La soltería
La soltería es un
estilo de vida en el que una persona no mantiene ninguna relación conyugal. La
RAE la define como el estado de soltero.[1]
Se entiende por soltero aquel que no está casado, que está suelto, libre.[2]
Regularmente este estado es visto negativamente. El soltero está suelto, como
si debiese de estar atado; está libre, como si debiese ser atrapado. La
soltería se define en función del matrimonio, como si éste último fuese el
estado ideal del ser humano en sociedad. Por ende, la soltería es una ausencia,
una carencia, un defecto a los ojos de la semántica social. Y si el termino ya encierra un aire de
desprecio, se puede hacer una hipérbole de esto llamando “solterón” o “solterona”
a quien se encuentra en esta situación de “abandono”. La soltería femenina es
más mal vista que la masculina. En el hombre, se puede asociar con un hombre
que no desea establecer vínculos estables, pero con la mujer se asocia con una
falta de plenitud. Al soltero varón se le vuelve sospechoso de libertinaje u
homosexualidad; a la soltera mujer se le convierte en dejada, amargada o puta. Ambos géneros se relacionan con una
inestabilidad emocional, con una menor o escasa deseabilidad. Son considerados
como inmaduros, insociables, desagradables,
con baja autoestima. Sin embargo, no me parece que realmente sea así. Puede haber algunos casos que coincidan con
esos calificativos, pero no reflejan ni
cercanamente la esencia del asunto. Tampoco considero que la soltería sea un
estado superior al del matrimonio. Simplemente es una condición distinta a la
conyugal, con ventajas y desventajas.
La soltería puede ser voluntaria o accidental. Se puede célibe o tener una
vida sexual que vaya desde escasa hasta muy
activa. Se puede ser soltero cultivando el noviazgo o serlo en un estado de
soledad. Se puede ser divorciado, viudo o nunca haber tenido una relación
matrimonial. Se puede ser religioso o secular. Se puede tener hijos o carecer
de ellos. Se puede ser guapo o feo. Ser
rico o pobre. Se puede ser joven, maduro
o anciano. Sea como sea, la soltería está ahí. Desde hace mucho existe,
seguramente desde que el hombre vive en sociedad. Ahora bien, cuando se
inventaron los Estados, se inventaron para los particulares los estados
civiles. Se categorizó socialmente la soltería.
Muchos Estados llegaban a imponer el matrimonio como una deber cívico, o
bien, como una condición que brinda beneficios por encima de los no-casados. Sólo recientemente, a partir de los años
ochenta se ha empezado a tener un nuevo enfoque de la soltería en Europa, Japón
y Norteamérica. Seguramente esto tiene como antecedente la revolución feminista
de los años cincuenta y la revolución sexual de los años sesenta. Algunas
series televisivas reconocen de una manera más positiva la soltería, como Ally McBeal, Sex and the City o Bridget
Jones’ Diary.
Ciertamente los solteros se pueden dar una vida más holgada que los
casados en los países desarrollados, pero esto no se vuelve un dato
necesariamente tan bondadoso en los países en subdesarrollo. Por otro lado, estadísticamente,
los hombres solteros reciben menor sueldo y menos promociones que los hombres
casados de la misma edad, nivel de estudios y destrezas.[3]
Aunque, económicamente, en términos generales un soltero gasta más en sí que
los casados, por obvias razones. Esto no significa necesariamente que el
soltero sea más egoísta, ni más feliz –por carecer de responsabilidades
conyugales- o más infeliz por estar en soledad. Un estudio del 2009, de Morris y De Paulo
arroja el resultado de que no hay una diferencia de felicidad entre casados y no
casados.[4]
Podemos asumir que una persona depresiva, será depresiva si está casada o
permanece soltera. Estadísticamente los solteros son más allegados a sus
padres, amigos y vecinos que los casados; tienen una vida más holgada, tienen
más espacio en su residencia y dedican el más el tiempo en actividades
personales.[5] Esto
rompe con el mito del egoísmo, insociabilidad y falta de amor propio que los
solteros puedan tener de sí.
Para muchos solteros la soltería es una opción transitoria, es una
postergación de la vida matrimonial; para otros –en menor cantidad- es una decisión de vida motivada por distintas
razones, que pueden ir desde el desencanto de la pareja, en agendas hasta la
convicción en la laborales, personales o en una exacerbación de la libertad. Todas esas razones me parecen válidas por el
simple hecho de ser decididas. Un proyecto de vida, ni el trayecto de ésta o la
valía de una persona se debe de juzgar en función del matrimonio. La finalidad
de la existencia tampoco está en el casamiento. Es verdad, que el ser humano
está programado biológicamente para enamorarse, pero esto no significa que los
solteros no se enamoren, ni que no tengan o puedan establecer relaciones de
pareja.
La soltería es una condición y un derecho que no vuelve a quien se
encuentra en ella alguien inferior o superior, sino simplemente es un ser humano
en otras circunstancias. Lo malo de la soltería no está en su situación, sino
en la mirada juiciosa que la condena.
Fuentes:
Melissa García Meraz, Alejandra Salvador García y Rebeca Ma.
Elena Guzmán Saldaña, Actitudes hacia la
transformación de la vida en pareja: soltería, matrimonio y unión libre,
en: http://200.34.44.252/investigacion/productos/5264/garciameraz_articulo2012-2.pdf
(consultado el 11 de mayo del 2016).
María Antonieta Barragán Lomelí, Soltería: elección o circunstancia, edit. Norma, México, 2003.
[3] http://200.34.44.252/investigacion/productos/5264/garciameraz_articulo2012-2.pdf
(consultado el 11 de mayo del 2016).
[4] http://200.34.44.252/investigacion/productos/5264/garciameraz_articulo2012-2.pdf
(consultado el 11 de mayo del 2016).
[5] Ibídem.
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