La pareja humana

Un tema muy significativo para el ser humano es el amor. Produce una sensación mágica, poderosa, arrasadora, cautivante. La palabra amor es muy ambigua, puede significar muchas cosas de muy diversas maneras. Uno de los sentidos que tiene es el de amor de pareja. A este me referiré.

La pareja es un símbolo muy poderoso. Están Adán y Eva,  Venus y Marte, etc. Ella representa el encuentro de todas las fuerzas y la semilla de todas las formas, es tiempo antes del tiempo.[1] 

Diferencia de sexos


Se suele pensar que hay una complementariedad entre los sexos, esto es parcialmente cierto. Las mujeres, por ejemplo, a partir de estudios estadísticos, en general son mejores con la inteligencia verbal y con  la percepción de emociones, información periférica y contextos  en situaciones no verbales (intuición femenina); mientras que los hombres lo son en inteligencia espacial, matemática, y también tienen más agresividad. Los estrógenos están ligados a aptitudes verbales y la testosterona a aptitudes espaciales y la agresividad. Las mujeres son en general superiores con la actividad motriz fina y la manipulación de objetos (que se eleva cuando a la mitad del ciclo menstrual), mientras que los hombres son regularmente más aptos en la actividad motriz grosera: fuerza y velocidad.  Lo anterior se cree que  está ligado a  la histórica división sexual del trabajo (el hombre con la caza y la carroña, la mujer con la recolección y la crianza).  Obviamente, esto tiene muchos matices, en varios casos es al revés: hay mujeres mejores en matemáticas o más agresivas; y hay hombres con mayor dominio verbal o  más taimados. Tiene que ver con sus cromosomas, sus niveles hormonales, la cultura y la educación concreta de un individuo.

Relación de poder entre los sexos


Es relativamente cierto que el hombre sea el sexo dominante.  El sociólogo Martin White estudió las funciones de los sexos en 93 sociedades tradicionales de varias latitudes y épocas a partir de una base de datos antropológica. Descubrió que en muchas de estas las féminas estaban empoderadas en alguna medida.[2] En todas ellas el hombre ocupaba los puestos de mando en la sociedad, pero las mujeres gozaban también de muchos atributos. Es posible que el hombre por razón de su química cerebral ansíe más que la mujer el prestigio y la jerarquía. Por ejemplo, los capitanes de equipos deportivos tienen mayores niveles de testosterona que sus compañeros; hay una correlación entre la jerarquía y dicha hormona. Aun así, el androcentrismo no siempre ha sido una cosa tan universal; se  diseminó, en parte,  debido a  Europa –que además no es la única cultura machista- y su colonialismo en África y América.  Asia también ha desarrollado una tradición sexual machista por milenios. La relación de poder entre los sexos, por lo tanto, tiene tanto un componente biológico, como uno histórico-cultural.
Pese al escenario anterior, el poder absoluto del hombre sobre la mujer es un mito; el dominio sobre el sector de la vida social no es el dominio en todos los demás ámbitos de ésta. Hay culturas en las que el hombre domina políticamente, pero la mujer tiene independencia económica y de decisión, como sucede en la etnia igbo de Nigeria. En una relación de pareja el dominio de uno sobre otro presenta muchas aristas que tienen que ver con la edad, la posición económica, la sexualidad, los lazos de familia, etcétera. No existe una condición única abstracta de la mujer o del hombre.
También es falsa la idea decimonónica de un prehistórico matriarcado dominante, la cual, la sostuvieron Bachofen, Morgan y el filósofo Federico Engels. Es errónea, pues en el estudio que se  hizo en la década de los 70 de sociedades tradicionales, se demostró que 83 de 93 de ellas carecían de creencias populares sobre un periodo de poder matriarcal, y en las sociedades donde se veneraba a diosas femeninas primordiales, no había  rastros de una supremacía política de la mujer. Lo que se sabe hoy es que había una igualdad más o menos estable que se rompió con el surgimiento de las sociedades agrícolas cuando se empezó a usar el arado.[3]

Cómo se forman las parejas


La pareja es un vínculo solidario y sexualizado de pares que forman la mayoría de los seres humanos; al parecer, no  siempre por romanticismo, a veces por conveniencia, por seguridad,  por un pacto entre familias, por una compra, etc. La razón más valorada en el mundo occidental es el amor romántico.
Schopenhauer creía que este tipo de amor era una trampa de la evolución para que los seres humanos nos reproduzcamos. Como todo un aguafiestas, parece quitarle el encanto al amor. En el siglo XXI, anda circulando por ahí otra persona pesada, con sus estudios científicos del amor: Helen Fisher.
Fisher como antropóloga bióloga considera que el “amor” inicia con un cortejo que sigue un proceso ritual innato básico en los seres humanos: ciertos gestos y actitudes universales, como mirar fijamente, erguir el pecho, ladear la cabeza, mostrar timidez, etc. Además implica una obsesión creciente por la otra persona que tiene un origen natural en el cerebro, el cual está ligado a la Feniletilamina y otros factores, como la cultura, la oportunidad, los obstáculos, el misterio, las semejanzas y un mapa cerebral  (esquema mental de quién es la pareja ideal) adecuados que dura en promedio entre dos y tres años. Esto es el  enamoramiento. Cuando baja la euforia de la atracción, sigue una tercera etapa del amor, cuando este se acaba: el apego. Este produce una sensación de paz y seguridad al lado de la pareja (si la relación es buena).
Algunos psiquiatras creen que el sentimiento de soledad de ausencia de una pareja es provocado por la bioquímica cerebral. Estamos programados para tener pareja, para sentirnos  sexualmente vinculados, enamorados o con apego.[4] Quienes optan por el celibato, se sobreponen a ese sentimiento a través de otras estrategias. Piénsese en los religiosos que viven comunitariamente y para el servicio de los demás…
En síntesis, tres son las fases reales del establecimiento de una relación de pareja: el cortejo, el enamoramiento y el apego (cuando en ella domina el amor romántico). En India, cuando los matrimonios son acordados, no hay cortejo, hay matrimonio y posteriormente -no siempre- enamoramiento. Es decir, estas etapas no son una ley natural.

