El 68 mexicano: la voz de los filósofos.
Si, como afirma
Cioran, cada siglo tiene su Edad Media, el 68 es uno de los momentos medievales
de la Era del PRI.
Carlos Monsivais.
Mucho se ha escrito
sobre el 68 mexicano. Pero no he encontrado un texto que se centre en la intervención de los filósofos en este
período. La voz de éstos, en este episodio histórico, ha sido ignorada, a pesar
de que tuvo una presencia de primer plano.
Claro que hay anécdotas registradas y algunos ensayos sobre tal o cual
filósofo. Pero no hay una visión de conjunto que de lo que los filósofos han
dicho, dijeron e hicieron, e incluso, de cómo los diversos actores históricos
de aquel momento abrazaron a la filosofía en el 68. De esto trata el presente
ensayo.
Delimitando al 68
El 2 de octubre de
1968 fue un evento que se constituyó en un parteaguas en el imaginario del
México Contemporáneo. El movimiento
estudiantil mexicano, surgió repentinamente,
a partir de un conflicto mal resuelto por el gobierno de la ciudad de
México en la Ciudadela entre los granaderos
y estudiantes de la preparatoria particular Isaac Ochotorena, la prepa 2 de la UNAM, y de las vocacionales número 2 y 5 que sucedió
el 23 de julio de 1968.[1] El Gobierno subió de nivel la represión y los
estudiantes elevaron la proporción de sus protestas. Ciertamente la indignación
ante el autoritarismo del Estado fue la primera causa de este fenómeno. Más a
ésta razón, se fueron añadiendo otras como la demanda de la desaparición del cuerpo de granaderos, la destitución de
los jefes policiacos de la capital, la exigencia de libertad a los presos
políticos, la disolución del artículo 145
del Código Penal que desde la Segunda Guerra Mundial tipificaba el
delito de disolución social, la
exigencia del respeto a la autonomía universitaria, las aspiraciones democráticas o comunistas de grupos de estudiantes de izquierda
y hasta de miembros del Partido Comunista Mexicano, la Juventud Comunista de
México y el Centro Nacional de
Estudiantes Democráticos.[2] El movimiento del 68 no sólo fue un movimiento
exclusivo en el Distrito Federal, tuvo ecos de solidaridad con huelgas y o marchas de las Universidades
de Sinaloa, Tabasco, Baja California, el
Tecnológico de Veracruz y las 29 normales rurales de la Federación Nacional de
Estudiantes Campesinos Socialistas de México, los estudiantes de la
preparatoria Venustiano Carranza de Torreón y agrupaciones estudiantiles de
Durango y Michoacán.[3]
Si hacemos un esquema
espacial, podemos decir que fue un movimiento que surgió en el Centro de la República extendiéndose con reverberaciones de variada intensidad hacia la Provincia.[4] Si
hacemos un esquema cronológico, tenemos
un movimiento que inició el 23 de julio
con una pelea estudiantil reprimida, la cual generó una indignación creciente con grado igual de censura, cuyo momento más álgido fue la matanza estudiantil del 2 de octubre; pero
que no se acabó ese día, sino que continuó con débiles protestas, hasta la disolución del Comité Nacional de
Huelga el 6 de diciembre del mismo año.[5] Alrededor de cuatro meses de confrontación.
Ideológicamente, fue una movilización compleja que reunió y
contrapuso a varias simientes de procedencias distintas, como el simple hartazgo
social, las propuestas comunistas, los logros del activismo de la no-violencia
de Martin Luther King, el conservadurismo de ciertos grupos pseudo-católicos, la
doctrina Monroe , la paranoia de la Guerra Fría, la ideología monopartidista
postrevolucionaria, los intereses del
olimpismo internacional y la influencia de los otros movimientos surgidos
en E.U.A, Francia, Alemania, Checoslovaquia y Yugoslavia, que solamente se
parecían entre sí, por estar compuestos de una fuerza juvenil que se
rebelaba contra el statu quo, enarbolando como emblema de su rebeldía al Che
Guevara, quien acababa de morir
asesinado en Bolivia en 1967.[6]
Jorge Volpi menciona
que había una inconformidad con el sistema mundial en los años sesenta, que sus
causas son atribuidos a una multitud de factores: la abundancia económica de la
posguerra, el creciente interés por la espiritualidad, la deshumanización
tecnológica, la expansión de los
sistemas universitarios, la influencia de estrellas pop, como los Beatles, la
brecha entre padres e hijos, la oposición a la guerra de Vietnam y pensadores
como Herbert Marcuse.[7]
Desde de una
perspectiva de la Filosofía Política,
específicamente la de Norberto Bobbio, el 68 mostró otra forma de ejercer el
poder. Fue una ruptura entre las reglas, actores y comportamientos dentro de
una democracia. Hizo surgir nuevos actores políticos constituidos por
grupúsculos, en vez de partidos políticos; creó nuevas formas de hacer política
mediante las asambleas, manifestaciones,
mítines, ocupaciones de lugares públicos,
interrupción de clases y reuniones académicas [8] Expresó otra manera de entender la
representación de la voluntad general. En la representación de los poderes
estatales, el representante es alguien a quien se le delega el poder, que representa
los intereses generales y no particulares, y por ende, no sigue un principio de mando imperativo.[9] En
cambio,
Las
luchas estudiantiles hicieron volar por los aires sus propios organismos
representativos porque los representantes eran fiduciarios y no delegados, e
impusieron mediante asambleas el principio del mandato imperativo. Al mismo
tiempo quedaba claro que se trataba de una representación orgánica, es decir,
de intereses particulares. Se trata de la representación en la que el
representante debe pertenecer al mismo oficio del representado.[10]
Se
ejercitaron tácitamente los principios de la democracia directa y de revocación
de mandato.[11]
Según Bobbio, el modelo republicano de Rousseau era el más cercano al que
tenían más o menos en mente los protestantes del 68, salvo los adscritos a
causas marxistas-leninistas y viejos estalinistas.[12] Para
Giovanni Sartori ese concepto de democracia era nocivo para América Latina, no
permitía construir democracias representativas, tenía que ser superado, pues no
llevaba a nada.[13]
El PRI, no era una dictadura, sino un partido hegemónico que tenía que
transitar a un sistema electoral pluralista.[14]
Luis
Villoro sostuvo una posición intermedia
entre Bobbio y Sartori. Vio en el 68 un movimiento de democracia directa oportuno, pero que decayó
debido a su naturaleza espontánea que conllevaba desorganización, ineficacia
ejecutiva, falta de una dirección coherente y continua.[15]
No obstante, Villoro creía que había sido un movimiento refrescante de
entusiasmo libertario, que bogó por un cambio en la moral social, por reformas políticas, por el cumplimiento real de la Constitución,
un movimiento que coincidió con la indignación de las clases medias ante la
corrupción y las mentiras, pero que se topó con el realismo político. Este
pensador mexicano calificó como revolucionario a dicho movimiento, pero
solamente en el sentido de irrupción en una sociedad estática y enajenada.
