Dentro de mí. Oda a mi colon.
Te tengo tan dentro de mí
que sin duda puedo decir
que somos cómplices de una
macabra simbiosis:
vives en mí y yo vivo por tí,
me nutro de tí, existes por mí.
Mi carne es la celda de la que jamás
escapas,
a pesar de que tus fauces lleven
el sello de la desaparición.
Naciste para destruir, todo lo degradas…
Sin embargo, a mí no me matas,
tus besos, son suaves movimientos
que acarician mi vientre,
me sacias.
Y yo te alimento con lo que llevo
por dentro,
lo peor de mí, los más viles
desechos.
Pero tú, con abnegación, de mi
podredumbre sacas lo mejor,
hidratas mi ser, vitaminas mi esencia,
le das fuerza a mi sangre con
ácido fólico y vitamina K.
Tu ácida naturaleza no me corroe,
tu flora depredadadora no me
consume.
Me amas.
Y yo te golpeo con el más
decadente quimo,
araño tus paredes ascendentes,
descendentes, transversas y sigmoidales
estrellando en ti mañana,
tarde y noche, día tras día pozole, quesadillas,
condimentos, salsas picantes y una dosis estúpida de carbohidratos ¡hasta
que pidas clemencia!
Entonces, te harto. Te rebelas.
Golpeas mi abdomen con violentos
espasmos,
liberas absurdas cantidades de
metano,
que a los verdugos de Auschwitz
hubieran hecho sonrojar.
Te creces y me gritas que “¡voy a estallar!”.
En esos momentos doblegas mi cruento sadismo.
La víctima, victimario se ha vuelto ya.
Yo en paloma me he tornado, tú en un gavilán.
Suplico tu gentil y noble perdón.
Apelo a tu amor y bondad hacia
mí.
Te mimo, te cuido.
Obsequio a tus mucosas agua y
fibras,
te cobijo con miligramos coquetos
de ranitidina,
le brindo a tus 160 centímetros el
cariño que sólo la trimebutina sabe brindar.
Pasadas varias semanas, me
perdonas.
De nuevo me amas. Te amo. Nos
amamos.
Te quiero y vuelvo a golpear.
Qué macabra es nuestra simbiosis,
tanto, que a veces pienso que
nuestra relación es humana y personal.
Esto es ARTE
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo.
Eliminar