Tipos de parejas

Las parejas se vinculan en noviazgos, uniones libres, matrimonios,  y recientemente se han creado nuevas formas de relación, como las ciberparejas, las amistades con derechos, las parejas multi amorosas, y las LAT (Living Alone Together) o parejas Stay Over. Este último tipo consiste en asumirse como pareja, pero viviendo cada quien en su hogar, sin generar uno común.[5]
 Idílicamente hay quien entiende que una pareja tiene fases: amistad, noviazgo, matrimonio. Esto no necesariamente es así. Muchas parejas inician sin una amistad, sino como un noviazgo o, a veces, como un matrimonio; otras parejas jamás llegan al matrimonio y se instalan en el noviazgo. Hay matrimonios que al terminarse, establecen una amistad, mientras que en algunos casos la ruptura es total. Hay parejas que son amantes fortuitos o de por vida. No existen tales modalidades únicas.
De cualquier forma, en muchas ocasiones los enamoramientos evolucionan en un matrimonio. Éste es una institución universal que aparece en todos los grupos humanos. Hay varios tipos de matrimonio. Hay matrimonios libres y hay arreglados. Hay matrimonios entre un varón y una mujer, o bien, recientemente -en una minoría- entre personas del mismo sexo. La homosexualidad es un misterio para la ciencia, pero la evidencia empírica muestra que hay seres humanos que experimentan el circuito amoroso con su propio sexo o con ambos. También, en función de sus integrantes, están: la monogamia, la poligamia y la poliginandria (o matrimonio grupal). Dentro de la monogamia hay monoginia y monoandria. En la poligamia hay poliginia y poliandria. El matrimonio grupal en estricto sentido rompe con la noción de pareja, y en los casos observados de su existencia, presenta dificultades para el grupo que lo practica. En todos los casos de matrimonio donde intervienen más de dos, la evidencia muestra que siempre el cónyuge tiene preferencia por una de todas o todos sus esposos.
 Entre 853 culturas que se estudiaron –la occidental como una de ellas- solamente el 16% es monógamo, mientras que el 84% es polígamo.[6] La poliginia es la forma más común de relación matrimonial entre las culturas. Las menos comunes son la poliándrica (sólo la practica el 0.5% de la población mundial)  y el matrimonio grupal que, regularmente, es experimento de algunas comunas. En África Occidental, aproximadamente el 25% de los hombres mayores tienen dos o tres esposas al mismo tiempo.  Pero en términos generales, solamente entre el 5 y 10% de los varones de las sociedades que permiten la poliginia practican el matrimonio con varias mujeres.  
Ahora bien, no en términos de número de culturas, sino de cantidad de seres humanos, la mayoría de la humanidad practica el matrimonio monogámico, porque al parecer somos animales monogámicos en función del enamoramiento y la crianza de los hijos. 
También es común la práctica del adulterio, es decir, tener relaciones sexuales con una persona que no sea el cónyuge. Helen Fisher dice que somos monógamos y adúlteros a la vez. La postura hacia el adulterio por  regla general es de clandestina, pero en algunas sociedades es tolerado bajo cierto contexto; raramente en otras es aceptado. El adulterio al parecer está ligado con la naturaleza humana y el juego reproductivo que lleva consigo de un instinto sexual cuyo celo es permanente.

La separación

  Frecuentemente el adulterio lleva al divorcio. Pero también hay otras causas que conducen a la separación: violencia, rechazo sexual,  adicciones, etc. Esta forma de disolución del matrimonio es aceptada en casi todas las comunidades humanas. En unas es más difícil que en otras. En las sociedades donde las mujeres escasean o donde ellas dependen económicamente del cónyuge los divorcios son menores. Sin embargo, es una práctica que se puede reconocer como universal.  Esto permite concluir a Fisher que hay casos menores de monogamia para toda la vida y casos mucho más frecuentes de monogamia serial. La estadística mundial señala que los divorcios en promedio se producen a los cuatro años del matrimonio.
En fin, el hombre tiende a formar parejas pasajeras o permanentes, a pesar de los pesares. Este es el estado de la cuestión.


[1] Federico Revilla, Diccionario de Iconografía y Simbología, edit. Cátedra, 5ª ed., Barcelona, 2012, entrada: pareja humana.
[2] Helen Fisher,  Anatomía del amor. Historia de la monogamia, el adulterio y el divorcio, edit. Anagrama, Barcelona, 2012, p.  205.
[3] Ibíd., p. 275 y ss.
[4] Helen Fisher,  Anatomía del amor. Historia de la monogamia, el adulterio y el divorcio, edit. Anagrama, Barcelona, 2012, p.  160.
[6] Helen Fisher,  Anatomía del amor. Historia de la monogamia, el adulterio y el divorcio, edit. Anagrama, Barcelona, 2012, p. 62.

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