El error y la filosofía. Una reflexión filosófica de por qué nos equivocamos.


El error es un fenómeno que de antemano parece inevitable.  También parece fácilmente admisible que el error no es deseable, ni ideal, sin embargo, sucede.  Ahora bien, hay errores involuntarios, pero a veces se cometen voluntariamente, cuando generan un beneficio o disminuyen un perjuicio.  Los involuntarios pueden ser causados por distintas razones: ignorancia, confusiones, prejuicios, distracciones, etcétera.
 La palabra error tiene varios significados. Etimológicamente viene del latín error, que significa la acción de errar o vagar, es decir, la acción de apartarse del camino correcto.[1] Según la RAE tiene cinco acepciones: tres generales y dos específicas en el Derecho y las Matemáticas.  Veámoslas: 1) concepto equivocado o juicio falso, 2) acción desacertada o equivocada, 3) cosa hecha erradamente, 4) vicio por el consentimiento causado por equivocación de buena fe y 5) diferencia entre el valor medido o calculado y el real.[2] Sinónimos de error pueden ser: confusión, equivocación, errata, fallo, falta, mentira, disparate, falsedad, inexactitud, yerro, descuido.[3] Antónimos del error serían “acierto”, “precisión”. El error epistemológicamente está en contraposición con la verdad (sería una discrepancia con la realidad, una falsa concepción), éticamente se contrapone con la noción de bien, metodológicamente se contrapone con la corrección o la precisión, teológicamente se asocia con el pecado, la heterodoxia y la herejía.  
El error se da en la vida cotidiana y en las actividades especializadas. Es común equivocarse. Se suele hablar de errores conceptuales, de escritura, de apreciación, humanos, judiciales, comunes, experimentales, de medición, de aproximación, de programación, etcétera.[4]
Los errores pertenecen al mundo del hombre, pero también pueden estar asociados a los animales (ellos se pueden equivocar también), a las máquinas (que sin voluntad generan errores respecto a las expectativas humanas), y hasta seres divinos (hay dioses que se equivocan en algunas mitologías, como Epimeteo y el propio Prometeo).  En la concepción cristiana Dios no se equivoca. Sería el único ser inteligente capaz de no equivocarse, la única excepción. Hasta los ángeles se equivocan, como le sucedió a Luzbel.
Psicológicamente hablando, el error se puede producir de manera inconsciente por un acto fallido que revela una intención subjetiva oculta en la persona que permanece así si ésta no es analizada. Aunque también existe una posición contraria a la psicoanalítica, que sería la cognitivo conductual, la cual ve el error no como producto del inconsciente, sino de la conciencia y sus creencias irracionales. Sea como sea, el error del comportamiento es opaco para la persona que incurre en éste.
El error se puede aceptar o se puede negar. Si es captado por el sujeto cognoscente, la aceptación requiere humildad, la negación supone orgullo y necedad. Gottlob Frege es un gran ejemplo de sinceridad intelectual. Trató de deducir toda la matemática a partir de la lógica. Pero la teoría de conjuntos que postulaba encerraba una paradoja que mostraba que hay conjuntos que, si bien contienen a cosas que no son el conjunto mismo, también puede haber el caso en el que los conjuntos se contengan a sí mismos.  Todo depende de cómo se definan. Así pues, creó la idea de un emirato en el cual se orden que los barberos afeiten a las personas que no puedan afeitarse. En un pueblo de ese emirato existe un solo barbero: él se puede afeitar y por lo tanto no debería afeitarse, pero si no es afeitado, requiere de otro barbero que lo afeite y él es el único que puede. Surge una paradoja que minó todas las bases teóricas del proyecto de Frege. Él aceptó su error, a pesar de que la obra intelectual de toda su vida se echara atrás, quedando obsoleta. Un caso menos extremo es el del filósofo Mauricio Beuchot que aprovecha los errores que se señalan a sus construcciones teóricas para corregirlos y mejorar su propuesta. Un error puede conducir a un acierto o a un descubrimiento. El continente americano así fue hallado. Cabe decir que también hay errores que en cierta época son tales, pero que en otra, las comunidades epistémicas se percatan que en realidad son lo contrario: verdades. Pensemos tan solo en el caso de la redondez de la Tierra. El error es una forma de relación con la realidad que supone el conocimiento, no la carencia absoluta de éste.  Es un conocimiento aparentemente verdadero, pero falso. El error es pues una producción tanto de la inteligencia como la de voluntad que quiere conocer. El principio metafísico del error sería la libertad. La percepción solamente percibe, es la voluntad la que genera el error.[5] Cuando se capta el espejismo de un oasis en el desierto, éste se debe a la interpretación de la voluntad sobre lo percibido. Aunque una percepción nos puede engañar,  como sucede con el fenómeno de la refracción de la luz que puede crear la ilusión de un objeto roto, como le sucede a una pipeta sumergida en un matraz que contiene agua hasta la mitad del recipiente, el engaño no puede ser corregido desde la percepción, sino es reconocido como falso por la reflexión del entendimiento.  Eso muestra, paradójicamente, que el patrón del conocimiento está dado por la realidad y no por la voluntad. El error muestra, además, su contradicción con el resto de nuestros conocimientos.[6]  E incluso se puede tener errores con verdades si se usa criterios inadecuados para interpretarlas.[7]
