¿Qué es el discurso oral?
El discurso se expresa en la modalidad oral. Ésta
es connatural al hombre. La oralidad se
puede entender como una propiedad del lenguaje humano. La escritura y los
sistemas de comunicación de signos de los sordos están basados en ella. La oralidad muestra al lenguaje como algo que
es hablado y escuchado. Mientras que en
la escritura se privilegia la vista, en la oralidad, se privilegia el oído. Existen
por lo tanto, dos formas de oralidad: la primaria y la secundaria. La primera
se da en aquellas culturas que carecen del conocimiento de la escritura. La
secundaria se da en aquellas culturas que dependen de tecnologías de la
comunicación, como el teléfono, la radio, la televisión, el internet. Hoy en
día casi no existen culturas de oralidad primaria. La mayoría son de
secundaria. Sin embargo, siguen existiendo algunas y existieron en el pasado
como una totalidad hasta antes de la invención de la escritura. En las culturas de oralidad primaria el
conocimiento generado necesita repetirse mediante patrones formularios de
pensamiento para su supervivencia. Incluso la ley es memorizada mediante
refranes y proverbios que tienen un juez que los repite para impartir justicia.
Se requerían fórmulas mnemotécnicas. En dichas sociedades, las palabras se
restringen a los sonidos (que riman para recordar) y los procesos de
pensamiento se subordinan a dichos modos de expresión, pues se sabe solamente
lo que se puede recordar.[1]
Dice Ong: “El pensamiento serio está entrelazado con sistemas de memoria. Las
necesidades mnemotécincas determinan incluso la sintaxis”.[2]
La memorización no es abstracta, es
somática. Se asocia con movimientos del cuerpo, con gesticulaciones, mecerse,
bailar, tocar un instrumento.
En las culturas orales no hay
textos. El pensamiento está integrado en
el habla. En segundo término los textos adquieren sentido a partir del lenguaje
hablado, no al revés. Luego, frente a la ausencia del texto, la oralidad va a
determinar formas de expresión.
Seamos más específicos. En la
cultura oral las expresiones suelen ser
más acumulativas que subordinadas (se usan más enunciados cortos que se
vinculan con conjunciones, en vez de enunciados largos y subordinados), y son más acumulativas que analíticas, es
decir, se suelen usar epítetos que sinteticen imágenes en vez de grandes
descripciones. Para lograr continuar con
la atención en el hilo conductor del discurso se requiere la redundancia, la
repetición. Ese énfasis en la repetición
genera estructuras mentales altamente conservadoras y tradicionalistas. Las
categorías de reflexión más que ser abstractas se hacen en función del mundo
vital humano. Se echa mano más de una genealogía, por ejemplo, que de una
estadística o un listado. Parte de esto es meter al escucha en un contexto
agonístico en el que el relato, los proverbios, los acertijos, comprometen a
luchar al espectador de manera intelectual. Obviamente también tiene temáticas
e imágenes bélicas. Los héroes y la fantasía juegan un papel muy importante.
Los conceptos son metidos casi siempre en el escenario de una historia, para lograr ser empáticos y participativos,
son situacionales.
La retórica juega un papel importante en las culturas
orales. Toda actividad está mediada por ella, incluso las negociaciones.
La adquisición de la oralidad
La competencia oral se adquiere
con un aprendizaje informal dentro de la exposición a situaciones
comunicativas. Se aprende a través de las conversaciones. Se puede
circunscribir en un ámbito mayor: la competencia
comunicativa, que es todo aquello que debe saber una persona para poder
interactuar en contextos socialmente significativos. La oralidad supone una dialéctica entre el
individuo y la sociedad. De tal manera que podemos postular que la mente hace
posible el diálogo y el diálogo hace posible a la mente.[3]
Mediante la conversación construimos nuestra realidad con el otro. Es un
proceso particular que coordina las acciones y emociones de los sujetos,
conversar es construir realidades, como dijo el filósofo Humberto Maturana.[4]
Esa sociabilidad del lenguaje conlleva reglas del uso de las palabras que
suelen ser llamadas costumbres verbales.
