El Animal Político.Los sistemas políticos.


El hombre es un animal gregario, social, político. Llámenle como quieran: el ser humano no está hecho para vivir aislado.  Claro que hay algunos individuos que por accidente, decisión o castigo viven así. Los niños ferales, los náufragos, los ermitaños, los exiliados o reos de alguna comunidad pueden vivir de esa manera, pero su vida no se desarrolla a plenitud.  El hombre difícilmente puede sobrevivir solo.  Los demás animales por lo regular lo aventajan en fuerza, velocidad o estructuras evolutivas que les permiten luchar.  Sin embargo, el hombre puede ganarles. De hecho les hemos ganado contundentemente la partida. La clave –en buena medida- está en la cantidad. El humano está hecho para sobrevivir y vivir en grupo. Lo que al frágil hombre vuelve tan fuerte evolutivamente es la sociedad. Incluso, cierto filósofo español muy afamado construye la imagen de que las sociedades son  máquinas sobrenaturales de inmortalidad que le permiten al hombre -quien es bastante consciente de que su destino natural e inevitable es la muerte- poder enfrentarla y superarla simbólicamente mediante la memoria colectiva, la cultura y nuestro poderoso instinto de reproducción. 
Si una misión de exploración intergaláctica viniera a la Tierra en una nave llena de extraterrestres, seguramente una de las primeras cosas que les llamaría la atención sería la gran cantidad de seres humanos instalados en grandes y complejas comunidades por casi todo el planeta.
Ahora bien, si por naturaleza queremos vivir en comunidad, el grupo también quiere que seamos como él dicta; nos modela tanto o más que los genes. La naturaleza humana es muy semejante, las sociedades son muy distintas. Cada una tienes sus reglas, sus convenciones que se le imponen a las personas al nacer. Como diría Mafalda, la vida humana es como llegar a ver una película que ya tiene rato comenzada y no entendemos un carajo.  No obstante, esto que parece tan arbitrario e irracional, para Fernando Savater justamente es la médula misma de la razón, pues ésta es “la capacidad de establecer convenciones, o sea leyes, que no nos vengan impuestas por la biología, sino que aceptemos voluntariamente”.[1] Los cerebros humanos se han adaptado al mundo adaptándolo para sí mismos. Qué paradoja.  Esto supone el desarrollo de una inteligencia creativa, al punto de que el hombre tiene miedo al aburrimiento, según señaló Fernando Savater.
Son tan complejas la inteligencia y naturaleza social que el hombre es rebelde y obediente a la vez. Tiene una sociable insociabilidad. Por necesidad social tendemos a obedecer, pero desobedecemos cuando queremos mejores razones para obedecer. En esto consiste la política. Pues aunque todos colaboramos, también tenemos formas de ser y visiones distintas de cómo deberían funcionar las cosas en la sociedad. Hay quien es más individualista, vive y deja vivir; hay quien es más sociable, queriendo que todos vivamos bajo sus condiciones. Sobre las intenciones de estos últimos,  Savater nos previene de caer en fanatismos que crean jerarquías entre los seres humanos, tales como el racismo, la xenofobia, el nacionalismo exacerbado, el totalitarismo.  
El escenario anterior obliga a la creación de una forma de gobierno, del status del gobernante: los jefes. Un jefe, para gobernar,  debe de poseer un atributo excepcional, algo que lo legitime como líder, que les otorgue respeto y veneración.
En las primeras organizaciones humanas los jefes seguramente eran escogidos por ser los más fuertes o los más sabios. Eran grandes cazadores, brujos poderosos, grandes constructores o ancianos.  Además su política, estaba estrechamente ligada a la religión: los dioses establecían prohibiciones (derecho primitivo) y ejecutaban ciertos castigos por las malas acciones. Las costumbres también generaron normas de convivencia.  Se estableció un sistema patriarcal en el que el hombre dominaba a la mujer. Se rindió un culto a los antepasados, como una forma de  asumir y adorar a la autoridad parental. Las disputas por el poder, por dirigir, seguramente se dieron cada vez más violentamente, provocando la necesidad de crear formas de transmitir el mando, de regular la convivencia en grupos cada vez más grandes, surgiendo así las leyes y figuras de autoridad institucionales.
 Las tribus se aliaban sólo temporalmente. Con frecuencia tenían conflictos entre sí. Los primeros Imperios de Medio Oriente (Egipto, Mesopotamia) surgieron de la  conquista de otras tribus, fue la confrontación en vez de la confederación, lo que dio origen a su existencia. Estas grandes civilizaciones consideraron al poder una institución sagrada e inmutable. Los gobernantes eran reconocidos como dioses o como agentes del poder divino. Lo que le daba identidad a sus Estados era el culto común a dioses que los protegían. La autoridad de los monarcas era incuestionable, por lo que no se podía pensar la naturaleza del Gobierno.
