Discurso de despedida de sexto de bachillerato Sierra Nevada. Generación 2006-2009.
Recuerdo que,
cuando gratamente recibí la noticia de que iba a dar este discurso, muchos de
ustedes, me comunicaron sus inquietudes: que tenía que mencionar a la Maestra,
que Mauricio estaba expectante de escuchar algo de él, que dijera algo “chido”,
que enunciara una frase que los dejara impactados, que hablara de la Matrix…
Así que heme aquí, arrancando esta despedida con la siguiente locución: “La
Matrix ordena a Mauricio pronunciar más chido que la Maestra la
palabra ‘epidemiológico”.
¿Los impacté? ¡Qué presión generan las expectativas! , ¿qué decirles que
estén dispuestos a escuchar y que, además, resulte gracioso, atractivo, profundo,
quizá hasta filosófico, y no sea una incoherente expresión como la que acabo de mencionar?
Es en la preocupación por satisfacer tales deseos del auditorio y es en
la propia incoherencia de esta frase inicial, que he hallado el motivo de la
presente reflexión, pues si bien ustedes esperan escuchar algo de mí, también
nosotros: la sociedad, sus familias, sus maestros, amistades, y compañeros esperamos algo de ustedes como
graduados. Seguramente se anhela en su
entorno que entren a la universidad, saquen una carrera, luego un posgrado, que sean exitosos y adinerados
profesionistas y, mejor aún, si se puede, unos grandes hombres de negocios. Seguramente se desea que formen una familia;
posteriormente, tengan hijos; que viajen
por el país y el extranjero con frecuencia; posean un vasto patrimonio,
etcétera. He ahí el peso de las
expectativas, las cuales, por cierto, no suenan mal, son bienintencionadas, son
disposiciones ordenadas por la Matrix… Tanto les he hablado de ella y nunca he
especificado su naturaleza. Es hora de revelarla. Ella no es un programa
informático que nos vuelve pilas, tampoco es el genio maligno de Descartes…
ella, es el aire que respira nuestra
libertad, es el conjunto de ordenamientos y expectativas depositados sobre
nosotros, que nos dicta cómo vivir.
Ahora bien, no sé si tales deseos se
vayan a cumplir, es muy posible que sí. ¿Pero
qué pasaría si no se cumplieran? ¿Sus vidas serían un fracaso? Yo no lo creo. ¿Qué sucedería si ustedes decidieran seguir un
camino distinto al ya trazado y caminado
por muchos? O, mejor aún, si decidieran seguir ese trazo, ¿qué ocurriría?, ¿serían
mejores personas, serían más felices que aquellos que siguen otros senderos? Las respuestas a estas preguntas no tienen
una fórmula única y universal. Ni Morfeo, Neo o la Pitonisa las pueden
contestar. Sólo pueden ustedes, y sólo lo pueden para sí.
Hoy, la Matrix les ha ordenado graduarse del bachillerato. Y claro que este
acontecimiento es un logro, una mejora, un cambio importante. Si en este
momento sienten felicidad, la sienten no porque en sus manos esté o vaya a
estar un papel que les confiera el rango de bachiller, sino porque desde dentro
de su ser proviene el significado y el valor que ostenta. No tendría absolutamente
ningún sentido, si se graduaran sólo por hacerlo, por seguir una corriente que
los arrasa.
