El sueño de Freedom Writers
Escritores de la
Libertad es una película que muestra una historia asombrosa, una que no es una mera invención de Hollywood, aunque,
claro, tiene el toque fantasioso de la licencia artística de sus creadores y un
parecido de familia con el modelo del “American Dream” y la versión
norteamericana de la historia. Sin
embargo, el valor de esta película no está solamente en su fuerza narrativa, ni
éste se debilita por la ideología política que hay detrás de su argumento. Su
valía radica esencialmente en su perfecta imperfección humana, ya que atinadamente ejemplifica la compleja invención de la realidad.
Es verdad, que muchos piensan que no hay tal cosa, que no somos libres,
que el mundo está ahí y no lo afectamos,
que ningún soñador ha resuelto el problema de la guerra, la injusticia, la
pobreza, la desesperanza; que los
hombres, desde que se tiene registro, se matan, conflictúan, lucha entre
ellos, destruyen su entorno y depredan cada vez con más sofisticación,
que un progreso tecnológico es peligroso sin uno moral, y que si no hay mejores
hombres ahora que antes, se debe esto,
tal vez, a que somos determinados por la violenta naturaleza humana, la cual nos genera la
ilusoria imagen de la libertad. Por eso es que no es raro que aquellos
jóvenes angelinos se vivieran como destinados
a ser soldados en una guerra callejera que les antecedía. La vida es brutal. Nacemos
con un grito y ensangrentados, nos lastimamos al amarnos y morimos,
regularmente, con mucho dolor. Decía Heráclito de Éfeso en el fragmento B53 “La
guerra de todos es padre, de todos es rey, a los unos los designa como dioses,
a los otros, como hombres; a unos los hace esclavos, a los otros, libres”.[1]
Cuánta razón tenía, al parecer.
No obstante, me siento libre.
Fernando Savater en el primer capítulo de su Ética para Amador, señala que la propia discusión sobre la libertad
es muestra de que no estamos determinados fatalmente y que, incluso, los
detractores de la libertad, al actuar en su vida diaria se comportan como si se
supieran libres, de tal manera que son incongruentes con su
creencia y recomienda se aplique a ellos la prueba del “filósofo romano”, que
implica la siguiente anécdota:
En la antigüedad, un
filósofo romano discutía con un amigo que le negaba la libertad humana y
aseguraba que todos los hombres no tienen
más remedio que hacer lo que hacen. El filósofo cogió su bastón y
comenzó a darle estacazos con toda su fuerza. <<¡Para, ya está bien, no
me pegues más!>>, le decía el otro. Y el filósofo sin dejar de zurrarle,
continuó argumentando: <<¿No dices que no soy libre y que lo que hago no
tengo otro remedio que hacerlo? Pues entonces no gastes saliva pidiéndome que
pare, soy automático. Hasta que el amigo no reconoció que el filósofo podía
libremente dejar de pegarle, el filósofo no suspendió su paliza.[2]
La libertad es una evidencia, la tenemos tan a flor de piel, como nuestra
violenta naturaleza, el problema es que unos esperan mucho de ella, y la niegan
o la sobredimensionan. Ahora bien, si bien ella es modesta, ¿hasta dónde puede
llegar exactamente su alcance? ¿Cuál es su límite? Al parecer éste es flexible
y difuso. Eso vuelve misterioso al libre albedrío. Nadie sabe exactamente hasta
dónde puede llegar y a veces, el estiramiento de muchos pequeños límites,
genera resultados sorprendentes. Así pues, aquellos adolescentes angelinos, se
creían más limitados de lo que en verdad estaban. Erin Gruwell, en cambio, demostró
que la frontera de sus decisiones, se podía
ensanchar mucho más de lo que creían, a través del conocimiento y la motivación. No creó líderes sociales, ni
grandes personajes, pero logró generar personas comprometidas con su destino. El brindis que ella hizo, tenía ese valor
simbólico de renovación.
Eso me pone a pensar en mis propios límites, en lo que creo que puedo
realizar… A veces, nos podemos equivocar, y les pregunto también a ustedes, ¿en
dónde ven su límite? Porque tal vez, ustedes y yo, los veamos más cortos de lo
que en realidad son; porque si bien somos moldeados por nuestras
circunstancias, también es cierto que éstas pueden ser modificadas. La realidad
se construye también... ¿Cómo? A través del soñar… No es accidental que el soundtrack
de la citada película tenga por tema principal la canción “A Dream” de Common
& William, la cual toma la célebre frase del discurso del 28 de agosto de
1963 de Martin Luther King que dice “I have a dream that one day this nation will rise up and live out the true
meaning of its creed”.[3]
Si uno se pone en los zapatos de ese ministro bautista, su sueño se
antojaba inalcanzable frente al apartheid de un gobierno y comunidad blancos… No obstante, soñó e hizo que muchos soñaran. Vencido
ese límite, en la década de los noventa surgió un nuevo apartheid: el del
sectarismo entre las subculturas asiáticas, latinas, negras y blancas del
Instituto Wilson Classical de Long Beach, y Erin Gruwell soñó con romperlo y
logró lo que para muchos maestros, con varios años de experiencia, era un imposible,
hacer que unos pandilleros se interesaran por terminar el bachillerato, siendo muchos de ellos, los primeros en realizar
tal proeza su historia familiar. Lo que en el fondo hizo Gruwell fue
motivarlos a soñar, a ensanchar los límites de su libertad. “My dream is to be free” suena el coro de la canción ya mencionada.
Soñar, esa es la clave para alimentar la libertad y soñando se puede generar un
cambio en la realidad, aunque sea uno muy pequeño, aunque ese cambio creamos
que vaya a durar poco tiempo, aunque sólo afecte a una persona y nada más; pero
uno, ¿qué sabe cuánto pueden durar los sueños, hasta dónde pueden llegar? Erin
Gruwell soñó que los demás soñaban y los hizo despertar. Así pues, cabría preguntarse
si vale la pena atreverse a soñar. Hacerlo no es infantil, ni ingenuo, de hecho
es bastante maduro, valiente y sagaz, pues, si dijimos que en la naturaleza
humana está la guerra, la lucha; la mejor batalla está en nuestras propias conciencias,
enfrentando día a día los límites de la libertad, entre lo que creemos y lo que suponemos que podemos realizar. De no
hacerlo, de no luchar por la invención y
revisión onírica de la realidad, atengámonos a la advertencia que nos hace
Heráclito en el fragmento B1:
De esta razón, que existe siempre, resultan
desconocedores los hombres, tanto antes de oírla como tras haberla oído a lo
primero, pues, aunque todo transcurre conforme a esta razón, se asemejan a
inexpertos teniendo como tienen experiencia de dichos y hechos, de estos que yo
voy describiendo, descomponiendo cada uno según su naturaleza y explicando cómo
se halla. Pero a los demás hombres les pasa inadvertido cuanto hacen
despiertos, igual que se olvidan de cuanto hacen dormidos.[4]
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