Palabras de despedida para sexto de bachillerato 2004-2005, Escuela Sierra Nevada

Recuerdo un corto circuito justo con el primer grupo al que me enfrenté en mi incorporación a  la Escuela Sierra Nevada, recuerdo haber callado ese día ríspidamente a un muchacho que no se callaba, que en ese momento parecía tener actitud de dueño y resultó ser hijo del Mister Alejandro. Recuerdo las pesadillas que me provocaba estar frente a ese puñado de adolescentes, que un año más tarde volví a enfrentar en sexto de bachillerato, pero la Matrix nos tenía destinada otra ruta. Esperaba algo peor que la invasión a Irak y sucedió lo mejor. Descubrí a un grupo de jóvenes inteligentes, curiosos y abiertos.
            Es verdad, que muchas interrupciones hubieron en nuestro curso debido a varias actividades escolares,  algunas personales de un servidor y los pies que  en la universidad ustedes ya habían puesto. A pesar de que no existió la continuidad y profundidad deseables, me voy satisfecho gracias a dos  logros: 1) no haber vacunado contra la filosofia a la mayoría de los alumnos, y; 2) haber descubierto seres humanos con rostros y anhelos muy particulares, muy humanos, muy filosóficos.
            Me honra estar aquí con quienes son -junto con nuestro gran ausente Pratz- los hijos que nunca tuve.  Y como todo padre, tengo expectativas sobre sus futuros; quisiera verlos realizando sueños: un joven Galguera elaborando la teoría unificada del universo,  un Alan y una Mayte haciendo literatura de primer nivel, un Fabián superando los éxitos musicales de Luis Miguel, y tantas y tantas otras aspiraciones que veo en cada uno pudiéndose consolidar. Sin embargo, no les voy a desear el éxito, sino exhortarlos a ser dignos de él. Quien es digno del éxito es aquel que no teme a alcanzar la inalcanzable felicidad, quien es digno del éxito no huye al reto de conocerse a si mismo, ni duda en salir de sí para ver a través de los ojos ajenos los sueños propios y de los demás, quien es digno del éxito no teme al  esfuerzo que implica soñar. 
Así pues,  tómense la vida muy en serio, suéñenla porque al hacerlo,  se tomaran en serio a si mismos; pero no se la tomen con aprehensividad, disfrútenla, es su sueño y hagan lo que hagan, al final todos habremos de despertar. No se llevarán dinero, ni propiedades, ni fama, ni títulos profesionales, sino sólo los recuerdos de lo que ustedes fueron, de lo que soñaron. Soñar es vivir. Entonces,  ¡atrévanse, regocíjense, entréguense  al soñar!

Con  este mensaje me despido y recuerden: los quiero desaforadamente. 

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