¿Qué es la evaluación del aprendizaje?


Evaluar suele ser sinónimo de valorar.  Todo se puede valorar.  En el siglo XX la palabra evaluación surgió en el proceso de industrialización norteamericano y la valoración científica de la eficiencia con Taylor en 1911. Este concepto pronto se trasladó al de la educación. Ralph Tyler  fue el padre de la evaluación educacional en el sentido de que fue el primero en crear un método sistemático para valorar el aprendizaje.  Desde otra vertiente, el positivismo filosófico influyó en la pedagogía del siglo XX buscando una actitud científica ante la educación. Más tarde la hermenéutica problematizó la concepción cientificista de la construcción del aprendizaje, dando nuevas alternativas además del examen objetivo.   Sin embargo, sin duda podemos decir, que la historia de la evaluación se divide en antes y después de Tyler.  A partir de 1930 hacia atrás estamos ante una etapa pre-tyleriana de evaluación  asistemática y posteriormente se pasa una etapa post-yleriana a partir de ese mismo año con una evaluación sistemática.  Se suele señalar que ha tenido un desarrollo en tres etapas: una de inocencia (1946-1957), una de realismo (1958-1972) y una de profesionalización de 1973 a la fecha.
Cabe mencionar que los Estados se dieron cuenta de los beneficios socioeconómicos que genera una buena educación. Decidieron regularla, administrarla, evaluarla. En lo micro, además, evaluar la educación permite el bienestar de una comunidad educativa y el éxito personal de la personal capacitada.
Hoy en día, la RAE define evaluar como “estimar los conocimientos, aptitudes y rendimiento de los alumnos”.[1]  En la práctica evaluar es un sistema de premios y castigos para los alumnos, pero también es uno de control de calidad del proceso enseñanza-aprendizaje. Sirve para certificar la calidad del producto final.  De una manera más técnica, la evaluación se puede definir como  “la obtención, valoración, enjuiciamiento e interpretación de informaciones relativas al efecto de los procesos de aprendizaje, las disposiciones pedagógicas, los experimentos escolares y los proyectos curriculares”.[2]  Definiciones de evaluación hay muchas, pero Julio Hermini Pimienta Prieto decidió armar una definición que abarcara los elementos que todas ellas reúnen. Así la define como “un proceso sistemático de recopilación de información (cualitativa y/o cuantitativa) para enjuiciar el valor o mérito  de algún ámbito  de la educación (aprendizajes, docencia, programas, instituciones, sistemas nacionales de educación), previa  comparación con las normas o criterios determinados con anterioridad  y que responden a instancias de referencias específicas  Como se puede observar el concepto es genérico”.[3] La evaluación es respecto a muchas cosas (fines y resultados) y a través de muchos instrumentos.  Es un proceso intersubjetivo en la que una persona en su interacción pretende conocer algo de la otra persona.  Pero, además, lo que evalúa es un proceso incomensurable en muchos sentidos. Es decir, la educación  “es una actividad opaca, en el sentido de que sus resultados no son directa ni inmediatamente observables”.[4]
Se ha observado en la práctica que los profesores proyectan sus propias creencias personales sobre la evaluación en su labor educativa. Suele pensarse en la evaluación como un requisito burocrático que hay que cubrir. Suelen dejar tareas sencillas que reafirmen la memorización de conceptos. Aquellos profesores que le otorgan un papel más formativo suelen dejar tareas abiertas de pensamiento reflexivo y divergente.  Estas creencias se dan en tensión con la realidad de sus clases y los factores externos que presionan a definir los instrumentos e instancias de evaluación. No se diga los alumnos, ellos también proyectan su propia concepción de la evaluación. Muchos de ellos la ven como una actividad sin sentido, puramente administrativa.[5] Además, nos enfrentamos en un ambiente en el que el acoso escolar es común en todos los niveles de educación, sumado a factores como la indiferencia y apatía hacia la educación en general y a los exámenes estandarizados  estatales, nacionales e internacionales en lo particular. Muchos alumnos están muestran una actitud hostil. No saludan al maestro, ni contestan el saludo del maestro, hacen otras actividades ajenas al aula, muchos no llevan ni cuaderno ni pluma, no guardan silencio  ni al pase de lista ni durante la clase, si pueden evitar las actividades extracurriculares las evitan,  si no se pasa lista la asistencia disminuye, utilizan un lenguaje limitado y socialmente inapropiado frente al maestro, el celular se convierte en un gran distractor, no se concentran en la información o actividad realizada, no escuchan con atención las instrucciones,  incumplen y justifican el incumplimiento de los trabajos académicos priorizando otras actividades no escolares, muchos suelen copiar en el examen, salen frecuentemente del salón, muestran gestos de aburrimiento o enfado,  negocian eliminar productos o lecturas, se motivan por la recepción de una recompensa, la evasión de sanciones y la aprobación de la asignatura bajo el mínimo esfuerzo.
Mejorar la evaluación es una exigencia ética del docente.  Así que para ellos presentamos el siguiente texto que hablará del objeto de la evaluación, los agentes que participan de ella, los tipos, técnicas, instrumentos, criterios y principios de evaluación.