También creyó que la cultura mexicana había
cambiado con ese evento sin poderlo expresar en una fórmula.[16]
Por su
cuenta, Adolfo Sánchez Vázquez comentó que en aquella época el movimiento del
68 mexicano se adjetivó como revolucionario, reformista, democrático,
estudiantil y popular. Pues bien, Sánchez
Vázquez denunció que, como tal, el
movimiento careció de muchas de esas cosas, pues no se cambió radicalmente
nada (y los más radicales en el discurso eran infiltrados, como aquel que tenía
el nombre de un griego que bebió la cicuta), tampoco propuso avances concretos dentro del sistema, ni mecanismos para hacer cambios, ni buscó reivindicaciones curriculares o pidió algún beneficio exclusivo para el
estudiantado; tampoco fue popular en el sentido de incorporar activamente a la
clase trabajadora, y mucho menos la sindicalizada, a su movimiento. No obstante,
Sánchez Vázquez sí aceptó que el 68 fue popular en otro sentido, porque
reivindicó intereses de la comunidad y
porque fue aceptado en amplios sectores
de la sociedad. También admitió que fue un movimiento estudiantil porque se
inició con estudiantes, por una riña entre ellos, y porque fundamentalmente sus
integrantes fueron estudiantes de distintos niveles educativos. Para este
filósofo transterrado, el 68 fundamentalmente consistió en un movimiento
antiautoritario, que cuestionó no sólo
la autoridad política a nivel gubernamental, sino en el seno mismo de la
familia, los sexos, la docencia y las generaciones, de tal manera que el poder
cobrara un cariz moral.[17]
Para Bolívar
Echeverría el 68 mexicano tuvo una mayor carga de realidad que los movimientos
estudiantiles europeos: “lo que intenta el movimiento del 68 en ese corto
período de tiempo es obligar al gobierno mexicano a respetar y refrendar su auto
presentación como un Estado democrático”.[18] Y
a diferencia de lo que pensaba Sánchez Vázquez, no era un movimiento
estudiantil, sino uno perteneciente a la Ciudad de México, ya que la ciudadanía
capitalina se involucró fuertemente con él. Dice
Echeverría que entre los defeños había resentimientos desde la década de los
cincuenta hacia el autoritarismo del regente Uruchurtu, específicamente a su
política violenta contra los barrios durante la construcción de la avenida del
Paseo de la Reforma, y a la relocalización de la intelectualidad universitaria
del Centro de la Ciudad a la Ciudad Universitaria. Esto produjo mucha indignación en aquella época en la Capital de
la República.[19]
Por lo tanto, fue un movimiento estudiantil altamente localista. Lo que, tal
vez perdió de contexto Echeverría es que
en 1968, 7 de los 45 millones de habitantes que tenía México, vivían en
el Distrito Federal.[20]
Bobbio vio en los movimientos estudiantiles la posibilidad
de hacer democracia de otra manera a la del Estado que se debe de considerar
para el futuro. Sartori vio un tipo de
democracia que hay que dejar en el pasado. Villoro vio un experimento
espontáneo y fallido de democracia
directa que, en un afán libertario, cambió a la cultura de nuestro país.
Sánchez Vázquez vio un movimiento
estudiantil que se quedó corto respecto a los atributos que se le predicaron,
pero cuya valía residió en la crítica moral al autoritarismo en todas sus
manifestaciones. Echeverría vio un movimiento local de enojo contra la autoridad,
que retó al Estado a verdaderamente ser democrático. Las lecturas que dan de este suceso son valiosas y
nos retan a aprender del 68 para hacer propuestas filosóficas de cambio.
Ahora, veamos el rol
que tuvo la filosofía durante aquel movimiento estudiantil. Para eso daré un
antecedente que contextualiza a los eventos que sucedieron.
Antecedentes
Comenzaré con un
preludio. En México el Marxismo había penetrado a principio de siglo porque no
fue visto con malos ojos por el Estado Mexicano. Había una especie de simpatía
–ocasionada por la sincronía histórica- que sentían los herederos de la
Revolución Mexicana con los de las Revoluciones Rusa y China. Además el nacionalismo emergente mexicano no
sentía ninguna amenaza de parte del Marxismo. El Marxismo fue introducido en
1917 en nuestro país por marxistas extranjeros rusos, japoneses, alemanes y
norteamericanos, que además de enseñar la dialéctica, y establecieron una agenda programática que
competía con la revolucionaria nacional y fundaron en 1919 el Partido Comunista
Mexicano. Algunos nombres de estos intelectuales fueron Sen Katayama, K.
Ishimoto, Lynn Gale, Rabindranath Roy y Borodin. En México surgieron varias
cabezas de dicho movimiento, teniendo entre las más importantes teóricamente a
Narciso Bassols y Vicente Lombardo Toledano. Hubo un intento del
marxismo-leninismo de generar agitación social, pero en 1924, las elecciones en
México obligaron a aclarar la relación entre el Marxismo y la Constitución de
1917, derivando en una obligada adecuación del primero a la segunda, en el
rompimiento de relaciones entre México y Rusia en 1925 y el desconocimiento
legal del Partido Comunista Mexicano en 1929. En 1935 recuperó su legalidad,
gracias al sexenio izquierdista de Cárdenas.[21] La
lectura de textos marxistas entre los preparatorianos y universitarios
mexicanos era bastante frecuente. En 1927 fue fundada la Escuela Obrera Francisco
J. Moreno; posteriormente, en 1936 fue fundada la Universidad Obrera, y en 1934
el Plan Nacional de Desarrollo del Presidente Lázaro Cárdenas apostó por una
educación socialista. Esto permeó en la sociedad mexicana, que sin ser
estrictamente marxista-leninista, tuvo
acceso a este tipo de ideas en distintos sectores, incluyendo el de la
intelectualidad mexicana.
