Los objetos de acuerdo en la argumentación

Hay un contexto que rodea al proponente y al oponente de una discusión. Los antecede y los envuelve a lo largo de la argumentación.  Ahí hay unidad. Entre ellos dos hay puntos de acuerdo tácitos. Tales puntos están ligado a las premisas que se utilizarán: a su elección, a su manejo o presentación. Está constituido por “realidades” (hechos, verdades y presunciones) y  por “preferencias” (valores, jerarquías  y los lugares de lo preferible). A estas realidades y preferencias se les puede designar como “objetos de acuerdo”.
A continuación expondré cada uno de estos elementos según el criterio que siguió Perelman. Es interesante que esta categoría no la aborden ni el Helena Beristain ni Luis Vega Reñón en sus respectivos diccionarios.

Los hechos denotan una realidad objetiva, sean porque son de observación (empíricos), sean  porque son supuestos, sean porque son convenidos,  o bien porque son posibles o probables conforme a las estructuras de lo real admitidas por un auditorio. Hay un acuerdo general respecto a ciertos datos.  Las verdades se refieren a los enlaces entre los hechos –en la propuesta de Perelman sobre la argumentación-, es decir, a teorías científicas, concepciones filosóficas o religiosas que trascienden la experiencia.
Las presunciones, en cambio, son enunciados que directamente no son fácticos, son asunciones que están ligadas a la verosimilitud y a la normalidad. Lo normal está asociado a una noción estadística de la realidad (media, moda), o sea, a la generalización de algo y a una frecuencia esperable.  No obstante, las presunciones también están ligadas a la realidad.
                Los valores son acuerdos sobre las acciones o disposiciones a actuar que generan los  objetos, los seres o los ideales en un auditorio.  Los valores pueden ser abstractos, como la justicia o la veracidad, o concretos (como Francia o la Iglesia).  Mientras que los primeros pretenden ser universales, los segundos son particulares y se les atribuyen a un grupo, ser viviente u objeto particular.
Las jerarquías son ordenaciones de los valores concretos o abstractos bajo un criterio de superioridad e inferioridad.
Por último, están los lugares, los cuales son premisas muy generales que fungen como rúbricas que  bajo las cuales se pueden agrupar y clasificar los argumentos. Son premisas sobreentendidas.  Los lugares pueden ser comunes o específicos.  Perelman  los clasifica en lugares de la cantidad,  la cualidad, el orden, lo existente, la esencia y la persona. Los lugares de la cantidad son aquellos que dicen que algo vale más que otra cosa por razones cuantitativas. Ejemplos: “un mal duradero es un mal mayor que uno pasajero”,   “el mérito mayor es el que beneficia a la mayoría”.  Lo cuantitativo es en todo lo mesurable: tiempo, volumen, etcétera. Cuando la razón de la cantidad no surte efecto, surgen los lugares de la cualidad.  Da prioridad a lo único sobre la cantidad. Lo único encierra un valor concreto que es superior.  La cantidad suele apelar a una mayoría para justificar su verdad, la calidad a una verdad  por encima de la mayoría. Los otros lugares comunes posiblemente se podrían reducir a la cantidad y la cualidad, pero Perelman prefiere darles un lugar propio. El valor del orden supone un valor superior de lo anterior a lo posterior por razón de causa, de principio o de fin. El lugar de lo existente afirma la superioridad de lo que existe sobre la de lo imposible, lo posible o lo eventual.  Supone un acuerdo sobre la forma de lo real. El lugar de la esencia apunta a una superioridad de ciertos individuos o particulares que mejor encarnan  una esencia que otros. Luego está el lugar de la persona que supone una superioridad de una persona por su dignidad, mérito o autonomía.  Confiere valor a lo que se hace con esfuerzo, con esmero.  
                Los lugares cambian según la época, el lugar y el ambiente.  Son considerados indiscutibles, pero se pueden matizar o rechazar en una discusión. Este manejo de los lugares no siempre depende de la cultura, sino a veces de la situación argumentativa en la que está el orador. Pues, al final, los lugares que determina en su discurso dependen del objetivo y de los argumentos con los que podría enfrentarse. Da prioridad a unos, reduce la importancia de otros, vaya establece una sistematización con una jerarquía que puede dar una visión distinta de la realidad, procurando transformar las convicciones del otro. Las  posibilidades argumentativas de la discusión va en función de lo que estén dispuestos a ceder los oradores, de los valores que reconozcan, los hechos que aduzcan, de las peticiones de principio que se realicen (estas muestran una falta de argumentación).



                Los lugares están estrechamente relacionados al sentido común, pues éste es una serie de creencias admitidas por una comunidad que consideran que cualquier persona razonable compartiría. Sin embargo, también hay acuerdos propios de los partidarios de una disciplina particular, que se relacionan con un vocabulario técnico y enfoques específicos. En el caso de la filosofía, la principal preocupación de la argumentación es lograr un argumento ad rem, que es relativo a la verdad, que sería válido para toda la humanidad. Sin embargo, existe la relatividad, lo ad hominem, complicando así las discusiones. Sin embargo, parece que en filosofía se llegan a suponer objetos de acuerdo universales. ¿Existen? He ahí una buena pregunta.

Bibliografía



Chaïm Perelman y Lucie Olbrechts-Tyteca, Tratado de la argumentación. La nueva retórica, edit. Gredos, Madrid, 1989, capítulo I. 

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