Presentación de datos en la argumentación

La presentación eficaz ante los oyentes del discurso es muy importante. Esto se convierte en una técnica que se ha identificado con la Retórica por completo, cosa que critica Perelman.  De hecho, él aborda el tema de otra manera que tiene que ver más bien con la materia y forma de esta técnica.   No sólo con su estilo.
                El objetivo de la presentación es traer ante el auditorio la presencia.[1] Tiene como límite el tiempo. La amplitud de éste determina en buena parte la estrategia del orador. En lo que dure la exposición se debe de generar una emoción usando más bien términos concretos que abstractos, es decir, se debe realizar una especificación que surta efecto en la imaginación: cifras, hechos, historias, mitos.
En la presentación hay una intención argumentativa que está ligada  la elección de términos, de formas verbales. Existe una familia de palabras de las cuales escoge el orador las que considera más apropiada. Se suelen usar cuasi sinónimos o sinónimos subordinados a un argumento. Pero también se eligen con cuidado los conectores lógicos, los tiempos verbales, los artículos, los pronombres.
 La intención argumentativa no sólo pretende tener efectos argumentativos en el proceso de deducción, también pretende generar una comunión entre el orador y el auditorio.  Se usan fórmulas con juicios de valor, refranes, slogans, máximas.  También son usadas formas de expresión poco usuales que se les denominan figuras retóricas. La utilidad de éstas puede variar desde: dar agilidad al pensamiento, simular pasiones, crear situaciones dramáticas. Todas ellas encierran un poder argumentativo al mostrar un paso de lo habitual a lo inhabitual y un retorno a un habitual (pero de otra índole).
La presentación de datos tiene también la función de transformar los objetos de acuerdo para privilegiar uno sobre otro, para cuestionarlos, para enfatizarlos. Se modifica el estatuto de ciertos datos (hechos, verdades, presunciones, valores, jerarquías, tópicos).
Visto de una manera muy pragmática la presentación de la argumentación debe de tener en cuenta el punto de vista, el argumento que se quiere  defender, la postura personal que se tiene en torno a dicha tesis (para no caer en contradicción) y el tipo de público ante el que se hará el planteamiento.
Partiendo de esto la presentación tiene tres etapas básicas: 1) ganarse el beneplácito del auditorio,  2) presentar los datos necesarios que apoyen el argumento; 3) formular una conclusión.[2]  Si el orador es un poco disperso puede organizar  su presentación en un esquema que contenga el título de su presentación, su propósito general, propósitos específicos y una tabla de contenidos.[3]
Formas de ganarse el beneplácito del auditorio son la adulación, la apelación a la piedad,  a la autoridad, a la tradición, o señalando precedentes (casos similares al defendido que puedan generar la empatía del auditorio).  Respecto a la presentación de datos, dice Capaldi que  el tipo más convincente en la época actual es la presentación de estadísticas. Luego, también son convincentes: los datos puros, es decir: “toda observación que haya sido verificada por la observación, o pueda así verificársele”;[4] las elaboraciones teóricas que sirven para explicar esos datos; el uso de definiciones; el uso de analogías. En la conclusión Capaldi sugiere el manejo de un lenguaje emocional con frases indicativas que señalen que se esboza una conclusión, como “evidentemente”, “no hay duda qué”. La conclusión debe de mostrar los datos positivos primero de su apelación, luego los datos negativos (refutaciones), sugerir que su postura soluciona el problema o los problemas planteados,  mostrar los beneficios residuales que genera.  
Por último, Capaldi recomienda usar recursos no verbales en la presentación de un argumento: la vestimenta,  la voz,  expresiones faciales,  la ambientación si esto es posible,  utilización de vídeos, audios, Power Point.
La presentación es importante, por eso hay que considerar todos los elementos anteriores.
Cabe mencionar que las presentaciones se pueden dividir en tres tipos, según sus propósitos: 1) informar a un auditorio de un tema que desconoce, dándole forma así a su opinión; 2) mantener la opinión que el auditorio tiene sobre un tema; 3) cambiar la opinión del auditorio sobre este tema.[5]
Obviamente el tipo de presentación que tengamos según su propósito cambiará la estrategia a seguir, la cual, es más casuística que general.

Bibliografía


Chaïm Perelman y Lucie Olbretchs-Tyteca, Tratado de la argumentación. La Nueva Retórica, edit. Gredos, Madrid,  2006.
Mónica Rangel Hinojosa, El debate y la argumentación, Teoría, técnicas y estrategias, edit. Trillas, México, 2010.
Nicholas Capaldi, Cómo ganar una discusión, 3ª ed., Edit. Gedisa, Barcelona, 2011.



[1] Este concepto ya fue abordado anteriormente. Es una presencia fuerte del mensaje que se quiere transmitir.
[2] Nicholas Capaldi, Cómo ganar una discusión, 3ª ed., Edit. Gedisa, Barcelona, 2011, p. 55-56.
[3] Mónica Rangel Hinojosa, El debate y la argumentación, Teoría, técnicas y estrategias, edit. Trillas, México, 2010, p. 94.
[4] Nicholas Capaldi. Óp. Cít, p. 77.
[5] Mónica Rangel Hinojosa, El debate y la argumentación, Teoría, técnicas y estrategias, edit. Trillas, México, 2010, p. 93-94.

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