El meme de internet: una reflexión filosófica
Me han dado el
reto de hacer una reflexión filosófica sobre el meme. No, no es el meme de la
epistemología memética; es sobre el meme de internet, el de las redes sociales,
el meme nuestro de cada día que es aportado tanto por compañías
transnacionales, como por individuos
anónimos bastante ociosos. ¿Puede haber alguna riqueza en este fenómeno
de masas? Yo creo que sí. Pregunto: ¿dónde están los límites de un discurso filosófico,
sino en los juicios y prejuicios de quien se ve a sí mismo como el cartógrafo
del filosofar?
¿Qué es un meme?
Un meme es la expresión gráfica y replicable de una idea través de un medio virtual que se conecta al
internet. En un sentido amplio, como lo maneja Wikipedia, los memes abarcan vídeos,
comics, escritos, muchas cosas;[1]
pero en un sentido más restringido se refiere a ciertas imágenes con texto
hechas para ser compartidas en las redes sociales. Según Delia Rodríguez “para la mayoría, meme
es sinónimo de una familia de dibujos feístas que hacen parecer al Paint de
Microsoft una sofisticada técnica pictórica del Renacimiento”.[2]
En ese tenor, Jaron Rowan los define como objetos digitales colectivos y anónimos
producidos en la red, los cuales, son carismáticos, se mueven en rutas no lineares con distintos
significados y en distintas plataformas.[3]
El diccionario de la RAE no posee, al menos hasta junio del 2016, una entrada que defina a un
meme. Obviamente es un neologismo. De
acuerdo con 4Chan un meme es un nido microcósmico de contenido en desarrollo.
Es una producción cultural sujeta a debate que se propaga porque sus contenidos
se alinean a normas culturales y lingüísticas ya establecidas.
La palabra fue acuñada por el biólogo Richard Dawkins en 1976 en su libro
El Gen Egoísta.[4]
Considera al meme la unidad mínima de información que se puede transmitir de
manera no genética. Se basó en la
palabra griega mimeme, que alude a la
memoria, acortándola para que tuviera cierto parecido fonético con la palabra
“gen”.
El meme, desde la perspectiva de
la filosofía de la cultura de Jesús
Mosterín, abarca cualquier tipo de información cultural: descriptiva
(conocimientos, datos), práctica (habilidades)
y valorativa (actitudes). Puede
constituirse en núcleos o rasgos pequeños, como una palabra (micromemes) o bien
en grandes sistemas de organización mental y social, como las instituciones
(macromemes). Esto se aprende por
imitación, ensayo y error, aprendizaje individual, educación. Hay información cultural que se pierde, otra
se conserva. Su supervivencia depende de la transmisión. Ésta puede ser
vertical (de padres a hijos), horizontal (entre pares) y oblicua (entre
generaciones distintas sin parentesco).
Desde la perspectiva de la Semiología, los memes pueden ser entendidos
como nodos de memoria semántica.[5]
Esta definición es afín con las visiones de Dawkins y Mosterín. Ahora bien, ya
en 1999, Susan Blackmore en su libro The
Meme Machine, propuso que el
internet era un medio adecuado para la replicación de estos nodos de modo fiel,
fecundo y longevo. Es decir, postuló que la Web operaría como un mecanismo,
como una máquina de transmisión cultural.
Por el otro lado, el fenómeno concreto comunicativo de los memes de
internet fue tematizado hasta el 2007 por
Knobel y Lankshear en su texto
Online Memes, Affinities, and Cultural Production.[6]
Este estudio catapultó el uso de dicho
término para referirse a los contenidos online
de carácter viral. El primer
estudio riguroso académicamente sobre los memes lo hizo Patrick Davidson en 2009 en un ensayo
titulado The Language of internet Memes.
No obstante, los primeros memes en el internet ya habían sido los correos de
cadena. En el mundo digital los primeros proto-memes fueron fragmentos de Monty
Python que se escribían en los chats, saturando las pantallas, o la broma de
escribir spam muchas veces. La invención del “emoticon” el 19 de septiembre de
1982 también fue un antecedente con el gesto de una carita sonriente (
). La primera imagen de meme fue el gif
de un bebé bailando, llamado “Ooga-Chaka Baby”.
También surgieron los gifs del hámster dance. Los primeros memes
identificables como tales –como imágenes con texto replicadas- aparecieron
entre el 2000 y el 2002.[7]
De acuerdo con Delia Rodríguez, el primer meme contemporáneo fue creado en
4Chan, tratándose ni más ni menos que del Rage
guy.[8]
Este dato en realidad no es fidedigno. No obstante, 4Chan junto con Reddit
constituye la fuente internacional más importante de generación y transmisión
de memes. [9]
Lo cierto es que los memes no tienen un origen y dirección único, sino múltiple.[10]
Tipos de memes
Raquel da Cunha Recuero establece una taxonomía de los memes inspirada en
Dawkins. Su clasificación fue hecha a partir de los memes de blogs, pero se
puede aplicar a las redes sociales en general.