Por el lado
contrario, los Estados Unidos de América fundaron en 1946 la Escuela de las
Américas en Panamá. En los años cincuenta, esta escuela que era para capacitar
a los soldados estadounidenses, tuvo un giro para entrenar a soldados y fuerzas
de seguridad latinoamericanas con clases en español. Ahí también se capacitó a
fuerzas mexicanas. Se les enseñaba que “Hay una corriente filosófica que se
llama marxismo; es una corriente de odio, de hombres poseídos por el demonio;
gente cuyo cerebro desarrolla las ideas más diabólicas… ideas como masacrar y
destruir el mundo, y sembrar odio. Dios nos va a dirigir para destruir el
comunismo del mundo”.[22] No es de extrañar que Adolfo López Mateos
hubiera proscrito al Partido Comunista de México, para ganarse el favor de los
E.U.A.[23] Tampoco es de sorprenderse que el 18 de
septiembre del 1968, ya durante la revuelta estudiantil, el ejército mexicano
decomisara supuestamente en Ciudad Universitaria literatura subversiva como el Manifiesto Comunista, el Diario del Che Guevara, Guerra de Guerrillas de Mao Tse Tung,
así como pruebas de actividades
ultrajantes a la moral como fotografías pornográficas y condones...[24]
Hay un estudio de
Zolov sobre las contraculturas entre los jóvenes de los años 50 y 60 que
muestra la opinión social y del régimen paternalista revolucionario sobre los
jóvenes como faltos de criterio y susceptibles a la manipulación extranjera, especialmente
frente a la música y al cine, pero sin excluir a otros agentes extranjeros,
como algunos filósofos.[25]
La filosofía en el 68 mexicano
Cuando surgió el
movimiento estudiantil, en la izquierda
mexicana hubo dos tipos de reacciones, según cuenta Roger Bartra: una vio como
positivo al movimiento; la otra, como negativo. Bajo la primera línea, José
Revueltas –quien aunque no era filósofo de profesión, estudiaba la filosofía
marxista- señaló que el 68 era la aparición temporal de un proletariado ausente,
sobre la cual se tendría que teorizar adecuadamente, que ese evento daría paso
a la Revolución, como en su momento lo hizo la matanza de Río Blanco de 1907; Tlatelolco era una señal de que la historia
aceleraba sus ritmos. Bajo la segunda línea,
el filósofo y político Vicente Lombardo Toledano estuvo opinando. Cuando
el movimiento recién había iniciado, después de la ocupación del ejército de la
UNAM y el Politécnico, el 31 de julio escribió que ese movimiento era una burda
imitación de París, que carecían los estudiantes de un sentido ideológico, que
la verdadera izquierda nada tenía que ver con esos disturbios.[26]Él
y su partido (el Partido Popular Socialista) solicitaban que los alumnos
regresaran a clases en las universidades. Después, en un panfleto titulado La juventud en el mundo y en México, publicó el 1 de octubre del 68 una condena del
movimiento estudiantil, por considerarlo perjudicial para el avance de lo que
la Revolución Mexicana había logrado. Este texto salió un día antes de la
matanza, Lombardo Toledano murió seis semanas después.[27]
En fin,
Criticó ásperamente a los jóvenes que
“diciéndose reformadores del marxismo para calumniarlo” buscan desencadenar una
nueva revolución y abrir paso a una nueva izquierda “por un camino que no es el
del marxismo-leninismo”. Aquellos jóvenes, como sus compañeros en muchas otras
partes del mundo, buscaban con imaginación creadora nuevos caminos para el
socialismo: pero Lombardo –y con él un gran sector de la izquierda cobijada
bajo las alas del nacionalismo autoritario– no fue capaz de entender la
rebeldía de los estudiantes. Al día siguiente de la publicación del folleto de
Lombardo contra el movimiento estudiantil, miles de jóvenes se reunieron en
Tlatelolco, donde fueron reprimidos duramente por el ejército, en un acto de
barbarie que dejó un rescoldo de amargura en lo más profundo del sistema
político mexicano. Los jóvenes, por supuesto, no escucharon a Lombardo. Él
tampoco quiso dejarse “deslumbrar por las palabras sonoras ni por las frases
brillantes y audaces” de los “ideólogos de la nueva revolución”[28]
No obstante, Lombardo
Toledano, calificó la represión estudiantil como obra de la CIA y los grupos de
extrema derecha (como el Movimiento Universitario de Renovadora Orientación, la
Confederación Nacional de Estudiantes y el Comité Estudiantil Femenino todos ellos de sepa ultra
católica). En ese punto, tenía razón. Había una injerencia norteamericana -que
documentó recientemente Canal 6 de junio con el documental La Conexión Americana- y un activismo anticomunista de los grupos
estudiantiles de dudosa catolicidad que señalaban que había que defender al
pueblo de los izquierdistas que no entendían la teoría que postulaban, la cual
era intrínsecamente perversa y que empujaban
al país al desorden y violencia criminal.[29]
Ahora veamos que hicieron los estudiantes.[30] La
Facultad de Filosofía y Letras de la
UNAM, fue muy activa en este
movimiento. Pablo Gómez da el testimonio
de que los estudiantes de Filosofía se disputaron la “dirección” del movimiento
con los chicos de Ciencias Políticas y que se comportaron de manera sectaria
regularmente.[31]
Destacaron entre sus dirigentes Roberto Escudero y Jorge Mesta. Hay dos anécdotas
dignas de rescatarse. Primera: fue muy claro el reproche del estudiantado hacia
la indiferencia de las otras generaciones que había permitido un país tan
autoritario; por eso crearon el Paseo de los Momizos en la Facultad de Filosofía
y Letras, que era una colección de bustos para homenajear a los próceres de la
Academia que sólo los criticaban y no hacían nada.[32] Segunda:
está el testimonio de un estudiante
brigadista de Filosofía que dio una “ponencia didáctica” a los policías afuera
de la delegación de Bretaña, exhortándolos a reflexionar, a renunciar a la
violencia y a desengañarse del cuerno de la abundancia. El joven recibió
aplausos y vítores de parte de los agentes de seguridad.[33]
Cabe mencionar que
los estudiantes de Filosofía de la UNAM no fueron los únicos participantes de
ese gremio en el movimiento, también los estudiantes de Filosofía de la
Universidad Veracruzana, en Jalapa, se
solidarizaron con los capitalinos y se unieron a la huelga en un paro de ocho
días.[34] Fueron reprimidos por la policía con gases
lacrimógenos mientras marchaban en silencio y su Escuela fue allanada también
por la autoridad policial el 26 de septiembre de 1968.[35]
Ahora bien, la mencionada Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM fue sede de asambleas. Incluso, grandes
personajes de la academia ejercieron el
activismo. El bazukazo de San Ildefonso y
el involucramiento del rector
Javier Barros Sierra arrastraron a académicos e intelectuales al
movimiento. Se formó la Coalición de Profesores de Enseñanza Media y
Superior Pro Libertades Democráticas, abrazando el pliego petitorio de los
alumnos.[36]
Como delegado del profesorado de Filosofía y Letras fue designado Luis Villoro.
Él consideró que el movimiento era una “eclosión de valor cívico, de
generosidad, de inteligencia que se extendió como un viento fresco, sobre la
Universidad, sobre el país entero. En un momento sentimos que todo el
conformismo, la cobardía, el egoísmo que habíamos vivido las generaciones
anteriores, no valía nada”.[37] Igualmente,
el lógico Eli de Gortari fue dirigente
de la Asociación de Profesores e
Investigadores de Carrera de la UNAM y participó de la movilización; fue
arrestado el 18 de septiembre en la toma del ejército de CU. Sus declaraciones
eran muy críticas; cuenta Pablo Gómez que en un mitin, de Gortari expresó que
las autoridades habían violado del primero al último de los artículos de la
Constitución.[38]
No obstante, siempre rechazó las
acciones belicosas y radicales que promovían los Sócrates Campos y Fausto Trejo,
creía que no se debía sobreestimar la fuerza del movimiento.[39]
Aún así, fue procesado por rebelión, asociación delictuosa sedición y ataque a
las vías generales de comunicación, ni más ni menos que por la orden judicial
del famoso “juez de hierro”, Eduardo Ferrer MacGregor, quien era el favorito
del sistema para encarcelar a estudiantes y profesores.[40]
Estuvo preso en Lecumberri por casi dos años y medio.[41] El filósofo Nicolás Molina Flores, de la
Escuela Nacional Preparatoria también fue arrestado y encerrado en esa misma
prisión. Éste, tenía un amigo en el extranjero que había conocido en el
Congreso Internacional de Filosofía de 1963 en la ciudad de México, su nombre
era Rudolf Carnap. El 22 enero de 1970
Carnap visitó en Lecumberri a su amigo Molina y conoció a Eli de Gortari, quien
era su admirador. Con de Gortari platicó
de Filosofía, con Molina sobre la posibilidad de que pudiera migrar fuera de México: a Inglaterra o a
Estados Unidos. Terminó la visita. Regresó a su Norteamérica. Elaboró un
informe breve que apareció como noticia en el número 24 del Journal of Philosophy de la American Philosophical Association en el
que denunciaba el encarcelamiento de filósofos en México. A las pocas semanas
falleció.[42]
Otra reacción digna de recordarse de
filósofos del extranjero es la de Simone de Beauvoir, Jean Paul Sartre y Pierre
Vidal-Naquet, quienes junto con otros intelectuales franceses, poco después de
la matanza de Tlatelolco, el 6 de octubre enviaron un telegrama al presidente
Díaz Ordaz solicitando que reprobara la agresión policiaca y militar, que
reasumiera el diálogo con los estudiantes y que
no destruyera la imagen del país.[43] Cabe
mencionar que ningún gobierno del mundo protestó, sólo lo hicieron estos
intelectuales, algunos partidos políticos de izquierda y estudiantes de Europa
y Sudamérica, que apedrearon algunos consulados y, en Berlín, pintaron las
siglas “SS” fuera de la representación mexicana.[44]
También otro
extranjero, pero de la Antigüedad, salió involucrado en esto: Sócrates de
Atenas, quien en el Heraldo de México fue
comparado con el traidor Sócrates Campos
Lemus por Luis Suárez en un artículo titulado La moral de Sócrates el 8 de octubre de 1968.[45]
Cabe mencionar que a Nietzsche le hubiera encantado leer este texto.