Fue, en cambio, en la India y China donde surgieron las primeras reflexiones políticas. Los indios pensaban que la autoridad se personificaba en el gobernante, siendo éste tan responsable de sus actos como cualquier otro individuo. Él era el encargado de impartir la justicia, de haciéndolo militarmente. Pero si llegaba a abusar de su posición, la gente podía resistirse contra sus arbitrariedades, incluso derrocarlo. De hecho eso llegó a suceder en varias ocasiones. Buda en el siglo V criticó la existencia de las monarquías y consideró mejor la existencia de asambleas populares.[2] Los chinos pensaban que la ley es necesaria para frenar la maldad natural del hombre. El ser humano necesita ser educado para acatar las leyes. Creyeron en la igualdad de los seres humanos y en el derecho para rebelarse contra una autoridad. De acuerdo con el filósofo Moh-Ti lo más importante de un Estado es el pueblo, luego los dioses y al final el monarca. Luego, en otras latitudes muy distintas, también surgieron propuestas semejantes a las de Buda y los chinos. Fue entonces cuando surgieron las democracias en Grecia: primero la de Atenas y luego la de sus polis satélites. A la par de esta forma de gobierno, estuvo la monarquía espartana, que también impulsó su modelo en sus aliados. Y claro, no pudieron faltar grandes reflexiones filosóficas, entre las que destacaron la primera utopía política de Occidente: La República de Platón, o el análisis agudo de Aristóteles sobre la naturaleza política del hombre en La Política. Fue él quien justamente dijo que el hombre era un animal político. Para él la Política era la ciencia más importante porque el Estado satisface los fines más importantes del hombre. El hombre, por naturaleza vive en comunidad y la Ciudad-Estado era la forma natural de sociedad.
 Posteriormente, ya con el Imperio Romano se constituyó el Derecho como una parte esencial de una sociedad que establecía clara y públicamente las reglas de relación entre los individuos. Sus obras de política fueron escasas. Sus instituciones y sistema legal influenciaron fuertemente al mundo en la concepción del Estado.  Roma primero inició como una ciudad Estado con un rey, luego, se transformó en una República que absorbió a los pueblos vecinos y se fue expandiendo por la Península Itálica, derrotó a Cartago y se apoderó de los restos del antiguo Imperio Macedonio. Se convirtió en un Imperio. La creación de su sistema jurídico implicó una concepción abstracta del Estado.  Las  leyes eran el producto de un pacto entre los elementos constitutivos de éste.  
Dicho gran Imperio fue permeado por el cristianismo, una religión proveniente de Judea que se esparció rápidamente por su territorio. Al principio fue combatido, cuando siguió creciendo fue asumido como religión oficial del Estado. El obispo de Roma, además fue nombrado consejero del emperador.  El poder de la Iglesia fue creciendo, se configuró un gobierno interno, se creó el Papado en el siglo VI, pues con la caída del Imperio Romano Occidental, se erigió el poder de la Iglesia sobre Roma y los reinos que surgieron tras el declive imperial. De esta manera se gestó la relación entre el Estado y la Iglesia, una relación tensa en la que el poder eclesiástico quiso dominar y dominó en muchos momentos y distintos lugares al poder secular. En la época de Carlo Magno y el Sacro Imperio Romano, ambos poderes se aliaron y había muchas decisiones compartidas de uno hacia otro lado. El Emperador designaba cargos eclesiásticos y el Papa tomaba decisiones políticas y legitimaba el liderazgo de algunos señores feudales. Fue hasta el siglo XIV que los monarcas lograron desafiar el poder papal. El Rey de Francia le impuso impuestos a la Iglesia sobre las propiedades eclesiásticas, el Papa le ordenó cancelarlas y el rey desobedeció y trasladó el papado a Aviñón.  En consecuencia, un tema de reflexión y debate fue justamente el de la autoridad de la Iglesia sobre la Tierra, sobre la autoridad civil de los monarcas.  De hecho, ese fue el único gran tema de reflexión política:
La Edad Media es esencialmente apolítica; la política y las teorías políticas no constituyen en esta época objetos particulares y separados en el campo de la investigación. Los problemas religiosos absorben las preocupaciones del tiempo; y cuando aparece la especulación política, se dedica sobre todo al examen de las relaciones entre la potestad eclesiástica y la autoridad civil.[3]
O bien la Edad Media fue una época apolítica o bien podemos decir que fue una época tan política como cualquier otra, sólo que ésta fue entendida como un elemento subordinado a la religión, que asoció a dos instituciones, el Estado y la Iglesia y que los llevó a una pugna. Tanto el Estado como la Religión hipotéticamente perseguían el bienestar del hombre y tenían injerencia sobre  las mismas personas que se reconocían como parte de un feudo o reino y a la vez poseían la identidad cristiana. El monarca era considerado como el poseedor legítimo de un territorio que estaba inspirado por Dios para dirigirlo.
Por supuesto, los intelectuales tuvieron una postura al respecto. San Bernardo de Claraval (1091-1153) como Juan de Salisbury (1115-1180), pugnaron por una separación de ambos poderes, señalando que los negocios mundanos no eran competencia de la Iglesia; en cambio, Santo Tomás proponía la subordinación y obediencia de los mandatarios a los sacerdotes.  Igualmente Egidio Roman y Augistinius Trimphus apoyaron en el siglo XIV esa noción de una superioridad eclesiástica. Pero también hubo pensadores a favor de los poderes seculares, como: Juan de París, Pedro Dubolis, Dante, Marsilio de Padua y Guillermo de Occam.
Podemos decir que el Estado Moderno se generó entre los siglos XIV y XV, cuando los señores feudales se debilitaron, la gente les rindió más devoción a los reyes, quienes tenían ejércitos permanentes para su protección; cuando el protestanstismo generó su ética y movimientos sociales. Así surgieron un nacionalismo, un mercantilismo e instituciones que derivaron en monarquías absolutas o parlamentarias.[4]
Así surgió el Estado y ejerció su función: la de garantizar la supervivencia, la del mantenimiento de la paz,  la  promoción de la felicidad y  la autonomía de las personas, así como la justicia y la equidad.