Ella los clasifica en función de su fidelidad, longevidad, fecundidad y alcance. En cuanto a
la fidelidad pueden ser replicadores, miméticos o metamórficos. En cuanto a su longevidad pueden ser
volátiles o persistentes. En cuanto a su fecundidad, pueden ser fecundos o
epidémicos. En cuanto su alcance, pueden ser locales o globales. De acuerdo con Delia Rodríguez los memes
también se pueden clasificar por su formato en: sonidos, textos, imágenes,
vídeos, gifs animados y webs.[11]
Características de los memes y su presencia.
Los memes son contenidos que se
esparcen rápidamente entre los usuarios
de internet.[12] Los autores que he mencionado consideran que los memes se replican de una manera tal
que se transforman y reinterpretan en ciertas comunidades virtuales. Es decir,
son referentes dinámicos compartidos al interior de subculturas específicas,
los cuales, participan del proceso de
construcción identitaria. Las identidades tienen que ver no sólo con
nacionalidades, grupos generacionales o idiomas hablados, sino también con
aficiones. Hay aficionados prácticamente
a cualquier cosa: deportes, manualidades, animación, artes, artistas, comics, marcas
comerciales, series de televisión, películas, videojuegos, etc. Existe una
cultura de los fans, que cuando surgió el mundo digital, fue abandonando la marginalidad
y, en ocasiones, hasta la discriminación. La palabra fan, es una abreviatura de
fanático. En los medios anglosajones surgió en las descripciones periodísticas
de los seguidores de equipos de deportes profesionales, en especial, del
baloncesto. Luego se amplió a los devotos de todos los deportes y del
entretenimiento comercial. Combinaba un sentido festivo con uno peyorativo. En los medios de comunicación se le asocia con
la comicidad, la fealdad, la insociabilidad, la ignorancia, la locura, la obsesión
sexual. El fan blanco del ridículo o del terror. Además, se le puede relacionar con el mal
gusto. La gente de la cultura “refinada” se deslinda de la cultura popular por
considerarla inapropiada. Se enfrenta la
alta cultura a la cultura de masas, el buen gusto al mal gusto. Hay fans para todo tipo de cosas. En esta
reflexión me concentraré en los fans de
los medios de comunicación: unos se abocan a un solo programa, a una sola cosa;
otros –la mayoría- se vierte a una red de programas, películas y productos
comunicacionales.
Volvamos a los memes. Hay fuerzas generadoras de ellos: los políticos,
las empresas, los modistas, los publicistas, los periodistas, las mascotas, los
bebés y los “famosos”. Según el filósofo francés René Girard no deseamos algo
personal, deseamos lo que los demás desean; el deseo es mimético. La gente con
fama inspira el deseo mimético de la gente común. Estamos en una sociedad del
espectáculo. El espectáculo es –citando
a Guy Debord- una relación social entre personas mediatizada por imágenes.[13]
Vivimos pues en una “memecracia”.[14]
Los espectáculos tienen fans. Los fans son tanto productores como consumidores
de memes, reconfiguran la significación del objeto de su afición, socializando
en la web su conocimiento, a sabiendas de que ningún fan puede saberlo todo; ellos
ejercen una especie de inteligencia colectiva. Incluso llegan a producir
narrativas alternativas u originales sobre el objeto de su devoción: la ficción
amateur en línea (fan fiction). La
cultura de los memes es una cultura de lectura-escritura. Las comunidades de
fans no comparten un mismo código ético, ni objetivos comunes, simplemente
comparten su afición. Ahora bien, los fans no son pasivos ante los textos, se
apropian de lo que les interesa, de lo que les resulta placentero. Hacen una
lectura activa que Michel de Certau califica de “piratería”. Los fans luchan
por la posesión del texto y el dominio de su significado. También son “nómadas”, ya que no se instalan
en un solo producto textual, sino que están brincando de uno a otro. Se
apropian de nuevos materiales, construyen otros. No establecen “el libro
canónico de su afición”, como si fuera la Biblia de tal tema. Sus interpretaciones
son provisionales, están en diálogo con otros lectores. Lo anterior no da
ligereza a su comprensión; los fans se sujetan a normas, protocolos
interpretativos, cánones estéticos, recursos tecnológicos y competencias
técnicas. Esta lógica de lectura que tienen los fans no es medularmente
distinta de la que siguen otro tipo de lectores, según comenta Henry Jenkins.[15]
Claro que, además, dicha lectura puede tener distintos niveles de atención y
selectividad, ya sea en el formato televisivo, el cinematográfico o en el del
internet.