Vuelvo al contexto nacional y me centro en los
profesores de Filosofía que participaron. Wenceslao Roces, Adolfo Sánchez
Vázquez asistieron y opinaron en reuniones
de la Facultad;[46]
Ramón Xirau apoyó también el movimiento y llegó a ser catalogado como posible
terrorista por la postura oficialista,
como Helena Paz -la hija de Octavio Paz- escribió en el Universal.[47] Con
una participación mediática –aunque no
exclusivamente así- Ricardo Guerra, Eduardo Nicol y Leopoldo Zea intervinieron
defendiendo la autonomía universitaria y al estudiantado. El primero (Guerra)
escribió que no estaba en contra de la autoridad, sino del autoritarismo,
que hay que educar a los hijos
responsables; para ello hay que enseñarles el respeto a la libertad, a la
autoridad y a sí mismos en el marco de una educación libre.[48]
El segundo (Nicol), señaló que apoya y admiraba a los estudiantes y profesores
militantes que defendían el pliego petitorio, que era propuesta astuta, pero no
radical, que no podía asociarse con esos grandes movimientos populares.[49] El
tercero (Zea), quien entonces era el
director de la Facultad de Filosofía y Letras, escribió el 6 de agosto en Novedades un artículo que se llamaba Reafirmación de la autonomía universitaria,
declarando: “La unidad universitaria que se ha hecho patente en esta protesta
puede ser inicio de la posibilidad de la
única forma de pleno orden universitario, el moral, que descansa en la
capacidad de todos y cada uno de sus miembros para respetarlo y hacerlo
respetar”.[50]
El mismo Zea, después del IV informe de gobierno de Díaz Ordaz y su condena al
movimiento motivado por los filósofos de la destrucción, alabó la valentía de
los estudiantes que arriesgaban su vida ante las amenazas y regaños del jefe
del Ejecutivo.[51]
Opiniones como las de
Guerra, Nicol y Zea había pocas. Cuenta
Jorge Volpi que “Acicateada por el gobierno, la prensa creó una conjura de los
intelectuales para explicar el origen del movimiento y justiciar la represión:
los verdaderos culpables de los disturbios, de la sangre derramada y del
desprestigio nacional eran los “críticos de izquierda” que había alentado a las
masas juveniles”.[52]
Más tarde Zea, tras
la matanza estudiantil, en una reunión entre profesores y estudiantes de
Filosofía el 12 de noviembre del 68 pugnó por la vuelta a clases, la suspensión
de la huelga, sin tener renunciar a la lucha y sin arriesgarse a la clausura de
la Universidad.[53]
Luis Villoro apoyó esa moción argumentando que a la resistencia debería dársele
el carácter de lucha cívica permanente dentro de los cauces constitucionales,
que la continuación de la huelga daría razones al gobierno para intervenir al
sistema académico.[54]
Cuando el movimiento
estaba en su fase de extinción, Luis
Villoro, Leopoldo Zea, Ricardo Guerra
participaron, junto con otros catedráticos de una comisión que solicitara a las
autoridades la liberación de los universitarios detenidos a petición del rector
Barros Sierra.[55]
El Filósofo de la destrucción
Los filósofos, con
sus debidas excepciones, no fueron de mucho agrado para el gobierno mexicano, el cual infiltró a la Facultad de Filosofía y Letras
y los movimientos de izquierda que
cultivaban la filosofía marxista. Hasta hubo una calificación desde los Pinos
de la influencia de un filósofo de
izquierda extranjero, Herbert Marcuse,
que había influido en la juventud
mexicana, bajo la etiqueta en plural de
“filósofos de la destrucción”.[56]
Cuenta Francisco
López Cámara que Marcuse había
participado en la Escuela de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM en 1966
en unos cursos de invierno. Las tres conferencias que dio fueron publicadas
bajo el título La sociedad industrial
contemporánea. Antes de su visita a
México era un autor poco conocido en el país. Se constituyó en el autor
predilecto de los jóvenes que se involucraron en el movimiento estudiantil del
68.[57]
Sus textos de esa época tuvieron una
amplia divulgación entre los universitarios, específicamente: El Hombre Unidimensional, y Eros y
Civilización. No tenía mucho de haber sido traducido al español por Juan
García Ponce.[58] Tiempo después, la revista Cultura en México bajo el título de Sociedad industrial y revolución,
reprodujo por escrito en junio de 1968 una de las mesas redondas en las que dos
años antes había participado dos años
antes en la UNAM. Marcuse se respiraba
en el ambiente intelectual.[59]
Su obra es una
crítica al totalitarismo de la sociedad industrial avanzada, denunciando que ésta última altera la
relación entre lo racional y lo irracional. La cultura vigente era comprendida
como represora, una descarga sublimada
de la libido que ayuda a reprimir más los instintos. Si hay un instinto de
muerte, este es controlado por la
civilización y permite el desarrollo. De tal manera que si la libertad es la
ausencia de represión, la civilización es la pugna con la libertad. De alguna
manera, entiende que la razón humana funciona y progresa a partir de las
contradicciones, a esto le llama dialéctica negativa. En esa lucha el hombre
puede sublimar no represivamente sus instintos a través del arte o la
producción intelectual o puede desublimar represivamente sus instintos,
liberándose de los prejuicios sociales en torno a la libido. Eso termina reduciendo el impulso erótico y subordinándolo
bajo al dominio de la racionalidad
tecnológica. Paradójicamente, en la sociedad industrial contemporánea, las
contradicciones son superadas, por ende, se estanca la misma razón. Y es que Marcuse señala que la racionalidad tecnológica
es política y ejerce el totalitarismo
sobre la sociedad, dando una apariencia de libertad de tal manera que el universo
político se restringe para contener el cambio social, automatizando al
trabajador, estratificando las ocupaciones laborales, una integración del
trabajador al propio proceso de producción, volviéndose un instrumento mismo de
la producción. Esta sociedad intenta
sofocar las necesidades que requieren ser liberadas, convirtiendo, para evitar
esto: lo superfluo en necesidad. La gente se reconoce en sus mercancías, acepta las leyes de la sociedad. La
contención del cambio social se da en función de la capacidad del Estado de
Bienestar de elevar los niveles de vida administrada de sus miembros y de transformarlos valores de la alta cultura
en una cultura de masas. La conciencia feliz producida por esta sociedad no
permite conectar con la devastación ambiental y social que está generando la
producción de riqueza. Tal felicidad ficticia es mediada y fomentada por los
mass media, que generan un pensamiento unidimensional, distanciando al hombre
de cualquier forma de pensamiento dialéctica (bidimensional), del pensamiento
en el que los opuestos se reconcilian. Propone que la Filosofía rescate al
pensamiento, distanciándose de la tradición analítica, fomentando la
imaginación y el psicoanálisis. La imaginación es entendida como el
conocimiento e invención de alternativas para desenajenarse y organizar el
poder de otra manera. Como Marcuse pretende distanciarse de las especulaciones
utópicas para que se logren los objetivos sociales de una teoría crítica,
recurrió a la rebelión, al rechazo del orden establecido, como lo señala en su Ensayo sobre la liberación. Pero esta
rebelión es transitoria, no permanente, el trabajo liberado lleva a los hombres
a la cooperación. No pretende el rechazo como fin, sino como medio.