Los sistemas políticos


Un sistema político puede entenderse como una organización social concreta,  es decir un país, o bien como la organización política que lo constituye, es decir,  un régimen.  Obviamente hay una relación entre ambas.
Hay dos teorías al respecto de estos sistemas: una que sostiene que el gobierno está por encima de la voluntad humana y es un hecho innegable, y otra que el gobierno es una invención humana que podemos transformar o desechar.[5] De acuerdo a la primera postura, el Estado surgió apenas el hombre superó la organización de poder por lazos de sangre y siempre va a existir; de acuerdo a la segunda, el Estado surgió en los albores de la Modernidad, debiéndole su nombre (“el Estado”) a los escritos de Maquiavelo. Según la opinión de Hans Kelsen el Estado es una organización política que consiste en el ordenamiento del uso de la fuerza. Max Weber dice que el Estado es el detentador del monopolio de la coacción física legítima.[6]  En la actualidad el término “Estado” ha sido sustituido en muchos estudios por el de “sistemas políticos”, de tal manera que podemos considerarlos como sinónimos.[7]  

A)    La nación


Una nación, antiguamente era un grupo de personas unidas por una lengua, sangre o cultura. Hacia el siglo XVIII con la Revolución Francesa se identificó teóricamente la nación con el Estado.  Surge entonces el Estado-nación, como la concepción del Estado como un contrato elaborado por los ciudadanos para entregar el poder a la voluntad popular. Paralelamente a esta concepción, la nación también fue concebida por el Romanticismo alemán como una comunidad única que manifiesta su diferencia frente a las otras comunidades mediante una identidad que es producto de la lengua y un mismo origen (pasado histórico). Para los románticos, el individuo es expresión y producto del genio del Estado.  Estas dos visiones de la nación han afectado nuestra concepción actual de un país.
Creo que las concepciones contractualista y romántica de la nación se pueden subordinar y explicar mejor a través de la definición de Benedict Anderson, quien dice que  es “una comunidad política imaginada como inherentemente limitada y soberana”.[8]  Nadie conocerá a todos los integrantes de su nación, nunca los oirán o hablarán con ellos, aunque tienen la imagen de una comunión. También es imaginada porque imaginamos que tenemos cosas en común, una esencia compartida, un destino y un pasado juntos,  riquezas nuestras, virtudes que nos hacen distintos. La nación se imagina limitada, no es identificada con toda la humanidad; es imaginada como soberana, que se autodetermina y ocupa un lugar en el mundo; es imaginada como fraterna, que nos hace sostener un compañerismo a pesar de la desigualdad económica y la explotación.
Desde una perspectiva jurídica, pues, es la unión de territorio, población y gobierno. En consecuencia, algunas ciencias humanas han pretendido reducir un sistema político a una comunidad con una lengua concreta, o bien a una cultura, una economía o al derecho.
 Sin embargo, un sistema político no se reduce a ninguno de estos elementos o subsistemas. Más bien, sabe que en todos estos opera la política, funciona el poder, suponiendo a éste como una gran estructura  que está presente en todas partes (la lengua, la cultura, etc.). Tradicionalmente el poder ha sido entendido como la capacidad que tiene el Estado de recurrir a la fuerza si es necesario. Usualmente, se habla de tres tipos de poder: el económico, el ideológico y el político; es decir, la riqueza, el saber y la fuerza.[9]
Michel Foucault comprende que el poder  es algo más complejo y lo describe como si fuera una red en la que el individuo es tanto receptor como emisor de éste (cfr. Hay que defender a la sociedad). Por ende, el poder consiste en “conducir conductas y disponer de su probabilidad induciéndolas, apartándolas, facilitándolas,  dificultándolas, limitándolas, impidiéndolas”.[10] Es una forma de relación que nos individualiza y  conecta. Está presente dentro y fuera del Gobierno, dentro y fuera de una nación.[11]  
También se puede entender a un sistema político como la estructura concreta de los poderes públicos del Estado. Este segundo aspecto nos conduce a la concepción del sistema político como régimen.

