Palabras de despedida para sexto. Generación 2008-2011. Escuela Sierra Nevada.

Varios días estuve pensando  qué decirles para esta ocasión. No quería, ni quiero repetirles lo dicho a otras generaciones, aunque posiblemente recicle algunas ideas.  Deseo que el mensaje que les dé, sea sólo y solamente para ustedes…  Pensé en hablarles del  cambio que significa el terminar el bachillerato en una escuela en la que muchos de ustedes han estado desde muy niños. Hoy, lamentablemente –en esto me entenderán sus papás y los demás maestros- son unos adolescentes, unos que  están en  esa turbia transición a ser adultos.
¿Qué mayor cambio que pasar de la infancia a la adolescencia y de la adolescencia a la vida adulta?  Para empezar, sus cuerpos ya no son los mismos. Si le creemos a la película Waking Life, las células de todo su organismo serán totalmente otras cada 7 años. Efectivamente he decido hablarles de lo más íntimo de nuestra esencia, es decir, el cambio. Déjenme decirles que  eso de ser adulto no sólo es una transformación, también es un problema filosófico. Mas no se alarmen no les voy a hablar de Heráclito, ni de ninguno de esos pensadores que tanto los mandan a dormir en sus pupitres. Prefiero hacer en voz alta la siguiente reflexión:  ¿qué significa la adultez?
Desde una perspectiva meramente biológica,  un adulto es aquel organismo capaz de reproducirse. Ustedes ya lo son desde hace unos años. Desde un punto de vista jurídico, una persona es adulta cuando se convierte en ciudadano, es decir a partir de los 18 años. Posicionados ahí, algunos de ustedes también  ya son adultos. Claro que si viajan a otros países o hubieran vivido entre el México Juarista y el revolucionario,  seguirían siendo menores de edad. El criterio, es arbritrario. Según cada sociedad, la mayoría edad  es distinta y tiene sus propios ritos de paso de una faceta a la otra. Pero eso ustedes ya lo sabían, lo que desconocen es  que el paso del bachillerato a la universidad es un ritual que los está convirtiendo en adultos.
Dicho la anterior, sigue vigente  la pregunta: ¿qué significa ser adulto? ¿Significa que puedo ir al antro y tomar sin  necesidad de mostrar una identificación hechiza o de hacerle ojitos al cadenero? ¿Significa que ya pueden comprar sus cigarros y llenarse de nicotina los pulmones sin que les pongan peros en un OXXO?  ¿O que pueden hacerse un tatuaje o una perforación en donde reverendamente se les antoje sin que tengan que llevar una autorización paterna? Pues les mentiría si les dijera que los adultos no hacemos algunas de tales fechorías.  Los adultos, esos que fumamos, bebemos y hacemos eso que les prohibimos, somos aquellos que nos empeñamos en seguirlos llamando adolescentes.
 Seguramente será porque a pesar de esa irónica igualdad, percibimos una diferencia:  que adolecen de algo… ¿De qué? Uno podría pensar que de madurez, que les falta mucho por vivir, que no son económicamente independientes, que sus decisiones son volubles y precipitadas, vaya que carecen de un buen juicio y que se dan la vida de un “mirrey”. He de confesar que muchos de nosotros los adultos, seguimos siendo tan adolescentes como ustedes. La edad no garantiza la madurez, solamente las arrugas. Nosotros los “maduros”  también nos precipitamos, nos equivocamos, como  también ustedes se apresuran y yerran;  pero a la vez queremos intensamente  y corregimos nuestros errores, como ustedes.  Una prueba de ese apasionado amor, es que hoy están aquí sus progenitores junto con otros acompañantes…