Aquí cabe hacer una digresión: todo contenido de internet es un meme en
un sentido epistemológico, pero sólo los contenidos virales pueden ser
calificados comunicativamente como memes de internet. Respecto a dicha
dimensión epistemológica, he de decir que algunas visiones, como la de Nicholas
Carr, proponen que en el mundo digital hay grandes perjuicios para la
cognición. Según Delia Rodríguez, fenómenos como el zapping, la procastinación
y la navegación por facebook debilitan la memoria. Es decir, la interacción con
memes, es nociva para nuestras facultades mentales y nuestra felicidad.
Basándose en un psicólogo (Mihaly Csikszentmihalyi) que hace un estudio sobre
el flow -que es una emoción de
felicidad plena generada por el entretenimiento activo, como el dibujar o el escribir-
Rodríguez da a entender que la contemplación de los memes afecta tanto a la
memoria como a la felicidad. Esto no tiene un fundamento epistemológico serio.
Hay diversos niveles de atención; la
generación e interpretación de memes puede ser bastante sofisticada. Para
empezar, no cualquier objeto virtual se vuelve viral. Hay contenidos que están
hechos para agotarse, para ser puntuales y desechables, como sucede
frecuentemente en Twitter. Hay otros
contenidos que están pensados para perdurar.
Al respecto, el postulado que proponen Jenkins, Ford y Green en torno a
los contenidos mediáticos es: “si no se propaga, está muerto”.[16]
En la naturaleza humana parece estar inscrito el deseo de compartir
información relevante. Ahora bien, la viralidad o propagabilidad es una cosa
excepcional. En 2009 Duncan Watts estudió 74 millones de intentos de cadenas en
Twitter iniciadas por 1.6 millones de usuarios durante dos meses. Sólo el 2% de
ellas se viralizaron. El 98% falló.
YouTube en 2011 reconoció que 2 de cada 3 vídeos no son vistos, que el
99% del tráfico de sus vídeos es ocasionado por el 30% de éstos. En la selva
digital no sobreviven necesariamente los mejores productos, ni los más útiles,
sobreviven los que más se propagan. Los memes son “egoístas”. Incluso, hay
memes con un sentido determinado que son atacados con otros memes que llevan el
sentido contrario (contrameme). Hay memes que se apropian de otros memes para
ser y posicionarse mejor mediante la remezcla de un meme del pasado o del
presente con otro que se quiere posicionar (memejacking),
etcétera.
La tesis de que sólo los
contenidos socialmente significativos se viralizan es fácilmente aceptable. Pero,
en realidad, nadie sabe bien por qué unos elementos se popularizan y otros no. Ciertamente,
algunos memes son impulsados por la mercadotecnia; otros lo son por la
espontaneidad de los usuarios. En ambos casos, hay una valoración del meme
replicado por parte de quien lo comparte. Se encuentra ahí un valor
interpretativo, de pertenencia. Ahora bien, lo que caracteriza
a estos contenidos virales es su humor, la intertextualidad en función
de múltiples referencias de la cultura popular y la combinación de imágenes poco
convencionales, provocativas.[17]
Según la periodista Delia Rodríguez, lo que nos llama la atención en la web es
lo mismo que nos llamaba la atención desde la prehistoria: lo colorido, lo
grande, lo intenso, lo que forma patrones, lo que ataca al sentido de la percepción,
los rostros en primer plano, el
movimiento.[18]
Las cosas que además apelan al peligro, al sexo y a la comida dominarán nuestra
atención. En el ámbito textual, nos
interesa lo que es corto, sencillo, concreto. Las historias con una estructura narrativa
completa llenas de arquetipos, con temas universales sobre acciones y emociones
humanas también capturan nuestra atención. Además, los memes se caracterizan
por una accesibilidad prácticamente instantánea, por su facilidad de ser
compartidos. En el meme sucede la
apropiación de un contenido, el remix y la redistribución. Luego, no es un
fenómeno pasivo.
La viralización de los memes es una metáfora que se refiere a la
propagación mediática de una información determinada. Remite a una idea
original que es replicada, transformada, resignificada y usada en diferentes contextos.