Desde muy temprano, según
Emilio Rivano el niño desarrolla esquemas de diálogo durante su primer año de
vida. Son interacciones con turnos a través del juego, aunque no sepa hablar.
Rivano les llama proto-diálogos.
Después de ese primer año, el
niño comienza a aprender las costumbres verbales, como saludar, despedirse, dar
las gracias, pedir disculpas, distinguir las palabras groseras de las corteses,
hablar de “tú” o “usted”. Hacia los seis
años sabe canciones, rondas, trabalenguas, adivinanzas, exclamaciones rituales
de los juegos, etcétera. De adulto aprende reglas de trato, de títulos,
fórmulas de cortesía para el saludo, para ritos sociales (como el brindis) o
ritos religiosos (como las bendiciones), para dar las condolencias,
agradecimientos o hacer solicitudes, convencionalismos respecto al canto, al
juego, a los cuentos y refranes. En
términos generales podemos decir que las costumbres verbales introyectan normas
de comportamiento como prescripciones o tabúes.[5]
La competencia comunicativa
por supuesto que tiene una base biológica, pero también tiene aspecto
psicosociales. Está por supuesto el aparato fonador y nuestra capacidad
cerebral para aprender el lenguaje que permite el ejercicio del habla (aptitud para articular y emitir
palabras), pero también otros elementos como: 1) la imagen que queremos proyectar (face); 2) el posicionamiento (footing) o territorialidad que van a determinar la
cercanía o distancia con otros en un entorno social con relaciones jerárquicas
y/o de amistad. En el posicionamiento participan varios elementos: la
diplomacia y la autoestima. No es lo mismo ser hostil, que cortés, no se acerca
uno igual con seguridad que con inseguridad. La territorialidad también es entendida como
una tendencia a fijar un espacio fijo o semi-fijo como propio. Sea un sentido o sea el otro: esto se traduce
en elementos no verbales de la oralidad: movimiento del cuerpo, características
físicas, lo conductual, táctil,
paralenguaje, proxémica, artefactos, factores del entorno. También la oralidad
presenta elementos que son lingüístico-textuales: la pronunciación (la cual
tiene cuatro variedades: la dialectal, la social, la situacional y la
individual), la prosodia (que tiene una intensidad, entonación, ritmo). La entonación señala la modalidad oracional
(afirmativa, exclamativa, interrogativa, imperativa), además de que permite
marcar un foco temático. La intensidad permite marcar acentos sobre sonidos
para distinguir significados. El ritmo hace pausas entre los sonidos de las palabras
que denotan emociones e intenciones. A
un nivel morfosintáctico se caracteriza por no cuidar ni la gramática, ni el
estilo. Hay presentes en la conversación muchas muletillas, fatemas,[6]
repeticiones, cambio de estrategias
sintácticas, discordancias gramaticales, titubeos, uso abundante de
yuxtaposiciones o coordinaciones entre los enunciados.
Su función básica es permitir las relaciones
sociales. Eso conlleva a una dimensión política del habla. En las sociedades democráticas es un derecho
y se ejerce con mayor libertad. En las
sociedades totalitarias es controlada,
censurada e incluso tratada de manera delictiva; sólo es permitida como una
reivindicación. Pero la oralidad, también tiene otras funciones como la
informativa, estética, la lúdica. En las
sociedades ágrafas, que también se les suele llamar sociedades orales, la
oralidad permite la transmisión y conservación de la cultura.
La oralidad puede ser primaria
si es cara a cara o secundaria es a través de los medios de comunicación. Esta
última, además de que permite ampliar un auditorio, también facilita preservar
un discurso.
La situación de oralidad
Lo cierto es que una situación
de oralidad primaria tiene los siguientes rasgos: la participación simultánea
de interlocutores, la presencia simultánea de los interlocutores en el
espacio-tiempo, la ordenación y desarrollo de la interacción discursiva es
controlada a través de una relación interpersonal basada en características psicosociales.