B)    El  Régimen


Los regímenes datan de épocas muy antiguas. Los griegos ya los clasificaban y hablaban de monarquías, aristocracias y democracias. Específicamente Aristóteles, pensaba que estas tres formas podían expresarse correcta o corruptamente. De manera correcta habla justamente de la monarquía (gobierno de un rey), la aristocracia (gobierno de una élite) y la politéia (gobierno popular); la corrupción de éstas deriva en la tiranía, la oligarguía y las democracias respectivamente. Como para Hobbes esta tipología de buenos y malos dependía de la opinión,  la disolvió y la clasificación se simplificó en su Filosofía Política. Sin embargo, no sucedió del todo en Montesquieu, quien hablaba de repúblicas, monarquías y gobiernos despóticos (como una corrupción de las monarquías). Pero si ignoramos, como hizo Hobbes, la opinión sobre su legitimidad o corrupción, nos deja frente a dos tipos de régimen: el monárquico y el republicano. Antiguos y Modernos manejaron estos  tipos de regímenes, que giraban en torno a un monarca, un grupo de personas reducido o un amplio sector de la sociedad. Dicha clasificación todavía aplica para la época actual. Solamente que tiene muchas variaciones que antes no existían.
Los regímenes contemporáneos pueden ser republicanos o monárquicos. Las repúblicas son aquellas formas de gobierno que se identifican con los valores de la Revolución Francesa (libertad, igualdad, fraternidad) y cuyo liderazgo está a cargo de un jefe que es elegido mediante un proceso. Si el  liderazgo lo desempeña un presidente elegido por el voto popular, tenemos una república presidencialista; si lo comparten un presidente y un primer ministro, estamos ante una república semipresidencialista; si tenemos un primer ministro designado por un congreso, entonces la república será parlamentaria. Si el poder lo ostenta un rey, estamos ante una monarquía. Si el rey tiene el control total del gobierno, se llama monarquía absoluta; si el poder del rey es acotado por una constitución política, tenemos una monarquía constitucional; si el poder del rey está limitado con un congreso, entonces existe una monarquía parlamentaria. En algunas monarquías constitucionales y parlamentarias el monarca es más un jefe de Estado simbólico, ceremonial y con pocos atributos de gobierno; en otras, el rey conserva poderes significativos, a pesar de haber otros actores políticos, como sucede en Marruecos, Kuwait, Mónaco o Tonga. En ese caso se les llama monarquías semiconstitucionalistas.
Pues bien, muchos de estos gobiernos pueden tener matices. La religión y el Estado pueden estar fusionados en la misma institución, como sucede en el Estado Vaticano o la República Islámica de Irán. En ese caso sus gobiernos son teocráticos o hierocráticos. Otros gobiernos son confesionales, si se identifican con una religión oficial, pero tienen tolerancia con la presencia de otras religiones; y otros son laicos, pues el Estado y la Religión son instituciones distintas que no se tienen que mezclar en la práctica del gobierno. Desde un enfoque electoral, algunos Estados sólo permiten la existencia de un partido político (unipartidistas), otros de dos (bipartidistas) y otros de varios (pluripartidistas). En algunos casos, el presidente puede ser un dictador, que llegó al  poder derrocando al mandatario anterior y que monopoliza las elecciones presidenciales para perpetuarse; en otros casos, puede haber una junta militar gobernando, tras haber destituido al mando previo.[12]

La situación del mundo


