Vitriolo
Cruzando los umbrales de la
geografía se extienden las enormes planicies de la Tierra Imaginación. Las graciosas aguas del Río de
la Risa bordean las llanuras donde
fascinantes plantas crecen: árboles con hojas de pastel, palmeras enanas,
cactus sin espinas repletos de bananas, flores parlanchinas... Adentrándote otro
tanto, el espectáculo es aún mayor.
Hallarás animales sorprendentes: perros maulladores, jirafas enfermas de vértigo, leones
vegetarianos, burros intelectuales dialogando con búhos de ojos rasgados.
Internándote todavía más, encontrarás las altas montañas de la Sierra
Divertida. En ellas está Juguetilandia. Pirámides, castillos, edificios de unicel, modernas avenidas, puentes colgantes, trenes,
estrechas calles empedradas, babilónicos jardines, carros voladores, vehículos
espaciales, entre miles de maravillas conforman el paisaje urbano de este país
cuyo gobierno está a cargo de un viejo dragón volador llamado Toor-ito. Su
población la constituye una inabarcable cantidad de seres: personajes de cuentos, cómics, dibujos animados, muñecos de
peluche, plástico, madera, carritos a escala, aspiradoras, astronautas,
obreros, indios, vaqueros, gladiadores, cocinas integrales, soldados,
androides, mutantes, extraterrestres, etc.
Personajes como Yoda o la cuarentona de Barbie radican aquí y en las
hojas del directorio telefónico juguetilandés podrás leer una interminable
lista de entelequias populares y desconocidas agrupadas por nombres, categorías
y gremios. Por ejemplo, si deseas hacer una cita con
Superman, puedes buscarlo de tres
maneras: 1) individualmente, como “KENT, Clark”; 2) en el apartado de
“Superhéroes”, como “Supermán”; o 3) en
la sección de “Asociaciones” bajo la rúbrica del Salón de la Justicia. En cambio, si deseas evitar el directorio
y te urge localizarlo con seguridad,
puedes visitar a Chismosín, comunicativo teléfono Fischer Price que conoce
exactamente los hábitos y pasatiempos de cada individuo.
En Juguetilandia viven las ficciones tuyas, de
tus amigos, hermanos, abuelos, padres e incluso las de tus futuros hijos. Sin
importar las diferencias, absolutamente todo es carcajadas, juegos y alegría; hasta la escuela y el trabajo son
entretenidos.
Sin
embargo, y a pesar de tanta perfección, en el paraíso de los sueños una
criaturita jamás fue feliz: Vitriolo, el
hombre de cristal. A él casi nunca se le veía. Generalmente estaba encerrado en
su laboratorio en el Palacio de Silicio, donde experimentaba e investigaba las
veinticuatro horas.
Vitriolo
era particularmente distinto. No comía, no dormía, ni envejecía o usaba ropa.
Era pequeñito, como un pitufo; estaba hecho de un finísimo cristal tornasolado,
el más delgado desde que los fenicios inventaron dicho material. Su
constitución era tan frágil que lo limitaba en exceso. Cuando respiraba era
taimado. La única vez que estornudó, casi se le desprendió la nariz. Caminaba
con sumo cuidado para no romperse. Parpadeaba con delicadeza y lentitud porque sus ojos eran
pavorosamente endebles. No lloraba, porque la sal de las lágrimas era capaz de
rasgar su translúcida piel. Al saludarlo, las visitas debían evitar darle la
mano. De lo contrario, ambos se arriesgaban a cortarse. Como es previsible, Vitriolo era intocable;
cualquier contacto lo ponía en peligro. Al hablar con él, uno debía de hacerlo
quedito: las vibraciones del sonido siempre amenazaban con quebrarlo. Las voces
agudas le resultaban intolerables. Lo hacían vibrar demasiado y lo mareaban. Un
grito definitivamente lo hubiera fragmentado. Para él prácticamente era imposible realizar
cualquier movimiento. En consecuencia, sus escasas actividades absorbían la
mayor parte del tiempo y demandaban de él la mayor cantidad de precauciones.
Solamente un santo hubiera tenido la suficiente paciencia para aguantar ese
testudínido ritmo de vida. Nuestro cristalino espécimen exclusivamente contaba
con la amistad de Fisgoncito, microscopio Mi Alegría que le ayuda en los
quehaceres científicos...
“Recientemente”, Vitriolo desapareció sin
dejar nota o esquirla alguna. Fisgoncito desconoce su paradero desde entonces,
cuando se durmió a altas horas de la noche, mientras su amo se embebía en la
lectura de libros antiguos en su escritorio. A la mañana, siguiente, a la hora
en que el aparato de aumento despertó, su dueño simplemente se había esfumado.
La bitácora no registraba la razón de su ausencia. Contenía, como de costumbre,
fórmulas y complicadas reflexiones. Las últimas notas precisamente aludían a
una teoría sobre la transmutación de la materia por medio de la manipulación de
la armonía de los números escrita por un tal Filolao de Crotona. Por desgracia,
Fisgoncito, a falta de pies, lo único que pudo hacer fue aguardar.