No es de extrañar que
se convirtiera en el autor favorito de los muchachos del 68 al tener el
totalitarismo y la liberación como objeto de su reflexión, recurriendo al arte,
replanteando la ciencia, criticando a la
racionalidad, incorporando al psicoanálisis. Marcuse era una válvula de escape
que entraba en la juventud mexicana como anillo al dedo, con él habían encontrado una forma adecuada de
vivir: Marx de día, Freud de noche.[60]
De acuerdo con
Ricardo Guerra, el fracaso o el olvido en el que ha caído hoy en día Marcuse,
fue ocasionado por ciertos errores filosóficos, como: postular que el pensamiento de la sociedad
industrial moderna y el desarrollo tecnológico están peleados con el desarrollo
de la racionalidad histórica. Por ende,
la lucha en contra del pensamiento unidimensional, no debe darse mediante una negación abstracta, sino bajo las formas
concretas racionales que ofrece la historia, haciendo una negación concreta. Ricardo
Guerra lamentó que muchos jóvenes, invocando a Marcuse, abrazaran las armas y
las guerrillas, para tratar de solucionar el problema.[61] Así, en los años setenta varios se
incorporaron a la Liga Comunista 23 de Septiembre de Chihuahua, los Guajiros de
Baja California, la Brigada Roja y los Lacandones en la Ciudad de México, los Enfermos
de Sinaloa, los Feroces (Frente Revolucionario Estudiantil) de Guadalajara, Los Macías de Monterrey, el Partido de los
Pobres de Lucio Cabañas.[62]
Marcuse opinaba que
los valores revolucionarios no sólo
estaban en la clase obrera, sino en cualquier otro sector de la sociedad, como
los estudiantes, pero que éstos finalmente requerirían del proletariado. También
opinaba que los movimientos estudiantiles del Tercer Mundo eran los más
radicales, por el futuro incierto que tenían y a la presión externa que tenían
sus países. Y ya hacia la década de los años setenta los consideró como una
nueva izquierda en proceso de reorganización, gestando una revolución cultural,
esperando una gran revolución mundial-radical.[63]
Si bien no hubo
ganancias inmediatas ni revolución, sí hubo algunos cambios (el autoritarismo
lentamente fue cediendo espacios a la ciudadanía y la oposición política). Si
estos cambios realmente se deben al movimiento estudiantil, no se sabe con
certeza, pero en el imaginario de los escritores sobre el tema, es común sostener esto. Jacinto Rodríguez dice en su
libro 1968: todos los culpables: “El sistema político mexicano, a partir de 1968, quedó herido de muerte”.[64] Carlos Monsivais dice que con el 68 da inicio
la defensa de los derechos humanos en México.[65]
¿Cómo poder medir que efectivamente el 68
marcó un cambio en la política mexicana? ¿Fue el único factor o el más determinante
para impulsar una transformación del sistema político? Nadie ha planteado una
metodología para verificarlo, ni reflexionado sobre los alcances de ésta. ¿No
será tal vez un símbolo de cambio más
que una causa real? Si es así, en este
símbolo se conjuntan aspiraciones de rebeldía,
resistencia, lucha, esperanza y utopías entre los activistas. Es
un símbolo de tragedia, de fracaso, de desencanto, de asimilación política, de
ruptura, de cambio entre las víctimas supervivientes, los familiares de los
muertos y desaparecidos del 68. Es un símbolo de impunidad, de culpa o de orgullo, de
nacionalismo, de anticomunismo entre los responsables y los cómplices del
ejército, de la policía, de la Dirección
Federal de Seguridad, los funcionarios
de gobierno, medios de comunicación, incluso de la Comisión de la Verdad. Hay
una memoria que recuerda al evento y
cobra sentidos distintos en quienes lo conmemoran.[66] Si este símbolo lo asociamos con una
teleología en la historia, podemos especular que el 68 generó progreso, derivó
en retroceso o quedó todo en estatismo moral. Estas tres interpretaciones
tienen sus seguidores,[67]
pero muy posiblemente estas tres interpretaciones son vigentes en la realidad
actual respecto a los elementos componentes de la sociedad actual. Es decir, en
algunas cosas se avanzó, en otras se retrocedió y en otras se sigue igual.
Desde una perspectiva
de la Filosofía de la Cultura, en concreto de la Ernst Cassirer, el 68 se
mitifica con los relatos sobre este
capítulo de la historia.[68] Para
él los mitos políticos generan comunidad de conciencia, participan de una
cosmovisión, dan unidad y oposición a la relación yo-tú, generan un sentimiento e idea de nación, crean
héroes, y villanos, templos, generan una
metafísica de la historia. El 68 cubre con esos requisitos. No obstante, no
abarca dos factores que Cassirer contempla en su estudio sobre el mito: ni el
caudillismo, ni el uso narrativo por parte del Estado de la mitología para la guía
de la comunidad.[69] Así que
el 68 no cumple a plenitud con las características de un mito político
bajo la óptica cassireriana. Por lo
tanto, o aceptamos que es un mito no oficial que rompe con el esquema diseñado
por este filósofo que tomó como modelo
el nacionalismo alemán de las guerras mundiales para hacer su estudio, o señalamos que es un relato
cuasi-mítico, un mitoide, que con mucha
fuerza crea un simbolismo cultural. Volpi lo llama el “mito de Tlatelolco” y le
teme, porque “Lo peor que puede pasarle a un movimiento social, como sabemos
por la experiencia de las revoluciones mexicana y soviética, es convertirse en
dogma”.[70] Pero al no ser plenamente un mito estatal, al
no ser del todo un mito político en el sentido cassireriano, parece que este
símbolo se escapa de esa dogmatización (salvo en algunos sectores extremistas
de la sociedad: de la oficialidad, de la ultraderecha y la ultraizquierda).[71] Por
eso, para Monsivais el 68 también es un mito de transición que se hereda una generación a otra, es la herencia y
fundación de una demanda de justicia que recomienza al nunca ser atendida.[72]
Conclusión
La Filosofía, ayer y hoy, ha participado con distintos
argumentos y criterios del fomento o
crítica de esta mitificación. No es una voz, son muchas voces. Al parecer las
ideas filosóficas de Marcuse fueron uno de los detonantes de este movimiento.
Al lado de ellas, el marxismo-leninismo, el trotskismo, el maoísmo se sumaron
al movimiento, así como algunos estudiantes que anhelaban una democracia más
cercana al modelo de Rousseau (por su clamor de democracia directa y
cumplimiento del pacto social). Los conservadurismos cristiano y revolucionario
institucional, apoyados por el liberalismo distorsionado del imperialismo estadounidense,
se le opusieron. Sucedió una paradoja: un
poder autodenominado como revolucionario bloqueó la revolución (cualquiera que
ésta fuera).