Somos alrededor de 7 200 millones de hombres y mujeres, dato digno de llamar la atención de cualquiera, distribuidos en 195 países, 60 áreas dependientes de algunos de estos y 5 territorios en disputa.[13] Los diez países más poblados del mundo son: China, India, E.U.A., Indonesia, Brasil, Pakistán, Nigeria, Bangladesh, Rusia, Japón. El número once es México.[14] La mitad de la población son varones y la otra mitad mujeres. El 61% vive en Asia, el 15% en África, 10% en Europa y 14% en América y el 0.5% en Oceanía.  El 12% habla chino, el 5% español, otro 5% inglés, nuevamente otro  5% hindi o bengalí, 3% árabe, 2% portugués, 2% ruso, 2% japonés, 1% alemán y el resto de la humanidad habla el resto de las 6000 lenguas del mundo. El 33% es cristiano (en cualquiera de sus prácticas), el 22% musulmán, 14% hindú, 7% budistas, y 2% de ateos. El 26% tiene una edad inferior a los catorce años y el 8% superior a los 65, estando el resto entre los 14 y los 64 años de edad. 77% usa teléfonos celulares y 33% internet. De todos ellos 82% vive en países subdesarrollados y el 18% en países desarrollados, pero lo impresionante es que 51% de la población mundial vive con un ingreso menor a 2 dólares al día, 40% no tiene acceso al saneamiento,  25% de la población vive en viviendas hechizas o carecen de ellas, 13% no tiene acceso al agua potable. El 50% de la población mundial, por lo tanto, no confía en el gobierno.[15]
Si atendemos a este aspecto del gobierno, hay una institución fundada en Nueva York que se llama Freedom House que monitorea los procesos electorales, el pluralismo político, la participación, el funcionamiento del gobierno y las libertades civiles (libertad de expresión, de religión, derecho de asociación, Estado de derecho y derechos individuales) en el mundo. Su diagnóstico de 2014 señala que 40% de la población mundial goza de libertad política, 35% es parcialmente libre y 25% no es libre.[16]
            Una de las situaciones más grave por las que llega a pasar el ser humano es la guerra. A veces suceden dichos conflictos porque la gente se harta de sus gobiernos, a veces los gobiernos las crean y las fomentan contra algunos miembros de ellos o contra otros países. Cuenta Fernando Savater que en los últimos 5 mil quinientos años de historia se han producido alrededor de catorce mil quinientas guerras. Sí, no me equivoqué con el número, de hecho lo redondee. En la actualidad, hay alrededor de 35 guerras en el mundo, algunas de alta intensidad, la mayoría de baja.[17] La guerra -para algunos- tiene sus bondades: como afirmar y potenciar a los grupos humanos, disciplinándolos, renovando sus élites, fomentando sentimientos de pertenencia incondicional. Sin embargo, produce el peor efecto posible: acaba con la vida. El hombre en el siglo XXI, sigue practicando la guerra.
Ahora bien, si creen que estos datos son ajenos a la política, eso es caer en el error. Michel Foucault, justamente habló de biopoder y biopolítica, para referirse a los mecanismos que llevan al control del organismo humano y su adiestramiento en relación a la natalidad, la sexualidad, el racismo, la salud, la higiene, la longevidad, etcétera, para utilizar a las poblaciones  como una máquina de riquezas, productos y hasta productora de otros individuos.[18]
El animal político por ende debe de velar porque la política sirva para lo que fue diseñada en un principio, o en su defecto, sufrir las consecuencias de su indiferencia.  Es por eso que temas como la justicia, el bien común, los derechos humanos, la ciudadanía, la democracia o el multiculturalismo, cobran especial relevancia.