El término “viral” fue usado por primera vez en la ciencia ficción. Describía ideas
–generalmente malignas- que se propagaban como gérmenes. Bajo esta metáfora los consumidores de memes
son meros huéspedes de la replicación viral, de la infección esparcida. Los
productores multimedia serían los genetistas e inoculadores de tales agentes
patógenos en el torrente sanguíneo cultural. El impacto que un meme tiene sobre
la gente, no sólo se debe al impacto
personal que tiene en ella, sino también a las otras opiniones de
quienes interactúan entre sí. La viralización, al final, está montada en un
complejo sistema de relaciones sociales, lingüísticas, tecnológicas y económicas.[19]
En el ámbito de la cultura digital, los memes son objetos virtuales que,
con una dosis de humor, se comparten en las redes sociales. Esto permite distinguir ciertos contenidos
que se comparten en internet de manera muy activa de otros. Pensemos en un
archivo PDF de un libro académico pirata que se comparte asiduamente en determinada
comunidad. La gente no le llama meme a ese texto. En cambio a una imagen
paródica compartida en Facebook, sí.[20]
Estética de los memes
Los memes estéticamente son feos. Pertenecen a la instancia del
anti-diseño. Se ven pixeleados, ordinarios, muchas veces son vulgares y cursis.[21]
Son kitsch. Participan del folclor digital posmoderno. Sin embargo, tienen una
intención lúdica.[22] Su humor es inmediato, idiota, efectivo. Son hibridadores de realidades en todos los
sentidos. Se incorporan a una cultura mainstream,
es decir, una cultura de masas que persigue el control de la producción y consumo
cultural. El arte de masas también participa de la generación de algunos memes
del internet generando referentes que serán usados. Star Wars, Jackie Chan,
Paulo Coehlo, Michael Jackson son
algunos de los elementos que participan de la intertextualidad memética. Se
llega a hablar, pues, de un imperialismo mediático que hace que los
estadounidenses impongan productos culturales modelando las creencias y deseos
de los consumidores del mundo para reconfigurar a las culturas locales conforme
a la agenda económica y política de
Norteamérica.[23]
Es pertinente comentar que la tecnología digital ha permitido a los fans
una producción cultural-artística: “El collage con Photoshop se ha convertido
en un medio popular de ilustrar las obras de ficción de los fans, y el arte
digital puede subastarse hoy en las convenciones junto con las ilustraciones
realizadas con pluma, lápiz de color o al óleo”.[24]
La propiedad intelectual de una mercancía artística hecha por un productor
mainstream se ve invadida por la participación activa e injerencia de los fans sobre el producto del cual se
trata de ostentar la propiedad intelectual. La cultura mainstream se ve
interferida por una cultura participativa.[25]
Los fans asumen estrategias democráticas, divulgadoras de la cultura popular,
abiertas a su cambio y redefinición. Su
discurso es afectivo, receptivo y de colaboración.[26]
Por otro lado, independientemente de la conexión meme-arte, Roberto
Diodato[27]
ha estudiado la estética de los memes bajo la categoría de cuerpos virtuales,
los cuales, en realidad son imágenes digitales interactivas.[28]
La interacción consiste en la posibilidad
de su modificación o simplemente en la percepción llana de éstos cuerpos
virtuales como eventos. La experiencia de tales imágenes es multimedial e
interactiva. Dicha experiencia es inconfundible con la experiencia de lo que
llamamos real. En este sentido, lo virtual siempre es una simulación de lo
real. Aunque por otro lado lo virtual es simplemente un estado peculiar de lo
real, que al final, se reduce a la puesta en escena de un algoritmo binario que
genera ciertas percepciones a través de un medio. Esa experiencia del cuerpo
virtual es vivida como mundo y pathos.
Cada imagen, cada cuerpo virtual es un particular irrepetible. Figura como un
territorio o como un algo espacio-temporal.[29]
Aunque bajo cierta perspectiva los memes son inmateriales, su origen está
en un soporte material. Pertenecen al mundo externo a mi conciencia, pero
solamente por la interioridad de ésta es que cobran sentido. Ahora bien, los
objetos reales del mundo externo no son enmendables, mientras que los objetos
virtuales sí. Por “enmendable” entender
lo modificable a voluntad del que sabe manipular al objeto. Yo puedo modificar radicalmente
la apariencia y estructura de un meme a mi gusto, mientras que no puedo hacer
lo mismo respecto a un ente real no virtual.[30]
Como imitaciones de la realidad, los cuerpos virtuales son ficciones,
representaciones isomórficas de las cosas representadas (analogones). No pretenden ser copias exactas, sino representaciones
que valgan en sí mismas como originales, que emulen a ciertos objetos de la realidad.