Sin embargo, este
fenómeno es un coctel más complejo que “izquierdas versus derechas”. El 68 fue
un movimiento estudiantil de origen
multifactorial que replanteó la relación con el poder, que reflejó demandas
sociales; pero también es una historia de imágenes difusas que se cuenta, recrea e interpreta, es un símbolo
político no-estatal sobre el Estado.
Vive en el imaginario de estudiantes
universitarios, de filósofos, de la sociedad civil y autoridades (con más fuerza en el Centro de
la República que en la Periferia). Pero,
especialmente el 68 está presente en Tlatelolco, donde la sangre se ha
derramado milenariamente con las pugnas entre tlatelolcas y tenochcas, entre
nahuas y españoles, el Tlatelolco
devastado por las pestes de la Colonia, el de las pugnas entre hermanos de un lugar marginado del México Independiente, el Tlatelolco herido por el sismo del 85,
el del olvido gubernamental de una cincuentenaria
unidad habitacional que, una vez al año, escucha un tumultuoso grito que
susurra: “2 de octubre no se olvida”.
Apéndice A. Pliego Petitorio del
CNH.
1.
Libertad
a los presos políticos.
2.
Destitución
de los generales Luis Cueto Ramìrez y Raúl Mendiolea así como del teniente
coronel Armando Frías.
3.
Extinción
del cuerpo de granaderos, instrumento directo de la represión y no creación de
cuerpos semejantes.
4.
Derogación
de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal instrumentos jurídicos de la
agresión.
5.
Indemnización
a las familias de los muertos y a los heridos, víctimas de la agresión del 26
de julio en adelante.
6.
Deslindamiento
de responsabilidades de los actos de represión y vandalismo por parte de las
autoridades a través de la policía, granaderos y ejército.
Apéndice B. Evolución del
Movimiento.
Raúl Jardón
dividió el movimiento estudiantil en ocho etapas. Este cuadro está basado en su
estudio sobre el 68 y complementado con la cronología que hace de este evento
el Memorial del 68.[73]
Etapa
|
Características
|
Eventos
|
Resistencia y bayonetas.
(Del 22 al 29 de julio).
|
Defensa de masas de jóvenes de la represión policiaca desmedida.
Indignación estudiantil.
Derrota de la policía por parte de los jóvenes.
Intervención del ejército para detener a los jóvenes.
|
Pelea entre jóvenes de las preparatoria Isaac Ochotorena y Vocacionales 2 y 5 durante 2 días que fue
reprimida (22- 23/07/68).
Marcha de protesta por el
abuso policial reprimida en el Centro Histórico.
Toma de los alumnos de las preparatorias 1, 2 y 3 de la UNAM
(27/09/68).
El Ejército ocupó instalaciones de la UNAM y el Poli violentamente. Bazukazo
del San Ildefonso (29/07/68).
|
De la cólera a la organización.
(Del 30 de julio al 7 de agosto).
|
Movimiento de protesta por la represión.
Incremento de la indignación y
organización del movimiento estudiantil.
Asambleísmo y huelga.
Crecimiento del movimiento
estudiantil e incorporación de otras instituciones educativas.
|
Suspensión de clases (30/07/68).
Protesta del rector de la UNAM (1/08/68).
Unión a la huelga de otras universidades.
Marcha en defensa de la autonomía universitaria encabezada por el
rector.
Creación del CNH (2/08/68).
Publicación del manifiesto del
pliego petitorio (4/08/68).
Manifestación masiva de estudiantes del poli con su rector (5/08/68).
|
Cuando las calles fueron jóvenes.
(Del 8 al 27 de agosto).
|
Las brigadas estudiantiles circulan por la ciudad.´
Apoyo de cierto sector intelectual y artístico.
Simpatía popular.
Publicidad del movimiento con impresiones y pintas con frases como
“Únete Pueblo”, “Libros, sí, bayonetas, no”,
“Granaderos a Vietnam”, etc.
Liberación de algunos arrestados.
Repliegue momentáneo de la represión gubernamental.
|
Manifestación del Casco de
Santo Tomás al Zócalo (13/08/68).
Ampliación de las demandas estudiantiles por los agravios hechos por
el gobierno (15/08/68).
Inicia el movimiento de brigadas (16/08/68).
Propuesta de Echeverría de diálogo. Acepta CNH con la condición de su
cobertura mediática (22/o8/68).
Marcha de Antropología al Zócalo. Izamiento de bandera rojinegra.
Campamento estudiantil que fue desalojado en la madrugada (27/08/68).
|
Y el silencio respondió al acoso.
(28 de agosto al 14 de septiembre).
|
Ataque del gobierno a la resistencia estudiantil.
Uso de grupos paramilitares para reprimir el movimiento.
Acusación de parte del gobierno de que los estudiantes eran
revoltosos y provocadores.
|
Acto de desagravio entre burócratas convocado por el presidente en el
Zócalo (28/08/68).
Informe de gobierno de Díaz Ordaz (1/09/68).
El CNH le pide al presidente diálogo público (3/09/68).
Marcha del silencio (13/09/68).
|
Quincena patria.
(15 de septiembre al 1 de octubre).
|
Represión abierta mediante el uso del ejército.
Ocupación de centros educativos.
|
Grito de Independencia en Ciudad Universitaria (15/09/68).
Toma de CU por parte del ejército (18/09/68).
Enfrentamientos en el Poli entre militares y estudiantes (20/09/68).
Renuncia del rector de la UNAM (23/09/68).
Toma del Casco de Santo Tomás por el ejército (24/09/68).
Barros Sierra retoma la rectoría de la UNAM (26/09/68).
Desocupación de CU por parte del ejército (30/09/68).
El CNH convoca a un gran mitin en la Plaza de las Tres Culturas (1/10/68).
|
Octubre negro.
(Del 2 al 19 de octubre)
|
Represión extrema.
Enfriamiento del movimiento.
Propuesta del gobierno de discutir los puntos del pliego petitorio.
|
Matanza estudiantil (2/10/68).
Octavio Paz renuncia a su embajada (4/10/68).
El CNH declara que no va a obstaculizar los juegos olímpicos
(9/09/68).
Inauguración de los Juegos Olímpicos (12/09/68).
|
Acosados pero no vencidos.
(Del 20 de octubre al 15 de noviembre).
|
Reactivación parcial del
movimiento.
Continuación de la huelga.
Intento de incorporar a otros grupos sociales al movimiento.
Amenazas del gobierno de cerrar la Universidad.
|
Liberación de 63 estudiantes (26/10/68).
Desocupación del IPN (29/10/68).
Las asambleas de la UNAM y el Poli deciden continuar la huelga
(4/11/68).
|
El último reto.
(Del 16 de noviembre al 6 de diciembre).
|
Acusaciones y contraacusaciones dentro del CNH.
Presión del gobierno para reanudar las clases.
Ruptura del CNH.
|
Se levanta el paro estudiantil (4/12/68).
Se disuelve el CNH (6/12/68).
|
Bibliografía
Artículos
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·
Jorge Volpi, La imaginación y el poder. Una historia
intelectual de 1968, edit. Era, México, 2008.
·
Norberto
Bobbio, El futuro de la democracia, 2ª ed., México, 2000.
·
Pablo
Gómez, 1968: la historia también está hecha de derrotas, Miguel Ángel
Porrúa, 2008.