El error,  es producido por la razón, pero al tener participación de la voluntad, se da tanto en el conocimiento, como en nuestras acciones.
En un sentido moral un error cuando es captado por el sujeto moral puede generar culpa, remordimiento si él lo cometió, o enojo y rencor si fue víctima de un acto.  El error trata de ser resarcido con una disculpa o un acto que redima el error. Si implica una falta administrativa o delito, pues recibe una sanción jurídica  (si se realiza el debido proceso). Si el error moral es doloso estamos frente a una mentira, un engaño.  San Agustín creyó que el error moral consiste en tener por supremo lo que de suyo es ínfimo, alejándose del orden establecido y de la jerarquía de valores que implica.[8] Si prescindimos de su supuesto teológico, la tesis de Agustín puede operar de manera secular.
Hay gente que es necia frente al error, y hay quienes se equivocan más que otros.  En general los seres humanos tememos al error porque puede generar la burla o el rechazo, pero hay gente que es menos temerosa de equivocarse. No todos tenemos las mismas reacciones frente a este fenómeno.
Pero, el error ¿tiene algo positivo? Sí. Puede generar aprendizaje. Un escritor francés Joseph Joubert dijo en un aforismo: “Uno de los saberes más útiles es saber que nos hemos equivocado; uno de los descubrimientos más delicados, descubrir un error: hermosa alabanza y hermosa cualidad”. Sin embargo, no todos los errores son encantadores. Hay errores que pueden ser neutros en relación con el beneficio o perjuicio que pueden ocasionar, pero hay unos que sólo pueden generar un perjuicio nada agradable  a muchos o solamente a quienes los cometen. El error de un piloto de una aeronave puede generar una corrección en la normatividad de la aviación, volviéndola más segura a costa de la propia vida de éste y sus tripulantes. No es añorable. Incluso, hay errores, que, sin ser tan catastróficos, generan un perjuicio que, si se pudiera evitar sería mejor.  Los únicos errores deseables son aquellos que le generan beneficio sin perjuicio al que los realiza. E incluso en ese caso, podrían ser indeseables para una sociedad si afectan a otros, como sucede con los fraudes. Ahora bien, cabe la posibilidad de algún error que beneficie a toda una comunidad y al que lo comete. Esos errores son los menos comunes, pero suceden. El descubrimiento de la penicilina entró en tal rubro. La muestra contaminada accidentalmente de Alexander von Fleming derivó en uno de las mayores aportaciones para la humanidad. En contraparte puede haber errores que afecten tanto a quien los comete, como al resto de una comunidad. Traigamos a colación el accidente de la planta nuclear de Chernobil. Cuando se probó la bomba atómica, por primera vez, había la posibilidad de que quemara  indeseadamente toda la atmósfera terrestre si fallaba la previsión de los científicos. En fin, un error, aunque generalmente no es deseable, produce un efecto del cual hay que tomar responsabilidad.
Clásicamente la tradición metafísica excluye al error del orden del mundo. Desde Zenón de Elea  solamente puede hablarse del ser. Del no ser no se puede decir nada y por lo tanto no corresponde al mundo del ser. Eso remite al error como un asunto lógico del juicio y nada más, como sucedió en Aristóteles. Esto tuvo continuidad con los escolásticos, quienes en el error encontraron algo contrario a la verdad que generaba decepción, desilusión y que psicológicamente causaba la ignorancia. Sin embargo, el físico mexicano Gerardo Herrera Corral le da un matiz ontológico al error. No sólo es positivo para el aprendizaje, sino que es inherente a la vida humana y a su propia estructura: 
              Los errores no son sólo parte de nuestras vidas, están también en el material biológico que nos forma porque la vida misma es el resultado de una multiplicidad de equivocaciones.  Los seres vivos llegamos a ser lo que somos por el cambio continuo de la estructura genómica. Las mutaciones se dieron de manera espontánea, probablemente como fluctuaciones termodinámicas en lo más profundo de las células. El código grabado en nuestros genes se equivocó una y otra vez para que, al fin, una de las múltiples configuraciones acabara prevaleciendo. En otras palabras, los seres humanos somos producto del error y del azar.[9]