Un meme de una llama diciendo “ola k ase” no pretende sustituir a una llama
verdadera, ni hacer una especie de paisaje de una escena contemplada que la
sustituya como si no hubiera ninguna diferencia. El meme pretende emular a tal animal en la
propia representación del meme para darle una función simbólica dentro de su
textualidad. La llama se establece como un ente con una estructura relacional
que le permite generar posibilidades perceptivas, imaginativas, cognitivas. El meme tiene el estatus estético de una representatio. Sin embargo, también tiene el estatus de
simulacro. Hacer referencia al mundo para poder significar, a sabiendas de la
diferencia con éste; es un simulacro para gestar un mundo simbólico en la propia
representación. Es un original sin copia que toma a la realidad como fuente de
la ilusión. Al final, fenomenológicamente, el meme se presenta a la percepción
como se le presentan los objetos reales. Hay una confluencia entre el
espectador, su corporalidad física y la experiencia del meme en el espacio
virtual.
Política de los memes
Si se puede criticar que los memes están subordinados al juego de la
moda, de la banalización del arte, del consumismo, la política y la globalización ejerciendo en alguna medida
el imperialismo mediático, también se puede observar el lado positivo de este
fenómeno. Varios memes se vuelven prácticas de resistencia ante el poder. A
través de la idiotez humorística del meme, se dice la verdad, se expresa el
malestar.
Algunos gobiernos intolerantes realizan la eficaz e inmoral costumbre de eliminar al portador del meme.
Otros se avocan, con menos radicalidad, a la censura de los contenidos del
internet. La penalización de los memes en contra del gobierno, no es cosa menor.[31]
La producción de memes es un asunto de libertad de pensamiento y de expresión.[32]
En China esta libertad es coartada terriblemente. El internet en tal
región está censurado y regulado por un gran firewall que filtra los contenidos
a los que pueden acceder los usuarios chinos. Es bastante popular el incidente
del tanque en la plaza de Tiananmen. Los
usuarios chinos no encuentran información textual ni fílmica al respecto, en
los buscadores, pero han logrado colar memes sobre ese evento, sustituyendo a
los tanques por patitos de hule u otras referencias en sus redes sociales.
Muchos de estos usuarios chinos funcionaron como trolls. El troll hace una mofa
con una intención de burla y crítica.[33]
El troleo es una sofisticada crítica y
un escape cultural que usa un tono colérico,
ambivalente, irónico, el cual, permite decir sin tanta claridad lo que
claramente está prohibido decir. Bajo este contexto, los memes son formas de
desobediencia. Incluso muestran preocupaciones ciudadanas, aunque la intención
del que trolea no siempre es clara. Comentan una realidad cotidiana y política
desde la idiotez. La cotidianidad política es tan desalentadora que inspira tal
mentalidad. El chiste malo invita a la
participación en una burda conversación entre desconocidos a través de imágenes
ridículas.
A veces un meme dice lo que justamente los medios de comunicación y los
gobiernos callan. Hace memoria sobre lo
que otros quieren que se olvide. Los memes expresan opiniones a través de un
discurso simbólico-icónico. Tienen una función expresiva de ruptura y
transgresión sin pretender generar un diálogo constructivo, porque los memes
ponen de lado los canales estandarizados de comunicación.[34]
General un ámbito de discusión que es paralelo a la esfera tradicional que usan
los políticos. Permiten hacer catarsis, pero también difundir una idea o
sentimiento en común. Fomentan actitudes de pensamiento, de acción. Así que los
memes también están orientados a la praxis. Los memes se difunden en las redes
sociales. Éstas son estructuras complejas de personas que comparten una
relación -al menos- en una plataforma de comunicación virtual con perfiles
públicos o semi-públicos. En otras palabras, los memes participan de la
promoción de actitudes, de opiniones sociales. Es más fácil hacer circular una
imagen sugiriendo un discurso político que redactar un posicionamiento político
y postearlo. También parece que influyen en la generación de movilizaciones
sociales. Desgraciadamente su efecto no es tan fácil de medir, ni parece ser
igual en todas las sociedades. Los memes son capacidad de enunciación, fuerza
política. Los memes son un patrimonio comunitario de la cultura digital.
Todo esto desmantela la tesis del imperialismo mediático, ya que un mismo
mensaje no es interpretado de la misma manera por las personas. La convergencia mediática no tiene el control absoluto
sobre cuatro formas de poder: el económico, el cultural, el político y el psicológico.
La relación entre dichos poderes es bastante compleja como para que uno
controle al resto. Ya lo decía con mucha claridad Emiliano Zapata: “el meme es
de quien lo trabaja”.