Actividades


1.      Investigar los datos del régimen, población, mandatario actual, sistema económico, lengua y religión de cinco naciones (una de cada continente).   
2.      Indica por qué el hombre vive en comunidad.
3.      ¿Cómo fue el desarrollo histórico de la organización política del hombre?
4.      ¿Qué es un sistema político?
5.      ¿Cuáles son los principales tipos de régimen antiguos y contemporáneos?
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Fuente:


Benedict Anderson, Comunidades Imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del  nacionalismo, edit. FCE, México, 2007.
Fernando Savater, Política  para Amador, edit. Ariel, México, 1995, capítulos 1, 2 , 3, 5, 7.
Norberto Bobbio, Estado, Gobierno y Sociedad. Por una teoría general de la política, edit. FCE, México, 2012.
Philiphe Raynaud y Stéphane Rials (comp), Diccionario Akal de Filosofía Política, Madrid, 1996,  entradas: biopoder, biopolítica, nación, regímenes, y sistemas políticos.
Raymond G. Gettell, Historia de las Ideas Políticas, t. 1, Editora Nacional, México, 1959



[1] Fernando Savater, Política para Amador, edit. Ariel, México, 1995., p. 27.
[2] Raymond G. Gettell, Historia de las Ideas Políticas, t. 1, Editora Nacional, México, 1959, p. 68.
[3] Ibid., p. 148. 
[4] http://es.wikipedia.org/wiki/Estado_Moderno (consultado el 26 de julio del 1014).
[5] Ibid., p. 55.
[6] Norberto Bobbio, Estado, Gobierno y Sociedad. Por una teoría general de la política, edit. FCE, México, 2012, p. 110.
[7]Ibid.,  p. 102.
[8] Benedict Anderson, Comunidades Imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del  nacionalismo, edit. FCE, México, 2007, p. 23.
[9] Norberto Bobbio, Estado, Gobierno y Sociedad. Por una teoría general de la política, edit. FCE, México, 2012, p. 110.
[10] Edgardo Castro, El vocabulario de Michel Foucault, edit. Universidad Nacional de Quilmes,  Buenos Aires, 2004,  entrada: poder.
[11] Luego,  Foucault señala que hay instituciones disciplinarias que buscan la individualización echando mano a la introyección de conductas: el ejército, el hospital (el sector salud), la fábrica (el trabajo), la escuela. El poder es algo muy complejo dentro de las naciones.
[12] http://es.wikipedia.org/wiki/Forma_de_gobierno (consultado el 21 de julio del 2014).
[15] http://www.nationsonline.org/oneworld/global-village.htm (consultado el 19 de julio del 2014) y http://www.worldometers.info/world-population/ (consultado el 21 de julio del 2014).
[18] Philiphe Raynaud y Stéphane Rials (comp), Diccionario Akal de Filosofía Política, Madrid, 1996,  p. 45.

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