¿Qué es lo que se evalúa?


Se puede evaluar el aprendizaje, el desempeño docente,  la institución escolar, un programa de aprendizaje (evaluación curricular) o un sistema educativo.  
El objetivo principal de la evaluación, por supuesto, es el  aprendizaje alumno en primera instancia y los demás en segundo término. Por aprendizaje se debe entender al “conjunto de  productos obtenidos por los estudiantes  como resultado de incidencia de la educación”.[6]  Específicamente se evalúan los aprendizajes propuestos por los programas de estudio y que se expresan en las competencias ahí plasmadas.
Como el aprendizaje es una cosa inmaterial e intangible, lo que se busca es un conjunto de evidencias de éste. Debe de ser no solamente observado (y observable) sino también interpretado. Ni existe una evidencia única, ni un solo instrumento para recogerla.  Otros autores, prefieren hablar de indicios en vez de evidencias. Éstos son “aspectos observables que remiten a los procesos o elementos más complejos que son objeto de la evaluación”.[7]
Sin embargo, también las competencias se evalúan también.  Una competencia es “la capacidad de un alumno para integrar y movilizar conocimientos, habilidades, valores y actitudes y principios para resolver tareas complejas en diversos contextos, de manera eficaz y responsable”.[8] Las competencias pueden ser genéricas o específicas. Las generales están encaminadas a generar un cúmulo de competencias específicas de un campo laboral o profesional. Su contenido varía según la profesión.  Lo que en un ámbito es una competencia específica, en otro puede ser una competencia general.
Las competencias  se expresan siempre a través de enunciados que utilizan verbos procedimentales. No se deben de confundir con los atributos genéricos que expresan un objeto a desarrollar sin que se definan sus componentes. Ejemplo de un atributo: “la comunicación oral y escrita”.   La competencia podría ser “Elaborar discursos verbales y textuales de distintos formatos que transmitan ideas con claridad a un oyente”.
La recolección de evidencias o de indicios de aprendizaje y de las competencias requiere de una planificación.  En ella deben de considerarse los aprendizajes esperados respecto a lo a lo que se quiere que conozcan, comprendan y sepan hacer; determinar la mejor manera de comprobar dichos aprendizajes, fijar las tareas mediante las cuales podrán los estudiantes dar cuenta de dichos aprendizajes.  
Las competencias se adquieren a través de estrategias de aprendizaje. Las más importantes son: el aprendizaje in situ (son aprendizajes en lugares de campo, haciendo simulacros y ejercicios),  aprendizaje resolviendo situaciones reales (aprendizaje basado en problemas, estudios de caso), el aprendizaje significativo por descubrimiento (una investigación científica que lleva a deducir o descubrir algo), aprendizaje significativo por recepción ( a través de estrategias aplicadas mediante la un instrumento: organizadores gráficos, un producto escrito, exposiciones, etcétera).
La adquisición de una competencia requiere del diseño de un ambiente educativo.  Ahí participan la motivación, el respeto y muchos otros ingredientes.
Las competencias tampoco son tangibles. Aun así, se requieren evidencias de su desempeño. Se captan indirectamente. Las evidencias son de conocimientos (de expresión escrita y de expresión oral) y  evidencias de desempeño (de producto o de ejecución práctica).
La evaluación desde que se empezó a medir, y en especial en los años setenta, estuvo muy enfocada hacia los resultados o productos. Eso no permitía conocer la mejora del rendimiento de los estudiantes. Hacia finales del siglo XX, se dio un giro a hacer énfasis, a una educación concentrada en las competencias. Los atributos generales son de las competencias.

¿Quién evalúa?


