El horizonte de la comprensión humana

Cuando hablamos de horizonte, estamos ante una imagen, una metáfora. Visualmente se refiere a lo que alcanzamos a ver como límite a nuestra percepción cuando uno mira panorámicamente, es decir, una especie de línea que trazamos con la vista  desde cualquier punto de la superficie de la Tierra en donde ésta parece terminar y juntarse con el cielo.[1]  Etimológicamente, “horizonte” viene del griego horízon que es el participio activo del verbo horizein, que significa separar, limitar,  definir, delimitar. El horizonte es pues aquello que marca un límite.  Es lo limitado.  El horizonte es lo que vemos hasta donde nos permite nuestro límite.  Nunca desaparece, sin embargo se modifica conforme nos desplazamos.
Llevado a otro nivel de significación, el horizonte es el “conjunto de hechos o acontecimientos que abarca algo o alguien; conjunto de posibilidades de desarrollo o de superación que ofrece alguna cosa, o perspectiva de acción y de pensamiento que tiene alguien”.[2] Nicola Abbagnano lo define como “el límite  que circunscribe la posibilidad de una búsqueda, de un pensamiento o de una actividad cualquiera”.[3] El horizonte visual se convierte en uno cognitivo, epistemológico.  Es el límite de lo que alcanzamos a pensar del mundo. Al hablar de horizonte ya también se piensa en su carácter abarcante, es decir, aquello que éste engloba sin que se confundan lo englobado y el horizonte. El horizonte es el límite de lo que es abarcado.
La categoría de horizonte fue introducida en la Filosofía por Anaximandro que el principio de todas las cosas, que era lo indeterminado, lo que  abraza todas las cosas y las dirige.[4] Sin embargo, en un sentido moderno, el concepto de horizonte fue incorporado por Emanuel Kant en su Lógica.  Si el conocimiento tiene una extensión y un grado de perfección, el horizonte es la adecuación entre la magnitud de este conocimiento (su alcance en cantidad y calidad) con las capacidades y fines del sujeto.[5]  Las capacidades del sujeto están determinadas por su estructura, por su naturaleza; los fines son marcados por los intereses del entendimiento, de la voluntad, del sentimiento.  Esto conduce a pensar el horizonte en dos niveles: uno general o absoluto y otro privado. El primero es común a todos los hombres, señala qué puede saber el hombre como hombre en general, mientras que el segundo se refiere las condiciones y orientaciones de cada sujeto.  El horizonte es la delimitación de un territorio mediante un punto de vista conceptual.
El horizonte ha sido de interés en la Filosofía Contemporánea, especialmente para la Fenomenología y la Hermenéutica.  El horizonte es una especie de trasfondo que sirve para organizar las vivencias de la conciencia.  De tal manera que el horizonte es una especie de esfera en la que aparecen inscritas las cosas reales e imaginarias,  el límite de la totalidad, pero que no es un límite cerrado y acabado, sino abierto, cambiante.
El tiempo sería para Heidegger el horizonte para la comprensión humana, que también es una comprensión del ser. En cambio, para José Ortega y Gasset el horizonte del hombre está en la interpretación de las circunstancias que rodean al yo. En ese pensar lo dado en torno a nosotros, nos podemos fabricar.  El horizonte –según Xavier Zubiri- delimita las cosas, la visión sobre ellas, genera la familiaridad que nos provoca el mundo, en consecuencia determina el sentido del mundo. Pero aunque el horizonte provee la claridad del sentido, para Hans Georg Gadamer  es el campo no tematizado de la percepción, es el trasfondo de la experiencia de los objetos y del sentido. Cada objeto que aparece en la conciencia es delimitado por un marco de elementos no directamente representados. La tradición cultural provee el horizonte de comprensión del sujeto. Esto implica una historia, la historicidad.
La interpretación exitosa es aquella que logra un diálogo entre el intérprete y lo interpretado (como si fuera un texto), a través de la fusión de los horizontes de ambos. [6]  Dicha fusión consiste en trasladar el sí mismo a otro lugar temporal del pasado mediante el contacto con algo extraño, diferente del intérprete. El horizonte de lo interpretado y del intérprete  es el mismo, pero a la vez distinto, pues siempre tiene un lado de extrañeza que jamás se va a poder superar.
Parece claro: vivimos y pensamos dentro de un horizonte.  La tarea de la investigación filosófica significaría determinar el horizonte de los horizontes.

Bibliografía


José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía, t.2, Edit. Ariel, Barcelona, 2001, entrada: horizonte.
Nicola Abbagnano, Diccionario de Filosofía, 4ª edición, edit. FCE, México, 2012, entrada: horizonte.
Ted Honderich (editor), The Oxford Companion to Philosophy, 2ª edición, edit. Oxford University Press,  China 2005, entrada: horizon.
Varios, Diccionario del Español de México, t. 2, Edit. El Colegio de México,  México, 2011, entrada: horizonte.




[1] Varios, Diccionario del Español de México, t. 2, Edit. El Colegio de México,  México, 2011, entrada: horizonte.
[2] Ibidem.
[3] Nicola Abbagnano, Diccionario de Filosofía, 4ª edición, edit. FCE, México, 2012, entrada: horizonte.

[4] Ibidem.
[5] José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía, t.2, Edit. Ariel, Barcelona, 2001, entrada: horizonte.
[6] Ted Honderich (editor), The Oxford Companion to Philosophy, 2ª edición, edit. Oxford University Press,  China 2005, entrada: horizon. 

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