La adopción en México


Tener hijos no lo convierte a uno en padre, del mismo modo en que tener un piano no lo vuelve pianista.
Michael Levine

¿Qué hace auténticamente padre a un padre? ¿La genética o la crianza? ¿La crianza, así a secas, o el amor? Lo ideal para la paternidad sería el trinomio de genética, crianza y amor. Pero no siempre es así. Se puede ser padre biológico, adoptivo o putativo  presentando o careciendo de algunas de estas dimensiones.  Finalmente, “padre” es aquel que, en cualquier condición, se gana ese título de parte del “hijo”. 
Hay padres que tienen hijos y no los quieren. Hay personas que no tienen hijos y los desean. ¿Acaso anhelar tener un hijo es un acto egoísta? Posiblemente. Pero más egoísta es tener un hijo sin cuidarlo.  Más egoísta es que haya tantos niños sin familia y el Estado no haga nada por brindarles una eficientemente. La adopción es la asunción de un lazo de parentesco entre el hijo de otro padre y una persona adulta que lo reconoce como suyo, con todos los derechos y obligaciones que implica. La legislación en torno a este tema cambia en cada país. Las posturas éticas respecto a él son también  muy variadas.
En México, para poder adoptar, se debe de cubrir con los siguientes requisitos: 1) Tener 25 o más años de edad y tener 17 años más que el adoptado, 2) mostrar de manera probada una buena conducta, 3) poseer recursos socioeconómicos suficientes, 4) gozar de buena salud, 5) el consentimiento del niño adoptado cuando éste es mayor de 12 años. La exigencia de estas condiciones explica el porqué la tasa de adopciones es baja en nuestro país. Va del 35% a menos, según la dependencia. 
Existen en México alrededor de 30 mil niños en albergues, casas-hogar y orfanatorios. En dos sexenios se ha realizado una guerra contra el narcotráfico que ha incrementado el número de huérfanos entre los hijos de los delincuentes, los militares, los policías y los daños colaterales. No todos ellos están cobijados por una dependencia. De acuerdo con la asociación civil Cristos de Michoacan, en 2014 la guerra contra el narcotráfico había dejado en esa entidad 4800 huérfanos, cuando solamente el DIF estatal tenía 414 niños dispuestos para ser adoptados. No existe un censo oficial nacional de los huérfanos que ha dejado esta lucha. Lo cierto es que muchos de estos niños que son víctimas de  dicho fenómeno, crecerán, se volverán victimarios y generarán más víctimas si esta dinámica continúa así. 
Mientras tanto en nuestra nación no se revisan las leyes y los procesos de adopción para hacerlos mejores; mientras tanto, los filósofos discutimos si es pertinente  que los niños sean adoptados por madres o padres solteros, por parejas del mundo de la diversidad sexual. Tampoco se controla del todo la calidad de los centros que albergan estos niños. Los huérfanos en México son invisibles.  Los padres adoptantes por lo regular quieren bebés o niños muy pequeños, pero el 70% de los huérfanos registrados oficialmente tiene entre 7 y 18 años de edad. Estos niños son discriminados por su edad.   El fenómeno es complejo y no está en la agenda de los candidatos presidenciales. Los niños huérfanos en México no tienen un futuro en las políticas públicas. Los días  treinta de abril mucha gente lleva juguetes y ropa a los huérfanos.  Eso es plausible, das alegría a estos niños, pero yo me pregunto si puede haber un mejor obsequio. ¿Qué mejor regalo podemos darles sino hacerlos visibles? ¿Qué mejor acción que no discriminarlos y pugnar porque se les brinden condiciones de reinserción social exitosa? ¿Qué mejor obsequio que darles una familia? ¿Qué mejor regalo que ofrecerles un futuro?


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