Esta oralidad puede ser espontánea o ritualizada, informal o formal. En la oralidad secundaria dichos factores se
alteran: puede ser diferido en el tiempo, en el espacio o en ambos, puede no
haber interlocución, sino simplemente los roles de emisor y receptor, o si hay
interlocución se da combinando a través de la tecnología usos directos y
diferidos.
Prácticas discursivas de la
oralidad
Existen varias prácticas discursivas de la
oralidad. Se les llama eventos de habla.[7]
Una de ellas es la conversación. Conversar etimológicamente significa convivir.
Ella implica un lazo afectivo. Pero además es el rasgo distintivo del hombre en
su relación comunicativa a diferencia de otras especies. El hombre conversa para interactuar
socialmente, es decir, realiza interacciones verbales.[8]
De acuerdo con Mauricio Swadesh son tres
las razones por las que hablamos con los que no son nuestro círculo afectivo de
personas: porque necesitamos información, porque tenemos que instruir o porque
queremos que algo se haga.[9]
Teleológicamente, desde una perspectiva ética, favorece la cohesión social,
protege los adelantos y favorece el progreso de la sociedad. Pero también tiene
la cara de que puede provocar daño a través de los chismes y las difamaciones.
El habla es un instrumento que puede ser bueno o malo, según cómo se use.[10]
La palabra conversación es
compleja porque se puede entender en dos sentidos: uno general y otro
específico. El primero entiende a la conversación como cualquier interacción
verbal, mientras que el segundo se refiere a una forma específica de
intercambio que es la conversación espontánea.
Par Amparo Tusón la conversación se puede entender como “una actividad
verbal oral de carácter interactivo organizada (o estructurada) en turnos de
habla”.[11]
El lingüista Emilio Rivano Fischer prefiere usar el término diálogo. No lo
trata de acotar bajo una definición específica. Incluso considera que hay
intercambios dialógicos no verbales. La postura o la distancia adoptada. Cada
diálogo es distinto, tiene distintas funciones. Incluso el diálogo puede
interactuar con la escritura. Rivano sostiene una postura anti-esencialista
respecto al diálogo. Es decir, para él no tiene una forma específica que sea
aprehensible en una definición. De acuerdo con Charles Fischer, el diálogo se
caracteriza por una atmósfera colaborativa en la que los participantes trabajan
en conjunto para generar mejores y más fuertes lazos de entendimiento.[12]
Esto es compatible con lo que dice Emilio Rivano Fischer, pues entendamos como
entendamos el diálogo, supone dicho espíritu colaborativo y comunicativo.
La
conversación es la forma primera, primaria y universal de la oralidad. En ella hay un número restringido de
participantes, no tienen roles prestablecidos, es anárquica en su temática, en
sus reglas y tiene como finalidad el
propio placer de conversar. Hay cambios de hablantes recurrentes, habla una persona a la vez, aunque son
frecuentes los solapamientos de hablantes, no hay un orden de palabra fijo (hay
quien realiza la autoselección –elige su turno para hablar- o la
heteroselección –elige al siguiente hablante), la duración de los turnos no es
fija, ni tampoco la duración de la conversación, aunque se puede formalizar la
distribución de los turnos para hablar o
tener mecanismos sencillos para la transgresión en la toma de la palabra. Es cooperativa, con muchas negociaciones de la
palabra. Aunque también en una conversación mayor a dos personas puede haber
alianzas y contra-alianzas, puede haber coincidencias o divergencias. La
conversación termina cuando los interlocutores están de acuerdo que termine o
bien sea interrumpida abruptamente. Es el modo más cotidiano de relación entre
la gente. Es una especie de protogénero o prototipo del discurso que
paradójicamente no es considerado un texto, pese a que lleve la secuencia
dialogal. Ella es considerada como el
marco para otras actividades discursivas.
Cuando va a arrancar una
conversación, los primeros 15 a 45 segundos son definitorios de cómo va a
devenir el encuentro. Esto se hace fundamentalmente a través de un proceso de
comunicación no verbal. Algunas veces
sucede un reajuste, a lo largo de la conversación, pero no es lo usual.[13]
Regularmente surge un individuo Alfa de la conversación. Será el que realice
más interrupciones y tome las riendas de la conversación. También se mostraran sin palabras las
emociones de las personas, su sexo, edad y clase social. En su momento
realizarán gesticulaciones de emisor, de receptor o darán indicadores no
verbales para tomar o dar la palabra.
