La crisis de la existencia, crisis del hombre

Muchas veces se habla de crisis: del hombre,  del mundo actual, de la existencia,  de la economía, los valores, de la política, de salud, de Occidente, crisis ecológica, energética, religiosa, etcétera.  ¿Qué significa estar en crisis?  Aunque desde el siglo XVI se usaba el adjetivo “crítico”, la palabra surgió en el español en el siglo XVIII en el marco de la medicina. Era entendida como un cambio en la enfermedad que conducía a una mejoría o un empeoramiento. Tal acepción era usada en la ciencia médica desde la época de Hipócrates. Luego, se usó para referirse a un momento decisivo de una situación de importancia. De ahí que se utilice y explote el criterio, la capacidad de juzgar en los momentos críticos.
El término “crisis” parece referirse a varios tipos de situaciones distintas que comparten un momento problemático grave que amenaza a su naturaleza o estabilidad. Cuando algo está en crisis, está en riesgo de descomponerse. Algún factor genera la crisis. Ésta no surge espontáneamente. Las crisis son detonadas por el hombre o un elemento ajeno a éste.
  Para Wikipedia la crisis es una coyuntura de cambio en cualquier aspecto de una realidad.[1] La RAE la define como una “mutación importante en el desarrollo de otros procesos, ya de orden físico, ya históricos o espirituales”.[2]  Esto es cierto, el cambio es inherente a las crisis, pero no refleja su carácter negativo para quien las sufre. No todo cambio es crítico. Sólo los cambios que son vistos como adversos y graves pueden ser considerados así. Si pierdo una moneda de cinco pesos es un cambio que hasta podría calificarlo como adverso, pero no es grave. Crítico es perder todos los ahorros o la fuente de ingresos.  
La peligrosidad de los cambios críticos radica en la dificultad de su control, de su reversibilidad, de la profundidad a la que llegan, de los efectos que causan. Una crisis se puede desarrollar paulatina o rápidamente, puede ser previsible o imprevisible. Lo cierto es que las crisis se tornan en emergencias.
Algo interesante es que no siempre las crisis son objetivas, también pueden ser subjetivas. En otras palabras una devaluación económica abrupta e intempestiva puede ser algo que reconozcan todos o la mayoría de los miembros de una comunidad como una crisis, pero también puede haber cambios, estados o situaciones que para algunos son críticos y para otros no. Lo que incluso para algunas personas es un retroceso, para otros es un progreso. El reconocimiento de derechos legales a la comunidad homosexual para casarse y adoptar puede ser crítico para ciertos grupos, mientras que para otros lo crítico era el estado anterior (el de no reconocimiento).
Esto lleva a pensar que hay crisis que afectan realmente a un sistema en su estructura, pero que hay otros que sólo afectan a la percepción, a los valores de quien acusa la existencia de dicha crisis. Sin embargo esto no significa que la crisis no se manifieste en el sujeto que la diagnostica o expresa, aunque no sea objetiva, afecta con mucha fuerza a su subjetividad. Nuevamente, la orientación sexual de una persona no es razón para afectar la estabilidad de una sociedad. Tan es así que cuando se ignora la homosexualidad de una persona, la relación de un homofóbico con ella es bastante normal. Sólo cuando ante la percepción surge el problema es que se genera la crisis.  Estas crisis subjetivas suelen ser crisis de creencias.
La anterior diferenciación puede permitir distinguir dos tipos de crisis: la humana, que es individual y la histórica, que es colectiva. Claro que hay  gradaciones en la colectividad. Pues puede afectar a pequeños grupos, a minorías o bien a mayorías.  Pueden ser parciales si afectan a  sector de la existencia personal o colectiva o totales si afectan a su generalidad.
También hay crisis que pueden ser más comunes y otras raras, extraordinarias. Las primeras regularmente se enfrentan con soluciones prefabricadas, las otras exigen creatividad en su abordaje.