Por fin, un
día el cartero llegó al Palacio de
Silicio. Al tocar la campana de la cancela, el servidor público oyó los gritos
de auxilio de Fisgoncito –el cual, por cierto, estaba al borde del shock-
y reportó los hechos al oficial
Matute, quien, interrogó a la supuesta víctima, se enteró de la desaparición y,
a su vez, informó a las autoridades superiores. Nadie antes había desaparecido
en Juguetilandia. Inmediatamente los mejores detectives de la policía llegaron
al castillo. Sherlock Holmes, el Elefagente, los inspectores Ardilla y Trukini
se abocaron a la infructuosa caza de pistas. Al otro día, acudieron a apoyarlos
Macguiver, Scooby Doo, 007 del servicio secreto británico y los agentes
Molder y Scully del FBI. Pero los
resultados fueron los mismos.
El primer
ministro Toor-ito convocó a efectuar una cruzada nacional para esclarecer el
misterio. Encontrar a Vitriolo era prioridad nacional. La respuesta fue
insuperable. El hombre de acero con su capa roja y la Mujer Maravilla en su jet
invisible se lanzaron a la búsqueda por aire. Por tierra el batimovil recorría
cada calle y el Hombre Araña cada construcción. Por mar, Odiseo, Aquaman Mandibulín y el capitán Nemo hicieron su
parte. Fuera de la atmósfera Flash Gordon, Luke Skywalker, Voltron, el Fantasma
del Espacio y los Caballeros del Zodiaco capitanearon varias expediciones intergalácticas
para rescatar al desaparecido. Ubicaron un centro de mando espacial en el
“Enterpraise”, nave que albergó a las formidables mentes de Jaime Maussán y el
Señor Spock tratando de resolver el enigma. Incluso, en increíble alianza, el
profesor A.G. Memelovski y el Ecoloco, participaron en la campaña. Mediante el
Exprimidor de Libros y el Mugremovil exploraron los rincones del tiempo (desde
luego, auxiliados por Pistachón, Mafafa, Patas Verdes, Mimoso Ratón y Coquito).
En la selva Chanoc y Tarzán desplegaron sus talentos. En la tundra Chili-Willy
y en el bosque el Pájaro Loco se empeñaron en dar con el paradero de su
connacional.
Los
esfuerzos fueron inauditos. Sin embargo su compatriota siguió en el extravío.
Se cumplió un mes de estériles recorridos. En un acto desesperado,
Toor-ito ordenó a Peter Pan a que
llevara ante su presencia al tío Gamboín, quien expeditamente fue nombrado
fiscal especial a cargo del caso “Vitriolo”.
La experiencia del tío de todos los niños en psicología de los juguetes
y su agudeza mental arrojaron en unos cuantos minutos los frutos que treinta
veladas no cosecharon. En el sótano del Palacio de Silicio, Gamboín identificó un librero falso de
celofán blindado. Pese a los arduos intentos
del arqueólogo Indiana Jones y Dédalo, el ingeniero cretense, el modo de
operación del artefacto no fue descifrado. Consecuentemente, el Ministerio
Público de Juguetilandia recurrió a las fuerzas combinadas de Hulk y el guapo
Ben para derrumbarlo. Después de la exitosa demolición, ingresó un comité de
peritos con el “tío”.
En la
intensa oscuridad tímidamente brillaba una lágrima cristalizada. El equipo se
disponía a encender sus lámparas de luciérnagas –donadas por Pedro Picapiedra-,
pero al instante, la luz se prendió gracias a un fortuito resbalón del Chapulín
Colorado. El accidente permitió descubrir el recubrimiento de corcho de las
paredes y techo del cuarto, así como un diminuto robot, un triángulo y una
partitura con señalamientos en griego antiguo tirados en el piso.
Una comisión
especial estudió los hallazgos al detalle. El análisis pericial de tales
objetos reveló poco. Las pruebas espectroscópicas mostraron que el pedazo de
llanto pertenece a Vitriolo. El robot obviamente era invención suya. No
obstante, la memoria estaba borrada y sus circuitos quemados. Por lo tanto,
lejos de proporcionar respuestas, planteó más preguntas. El triángulo (en
buenas condiciones) era nuevo; fue extraído de las bodegas de la Compañía
Sinfónica del Chiste dirigida por Laslo Losla. La partitura es auténtica y antiquísima. Data del siglo sexto o quinto
a.C. Su autoría es anónima.
Solamente
la bitácora dio sentido a la surrealista colección de objetos recuperados en el
sótano. Se cree que Vitriolo, controlando de alguna manera el robot, intentó
manipular la armonía musical con la intención transformar su estructura
corporal. No sabemos que pasó. Quizás se
destruyó, partiéndose su cuerpo en millones de microscópicas piezas o
simplemente se trasladó en el espacio-tiempo sin sufrir cambio alguno en su
composición atómica. Posiblemente lo logró, convirtiéndose en quien sabe qué...
La policía,
los voluntarios lo han dejado de buscar. Contradictoriamente varios testigos en
diversos puntos y fechas aseguran haberlo visto. Se rumora que Bart Simpson es el causante de
tantas versiones. A ciencia cierta, no
sabemos nada. Tal vez Vitriolo ha dejado
de existir. O, tal vez, ahora ya puede jugar, correr, estornudar, llorar,
soñar...
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