La estructura de la conversación
Aun así, la conversación tiene una estructura
general de inicio, desarrollo y cierre. El inicio puede arrancar de varias
maneras: con un saludo, una pregunta o una exclamación. En este momento de la
conversación clasificamos al interlocutor a partir de un estereotipo. Iniciamos
su valoración desde un prejuicio lingüístico. Tiene mucho de ser un arranque
ritual. El desarrollo mucho más flexible que el inicio. No tiene necesariamente progresión y coherencia. Puede haber cambios de tema
abruptos, interrupciones, inconsistencias, equivocidades. Aun así, el
desarrollo supone la colaboración de los interlocutores bajo los siguientes
principios (que son máximas de la colaboración): cantidad (número de colaboraciones que dan una participación informativa), cualidad
(participaciones con suficiencia de evidencia, no mencionar aquello que se crea
falso o no tenga suficientes pruebas), relación (pertinencia de lo dicho), manera (claridad, orden, sin
ambigüedad). En dicha interacción hay
tres actos de por medio: 1) el locutivo (la emisión de un significado), 2) el
ilocutivo (lo que hace el emisor al transmitir el mensaje), 3) el perlocutivo
(la reacción que produce el mensaje en su receptor). En los actos ilocutivo y
perlocutivo participa la cortesía. Suele tener muchos mecanismos
anti-conflictivos. Ella es parte de la retórica interpersonal. Conlleva las máximas de tacto, generosidad,
aprobación, modestia, acuerdo y simpatía. Respecto al cierre, cabe decir, que
éste puede ser intempestivo o acordado.
Este último incluye un ofrecimiento de terminar la conversación, su
aceptación y una despedida.
En este protogénero hay
unidades dialogales: la interacción, la secuencia (de temas) y el intercambio.
También hay unidades monologales: la intervención o movimiento y el acto (que puede reflejar
varias conductas: directiva, asertiva, etc). La interacción se puede definir como la unidad
mayor delimitada por los rituales de apertura y cierre. La secuencia es la unidad delimitada por el
tema, por el cambio de la actividad
discursiva o por una alteración en la constelación de la conversación. El intercambio es la unidad mínima que se
determina por el intercambio de al menos dos turnos de palabras. Hay una forma
de intercambio mínima que organiza los
turnos para hablar. Se le ha llamado par-adyacente.
En la que hay dos intervenciones: Interlocutor
A- ¿Qué onda?, interlocutor B- ¿Qué hubo? La intervención se refiere a la
aportación de cada participante a la
conversación. El par-adyacente ya es un
dialogema. Es una estructura arbitraria que sirve para identificar
participaciones. Los dialogemas pueden abarcar intervenciones más complejas que
las del par-adyacente. Puede abarcar a
intervenciones más sofisticadas. Pueden ser del tipo A-B-A, etcétera.[14]
El acto se refiere a las funciones
ilocutivas que se realiza en una intervención.
Otro aspecto estructural de
las conversaciones es en relación al mensaje transmitido. Obviamente, se van a
clasificar por sus funciones. Existen frases dentro de ellas que tienen
funciones: atenuadores retóricos (que son fórmulas de cooperación y cortesía en
la conversación), implicaturas (que son significados adyacentes adicionales al
principal, no son explícitos, sino tácitos), conocimientos previos (que son el
contexto que permite circunscribir lo transmitido), esquemas (que son
conocimientos convencionales que poseemos en la memoria) y guiones (que son
acciones convencionales que se expresan en frases como “ir al dentista”).[15]
Las conversaciones pueden
tener subtipos: espontáneas o acordadas. Pueden ser a distancia (a través de un
medio) o cara a cara. Pueden ser cordiales o discusiones. La discusión, por cierto, es entendida como
aquel tipo de conversación en la que predomina el componente argumentativo que
expresa la oposición de opiniones entre los interlocutores.[16]
Desde otra perspectiva, hay dos tipos de
conversaciones: las dialógicas y las monológicas. Las primeras se dan en un
contexto de igualdad y aceptación entre los interlocutores. Las segundas en uno
de desigualdad y cosificación de uno de los interlocutores.[17]
Otras formas de discurso oral
Otras formas de discurso oral
son las siguientes: el debate (que es una discusión reglamentada y dirigida),
la mesa redonda, el coloquio, el seminario, la conferencia (que es un evento
comunicativo monogestionado con el derecho y deber de hablar), el sermón, la
entrevista, la tertulia, el mitin, el discurso. La conferencia, el sermón, el mitin, el
discurso son monológicos. Las otras
modalidades son dialógicas. Los
primeros tienen relaciones interactivas
entre el hablante y el auditorio, pero las segundas se parecen más a la
conversación.
