La vida es una caja dentro de otra caja

 Supongamos que todo mundo tiene una caja que en su interior contiene algo llamado “escarabajo”, pero nadie puede mirar al interior de la caja del otro para saber si  contiene lo mismo.
Ludwig Wittgensitein.

Una de las lecciones más grandes que he tenido fue de parte de una alumna. Estaba haciendo guardia de un examen de matemáticas cuando ella estaba  enfrascada en la resolución de un problema. Tenía que calcular el área de que había entre una caja y otra de menor tamaño metida dentro de ella. Era un rectángulo dentro de otro. Si bien yo no recuerdo la geometría para resolverlo, la angustia de esta chica no sólo se debía a la “complejidad” de este cálculo, sino a la razón por la cual una caja estaba metida dentro de la otra. A eso le llamo vocación filosófica, en especial durante un examen de matemáticas.  ¿Quién rayos mete una caja dentro de otra y luego quiere calcular el área que hay libre entre ellas? Entendí perfectamente su angustia, ya que si no puedes indagar por qué razón alguien metió una caja en otra, no tiene sentido resolver el problema matemático.  Cuando me mudé de casa y metí la cama dentro de mi cuarto vacío no se me ocurrió calcular el área libre que había entre mi cama y las paredes. Seguro hubiera sido algo muy útil….
Muchos de los problemas matemáticos que resolví en la escuela, nunca los he necesitado para resolver algo en la vida. Tampoco los problemas matemáticos que sí he necesitado resolver, los he podido resolver ni en la escuela, ni en la vida.  En general, eso me ha pasado con todas las materias.
Pero volvamos al problema que planteaba la chica, que era uno hermenéutico antes que científico. Aunque todos sus compañeros decían que ignorara el sentido de aquello y se avocara a hacer el cálculo, ella dio con el clavo. Las cajas sirven para guardar. ¿Qué caso tiene guardar una cosa que sirve para guardar en otra cosa que también sirve para guardar? Es como si abriéramos una bolsa de papas  y dentro de ella hubiera otra bolsa, o que pidiéramos una taza  de café y dentro de ella hubiera otra taza.  Eso sólo tiene sentido dentro de una matrioshka y dentro de las mujeres embarazadas.  En las matrioshkas es divertido, pero en las embarazadas, no siempre.
Sin embargo, hay una gran sabiduría en esta imagen de la caja dentro de otra. ¿Acaso no es bastante absurdo y sin sentido?  Pues déjenme decirles que la vida es absurda y sin sentido.  Ella solo cobra relevancia cuando determinamos por qué hay una caja dentro de otra.  También es muy sabio reconocer el efecto de esta metáfora, porque la vida nos sorprende de la misma manera. Cuando abres una caja tienes muchas expectativas que pueden cumplirse o no. ¿Acaso no la vida frecuentemente nos da cosas que no esperamos? Recuerden la caja de Pandora. Si te dicen los dioses que no abras esta puta caja, ¿para qué vas a abrirla? Pues porque estás esperando algo distinto a lo que será.  Es como el matrimonio… Si te dice el profesor que calcules el área que hay entre una caja y otra, ¿para qué chingados preguntas por qué está metida una dentro de la otra?
Así pueden ser las relaciones humanas y la existencia. Somos curiosos,  hacemos lo contrario a lo que se nos pide. Nos cuestionamos qué hay dentro de la caja y encontramos otra maldita caja.   

Tú esperas que dentro de la caja esté la joya de la felicidad. Pero, dentro no hay  nada. Quizá por eso deberíamos aprender a filosofar como lo hacen los gatos, quienes sienten tanto regocijo con las cajas. Les gusta más la maldita caja que el contenido de ella, así sea un mueble para gatos de tres mil pesos comprado en Liverpool. El escarabajo no está en la caja, sino en la mente de quien la abre. Ser feliz con la caja es la clave, porque lo que llena la caja eres tú… y si son dos cajas, pues el doble de felicidad. 

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