Pareciera que el error tiene una función de regulación en la naturaleza. Tal vez suponer que una mutación es un error ya es antropomorfizar a un mecanismo que de suyo es irracional. De lo contrario, se  daría por sentada una estructura racional en el cosmos que acierta y se equivoca. Si hay tal, hay  entonces un “dios filosófico” que es falible o cuyos aciertos le parecen errores a los seres humanos. O bien, no hay Dios ni para bien ni para mal. El error es un fenómeno humano y no necesariamente un acontecimiento metafísico.  Aunque, por otro lado, si el hombre no puede evitar equivocarse, ontológicamente el error está en su naturaleza, es parte de su estructura, si no como un proceso genético, sí como un límite y resultado de su naturaleza. Entonces el error o corresponde al mundo del no ser, o remite a un mundo posible que la razón se niega a aceptar o muestra una existencia inacabada.[10]
Tan es así que para el filósofo Rodrigo Munguía el error tiene una función psicológica y social en el hombre que no siempre es negativa.[11] Los seres humanos requerimos y echamos mano de la mentira y el autoengaño para relacionarnos en la sociedad. Nos mentimos con el lenguaje, la ropa, la cosmética y otros componentes de la cultura. Nos mentimos para aceptarnos, para no herirnos, para crear belleza, para generar simpatías o menguar antipatías. Nos equivocamos parar ser y no ser. Efectivamente el error parece algo de antemano inevitable.
Según el filósofo teutón Walter Brugger sólo en los contextos lúdicos o jocosos el error no tiene cabida. Tampoco tendría cabida en un contexto en el que el conocimiento fuera imposible o en el que nunca exista la falsedad.

Bibliografía


https://es.wikipedia.org/wiki/Error (consultado el 21 de mayo del 2018).
https://www.youtube.com/watch?v=wMiMzq-DG1o (consultado el 21 de mayo de 2018).
José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía, tomo II, edit. Ariel, Barcelona 2001, entrada: error.
Walter Brugger y Harald Schöndorf, Diccionario de Filosofía, edit. Herder, 2ª edición, España, 2014, entrada: error.
Nicola Abbagnano, Diccionario de Filosofía, edit. FCE, México, 4ª ed., México, 2012, entrada: error.
Gerardo Herrera Corrral, El azaroso arte del engaño. Historias del mundo de la causalidad y la estadística,Taurus, México, 2018, p. 18.



[1] Guido Gómez de  Silva, Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Española, edit. FCE, 2ª ed., México,  2009, entrada: “error”.
[2] http://dle.rae.es/?id=G47B9qL  (consultado el 21 de mayo del 2018).
[3] http://www.wordreference.com/sinonimos/ERROR (consultado el 21 de mayo del 2018).
[4] https://es.wikipedia.org/wiki/Error (consultado el 21 de mayo del 2018).
[5] José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía, tomo II, edit. Ariel, Barcelona 2001, p. 1048-1051.
[6] Walter Brugger y Harald Schöndorf, Diccionario de Filosofía, edit. Herder, 2ª edición, España, 2014, entrada: error.
[7] Nicola Abbagnano, Diccionario de Filosofía, edit. FCE, México, 4ª ed., México, 2012, entrada: error.
[8] Ibídem.
[9]  Gerardo Herrera Corrral, El azaroso arte del engaño. Historias del mundo de la causalidad y la estadística,Taurus, México, 2018, p. 18.
[10] José Ferrater Mora, Op. Cit., entrada: error.
[11] https://www.youtube.com/watch?v=wMiMzq-DG1o (consultado el 21 de mayo de 2018).

Comentarios

  1. Qué maravilloso texto! Usaré algunas citas para una reseña que estoy haciendo, citándolo a usted y las respectivas fuentes. Muchas gracias!

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