Amparo Tusón describe las características de
dos estas modalidades: el debate y la entrevista. El debate
se caracteriza por tener un tema decidido con anterioridad a la
interacción, tiene una duración definida, los interlocutores tienen papeles
específicos, los turnos están controlados, la audiencia puede participar o no. Entre la conversación espontánea y el debate
está situada la tertulia que es un encuentro comunicativo en función de un
interés común que constituye el tema de las conversaciones. Su grado de formalidad varía. Regularmente
tiene un líder expositor. En la
entrevista el número de participantes se reduce a dos. El rol de los participantes es asimétrico uno
es entrevistador y el otro es el entrevistado.
Uno inicia la interacción y regularmente termina la entrevista. El otro
provee la información que solicita el entrevistador. La estructura de ésta es:
pregunta y respuesta. La longitud de los turnos también es desequilibrada. Las entrevistas pueden ser de varios tipos:
periodísticas, médicas, de trabajo, entre profesores y alumnos, abogado y cliente, interrogatorios
policiacos.
Mauricio Swadesh reflexiona
sobre el discurso. Para él son piezas que se pronuncian en ceremonias, fiestas
o actos públicos. Son pronunciados por una persona para un grupo de pequeño a
grande. Suelen ser mencionadas y
saludadas en un principio las personas a quienes se les habla en un orden
jerárquico. Luego, se desarrolla el tema en una extensión de tiempo que puede
variar de corta a extensa. Luego se realiza un cierre. Los discursos tienen
distintos temas y estilos.[18]
Análisis de la conversación
Toda conversación para ser
analizada requiere ser grabada. En la actualidad se puede hacer un registro
audiovisual, sonoro o gráfico de ella.
Al final toda conversación grabada requiere de una transcripción.
La presencia de un observador
siempre pone en riesgo la autenticidad de una conversación, pues cambia la
disposición natural de los que participan en ella. Conviene en ese sentido
estudiarla sin que los interlocutores se sepan observados.
Para su análisis, el discurso
oral tiene tres dimensiones. 1) la interlocutiva, que atiende a la mecánica de
la interacción. Todo interlocutor tiene un capital verbal, un origen de toma de
las palabras (por autoselección o heteroselección), un modo de transición de la
interacción por pausa, interrupción o solapamiento, los papeles comunicativos
(aserción, pregunta, respuesta, gestión). 2) La dimensión temática,
que atiende a la construcción temática por parte de los interlocutores
(si la propone, continúa, rechaza, vira, etcétera). 3) La dimensión
enunciativa, que se refiere tanto a la modalidad enunciativa, es decir, si se
habla en primera persona (elocutiva), en segunda persona (alocutiva) o tercera persona o impersonal (delocutiva);
como a la modalidad de organización del discurso (narrativo, descriptivo,
argumentativo, etc).
Conclusiones
El discurso oral es aquel que
constituye una unidad de significado que se transmite por medio de la voz y el
oído. Permite la adquisición de la competencia comunicativa. En un nivel
macroscópico se refiere a la manera en que una cultura transmite su conocimiento.
A dicho fenómeno se le llama oralidad. Es una propiedad del lenguaje humano.
