¿Qué es la infancia?
Hablar de niñez
o infancia es hablar del periodo que oscila entre el nacimiento y la pubertad. Es la época inicial de la vida. También es un periodo de rápido crecimiento en todos los sentidos. Es una edad,
pero también es una condición, que es única en el reino animal debido a su prolongada extensión. El niño
carece de impulsos sexuales, a pesar de los postulados de la teoría
psicoanalítica. Cuando despierta el instinto
sexual en el niño, éste ha dejado de ser tal. La psicología suele señalar que
el niño, pese a tener un temperamento que es congénito y producto de su carga
genética, tiene una personalidad en la que se vive a si mismo conforme a las
reacciones de los demás, si es aceptado, si es rechazado, si es querido u
odiado. La niñez se constituye, pues, socioculturalmente, es decir, el niño es
ubicado en la sociedad bajo un rol determinado. El niño es el receptor de un
mundo común que es transmitido por la familia. El niño aprende el mundo y la
sociedad que hereda. Ya no se puede sostener la creencia estoica de que los
niños vivían dos etapas, una entre el nacimiento y los siete años en la que no
participaban del Logos; otra entre los siete y los catorce en la que sí. En
cambio, sí se puede hablar de una infancia dividida en las siguientes etapas: primera
infancia (desde el nacimiento hasta los 24 meses), niñez temprana (de los 2 a
los cinco años), niñez intermedia y tardía (de los seis a los once años).[1]
En cada uno de esos estadios hay
procesos cognitivos, socioemocionales y biológicos. En la primera infancia se
duerme mucho, el cerebro sigue desarrollándose, su atención, su memoria se
ejercitan junto con sus habilidades imitativas (que al parecer son de origen
biológico), y se va desarrollando paulatinamente un control sobre el cuerpo, la
percepción visual, auditiva, táctil, olfativa y gustativa y las interacciones
entre éstas (percepción intermodal). El tamaño corporal aumenta un cuarto de su tamaño cada mes durante los primeros tres meses. Los bebés no ven a colores, sino hasta los dos meses, empiezan a distinguir formas, sombras, etétera. El olfato es su primera forma de identificación de la madre. De ella no sólo obtiene la leche materna, sino los anticuerpos para la supervivencia y la regulación del calor corporal. Va aprendiendo a regular el equilibrio de su cuerpo. En
la infancia temprana se duerme mucho menos, los ritmos de sueño se estabilizan,
los procesos motores y cognitivos mejoran, el lenguaje se empieza a articular
de una manera más importante, se fortalece la memoria y la moral se empieza a
introyectar. Los niños ya ingieren alimentos sólidos. Aprenden a caminar y a hablar. En la niñez intermedia y tardía los procesos motrices se vuelven
mucho más finos, continúa el crecimiento
corporal pero de una manera más lenta y regular que en los estadios anteriores,
los procesos mentales se vuelven más complejos: más críticos y creativos,
emocionalmente son mucho menos egocéntricos que los niños menores y se definen
por la comparación con los otros niños, las normas morales continúan
aprendiéndose.
Algo que es muy típico de la niñez es su carácter lúdico, de todas las
edades les encanta jugar según sus posibilidades y edades.
La niñez frecuentemente ha sido idealizada. Se ha considerado como el
valor supremo de la sociedad, el infante es visto como una criatura pura,
inocente, original, natural, libre. La infancia regularmente es vista con
nostalgia e idealismo por parte de los
adultos. Suele asociarse con la
salvación y la renovación. De ahí que en el Cristianismo se diga que no os
hiciereis como niños, no entrareis en el reino de los cielos. Por eso es que la
iconografía cristiana dio rasgos infantiles a los ángeles. El niño en el
cristianismo es el símbolo del hombre perfecto. Paradójicamente, al niño se le
atribuye una madurez que no necesariamente tiene. También se le ha generado al
niño una especie de adoración en las sociedades contemporáneas que parece
producto de la culpa creada por la falta de atención y compañía de parte de los
adultos, la cual, es suplida con la satisfacción ilimitada de caprichos
materiales. Esto ha llevado a figurar al niño dentro del mundo publicitario
como un gran consumidor que instiga al gasto a los padres de una manera alejada
de la inocencia cristiana.
El psicólogo Carl Gustav Jung
entendió al niño como un arquetipo, como
la imagen del pasado irrecuperable, así como una anticipación del
desarrollo de futuro, que es una anticipación por analogía de la vida después
de la muerte. En la mente del hombre la idea del niño puede ser de alienación (relacionada con el
abandono, la autocompasión, la regresión
al pasado) o de emancipación, ligada al
deseo desesperado de liberarse del pasado. La idea del niño significa algo que
evoluciona hacia la independencia.
Pero, en realidad, la independencia o madurez que conllevan la adultez
solo sean un mito. Es decir, nadie es plenamente maduro. Ambrose Bierce define
por eso a la niñez como el “periodo de la vida humana intermedio entre la
idiotez de la primera infancia y la locura de la juventud, a dos pasos del
pecado de la madurez y a tres del remordimiento de la ancianidad”.[2]
Justamente los niños no son
autónomos, son menores de edad y no ejercen la ciudadanía, están sometidos a
una condición filial por parte de los padres unidos o no en matrimonio; por lo
tanto, están en una situación de desventaja ante los adultos. Históricamente, por su condición juvenil, son
un grupo vulnerable de la sociedad que frecuentemente ha sido explotado,
especialmente en el Tercer Mundo. Esto ha conducido a la creación reciente a
partir del siglo XX de todo un discurso a favor de los derechos de los niños. Finalmente
los niños son personas en una situación de vulnerabilidad.
Niños ha habido desde que existe el hombre, pero no ha sido, sino hasta
el siglo XVIII cuando se le prestó atención a su desarrollo, cuidados y
educación. Fue hasta entonces que se le volvió el centro de la familia moderna.
En la Antigüedad y Edad Media no lo fue necesariamente.
Bibliografía
Angelo di Berardino, Diccionario
Patrístico y de la Antigüedad Cristiana, t.2 edit. Sígueme, Salamanca,
1998, entrada: niño.
Daryl Sharp, Lexicon
Jungiano, Edit. Cuatro Vientos, Santiago de Chile, 1994, entrada: niño.
Federico Revilla, Diccionario
de Iconografía y Simbología, edit. Cátedra, 5ª ed., Madrid, 2007, entrada:
infancia.
Horst Schaub y Karl G. Zenke, Diccionario Akal de Pedagogía, Akal Ediciones, Madrid, 2001,
entrada: niño.
Monique Canto-Sperber (coord.), Diccionario de Ética y Filosofía Moral, t. 2, FCE, México, 2001 entrada:
niño.
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