Justo así pasa con todas las expectativas de la Matrix. Las cosas que nos
vienen de fuera, sin filtro alguno en el yo, son dulces espejismos de felicidad,
las que vienen de dentro y se proyectan afuera, filtrando a la Matrix, son
sólidos cimientos de plenitud. Por esta razón, a pesar de que he querido
decirles en lo particular a algunos de ustedes que no se hagan políticos para
que sigan siendo las buenas personas que son, o a quien le veo una pasión y vocación para el
canto, me gustaría convencerla de que se arriesgara a vivir de ello, pese a que
a algunos de ustedes les he sugerido que opten por la UNAM en vez de una
universidad particular, pese a que me gustaría decirles como generación que las
propuestas, los argumentos y el diálogo pueden más que la harina, los huevos y
las bombas fétidas; a pesar de todo esto, hoy he decidido que lo mejor que
puedo desear para ustedes es nada. Suena grosero y rudo, lo sé. Pero no me
malinterpreten. Espero nada, para poder esperar todo; para que en el caso de
que alguien decida ser algo distinto a
lo que mi imaginación concibe, yo reciba con agrado dicha noticia, bajo la
única condición de que tal decisión haya sido auténtica. Y es que con agrado me gustaría enterarme tiempo
después, que al encontrar a alguno de
ustedes en una tienda, en la calle, en cualquier parte, no me dijera que es el prestigioso doctor, el
gran ingeniero, el líder de un
consorcio, sino que me contara que en
todos esos años se dedicó y ha dedicado fundamentalmente a ser él o ella. Ahora bien, encontrándome o no a nadie, si
tal fenómeno llega a suceder, querrá decir, que aprendieron filosofía, aunque
piensen que Platón es un utensilio de cocina y Hegel una calle de Polanco. Los verdaderos filósofos no requieren de mucha
tradición. Ojalá ustedes lo lleguen a ser.
Por el otro lado, les voy a compartir una enseñanza que me está dando la
existencia: la filosofía es el arte de vivir frente la incertidumbre que el azar pone a los planes
propios y de la Matrix. Está en ustedes apuntalarse
con la certeza del autoconocimiento y la
voluntad ante la incierta ignominia del futuro.
¿Futuro? Veo un poco de él. Es un talento de los que shamánicamente
queremos ser filósofos. Ya verán. Tras egresar
del Sierra Nevada, algunos se tomarán seis meses de descanso, los más
afortunados un año, otros entrarán directo a la licenciatura, poco a poco sus
vidas tomarán diversos caminos. Se encontrarán algunos en la misma universidad,
después, ya no… Algunos serán amigos
para siempre, otros seguirán en
contacto por un tiempo, luego se perderán en definitiva, algunos jamás se
volverán a ver o se encontrarán después de muchos años y volverán a ser amigos
o, incluso, se acercarán o distanciarán
de quien nunca pensaron. Se podrán
descubrir haciendo cosas que jamás imaginaron, unas buenas, otras malas. Les
prometo que la vida les dará sorpresas, risas,
lágrimas, sudor, frescura, les regalará y, en algún momento, les quitará lo
dado. Por eso, no siempre esperen
recibir algo de ella, primero dedíquense
a ser y a dar.
Luego, en algún momento se descubrirán
cerca o lejos del lugar en el que querían estar, en cierto instante se verán tal
donde deseaban, en ocasiones se sentirán en un sitio intermedio… Pero no importa dónde se encuentren, mientras
se sepan encontrar. Así será su futuro, y como ven tiene que ver con su pasado,
su presente y la conciencia de su ser… Al respecto, el oráculo de Delfos tenía una inscripción un
poco misteriosa, un poco críptica que decía: “Conócete a ti mismo, y conocerás
a los dioses y al universo”. Cuan sabia es esta sentencia; por algo Sócrates la plagió, por algo se las quiero compartir.
Así pues, les deseo nada, que ustedes sean lo que quieran ser por encima
de mis expectativas. No obstante, si alguno de ustedes está sospechando que he
incurrido en una contradicción ya que al esperar nada, finalmente estoy esperando algo…, en ese caso, he de
reconocerme atrapado, que efectivamente añoro una cosa, aunque esa esté en sus personas. Pero en mi defensa
puedo argüir que advertí, desde un principio, que el motivo de mi presente
reflexión estaba en una ocurrente e incoherente frase acompañada por la
preocupación de decir algo atractivo, gracioso, profundo, quizá hasta filosófico
para unos muchachos que hoy inician una nueva fase en su vida. Así lo ordena la Matrix. Así los despido yo.
Comentarios
Publicar un comentario