Aunque parece obvio señalar que el docente es el que evalúa, también el propio alumno puede auto-evaluarse o evaluar a un compañero. El profesor también puede ser evaluado en su desempeño docente por los alumnos, por las autoridades o los padres de familia.  Incluso pueden participar como evaluadores de un programa, una institución o un sistema algún grupo de expertos consultores.
¿Cómo se evalúa? Técnicas e instrumentos de evaluación

La evaluación se realiza a través de cuatro técnicas muy comunes: la observación, la encuesta, los exámenes y los portafolios.  De ellas se derivan instrumentos específicos de evaluación. A veces  instrumento y técnica de evaluación suelen ser sinónimos. En otras ocasiones no: la técnica es general, el instrumento es específico.
Las formas de evaluación son la héteroevaluación, la autoevaluación y la coevaluación. En la primera el docente evalúa al alumno, en la segunda el alumno se evalúa a sí mismo y en la tercera la evaluación se realiza entre pares.
La manera de ejecutarse la evaluación puede ser cuantitativa o cualitativa. La primera realiza una medición a partir de una escala arbitraria, pero objetiva.  El resultado es la asignación simbólica de una calificación.  Se identifica con la evaluación sumativa. La cualitativa realiza una retroalimentación sin una medida numérica. Se identifica con la evaluación formativa.
La calificación tiene dos funciones básicas: retroalimentar al alumno de sus fortalezas y debilidades y el dar cuenta como una crítica educativa válida y confiable que muestra lo que estaría oculto.
El punto de vista para evaluar responde a un normotipo, a una forma de hacerlo que puede corresponder a un tipo de referente externo o interno. Si el referente es externo al alumno, se llama nomotética.  Si específicamente es una norma externa a los aprendizajes es normativa, si se usa un criterio externo para comparar los aprendizajes, la evaluación es criterial.  La norma suele ser un promedio numérico, una regla de rendimiento, el criterio suele ser una competencia.  En la evaluación ideográfica el sujeto del aprendizaje se compara consigo mismo.  De ahí que en ese sentido se suela decir que en este aspecto hay dos variables: el esfuerzo y el rendimiento. El primero puede ser satisfactorio o insatisfactorio. El rendimiento puede ser suficiente o insuficiente.  En este contexto el rendimiento escolar debe ser entendido como el grado en que un individuo  maneja con éxito un problema o una tarea; también grado de asimilación de determinados contenidos, capacidades, destrezas, conocimientos, saberes y actitudes”.[9]

Tipos de evaluación

 

 En este sentido la evaluación, desde el punto de vista de su objetivo puede ser de tres tipos: diagnóstica (busca determinar el nivel de conocimientos del alumno), formativa (si está orientada a la meta de lo que se persigue en el proceso de enseñanza) y la sumativa (que sirve para ayudar a los administradores de la educación a completar un currículo). La evaluación diagnóstica se hace al principio de un curso o de un bloque de trabajo, permite establecer objetivos más claro de trabajo con el grupo y a la vez tener información diferenciada por alumno. Se realiza a través de diversos instrumentos, no sólo un examen, sino puede ser la observación, la entrevista o dinámicas de grupo. Permite sensibilizar al alumno sobre la situación de su aprendizaje.  La evaluación formativa es un proceso de retroalimentación para reforzar la marcha del proceso formativo. Permite  conservar las prácticas que funcionan y reelaborar las estrategias docentes y, en consecuencia, las actividades de aprendizaje.  Busca una optimización del proceso.  Se da acompañando a alguna actividad educativa. Puede ser formal o informal, positiva o negativa.  Es el tipo de evaluación más importante para el aprendizaje.  Se sugiere que el profesor fomente y aproveche las interacciones dialogadas para fomentar la formación. La evaluación sumativa o administrativa,  es aquella que asigna una calificación a las evaluaciones parciales para certificar una aptitud esperada sumando las valoraciones hechas a lo largo de una unidad didáctica o de un curso. Algunos suelen oponer a ambas formas de evaluación, las consideran opuestas. Sin embargo, en realidad son dos intenciones que se dan al evaluar y una misma evaluación puede tener aspectos de ambas. El uso de los resultados es lo que marca si la evaluación es punitiva o proactiva.
La evaluación, desde un punto de vista, temporal, puede ser inicial, continua o final. La primera es diagnóstica la segunda monitorea el aprendizaje periódicamente en el curso y la final comprueba los logros reales de un proceso de aprendizaje.  

Finalidad de la evaluación


                Se suele pensar que el énfasis fundamental de una evaluación es señalar los errores. Sin embargo, aunque los muestra, su objetivo principal es positivo, no negativo.  La evaluación tiene una utilidad de la que no se habla en ocasiones: ella sirve para orientar el aprendizaje. De hecho, creo que ese es el fin último de ella. Sirve para mostrar las fortalezas y las debilidades de los alumnos. Lo que hace es reunir evidencias para retroalimentar a los alumnos. La retroalimentación tiene un rol importante. La evaluación es para éxito, no para el fracaso escolar.  Una sola evidencia no basta  para dar cuenta con suficiencia del aprendizaje de los alumnos. Para que la retroalimentación sea efectiva se recomiendan los siguientes aspectos:  establecer un ambiente de aprendizaje respetuoso, comunicar los objetivos y metas para la retroalimentación, retrolimentar a partir de la observación directa, brindar la retroalimentación  oportuna, a tiempo y con regularidad, comenzar la sesión con la autoevaluación del alumno, reforzar y corregir los desempeños observados, usar un lenguaje neutral, confirmar la comprensión del alumno, concluir con un plan de acción, crear oportunidades para el desarrollo personal,  reflexionar sobre las habilidades de retroalimentación y hacer una cultura institucional de la retroalimentación.[10]
Otras funciones que tiene son: diagnosticar, predecir los ajustes y regulaciones para la propuesta de enseñanza, registrar y verificar el desempeño de los alumnos, seleccionar, clasificar y jerarquizar a los estudiantes unos en función de otros en niveles, certificar y promover al alumno.
Otro aspecto interesante es que la evaluación debe estar alineada con el programa y con el currículo escolar.