El grado de conciencia de una crisis varía de una persona a otra. Esto puede afectar en el nivel de estrés que genera, pero también repercute en las soluciones que se pueden generar para resolverla.
Independientemente de la cantidad de afectados, su cotidianeidad o su conciencia, una crisis genera angustia, ansiedad, desorientación, desconfianza o desesperación. Eso supondría que el hombre buscaría solucionar la crisis por su tendencia a vivir orientada y cómodamente. Sin embargo, no siempre las crisis tienen soluciones rápidas o eficientes. Algunas soluciones son provisionales, otras son definitivas. No obstante, la crisis y el intento de solución se dan prácticamente de manera simultánea.
SI bien la crisis suele ser algo extraordinario, también puede ser algo recurrente, amenazar con hacerse crónico y constante, convertirse en una situación de normalidad sin perder su adversidad y gravedad.  Esto apoyaría la tesis de que el hombre es un animal crítico, que vive siempre o frecuentemente en crisis.
En griego crisis significa “juicio” o “elección”. Porque ante la nueva situación que se genera se debe usar el juicio y decidir. José Ferrater Mora dice que no se puede juzgar a priori una crisis como negativa, pues también puede generar efectos positivos. Estos efectos positivos difícilmente se obtienen de manera automática; para lograrlos, se tiene que acabar con la crisis, generar una nueva situación.
Para Kierkegaard solamente las crisis nos permiten relacionarnos con nosotros mismos como individuos aislados y responsables ante Dios y los otros.  Unamuno considera que las crisis llevan a una pasión por la existencia.  Para  Saint-Simón el progreso en la historia sólo es posible mediante épocas de crisis  que conducen a otras mejores (orgánicas).
Recientemente en la Filosofía se habla de crisis en un sentido más social que existencial. Si atendemos a los cambios sociales que generan una crisis humana –que no está peleada con la existencial- vemos que hoy en día observamos lo siguiente: un crecimiento acelerado de las zonas urbanas, una desintegración de las zonas rurales, se da un fenómeno de colonialismo que ejercen los países desarrollados, una globalización de los mercados y las empresas con sus respectivas agendas e intereses, un desarrollo económico considerable pero inequitativo y desproporcionado que privilegia a la riqueza sobre los seres humanos, hay un explotación industrial irresponsable que genera un desarrollo no sustentable, grandes migraciones de países en guerra o subdesarrollados a países con mejores condiciones de vida, el deterioro drástico del medio ambiente, una epidemia de enfermedades nuevas (cánceres de todo tipo, SIDA) la proliferación de la depresión clínica, la expansión de las adicciones, el crecimiento de la pobreza con la gestación de condiciones de vida infrahumanas, discriminación, desempleo, terrorismo, la internacionalización y hegemonía del crimen organizado.
Ante tales datos queda claro que hablar de crisis histórica no es exagerado. Esto no significa que necesariamente seamos infelices, pero tampoco quiere decir que todo esté bien. ¿Es pesimista semejante visión? Bueno, ya lo dice la sabiduría popular: un pesimista es un optimista bien informado.  Además, recordemos que la crisis es una instancia que demanda respuestas, acciones, soluciones.

Bibliografía.


José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía, t. 1, edit. Ariel,  Barcelona 2001, entrada: crisis.
María Nieves Pereira de Gómez, Educación en valores, edit. Trillas, México,  s/f.
Nicola Abbagnano, Diccionario de Filosofía, FCE,  México, 2012, entrada: crisis.
Rafael Gil Colomer (editor), Filosofía de la Educación Hoy. Diccionario filosófico-pedagógico, Edit. Dykinson, Madrid, 1997, entrada: crisis.




[1] http://es.wikipedia.org/wiki/Crisis (consultado el 17 de abril del 2015).
[2] http://lema.rae.es/drae/?val=crisis (consultado el 17 de abril del 2015).

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