Conclusión
En un sentido profundo, toda producción o contenido cultural es un meme. Algunos son virtuales. Su estatus
ontológico no está en duda. Pertenecen al ámbito de lo real. Su estatus epistemológico ha sido cuestionado,
sin embargo, provocan una organización cognitiva en las mentes tanto en su
creación, como en su lectura. Generan significados dinámicos. Se mueven en la
intertextualidad. Su estatus estético pertenece al de lo kitsch, al de la representatio y del simulacro. Los
memes son productos virtuales lúdicos viralizados que se pueden mezclar también
con intenciones informativas y formativas. Son generados y afectados por
intereses artísticos, culturales, económicos
y de poder. Tienen una intencionalidad social de expresión, no de diálogo; aun
así, estando orientados a la mímesis y la praxis. Hay varios tipos de memes. El
fenómeno implica la actividad y la pasividad de los usuarios, la cooptación y
la resistencia. Se explica por la digitalización, por la convergencia
mediática. Transmite la cultura, pero también la reconfigura. Hay diversos agentes que participan del meme:
las compañías transnacionales, el fan, el interferidor cultural, el bloguero, el
troll, el usuario común. Los memes involucran a varias subculturas.
Políticamente generan un sentido de pertenencia, pueden estar al servicio de
instituciones, pero también pueden ser formas de resistencia.
La cultura participativa denota una pugna entre quienes controlan la
comunicación de forma corporativa y quienes desde la web participan de ella. Se
configuran límites: legales, técnicos, económicos, políticos que afectan en el
acceso libre a la participación cultural.
La propagabilidad puede reconfigurar los límites de las instituciones
políticas y culturales centrales.[35]
Para algunos la participación significativa sólo es una ilusión para vender
productos y servicios. “La web 2.0 representa una reorganización de las
relaciones entre creadores y público en el contexto de un mercado online
más maduro; así como un conjunto de enfoques que las empresas
adoptan con la intención de exprimir la creatividad masiva, el colectivismo y
la colaboración masiva o producción entre iguales”.[36]
El fenómeno de los memes, pues, no es un asunto banal, banal puede ser la
lectura que demos a su acontecer.
Bibliografía
Delia Rodríguez Memecracia. Los virales que nos gobiernan,
e-book, en www.tagusbooks.com.
Henry Jenkins, Piratas de textos. Fans, cultura
participativa y televisión, edit. Paidós, Madrid, 2010.
Henry Jenkins,
Sam Ford y Joshua Green, Cultura
Transmedia. La creación de contenido y valor en una cultura en red, edit.
Gedisa, Barcelona, 2015.
Jaron Rowan. Memes, e-book en www.kobo.com.
Roberto Diodato,
Estética de lo virtual, edit.
Universidad Iberoamericana, México, 2011.
[1]
Cfr. https://es.wikipedia.org/wiki/Meme_de_Internet#cite_note-jornada-1
(consultado el 13 de junio del 2016).
[4]
Ibídem.
[5] http://www.scielo.org.mx/scielo.php?pid=S0187-57952014000200005&script=sci_arttext
(consultado el 13 de mayo del 2016).
[6]
Ibídem.
[7] https://es.wikipedia.org/wiki/Meme_de_Internet#cite_note-jornada-1
(consultado el 13 de mayo del 2016).
[8]
Delia Rodríguez dice que este meme fue creado ahí en 1998. Pero, 4Chan es un
foro de interecambio de imágenes que fue creado por un chico de quince años: Christopher
Poole en el 2003 (su alias es Moot). Lo bautizó así haciendo mofa y referencia
a un canal japonés que era 2chan, también conocido como Futaba Channel.
[9]
Actualmente podemos hablar de los vídeos de la “la caída de Edgar”, “Hitler se
entera” o el “Harlem Shake”, imágenes virales como la de “ola k ase”, o memes
textuales como los trending topics de Twitter.
Hay ciertos géneros entre los memes, como los rage faces, que ponen
caras conocidas de personajes públicos en blanco y negro con frases, o los
memes de puras frases, como los de “Keep Calm and”. Hay personajes que se han
hecho icónicos de los memes, como el “grumpy cat”; “Sammy, el success kid”, etc. Incluso hay páginas web
generadoras de memes, para que los usuarios los puedan compartir echando mano
de muchas de estas imágenes prediseñadas o de nuevas. En la actualidad, el vídeo del casting de Susan Boyle ha sido tomado como ícono de los memes.
[10]
Los memes tienen como antecedente pre-digital a los álbumes de recortes de las
mujeres americanas del siglo XIX, quienes escudriñaban periódicos, revistas,
publicaciones periódicas para recortar y archivar contenidos interesantes. De
este fenómeno participó el periódico con la reedición de artículos interesantes
de otros diarios que eran de interés para los locales. Tales prácticas se aceleraron en el siglo XX
con la reproducción de las fotocopiadoras.