No nos desviemos. Sigamos con esta meditación.  Si bien pareciera que no hay diferencia,  tampoco quiero ser simplista, hay una frontera entre un adulto y un adolescente. No es precisa, pero es evidente.  Si ya la notan a sus 17 o 18 años, la seguirán notando cuando estén más grandes,  cuando tengan más responsabilidades, trabajen, tengan sus propios hijos y se empiecen a quejar de la adolescencia. Así mismo, se darán cuenta que  la diferencia entre el antes y el después es suficiente como para saber que pese a ser  distintos, somos iguales. Que compartimos la condición humana.  Por ende,  cuando se empiecen a sentir maduros, no  busquen un estereotipo del adulto, ni exijan un modelo perfecto a seguir, porque ese es un mito. Decía Woody Allen que la vida no es como nos la enseñan los maestros, sino es tal cuál cómo la viven ellos. Maestros somos sus padres y profesores; pero también ustedes han sido maestros de ustedes y nuestros. La vida de los seres humanos es tan imperfecta y perfectible, que eso resulta una  perfecta ecuación.  Sin embargo, como sé que no he sido muy claro, voy a ejemplificar lo que quiero señalar: ustedes se quejan de los precios de la cafetería; sus padres de los del super; reclaman que les cobran mucho de materiales, sus padres se  aturden con los impuestos de Hacienda; se  molestan de que el internet del Sierra no sirve, ellos se desgarran  porque la empresa o el gobierno tampoco funcionan;  ustedes sufren mal de amores, truenan y cortan con la novia o el novio;  sus padres  se enamoran,  pelean, reconcilian, se casan, divorcian; ustedes odian que los regañe Rubén o alguien más, a sus padres no les gusta que les llame la atención el jefe, ni crean que ellos sienten bonito al regañarlos por portarse mal (Rubén sí siente bonito);  ustedes se quejan de que los profesores los reprobamos, los aburrimos; y nosotros nos quejamos de que ustedes reprueban, de que no prestan atención.  Veo y no veo la diferencia entre el adulto y el adolescente. Somos y no somos iguales, somos más semejantes que distintos… Así que les tengo una mala noticia: ya son adultos, o si no les convence la idea, pues quédense con el que ya casi lo son. Pronto, más rápido de lo que creen, van a ingresar a una carrera, algunos de ustedes incluso empezaran a trabajar en uno o dos años; conocerán nuevas personas, formarán sus propias familiar y tendrán experiencias nuevas, como nosotros las hemos tenido y hemos aprendido de ellas.  Si a veces no saben qué hacer, crean que lo mismo les pasará cuando estén más grandes. Siempre estamos aprendiendo. Por esa razón citaré a Chaplin para hacer énfasis en lo que significa ser adulto y  joven al mismo tiempo, él decía: “aprende como si fueras a vivir toda la vida y vive como si fueras a morir mañana”.
En algún momento  de su existencia, sin duda alguna se sabrán plenamente adultos, no necesariamente maduros. Con esto no los quiero rebajar, más bien les quiero señalar que nunca terminarán de crecer, que las enseñanzas que les de la vida, no implicarán exámenes como el de Enlace, pero sí cobros de facturas. En conclusión: siempre serán en algo adolescentes, mientras que en otros aspectos serán muy maduros; se los garantiza un Peter Pan.  Ahora bien, si no les quedó claro lo que dije, no se preocupen, a mí tampoco.

Ya para terminar, añado esta última consideración: algunos filósofos de la educación dicen que el objetivo de ésta es la madurez del hombre. Lamentablemente  le creo más a Oscar Wilde cuando dice que las cosas más importantes de la vida, no las enseña la escuela, y no las enseñará, así estemos en el modelo de la Reforma por competencias.  El bachillerato los prepara para entrar a la universidad. Las enseñanzas de vida que se han  llevado de aquí, no las aprendieron con un temario, en un pupitre, con un examen; las aprendieron con los golpes y caricias de la vida, con los aciertos y desaciertos tanto propios como  ajenos.  Señores, ¡bienvenidos a la vida adulta!... mas hoy gocemos como adolescentes…  Alexis está es tu graduación, ”Papawh”. Hoy,  tú  sumado a otros sesenta serás y serán los “mirreyes” de esta  gran fiesta.  Gracias.

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