El nacimiento (del ser humano).

Nacer es la acción que se predica de un animal que consiste en salir del vientre materno o de un huevo.  En el caso de las plantas el “nacimiento” es brotar de una semilla, rama u otra parte de una planta y conformarse como un ser autónomo total o relativamente.  Habría que preguntarse si todo proceso de reproducción de un ser vivo se puede calificar en su resultado como un nacimiento. Cuando los virus se replican, ¿éstos nacen?, Cuando un microorganismo se divide por gemación, ¿nacen dos individuos? Parece que el concepto de nacimiento lo tenemos muy pensado bajo la modalidad de la reproducción humana y de otras criaturas que se reproducen como el homo sapiens.
El nacimiento es el principio de la existencia para un ser vivo. Nacer significa provenir de la “nada”,  convertirse en un ser vivo. Pero, en realidad, el recién nacido no proviene del no-ser entendido como la ausencia absoluta de ser, proviene de otro ser vivo que está compuesto de substancias químicas. Lo problemático de esto,  más bien, es de dónde surgió el primer viviente, cómo y por qué.   Sin embargo, los seres vivos con conciencia -en otro sentido- provenimos de la nada, pues antes de ser conscientes no éramos, no pensábamos, a pesar de provenir de otro ser vivo.
Ahora bien, en el momento del nacimiento no somos una tabula rasa, pues ya contamos con una carga genética que influye en la personalidad y un desarrollo prenatal (germinal-embrionario-fetal) que puede ser afectado por factores medioambientales, produciendo mutaciones o retraso mental en el futuro bebé. Dice la antropóloga Helen Fisher que nacemos antes de tiempo. El gran desarrollo cerebral de los primates ocasionó problemas en la pelvis durante el parto. Así que la solución evolutiva fue parir fetos, para que el desarrollo cerebral se culminara posteriormente. De entre todos los primates, la cría humana es la más inmadura, pues tarda entre 6 y 9 meses en desarrollar las habilidades motoras, las respuestas químicas del hígado, riñones  y del sistema inmunológico que otros primates ya traen de nacimiento.[1] El hombre nace sin estar preparado del todo para la vida. Al parecer nunca termina de estarlo. En el ser humano el nacimiento es la culminación casi total de la gestación.
La vida en estricto sentido es lo único que nace. No obstante, no todo lo que nace es consciente, y en ocasiones, nace ya muerto. Sólo metafóricamente nacen las cosas inanimadas o ideales, como el Sol, los ríos, los manantiales o las instituciones sociales, porque el nacimiento equivale al inicio. También el nacimiento es el inicio para los vivientes. Si el nacido tiene cerebro, entonces despierta a una nueva forma de conciencia, pues conciencia ya tuvo en algún punto de su desarrollo fetal. En el caso de los animales y seres vivos con neuronas, nacer significa salir al mundo -a la existencia se llega antes- y darse cuenta paulatinamente de él, según sus facultades, sus capacidades.  El nacimiento es la apertura a todas las experiencias posibles, buenas y malas, por algo el Diccionario del Diablo con ironía dice que el nacimiento es el primero y más terrible de todos los desastres. De  hecho, es un acto traumático para el neonato. Cuando nace experimenta una carga mayor de adrenalina que la que recibe una persona adulta cuando tiene un infarto, sus músculos se contraen, siente asfixia y entonces, al salir del vientre, sus pulmones comienzan a respirar. El cambio térmico se vuelve evidente, la temperatura dentro del útero era de 38 grados centígrados y carecía de contacto con el aire. El cuerpo ha salido por un conducto estrecho bajo presión, deformando la cabeza al nacer y ha sometido a presión a un esqueleto de composición cartilaginosa.
Sólo por la vía de la religión se puede concebir la preexistencia del nacido antes de la concepción, pero sin ella, el embarazo y el nacimiento son acontecimientos totalmente originales y misteriosos. También se puede entender el nacimiento como una consecuencia de la vida, ya que uno de los “fines” de los seres vivos es la reproducción. Es una finalidad que se puede entender como impuesta por un Dios o por las leyes de la Naturaleza y de la Evolución. Lo cierto es que los seres vivos tienden a reproducirse y con ello, a dar nacimiento a otros. El nacimiento realiza la naturaleza de los seres vivientes, y si bien tenemos como tope de la existencia la muerte, antes de ese destino último tenemos como trayecto la vida y la posibilidad de su reproducción. La muerte es el otro extremo del nacimiento, pero importa también lo que hay en medio de los dos polos. Jugando con las palabras de Heidegger, podríamos decir que el nacido es un ser para la vida, que inevitablemente se topará con la muerte.