Otro antecedente pre-virtual del meme fue la imagen de “Kilroy was here” que nació como una pinta
que realizaban los soldados americanos en la Segunda Guerra Mundial por donde
quiera que fueran.
[11] Los
sonidos se contienen en archivos de audio, pueden abarcar desde relatos hasta
frases de películas. Las imágenes incluyen plantillas (instrucciones para hacer
algo), viñetas, rage guys, advice
animals e infografías. Los demás implican una gran gama de variantes.
[12] http://www.aaai.org/ocs/index.php/%20ICWSM/ICWSM11/paper/viewFile/2757/3304
(consultado el 13 de mayo del 2016).
[14]
Este término es utilizado por Delia Rodríguez en su libro.
[15]
Henry Jenkins, Piratas de textos. Fans,
cultura participativa y televisión, edit. Paidós, Madrid, 2010, p. 73. La
cultura mainstream también puede operar con o sin fans. Ahora bien, a los fans de los medios de
comunicación les gusta hacer una lectura extratextual de la vida de los
personajes, de los actores de la preproducción, producción y postproducción de
los relatos visuales. Toman como reales con una psicología propia, cuyas
inconsistencias narrativas pueden justificar. Así que hay un distanciamiento
del texto –en tanto actitud teórica-, pero también un acercamiento al texto con
una empatía emocional que reelabora los textos. Además la relectura es una
parte esencial del placer estético del fan. Esto lleva a la generación de guías
profesionales de lectura, de listados de textos, vídeos, etc. También se
convierten en creadores de mitos respecto a las historias oficiales. Los fans
se convierten en una fuerza educativa de la cultura popular que no goza de un
reconocimiento oficial.
[16]
Henry Jenkins, Sam Ford y Joshua Green, Cultura
Transmedia. La creación de contenido y valor en una cultura en red, edit.
Gedisa, Barcelona, 2015, p. 25.
[17] http://revistacmc.espm.br/index.php/revistacmc/article/view/677/pdf_51
(consultado el 13 de mayo del 2016).
[19]
Consecuentemente, “La <<propagabilidad>> se refiere a los recursos
técnicos que permiten la circulación más cómoda de cierto tipo de contenido en
vez de otro, las estructuras económicas que apoyan o limitan esa circulación,
los atributos de un texto mediático que podrían captar la atención de una
comunidad y las redes sociales que vinculan a las personas a través del intercambio
de bytes significativos” (Jenkins, Cultura Transmedia). Este concepto ha
corregido al término de marketing de
“pegajosidad”. Ésta se refiere a hacer irresistible la información
(empaquetada) en las circunstancias ideales.
La propagabilidad reconoce las conexiones sociales entre los individuos,
reconoce la producción de contenidos fácilmente transmisibles en formatos
sencillos, le da lugar a la inmediatez de su difusión en redes temporales y
localizadas, valora la experiencia diversificada, atiende a la participación de
final abierto, de los fans y de los espectadores
como intermediarios grassroots.
[20]
Lo que le da unidad a los tantos formatos del meme (imágenes, gifs, vídeos,
textos) es la virtualidad. Entonces, surge el sentido más específico del meme,
no es el de un fenómeno antropológico, ni el de
un fenómeno comunicativo virtual, sino su sentido cultural-digital.
Podemos decir que ciertos contenidos textuales, visuales y audiovisuales
compartidos y replicados exitosamente en
las redes sociales con un grado de humor son los memes de internet.
[21] Esto
podría reducirse a la categoría de lo kitsch.
[22]
Lo anterior no niega que los memes estén dotados de una carga epistémica y
actitudinal. Algunos de ellos tienen la pura intención de divertir, otros de
paso quieren, además, informar, criticar, generar una actitud. Algunos son una
ingeniosa publicidad de un producto, persona o servicio. Las empresas y los
políticos en campaña se pueden convertir en clientes de despachos que les hacen
publicidad en el internet. Sustituyen los carteles, los comerciales
televisivos, los panfletos por los memes.
[23]
Por cierto su cosmopolitismo pop, no solamente tiene elementos de la cultura
popular norteamericana, también tiene un toque asiático con la influencia de la
cultura popular india (desi) el anime japonés (otaku) y el k-pop. Es decir,
E.U.A. remezcla su cultura con al menos estas otras. Por otro lado, otras
culturas influenciadas por E.U.A. remezclan la cultura estadounidense con la
suya propia. Cabe mencionar que alguno de estos productos mainstream tienen
una gran calidad estética y producen una
experiencia de goce en el espectador. En
consecuencia, tal vez el vídeo artístico del Gangnam Style pueda ser
considerado como artístico en muchos de sus elementos dentro del género del
k-pop. Hay memes cuya naturaleza artística se puede discutir, otros que no la
tienen ni la pretenden. Lo mainstream peyorativamente se conceptualiza como
algo comercial, carente de innovación y de arte. Sin embargo, la comercialidad
no está peleada ni con el arte, ni con
la calidad, ni con la innovación.