Puede ser primaria, cuando desconoce otras tecnologías de transmisión del
conocimiento, o secundaria, cuando incorpora otras tecnologías. La oralidad
primaria es limitada, está centrada en la memoria, tiende a lo concreto y a lo
vivencial. La oralidad secundaria permite explotar los beneficios de las
sociedades gráficas. En un nivel microscópico se refiere a procesos de
interacción social que sirven para socializar y comunicarnos cumpliendo una
gran variedad de funciones extra. Aquí se suele hablar del diálogo o la
conversación como el fenómeno lingüístico fundamental que permite interconectar
con otras prácticas comunicativas. No es fácil de definir porque varía en sus
formas y funciones. Puede manifestarse en distintos eventos de habla.
Bibliografía
Amparo Tusón Valls, Análisis de la conversación, edit.
Ariel, México, 2016.
Charles Fischer, The Power of the Socratic Classroom,
edición Kindle.
Emiliano Rivano Fischer, Estructuras del diálogo. Análisis de la
conversación, edición Kindle.
Flora Davis, La comunicación no verbal, edit. Alianza, Madrid, 2013.
George Yule, El Lenguaje, edit. Akal, 3ª ed., Madrid,
2008.
Mauricio Swadesh, El lenguaje y la vida humana, edit. FCE,
México, 2006.
Pedro Bolgeri, Comunicación interpersonal, edición Kindle.
Walter Ong, Oralidad y escritura. Tecnologías de la
palabra. Edit. FCE, edición Kindle.
[1]
Walter Ong, Oralidad y Escritura.
Tecnologías de la palabra, edit. FCE, edición Kindle.
[2] Ibídem.
[3] Emiliano Rivano Fischer, Estructuras del diálogo. Análisis de la
conversación, edición Kindle.
[4] Pedro Bolgeri, Comunicación interpersonal, edición Kindle.
[5] Mauricio
Swadesh, El lenguaje y la vida humana,
edit. FCE, México, 2006 p. 132.
[6] Un fatema, regulador o retroalimentador de
canal es una vocalización que sirve para indicar al otro que estamos escuchando
y cómo vamos reaccionando. Son expresiones tales como mmmm, ajá, eh, uf.
[7] George Yule, El Lenguaje, edit. Akal, 3ª ed., Madrid, 2008, p. 149.
[8] Amparo Tusón Valls, Análisis de la conversación, edit. Ariel, México, 2016, p. 12.
[9] Mauricio Swadesh, El lenguaje y la vida humana, edit. FCE, México, 2006, p. 126.
[10] Mauricio Swadesh, El lenguaje y la vida humana, edit. FCE, México, 2006, p. 134.
[11] Amparo Tusón Valls, Análisis de la conversación, edit. Ariel, México, 2016, p. 15.
[12] Charles Fischer, The Power of the Socratic Classroom, edición Kindle.
[13] Flora Davis, La comunicación no verbal, edit.
Alianza, Madrid, 2013, p.284.
[14]
Quizá algo complicado puede ser
distinguir un dialogema de una secuencia. Dado que ambas categorías son
artificiales, en ocasiones pueden identificarse. Un dialogema es una secuencia.
Pero también puede abarcar a un conjunto de secuencias. En ese sentido el
dialogema siempre es una categoría de mayor amplitud. Por otro lado, el
criterio para hablar de dialogemas es en función de las participaciones que se
dan respecto a algo. La secuencia varía en función del tema, del cambio de
participantes o de la dinámica de la participación, el cómo se realiza: del
paso de la cortesía a la discusión por ejemplo. No obstante no son tan claras
las diferencias entre dialogema y una secuencia en la práctica.
[15] George Yule, El Lenguaje, edit. Akal, 3ª ed., Madrid, 2008, p. 152 y ss.
[16] Amparo Tusón Valls, Análisis de la conversación, edit. Ariel, México, 2016, p.70.
[17] Pedro Bolgeri, Comunicación interpersonal, edición Kindle.
[18] Mauricio Swadesh, El lenguaje y la vida humana, edit. FCE, México, 2006, p. 125 y ss.
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