
nación, nunca los oirán o hablarán con ellos, aunque tienen la imagen de una
comunión. También es imaginada porque imaginamos que tenemos cosas en común,
una esencia compartida, un destino y un pasado juntos, riquezas nuestras, virtudes que nos hacen
distintos. La nación se imagina limitada, no es identificada con toda la
humanidad; es imaginada como soberana, que se autodetermina y ocupa un lugar en
el mundo; es imaginada como fraterna, que nos hace sostener un compañerismo a
pesar de la desigualdad económica y la explotación.
Desde
una perspectiva jurídica, pues, es la unión de territorio, población y gobierno.
En consecuencia, algunas ciencias humanas han pretendido reducir un sistema
político a una comunidad con una lengua concreta, o bien a una cultura, una
economía o al derecho.
Sin embargo, un sistema político no se reduce
a ninguno de estos elementos o subsistemas. Más bien, sabe que en todos estos
opera la política, funciona el poder, suponiendo a éste como una gran estructura
que está presente en todas partes (la
lengua, la cultura, etc.). Tradicionalmente el poder ha sido entendido como la
capacidad que tiene el Estado de recurrir a la fuerza si es necesario.
Usualmente, se habla de tres tipos de poder: el económico, el ideológico y el
político; es decir, la riqueza, el saber y la fuerza.[9]
Michel
Foucault comprende que el poder es algo
más complejo y lo describe como si fuera una red en la que el individuo es
tanto receptor como emisor de éste (cfr. Hay
que defender a la sociedad). Por ende, el poder consiste en “conducir
conductas y disponer de su probabilidad induciéndolas, apartándolas,
facilitándolas, dificultándolas,
limitándolas, impidiéndolas”.[10] Es una forma de relación
que nos individualiza y conecta. Está
presente dentro y fuera del Gobierno, dentro y fuera de una nación.[11]
También
se puede entender a un sistema político como la estructura concreta de los poderes
públicos del Estado. Este segundo aspecto nos conduce a la concepción del
sistema político como régimen.
B)
El Régimen
Los
regímenes datan de épocas muy antiguas. Los griegos ya los clasificaban y hablaban
de monarquías, aristocracias y democracias. Específicamente Aristóteles,
pensaba que estas tres formas podían expresarse correcta o corruptamente.
De manera correcta habla justamente de la monarquía (gobierno de un rey), la
aristocracia (gobierno de una élite) y la politéia (gobierno popular); la
corrupción de éstas deriva en la tiranía, la oligarguía y las democracias
respectivamente. Como para Hobbes esta tipología de buenos y malos dependía de
la opinión, la disolvió y la clasificación se simplificó en su
Filosofía Política. Sin embargo, no sucedió del todo en Montesquieu, quien
hablaba de repúblicas, monarquías y gobiernos despóticos (como una corrupción
de las monarquías). Pero si ignoramos, como hizo Hobbes, la opinión sobre su
legitimidad o corrupción, nos deja frente a dos tipos de régimen: el monárquico
y el republicano. Antiguos y Modernos manejaron estos tipos de regímenes, que giraban en torno a un
monarca, un grupo de personas reducido o un amplio sector de la sociedad. Dicha
clasificación todavía aplica para la época actual. Solamente que tiene muchas
variaciones que antes no existían.
Los
regímenes contemporáneos pueden ser republicanos o monárquicos. Las repúblicas
son aquellas formas de gobierno que se identifican con los valores de la
Revolución Francesa (libertad, igualdad, fraternidad) y cuyo liderazgo está a
cargo de un jefe que es elegido mediante un proceso. Si el liderazgo lo desempeña un presidente elegido
por el voto popular, tenemos una república presidencialista; si lo comparten un
presidente y un primer ministro, estamos ante una república
semipresidencialista; si tenemos un primer ministro designado por un congreso,
entonces la república será parlamentaria. Si el poder lo ostenta un rey,
estamos ante una monarquía. Si el rey tiene el control total del gobierno, se llama
monarquía absoluta; si el poder del rey es acotado por una constitución política,
tenemos una monarquía constitucional; si el poder del rey está limitado con un
congreso, entonces existe una monarquía parlamentaria. En algunas monarquías
constitucionales y parlamentarias el monarca es más un jefe de Estado
simbólico, ceremonial y con pocos atributos de gobierno; en otras, el rey
conserva poderes significativos, a pesar de haber otros actores políticos, como
sucede en Marruecos, Kuwait, Mónaco o Tonga. En ese caso se les llama
monarquías semiconstitucionalistas.