[24]
Henry Jenkins, Fans, blogueros y
videojuegos. La cultura de la colaboración, edit. Paidós, Barcelona 2009,
p. 172.
[25]
Obviamente no todos los internautas son creadores de contenidos. Algunos son
pasivos, solamente receptivos. La participación no es homogénea respecto a
todo. Algunos creadores son pasivos en relación a unos temas pero no a otros.
Algunos creadores son más participativos que otros. El panorama es variado.
[26]
Por el otro lado, en Estados Unidos, se han publicado algunos libros con una
calidad editorial plausible que recopilan colecciones de memes de internet,
tales como: The book of fucking hilarious internet memes, Funny Animal Selfies,
etc. El meme se vuelve un valor cultural
que salta de la cultura digital a la material. Somos testigos de que los memes
están inscritos en una narrativa transmedia, es decir, en una serie de
historias contadas en múltiples medios y plataformas con el enriquecimiento de
más piezas textuales del relato por parte de los productores y los fans. Los memes
–no todos- son un eslabón en algunas de estas narrativas, tales como Star Trek,
Star Wars, Matrix, Walking Dead, etc.
[27]
Roberto Diodato, Estética de lo virtual,
edit. Universidad Iberoamericana, México, 2011.
[28]
Memes, avatares y cuantas otras formas de imágenes digitales podamos pensar
constituyen cuerpos virtuales.
[29]
En un sentido impropio los memes ocupan un espacio. Éste es virtual, es decir,
es un espacio comunicativo con una red
interconectada de canales de comunicación en la que hay agentes que
intercambian información mediante protocolos de intercambio. No es una
simulación del espacio físico, sino es un espacio activo de eventos. El tiempo
de los cuerpos virtuales es un tiempo que acaece a partir de que lo
experimentamos como evento. No es que tengan un tiempo eterno. Pero tenemos una
experiencia del paso del tiempo cuando los contemplamos.
[30] Consecuentemente,
para Diodato el objeto virtual es externo e interno a la vez.
[31] Por
algo la diputada del PRI de San Luis Potosí, Martha Orta Rodríguez (alias lady
Memes), propuso la pena de cuatro años de cárcel a quien difundiera imágenes
lesivas o humillantes por internet. http://www.etcetera.com.mx/articulo/%E2%80%9CMe+malinterpretaron%E2%80%9D,+afirma+diputada+que+propuso+prohibir+memes/45482
(consultado el 18 de mayo del 2016).
[32] Ahora
bien, en el punto en el que tiene razón es el de penalización del ciberacoso y
el sexting, pero el riesgo que esto representa para la censura de la libertad
es mayúsculo.
[33]
Otros grupos que participan de la producción de memes son los activistas sociales,
promotores del arte independiente, grupos religiosos, coleccionistas y público retro. Existen
también algunos grupos opositores radicales en la web. Ellos hacen disidencia
cibernética (jamming), tratan de
destruir el poder mediático echando mano de la piratería informática, la guerra
informativa, el terror y la guerrilla semiótica. Paradójicamente, estos
interferidores, pueden usar recursos que
podríamos considerar como memes (si su difusión se viraliza). También existe
otro grupo de la red que se apropia del discurso, pero de una manera menos
radical y confrontativa, sino más bien, lo hace bajo las formas estandarizadas
y rutinarias de la mediatización web. Este grupo es un eslabón intermediario,
facilitador de la transmisión cultural: los blogueros. El blogging es un
proceso de comunicación, algunos de ellos tendrán una postura ideológica
contracultural, pero no es el rol per sé del bloguero. Los blogueros generan
información, puntos de vista que pueden servir a intereses corporativos o no.
Su rol incrementa la diversidad de la cultura mediática. En su actuar pueden
ser también propagadores importantes de memes.
El bloguero y los fans, pueden ofrecer un modelo de acción política que
no se centre en la resistencia, sino en la colaboración.
[35]Henry
Jenkins, Sam Frd y Joshua Green, Cultura
Transmedia. La creación de contenido y valor en una cultura en red, edit. Gedisa,
Barcelona, 2015, p. 68.
[36]
Ibíd., p. 73.
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