¿Qué son los seminarios socráticos?
Los seminarios socráticos son una técnica de
enseñanza escolar que se basa en la imagen y metodología del filósofo Sócrates
para crear una práctica educativa de aprendizaje que promueva el pensamiento
crítico y creativo, la curiosidad intelectual, la colaboración y hábitos
escolares. Al parecer la expresión surgió en 1937. Fue creada por Scott
Buchanan. La hizo en el ámbito de un movimiento cultural norteamericano de la
década de los años veinte (The Great Books Movement) que pretendía promover y discutir aquella
literatura esencial y fundadora del pensamiento occidental. Se empleó en
instituciones educativas como El St. Johns College, The University of Chicago
The Great Book Foundation, The National Paideia Center y otras instituciones. Uno de los principales fundadores de dicho
movimiento fue Mortimer Adler con su Propuesta
Paideia.
Alrededor de esta metodología
giran otras denominaciones: círculos socráticos, Touchstones Discusions,
Paideia Seminars, Shared Inquiry Discussions, Spider Web Discussions, Sócrates
Café, Harlness Method. Todas ellas son variantes de una misma intención y
filosofía educativa, pero de distinto origen. Están circunscritas en un modelo de
aprendizaje constructivista.
El profesor se vuelve un facilitador que escucha, observa, toma notas y pregunta. El alumno se convierte en el ejecutor de la reflexión.
El profesor se vuelve un facilitador que escucha, observa, toma notas y pregunta. El alumno se convierte en el ejecutor de la reflexión.
Son siete los componentes de
un seminario socrático: 1) La implementación con un propósito y calendarización
(programación y frecuencia), 2) el pre-seminario, 3) el texto, 4) las
preguntas, 5) los estudiantes, 6) el facilitador, 7) el post-seminario y
evaluación.
El número ideal de estudiantes
para esta técnica es de 13 a 18. Sin embargo, se puede trabajar con menos o
más.
La implementación
La implementación depende en
mucho de la situación y reglas de la institución en la que se pertenece. Se
pueden programar los seminarios cada 15 días, cada mes o cada semana. Su duración debe de ser de una hora al menos. Puede
prolongarse hasta dos horas un poco más. También puede adaptarse a periodos de
tiempo menores a una hora, pero no debe de ser una técnica que se use por unos
cuantos minutos. Si no hay las condiciones para implementarlo, es mejor no
hacerlo.
El preseminario
Es la preparación para el
seminario consiste en la investigación y lectura del texto. Por texto debemos
entender no sólo un escrito filosófico, sino cualquier tipo de escrito, como un
poema, cuento, novela, e incluso un objeto
que será discutido, que puede ser una película, una imagen, un audio, una pieza
musical, un vídeo, una obra de arte, un tema o una cita, gráfica, una fórmula
matemática, una paradoja, mapa, programa de televisión o diagrama. En esta
parte la toma de apuntes es importante de parte del alumno. También debe de investigar
las palabras desconocidos que sean importantes en un diccionario. Incluso el
alumno puede escribir sus reflexiones sobre el tema.
El texto
El texto es escogido por el
profesor. Requiere de una selección cuidadosa.
Un texto puede funcionar con un grupo, pero no necesariamente con otro. Muchas
veces el único método adecuado para la selección del texto es el ensayo y el
error. A veces textos radicalmente
controversiales pueden ser contraproducentes, pueden derivar en un debate y no
en un diálogo. El texto es entendido
como cualquier artefacto o pieza que sea el punto focal para la indagación y el
diálogo.[1]
Se suele recomendar textos físicos sobre los digitales. Impactan más, son más confiables, y si son
escritos se pueden subrayar. Los textos escritos que son cortos funcionan
mejor. A veces los alumnos suelen detenerse hasta media hora en la reflexión
sobre un párrafo.
Las preguntas
Las preguntas juegan un rol
muy importante en esta técnica. Se empieza con una pregunta de apertura que
abre el diálogo formal. La pregunta debe de ser abierta, no debe de tener una
respuesta correcta única. También debe de ser una pregunta corta y puntual. A
la vez debe de ser provocativa, que detone la conversación y el involucramiento. Algunos proponen que la pregunta debe de ser
neutra y que apunte al significado de lo que el autor del texto quiso decir. Un
ejemplo de esto sería: una mala pregunta: “¿es la guerra buena o mala?”, una
buena pregunta sería: “¿pensabas los griegos de la guerra lo mismo que
nosotros?”