Pues
bien, muchos de estos gobiernos pueden tener matices. La religión y el Estado
pueden estar fusionados en la misma institución, como sucede en el Estado
Vaticano o la República Islámica de Irán. En ese caso sus gobiernos son
teocráticos o hierocráticos. Otros gobiernos son confesionales, si se identifican con una religión oficial, pero tienen tolerancia con la presencia
de otras religiones; y otros son laicos, pues el Estado y la Religión son
instituciones distintas que no se tienen que mezclar en la práctica del gobierno.
Desde un enfoque electoral, algunos Estados sólo permiten la existencia de un
partido político (unipartidistas), otros de dos (bipartidistas) y otros de
varios (pluripartidistas). En algunos casos, el presidente puede ser un
dictador, que llegó al poder derrocando
al mandatario anterior y que monopoliza las elecciones presidenciales para
perpetuarse; en otros casos, puede haber una junta militar gobernando, tras
haber destituido al mando previo.[12]
La situación del mundo
Somos
alrededor de 7 200 millones de hombres y mujeres, dato digno de llamar la
atención de cualquiera, distribuidos en 195 países, 60 áreas dependientes de
algunos de estos y 5 territorios en disputa.[13] Los diez países más
poblados del mundo son: China, India, E.U.A., Indonesia, Brasil, Pakistán,
Nigeria, Bangladesh, Rusia, Japón. El número once es México.[14] La mitad de la población
son varones y la otra mitad mujeres. El 61% vive en Asia, el 15% en África, 10%
en Europa y 14% en América y el 0.5% en Oceanía. El 12% habla chino, el 5% español, otro 5%
inglés, nuevamente otro 5% hindi o
bengalí, 3% árabe, 2% portugués, 2% ruso, 2% japonés, 1% alemán y el resto de
la humanidad habla el resto de las 6000 lenguas del mundo. El 33% es cristiano
(en cualquiera de sus prácticas), el 22% musulmán, 14% hindú, 7% budistas, y 2%
de ateos. El 26% tiene una edad inferior a los catorce años y el 8% superior a
los 65, estando el resto entre los 14 y los 64 años de edad. 77% usa teléfonos
celulares y 33% internet. De todos ellos 82% vive en países subdesarrollados y
el 18% en países desarrollados, pero lo impresionante es que 51% de la
población mundial vive con un ingreso menor a 2 dólares al día, 40% no tiene
acceso al saneamiento, 25% de la
población vive en viviendas hechizas o carecen de ellas, 13% no tiene acceso al
agua potable. El 50% de la población mundial, por lo tanto, no confía en el
gobierno.[15]
Si
atendemos a este aspecto del gobierno, hay una institución fundada en Nueva
York que se llama Freedom House que monitorea los procesos electorales, el
pluralismo político, la participación, el funcionamiento del gobierno y las
libertades civiles (libertad de expresión, de religión, derecho de asociación,
Estado de derecho y derechos individuales) en el mundo. Su diagnóstico de 2014
señala que 40% de la población mundial goza de libertad política, 35% es
parcialmente libre y 25% no es libre.[16]
Una de las situaciones más grave por
las que llega a pasar el ser humano es la guerra. A veces suceden dichos
conflictos porque la gente se harta de sus gobiernos, a veces los gobiernos las
crean y las fomentan contra algunos miembros de ellos o contra otros países. Cuenta
Fernando Savater que en los últimos 5 mil quinientos años de historia se han producido alrededor de catorce mil quinientas guerras. Sí, no me equivoqué con
el número, de hecho lo redondee. En la actualidad, hay alrededor de 35 guerras
en el mundo, algunas de alta intensidad, la mayoría de baja.[17] La guerra -para algunos-
tiene sus bondades: como afirmar y potenciar a los grupos humanos,
disciplinándolos, renovando sus élites, fomentando sentimientos de pertenencia
incondicional. Sin embargo, produce el peor efecto posible: acaba con la vida. El
hombre en el siglo XXI, sigue practicando la guerra.
