Pues sí...

Pues sí.

Tenías razón, desde un principio:  
 lo nuestro no iba a funcionar.  
Pero también estabas en el error, desde el inicio,
porque no eras tú quien me iba a lastimar.
Fuimos los dos, con precisa sincronía:
yo aporté mi necedad,  enferma de Platón e hipermetropía;
 tú pusiste tus  miopes profecías  llenas  de arquetipos y fantasmas.
 Nuestras patologías, históricas y filosóficas,
se aliaron en el complot de un desvarío,
 llenaron kilómetros vacíos con los electrones  de un deseo incumplido.
No es que esté sufriendo mal de amores,
sino que soy un amoroso, como tú lo has sido,
somos aquellos de los que hablaba Sabines.
Así pues, hemos cumplido nuestro destino.
¡Ay amor, cómo no te he querido!

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