¿Qué es un argumento?
Si bien no
siempre estamos argumentando, si bien no todas las actividades humanas son
argumentativas, si bien no toda inferencia se desprende de un argumento, de
cualquier forma argumentamos con mucha frecuencia en la vida cotidiana. Las
argumentaciones nos acompañan en las conversaciones, en las emisiones de los
medios de comunicación, en la publicidad, en los discursos políticos que
escuchamos y en las explicaciones científicas que se nos dan o estudiamos –si
es que nos dedicamos a una ciencia o disciplina que recurra a la
argumentación-.[1]
Aunque pareciera claro qué es un argumento, en realidad no es así.
Según la RAE, un argumento se
puede entender en el lenguaje cotidiano de diversas maneras, se puede
considerar que es una razón o razonamiento que se utiliza para probar juicio,
para convencer de lo que se afirma o niega. Pero también un argumento se
refiere a de hechos dentro de un relato literario o cinematográfico. También se
puede referir al resumen de dichos relatos.[2] Estas tres acepciones están ligadas entre sí.
Remiten al fenómeno discursivo. El argumento
tiene que ver con lo que se cuenta o con las razones para fundamentar lo
contado. Steve Allen dice que un argumento en un sentido amplio es el intento
de “persuadir a alguien de que te dé la razón y acepte una conclusión dada”.[3]
Según Huberto Marraud un argumento es
un discurso en el que su autor da razones para sustentar su opinión. Etimológicamente
argumento viene del latín argumentum, que significa prueba o indicio. Dicha palabra latina está compuesta por las
partículas: arguere, “sacar en claro” y mentum “medio de”. Un argumento es un
medio de sacar o dejar en claro algo. Argumentar
es una acción, tiene que ver con el dar una razón de algo a alguien para que
comprenda o se convenza de ese algo. La argumentación
es un derivado de la acción de argumentar. Ella es una interacción discursiva e
intencional, viva en una conversación o estática en un texto, que se produce entre
un emisor y un destinatario. Los argumentos, tales razones para convencer, son
unidades discursivas básicas dentro de la argumentación. Pero también pueden
ser entendidos como procedimientos cuyo grado de complejidad puede variar. Ahora bien, todo argumento ya es un acto de
habla, y puede ser comprendido, por más sencillo que sea como un complejo, un
grupo de estos actos, que supone un contexto lingüístico, epistemológico y
social. Al conjunto de argumentos que se
utilizan en función de un propósito, se le llama argumentario.
Tipos de argumentos
Los argumentos pueden ser simples o complejos, pueden ser lingüísticos o
visuales, si es que usan el lenguaje hablado o escrito o la imagen; pueden ser
formales o informales, si es que se realizan de manera esquemática y abstracta
o sí se llevan a cabo dentro de un ámbito narrativo o dialógico. Por su intención, los argumentos
pueden ser de tres tipos: teóricos, prácticos y valorativos. Los primeros
versan sobre hechos, los segundos llevan a recomendaciones u órdenes (de
acción), los terceros tratan de valoraciones (fundamentalmente de tipo ético:
es bueno o malo).
Estructura de los argumentos
Ahora bien, en el contexto del
texto escrito, los argumentos se reducen a proposiciones entrelazadas que
sirven para demostrar o fundamentar la validez de una de ellas. La proposición
demostrada funciona como una conclusión,
mientras que las proposiciones que sirven para demostrarla, operan como premisas. Las conexiones entre unas
premisas y otras, son los marcadores del
discurso o conectores que
vinculan semántica y pragmáticamente a las premisas. Estos son palabras o
frases que sirven para indicar conexiones lógicas entre los enunciados. En un
contexto textual, un argumento simple
lleva una premisa y una conclusión; pero sí es un argumento complejo, éste está compuesto de dos o más argumentos
simples. Estos argumentos simples operan como sub-argumentos que sirven de
fundamento para un supra-argumento.
La detección de un argumento está ligada a la disposición de los
enunciados, el uso de los signos de puntuación y a los conectores discursivos.
Las variantes del argumento son las deducciones, las inducciones,
abducciones, las analogías, etc. Su validez se juzga en función de la verdad de
las premisas, de la conclusión y la correcta hilación entre ellas. Ésta validez
también está ligada a una situación, los argumentos son medios
socio-lingüísticos para convencer de una tesis en un ámbito de debate. Éste
aspecto social está ligado a la polémica del reconocimiento de los criterios
adecuados para reconocer una justificación efectiva. Un argumento es una
invitación a hacer una inferencia, para ceder ante la fuerza de ésta. Inferir
implica un proceso psicológico de revisión de nuestras creencias,
intenciones o planes.[4]
Esta revisión se da al argumentar. Argumentar y razonar no son exactamente lo
mismo, pero están estrechamente ligados. Argumentar es usar argumentos. Los
argumentos expresan razonamientos. Podemos razonar un argumento antes, durante
o después de una argumentación. La razón puede emplear la argumentación para
lograr un fin, analizar un argumento, etc. La gran diferencia está en que
argumentar es un acto comunicativo, razonar no lo es. El acto mental es el
razonamiento, mientras que el argumento es su expresión.
Fuentes:
Guido Gómez de Silva, Breve
Diccionario Etimológico de la Lengua Española, 2ª ed., edit. FCE, México,
2009, entrada: argumento.
Huberto Marraud, ¿Es Logica? Análisis y evaluación de
argumentos, edit. Cátedra, Madrid, 2015.
Luis Vega Reñón
y Paula Olmos Gómez, Compendio de Lógica,
Argumentación y Retórica, 2ª ed., edit. Trotta, Madrid, 2013, entrada:
“argumento/argumentación”.
Steve Allen, Falacias Lógicas, edición Kindle.
[1]
Huberto Marraud, ¿Es Logica? Análisis y
evaluación de argumentos, edit. Cátedra, Madrid, 2015, p. 11.
[3]
Steve Allen, Falacias Lógicas, edición Kindle.
[4]
Ibíd., p. 12.
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