·
Raúl
Jardón, 1968, El fuego de la esperanza, edit. Siglo XXI, México, 1998.
Tesis
·
.
Héctor Jiménez Guzmán, El 68 y sus rutas
de interpretación: una crítica historiográfica, tesis de maestría, UAM,
México, 2011.
[1]
Pablo Gómez, 1968: la historia también
está hecha de derrotas, Miguel Ángel Porrúa, 2008, p. 35 y ss. La represión desmedida del
cuerpo policiaco capitalino ocasionó un paro de 48 horas en las dos
vocacionales citadas y una marcha de protesta de la Ciudadela hacia el Casco de
Santo Tomás, convocada por la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos.
Pero, este movimiento, no sólo se nutrió de la indignación ante la actuación de
un Estado autoritario y represivo, sino también se le sumaron los sueños
izquierdistas del Centro Nacional de Estudiantes Democráticos, que marchó junto con ellos, y luego se dirigió
al Zócalo para conmemorar la Revolución Cubana, lo cual hizo que los medios y
el gobierno hablaran de una conspiración comunista y justificara una nueva
represión.
[2]
Ibíd., p. 66. Un testimonio polémico de este movimiento se registra en un
manifiesto titulado La Juventud al Poder, que se distribuyó el 29 de julio y
que promovía la lucha democrática, antiimperialista y revolucionaria, incitando
abiertamente a la insurrección armada, y que la JCM y el CNED, rechazaron su
autoría.
[3] Ibíd...,
p. 109.
[4] Hacia
los meses de abril-mayo, ya se habían dado algunas protestas estudiantiles
en Michoacán y Sonora. Fueron reprimidos y estudiantes de Tabasco habían
marchado en solidaridad con ellos. La
revista Siempre condenó el movimiento, señaló que ese no era el camino.
[5] http://www.tlatelolco.unam.mx/docs/cronologia_memorial.pdf
(consultado el 7 de agosto del 2014).
[6]
Justo en México, en enero de 1968, la revista Cultura en México, dirigida por Fernando Benítez, había publicado
un número destinado a la idea de la revolución
y el Che Guevara. Ahí, uno de los colaboradores, Fernández usó las ideas de Althusser para explicar la
revolución.
[7] Jorge Volpi, La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968, edit.
Era, México, 2008, p. 154.
[8] Norberto
Bobbio, El futuro de la democracia,
2ª ed., FCE, México, 2000, p. 79.
[9]
El mandato imperativo es explicado por Norberto Bobbio en su libro Liberalismo y Democracia. El mandado imperativo
consiste en que el representante popular tome decisiones por orden y en función de los intereses concretos y
particulares del sector del electorado que nombró.
[10] Ibid, p.55.
[11] Ibid, p. 79.
[12] Ibid, p, 89.
[13]
Cfr. Diego Achard (comp.), Gobernabilidad:
un reportaje para América Latina, FCE/PNUD, México, 1997.
[14]
Cfr. la entrevista que le hizo canal 22: Reflexiones sobre la democracia en
México en: https://www.youtube.com/watch?v=6UtrlQx4RTw
(consultado el 10 de agosto del 2014).
[15]
http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/ojs_rum/files/journals/1/articles/10779/public/10779-16177-1-PB.pdf
(consultado el 7 de Agosto del 2014).
[16] Ibídem.
[20] Jorge Volpi, La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968, edit.
Era, México, 2008, p.42.
[22]
Jacinto Rodríguez Munguía, 1968: todos
los culpables, edit. Debate, México, 2008, p. 31; y http://es.wikipedia.org/wiki/Instituto_del_Hemisferio_Occidental_para_la_Cooperaci%C3%B3n_en_Seguridad
(consultado el 7 de agosto del 2014).
[23] Jorge Volpi, La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968, edit.
Era, México, 2008, p. 35.
[24]
Raúl Jardón, 1968, El fuego de la esperanza, edit. Siglo XXI, México, 1998,
p. 77-78.
[25]
Héctor Jiménez Guzmán, El 68 y sus rutas de interpretación: una
crítica historiográfica, tesis de maestría, UAM, México, 2011, p. 35.
[26] Ibíd...,
p. 229.
[27]
El PPS obviamente reprobó dicha matanza después de que ocurrió. Y se añadió a
la tesis de Lombardo Toledano de que había sido provocada desde el extranjero.
[29]
Pablo Gómez, op. cit, p. 108. Incluso Salvador Novo y Wilberto Cantún hicieron
una carta de apoyo al señor presidente Díaz Ordaz a nombre de la Asociación de
Escritores de México, expresando su claro apoyo a la Revolución Institucional. En cambio, Octavio Paz, Elena Garro y Rosario
Castellanos reaccionaron enérgicamente en contra de los excesos del Estado Mexicano.
[30]
Es interesante e importante señalar que según María Eugenia Espinosa Carbajal
los estudiantes de Filosofía, junto con los de Historia y Geografía no gozaban
ni de bolsa de trabajo, ni de cédula profesional. La asociación de estudiantes
de su Facultad pugnó en los sesenta porque se revirtieran esas deficiencias. (Cfr.
http://www.cimac.org.mx/cedoc/1088_mujeresmovimientoestudiantil1968/1088_2_lavisionactual68totalmentemachista_eugeniaespinosacarbajal.PDF
, consultado el 30 de septiembre del 2014).
[31] Pablo Gómez, op. cit, p. 101.
[32] Carlos
Monsivais, Op. Cit., p. 89.
[33] Ibid.,
p. 180.
[34] Pablo
Gómez, Op. Cit., p. 164.
[35]
Ibid., p. 291.
[36] Jacinto Rodríguez Munguía, 1968: todos los culpables, edit. Debate,
México, 2008, p.41 y 51.
[37] http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/ojs_rum/files/journals/1/articles/10779/public/10779-16177-1-PB.pdf (consultado el 7 de agosto del 2014).
[38] Pablo
Gómez, op. cit, p. 145.
[39]
Ibid., p. 187.
[40] Jacinto
Rodríguez Munguía, 1968: todos los
culpables, edit. Debate, México, 2008, p. 231.
[41]
Cfr. http://dcsh.izt.uam.mx/cen_doc/cefilibe/images/banners/enciclopedia/Diccionario/Autores/FilosofosMexicanos/Gortari_Elide-AaronBravo.pdf (consultado el 8 de agosto del 2014).
[42] http://www.scielo.org.mx/scielo.php?pid=S1665-13242011000200008&script=sci_arttext (consultado el 8 de agosto del 2014).
[43] Jorge
Volpi, La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968, edit. Era,
México, 2008, p. 340.
[44]
Pablo Gómez, Op. Cit., p. 339.
[45] Jorge
Volpi, Op. Cit., p. 360.
[47]
Jorge Volpi, La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968, edit.
Era, México, 2008, p. 375.
[48] Ibid.,
p. 248.
[49] Ibíd...,
p. 316.
[50] Ibid., p. 237; y http://es.wikipedia.org/wiki/Leopoldo_Zea_Aguilar (consultado el 8 de agosto del 2014).
[51] Jorge Volpi, La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968, edit.
Era, México, 2008, p. 290.
[52]
Jorge Volpi, La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968, edit.
Era, México, 2008, p. 17. La prensa más
importante para la clase media mexicana eran El Sol de México y el Heraldo de
México que le pertenecían a un amigo de Díaz Ordaz, el coronel García Valseca.