El nacimiento es un acto, que en el caso del ser humano, tiene un valor simbólico por eso es que en Occidente, el nacimiento de Venus (de la diosa Afrodita a partir del esperma de Urano) y la Natividad de Jesús (como un evento importante en la historia de la salvación) son acontecimientos muy importantes.  El nacimiento simbólicamente está asociado a la fecundidad, a la creación,  a la fecundación, el engendramiento, al padre y a la madre, al matrimonio, a la gracia de un dios, al milagro o sacralidad de la vida. En el cristianismo el nacimiento también se asocia con el pecado, con el dolor y la impureza. Por eso es que se requiere del bautismo como una purificación y un segundo nacimiento de corte espiritual. Sin embargo, esta visión del nacimiento no es la única, sino una de las muchas posibilidades. El nacimiento está acompañado de ritos ligados a las religiones, las etnias y las costumbres de las comunidades. Si no media la ciencia médica en el nacimiento, el proceso biológico es igual en todos los seres humanos, pero los rituales que lo acompañan varían mucho en cada sociedad. Antiguamente en varias culturas las mujeres parían de pie o sentadas, ahora, por lo general, pareen recostadas.  Hay rituales previos y posteriores al nacimiento. Unos son de protección, para que el parto sea exitoso; otros son de celebración del mismo nacimiento; y es que regularmente es considerado un motivo de celebración. En casos aislados es motivo de ocultamiento, vergüenza y abandono.  En la cultura Nigoni del Este de África el embarazo y el parto es un asunto de mujeres. El hombre se mantiene lo más alejado posible de la mujer, y en el momento de la labor de parto tiene que abandonar la casa con sus  pertenencias, mientras la parturienta es asistida por otras mujeres. Sólo puede regresar una vez que ya haya nacido el bebé. En otras culturas un parto es un evento público al cual pueden asistir los miembros de la tribu, como sucede con la cultura Pukapukan de las Islas del Pacífico.[2]  En varias culturas se afeita la cabeza del recién nacido (hindúes, budistas, musulmanes); en otras el cordón umbilical es envuelto y enterrado; en varias comunidades africanas y asiáticas las mujeres guardan una convalecencia junto a un fuego por determinada cantidad de días; el nombramiento del bebé suele ir acompañado de una ceremonia en muchas latitudes del mundo.[3]
El nacimiento también se asocia social y jurídicamente con una nacionalidad. El nacido pertenece a un grupo, a un territorio, a  una supuesta identidad a la que se incorpora.  La nacionalidad es vista como un derecho humano, así mismo es la pertenencia legal a un Estado que le confiere al individuo derechos y obligaciones.
El nacimiento en el ser humano no sólo es el salir al mundo (como un segundo inicio en la existencia, pues el primero fue la concepción), es la incorporación a  una circunstancia y a la trama de una historia que es familiar, social, humana y natural. Aunque biológicamente el proceso se puede decir que es el mismo, en el ser humano marcará notables diferencias. La cuna, para bien y para mal, orientará gran parte del destino de una persona.
Bibliografía

John W. Santrock, Psicología del Desarrollo, Mc Graw Hill, 10ª ed., Madrid, 2006.
Varios, Diccionario del Español de México, t. 2., El Colegio de México, México 2011, entrada: nacimiento.
Guido Gómez de Silva, Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Española, edit. FCE, México, 2009, entrada: nacer.
Angelo di Berardino, Diccionario Patrístico y de la Antigüedad Cristiana, t. 2, edit. Sigueme,  Salamanca, 1998, entrada: nacimiento.
Ambrose Bierce, El Diccionario del Diablo, edit. Edimat, Madrid, 2007, entrada: nacimiento.


[1] Helen Fisher, Anatomía del amor. Historia natural de la monogamia, el adulterio y el divorcio, edit. Anagrama, Barcelona, 2012, p. 223-224.
[2] John W. Santrock, Psicología del Desarrollo, Mc Graw Hill, 10ª ed., Madrid, 2006, p. 119.


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