Algunos facilitadores empiezan
con un conjunto de varias preguntas que orienten la conversación hacia ciertos
temas, pero respetando las características de cualquier pregunta inicial. Es recomendable tener una batería de preguntas
para intercalar durante el diálogo. Ya que la pregunta inicial podría agotarse.
También en ocasiones son importantes
preguntas aclaratorias y explicatorias de lo que el alumno o el
autor quiso decir. Las primeras justo pretenden que dejen en claro algo que
estaba un poco obscuro. Las segundas piden que se dé más información para
entender mejor lo dicho.
También algunos facilitadores
utilizan preguntas de cierre. Estas preguntas tienen la función de crear un
vínculo emocional entre la vida del alumno y el tema. También sirven para vincular el asunto en
cuestión con la tarea o bien con el siguiente tema. Una pregunta de cierre mal hecha puede
afectar a toda la dinámica anterior.
Cabe mencionar que una misma
pregunta se puede perfeccionar. Nuestra pericia en hacer preguntas mejora
conforme practicamos.
El facilitador
Justamente permite que la conversación se dé. Se puede
hacer de varias maneras. Una de ellas es lanzar la pregunta, callarse, observar
y tomar notas. Otras es intervenir más activamente vigilando que se cumplan las
reglas establecidas por la institución educativa y el grupo, o bien solicitando aclaraciones,
introduciendo nuevos cuestionamientos y fungiendo como un coach. Es posible que los alumnos experimenten
incomodidad al principio. Al principio se crean metas, expectativas; luego
compiten los alumnos por atención y liderazgo; luego el grupo se autorregula, alcanza acuerdos; finalmente funcionan como
equipo. Estas fases del grupo es lo que
ha observado Bruce Tuckman.[2]
Las fases no son una garantía absoluta de que se llegue a la última de manera natural. Requiere paciencia. Los alumnos tendrán
luchas, malas interpretaciones del contenido. Las irán resolviendo. A veces hay
que intervenir para que se logre. Por ejemplo, en ocasiones hay un alumno
dominante que quiere acaparar la conversación, en ese sentido se deben de
limitar sus participaciones a cierto número y si es posible, cambiarla de
lugar. Las normas también van a tener
que ser ajustadas en varias ocasiones, incorporando nuevas al principio de la
sesión.
Los alumnos
Ellos son los protagonistas,
la finalidad y los beneficiados por esta técnica. Se sugiere que ayuda a romper con el estrés
cuando el alumno quiere hablar. Para dar la palabra se pueden usar otros
mecanismos, como turnos anotados en el pizarrón, bastón de mando, clickers, sistemas
de votación para decidir a quién darle la palabra y cualquier otro sistema de
turnos que podamos pensar. Las participaciones de los alumnos pueden variar, no
sólo consiste en dar una opinión, también en compartir citas, hacer preguntas,
contar anécdotas o experiencias relacionadas con el tema. Algunos pueden
participar como observadores que van a retroalimentar a sus compañeros, o bien,
que van a observar la calidad y desempeño del seminario.
Post-seminario
Es importante también el
interrogatorio post-seminario. Consiste
en la evaluación del proceso para poderlo mejorar. A veces ese monitoreo se puede hacer a través
de padlet.com o de twitter. Una queja común, permite instaurar una regla para
mejorar la dinámica de los siguientes seminarios. También permite fijar nuevas
metas, no sólo respecto al seminario, sino también respecto al aprendizaje de
los alumnos. Por ejemplo, algunos chicos podrán profundizar sobre el tema visto
mediante recomendaciones que le haya dejado el profesor, si es autodidacta, o
bien, a través de tareas asignadas al grupo que formen parte del curso. Algunos creen que carga de trabajo del
seminario es 40% calificar tareas y 60% trabajo post-seminario. El producto del
alumno puede derivar no sólo en tareas escolares típicas, sino también en la
creación de blogs o en la elaboración de portafolios de reflexión con sus
notas, reflexiones escritas y apuntes de lo dicho y hecho en el seminario.
El seminario se puede evaluar
a partir de tres aspectos: el monitoreo, la retroalimentación al alumno y
asignación de una nota. El primero contabiliza el número de sesiones y de
participaciones que tuvo el alumno, el segundo a los consejos para mejorar y observaciones
para cada alumno, el tercero, se refiere a un proceso sumativo que da un
número. Para que la calificación no parezca arbitraria se recomienda el uso de
una rúbrica.
Bibliografía
Charles Fischer, The Power of Socratic Classroom, edición Kindle.
[1] Charles Fischer, The Power of
Socratic Classroom, edición Kindle.
[2] Charles Fischer, The Power of Socratic Classroom, edición Kindle.
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