(p. 40). Del Sol de México, el 100% de las opiniones eran en contra de los
estudiantes, del Heraldo el 56%. Otros periódicos estaban igual: el Universal
mostraba 79% de las opiniones en contra del movimiento estudiantil, el
Novedades el 59%, El Excelsior tenía un 52% de las opiniones en contra de los
alumnos y el Día era el único diario que tenía el 57% de las notas publicadas a
favor de los estudiantes. Cfr. Héctor Jiménez Guzmán, El 68 y sus rutas de interpretación: una crítica historiográfica,
tesis de maestría, UAM, México, 2011, p. 32.
[53]
Pablo Gómez, Op. Cit., p. 379 y 380, y Raúl Jardón, Op. Cit., p. 121.
[54]
Ibid., p. 380 y Raúl Jardón Op. Cit., p.
121.
[55]
Raúl Jarón, Op. Cit., p. 110.
[56]
Ibídem. Después de la masacre estudiantil, en el gobierno, incluso hasta entre
miembros del PAN y el pseudo-líder estudiantil Sócrates Campus Lemus, se empezó
a construir una teoría conspiracionista que apuntaba hacia los intelectuales
como desestabilizadores que manipularon a la juventud.
[58]
García Ponce tradujo un artículo de Marcuse para la revista Universidad de
México en 1963. Luego tradujo en 1965 el Hombre Unidimensional, obra que había
sido escrita en 1964. Eros y
Civilización era una obra más vieja, publicada en el 55, y también traducida en
los años sesenta por este traductor.
[59]
Cabe mencionar que otro filósofo importante de la época, relacionado con los
movimientos estudiantiles, Jean Paul Sartre, no gran influencia en la
generación del 68 mexicano. Él se incorporó como activista a favor de los
estudiantes del mayo francés. En nuestro país Cultura en México dio seguimiento
a dicha actividad y tradujo y publicó una entrevista que le hizo Der Spiegel a
Sartre sobre el movimiento estudiantil.
[60] Jorge Volpi, La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968, edit.
Era, México, 2008, p. 187.
[62]
Jacinto Rodríguez Munguía, 1968: todos
los culpables, edit. Debate, México, 2008, p. 139 y Héctor Jiménez Guzmán, El 68 y sus rutas de interpretación: una
crítica historiográfica, tesis de maestría, UAM, México, 2011, p. 114.
[64]
Jacinto Rodríguez Munguía, 1968: todos
los culpables, edit. Debate, México, 2008, p. 14.
[65]
Carlos Monsivais, El 68. La tradición de
la resistencia, edit. Era, México, 2012, p. 11.
[66]
De acuerdo con el historiador Héctor Jiménez Guzmán, el relato historiográfico
de esta memoria reúne textos que se agrupan en seis líneas de interpretación: los escritos de la
conjura (que buscan y distribuyen culpas desde la perspectiva oficialista), los
escritos de la cárcel (son directamente una réplica al discurso oficial y una
reivindicación del movimiento estudiantil), ensayos sobre la ruptura (que
fueron un conjunto de ensayos fundamentalmente académicos que buscaron
comprender la génesis y los efectos del movimiento), la interpretación militantes (que expone las
reflexiones y punto de vista de los antiguos militantes sobre el 68), las
interpretaciones hegemónicas (son un conjunto de interpretaciones que se
volvieron clásicas sobre el tema). la historia de la violencia (que es una
línea de investigación que se dedicó a generar nuevos datos sobre el cómo el
gobierno ejerció la violencia en contra de los estudiantes). Cfr. Héctor
Jiménez Guzmán, El 68 y sus rutas de interpretación: una crítica historiográfica,
tesis de maestría, UAM, México, 2011.
[67]
Los defensores de la democracia suelen ver con el 68 un avance, los que se
hicieron guerrilleros vieron un retroceso,
algunos desencantados, sólo vieron una revuelta. Que algunos dirigentes y activistas estudiantiles del 68 esté hoy en la política,
puede verse como un avance, lo mismo que como un retroceso, pues se puede ver
como una apertura o como una asimilación al sistema. Ahí están los nombres de
Pablo Gómez, Jesús Martín del Campo, Salvador Martínez della Roca, Gilberto
Guevara Niebla, Raúl Álvarez Garín, Graco Ramíre (http://mexico.cnn.com/nacional/2013/10/02/pablo-gomez-alvarez
, consultado el 28 de septiembre del 2014).
[68]
Libros de corte periodístico de difusión
nacional han surgido ininterrumpidamente desde 1969 sobre el tema. Destaca
entre ellos La noche de Tlatelolco de Elena Poniatowska. Recomiendo la
bibliografía ampliada que Jacinto Rodríguez en su libro 1968: todos los
culpables. En el cine Canoa
(1975), Rojo Amanecer (1989), Borrar de la Memoria (2011) y
Tlatelolco, una historia de amor (2012) recuentan ese periodo con la fuerza de la imagen: el
primero de los filmes, relata un hecho
real, una excursión de empleados de la Universidad Autónoma de Puebla al cerro de la Malinche, donde fueron
linchados por los pobladores de San Miguel Canoa, al ser confundidos con agitadores comunistas en
septiembre del 68; otro, a través de una familia en la que dos generaciones de parientes se
enfrentan políticamente dentro de su
departamento, haciendo una radiografía
del momento histórico; otro cuenta una investigación policiaca de dos muertes misteriosas, un varón y una
mujer, que de ser aparentemente crímenes
comunes, se convirtieron en posibles crímenes de Estado contra el movimiento
estudiantil; el último, a través de una historia estilo Romeo y Julieta entre
un estudiante pobre de la UNAM y una niña-bien de la Ibero muestra los
conflictos de interés en la sociedad mexicana.
También los documentales como el Grito, Tlatelolco: las claves de la
matanza, La matanza de Tlatelolco siguen analizando y renovando sus
interpretaciones, financiados por organismos como la UNAM, Canal 6 de julio, el periódico la
Jornada, el Discovery Channel. El
Memorial del 68, al lado de la Plaza de las Tres Culturas ha acumulado un
acervo y narra museográficamente el
movimiento estudiantil. El 68 es un mito
político que no pertenece a la retórica oficial del Estado Mexicano, acaso
pertenece a un pequeño sector de éste o ciertos momentos oportunos: la
universidad pública, al gobierno federal salinista (que creó una Comisión de la
Verdad para el 68 para aparentar modernidad), la comisión pluripartidista de
legisladores para el caso del 68, creada en 1997, debido a los 30 años de dicho
evento y la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado
(que hizo una discreta investigación y encarceló brevemente a Luis Echeverría
en época electoral) y al Gobierno del Distrito Federal, a partir de las
administraciones perredistas.
[69] http://supermileto.blogspot.mx/2012/09/mito-y-politica-los-mitos-politicos_10.html
(consultado el 7 de agosto del 2014).
[70] Jorge Volpi, La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968, edit.
Era, México, 2008, p. 431.
[71]
En ese caso, la mejor forma de desmitologizar un mito, es estudiándolo,
reflexionándolo con apertura.
[72]
Carlos Monsivais, Op. Cit., p. 29 y 30. También entiende al 68 como una fecha
fundacional de la lucha por los derechos humanos ante el autoritarismo del
Estado. En ese sentido no hay mucha distancia entre decir mito y fecha
fundacional.
[73] http://www.tlatelolco.unam.mx/docs/cronologia_memorial.pdf
(consultada el 28 de septiembre del 2014).
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