Principios generales de la evaluación


Los principios de generales de la evaluación en educación son los siguientes:[11]
1)      Es determinante especificar claramente lo que se va a evaluar.
2)      La evaluación es un medio para un fin, no un fin en sí mismo.
3)      Los métodos de evaluación debe elegirse con base en su relevancia, tomando en cuenta los atributos que se van a evaluar en el estudiante.
4)      Para que la evaluación sea útil y efectiva, se requiere una variedad de procedimientos e instrumentos.
5)      Su uso adecuado requiere tener conciencia de las bondades y limitaciones de cada método de evaluación.

Criterios para una buena evaluación


Los criterios para hacer una evaluación son: validez, confiablidad, justicia, equivalencia, factibilidad, efecto educativo y catalítico y aceptabilidad.  La validez se refiere a las inferencias que pueden hacerse sobre la persona a partir de los resultados del examen. La confiabilidad se refiere a la capacidad de arrojar un resultado consistente cuando se repite la prueba. La justicia y equidad son polémicos, pero son planteadas como un ideal e intención de que el examen sea una oportunidad y fuente para mostrar el aprendizaje. La equivalencia se refiere a que las puntuaciones que se administren homogéneamente en diferentes instituciones o tiempos. La factibilidad remite a que las evaluaciones sean prácticas, realistas y apropiadas a las circunstancias del contexto. El efecto educativo y catalítico se refiere a al impacto que tiene sobre los métodos de estudio y el aprendizaje. La aceptabilidad se refiere a la conformidad de los profesores y los alumnos con la validez del examen (obviamente sin caer en los caprichos estudiantiles).

Bibliografía


Juan Antonio Rubio, Evaluación del aprendizaje, edit. JAR, edición Kindle.
Julio Hermini Pimienta Prieto, Evaluación de los aprendizajes. Un enfoque basado en competencias, edit.  Edit Pearsons, 2008.
Katherina Edith Gallardo Córdova, Evaluación del aprendizaje, edit. Digital, edición Kindle.
Manuel S. Saavedra, Evaluación del aprendizaje. Conceptos y técnicas, edit. PAX, México, 2004.
Omar Iván Gavotto Nogales, La evaluación de competencias educativas: una aplicación de la teoría holística de la docencia para evaluar las competencias desarrolladas a través de los programas educativos,  edición Kindle.
Rebeca Anijovich y Graciela Cappelletti, La evaluación como oportunidad, Edit. Paidós, edición Kindle.
Varios, Evaluación del y para el aprendizaje. Instrumentos y estrategias, edit. UNAM, edición Kindle.


[1] https://dle.rae.es/evaluar (consultado el 24 de junio de 2020).
[2] Horst Schaub y Karl G. Zenke, Diccionario Akal de Pedagogía, edit. Akal, Madrid, 1995, entrada: evaluación.
[3] Julio Hermini Pimienta Prieto, Evaluación de los aprendizajes. Un enfoque basado en competencias, edit.  Edit Pearsons, 2008, p. 4.
[4] Katherina Edith Gallardo Córdova, Evaluación del aprendizaje, edit. Digital, edición Kindle.

[5] Rebeca Anijovich y Graciela Cappelletti, La evaluación como oportunidad, Edit. Paidós, edición Kindle.
[6] Julio Hermini Pimienta Prieto, Evaluación de los aprendizajes. Un enfoque basado en competencias, edit.  Edit Pearsons, 2008, p. 26.
[7] Rebeca Anijovich y Graciela Cappelletti, La evaluación como oportunidad, Edit. Paidós, edición Kindle.

[9] Horst Schaub y  Karl G. Zenke, Diccionario Akal de Pedagogía, edit. Akal, Madrid, 1995, entrada: rendimiento.
[10] Varios, Evaluación del y para el aprendizaje. Instrumentos y estrategias, edit. UNAM, edición Kindle.

[11] Varios, Evaluación del y para el aprendizaje. Instrumentos y estrategias, edit. UNAM, edición Kindle.

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