Ahora
bien, si creen que estos datos son ajenos a la política, eso es caer en el
error. Michel Foucault, justamente habló de biopoder y biopolítica, para
referirse a los mecanismos que llevan al control del organismo humano y su adiestramiento
en relación a la natalidad, la sexualidad, el racismo, la salud, la higiene, la
longevidad, etcétera, para utilizar a las poblaciones como una máquina de riquezas, productos y
hasta productora de otros individuos.[18]
El
animal político por ende debe de velar porque la política sirva para lo que fue
diseñada en un principio, o en su defecto, sufrir las consecuencias de su
indiferencia. Es por eso que temas como
la justicia, el bien común, los derechos humanos, la ciudadanía, la democracia
o el multiculturalismo, cobran especial relevancia.
Actividades
1.
Investigar los datos del régimen,
población, mandatario actual, sistema económico, lengua y religión de cinco
naciones (una de cada continente).
2.
Indica por qué el hombre vive en comunidad.
3.
¿Cómo fue el desarrollo histórico de la
organización política del hombre?
4.
¿Qué es un sistema político?
5.
¿Cuáles son los principales tipos de régimen antiguos y contemporáneos?
?
?
Fuente:
Benedict Anderson, Comunidades
Imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, edit. FCE, México, 2007.
Fernando Savater, Política para Amador, edit. Ariel, México, 1995,
capítulos 1, 2 , 3, 5, 7.
Norberto Bobbio, Estado,
Gobierno y Sociedad. Por una teoría general de la política, edit. FCE, México, 2012.
Philiphe Raynaud y Stéphane Rials (comp), Diccionario Akal de Filosofía Política,
Madrid, 1996, entradas: biopoder,
biopolítica, nación, regímenes, y sistemas políticos.
Raymond G. Gettell, Historia de las Ideas Políticas, t. 1, Editora Nacional, México,
1959
[1] Fernando Savater, Política para Amador, edit. Ariel, México, 1995., p. 27.
[2] Raymond
G. Gettell, Historia de las Ideas
Políticas, t. 1, Editora Nacional, México, 1959, p. 68.
[3]
Ibid., p. 148.
[5]
Ibid., p. 55.
[6] Norberto
Bobbio, Estado, Gobierno y Sociedad. Por
una teoría general de la política, edit. FCE, México, 2012, p. 110.
[7]Ibid., p.
102.
[8]
Benedict Anderson, Comunidades
Imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, edit. FCE, México, 2007, p.
23.
[9] Norberto
Bobbio, Estado, Gobierno y Sociedad. Por
una teoría general de la política, edit. FCE, México, 2012, p. 110.
[10]
Edgardo Castro, El vocabulario de Michel
Foucault, edit. Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 2004, entrada: poder.
[11] Luego, Foucault señala que hay instituciones
disciplinarias que buscan la individualización echando mano a la introyección
de conductas: el ejército, el hospital (el sector salud), la fábrica (el
trabajo), la escuela. El poder es algo muy complejo dentro de las naciones.
[13] http://www.nationsonline.org/oneworld/countries_of_the_world.htm
(consultado el 19 de julio del 2014).
[14] http://geography.about.com/cs/worldpopulation/a/mostpopulous.htm
(consultado el 21 de julio del 2014).
[15] http://www.nationsonline.org/oneworld/global-village.htm
(consultado el 19 de julio del 2014) y http://www.worldometers.info/world-population/
(consultado el 21 de julio del 2014).
[16] http://www.freedomhouse.org/report/freedom-world/freedom-world-2014#.U9rHmPl5Ncw
(consultado el 31 de julio del 2014).
[17] http://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Guerras_y_conflictos_actuales (consultado el 19 de julio del 2014).
[18] Philiphe
Raynaud y Stéphane Rials (comp), Diccionario Akal de Filosofía Política,
Madrid, 1996, p. 45.
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