Doctor Suárez


...Así es doctor, el mundo es un absurdo, es luchar, abatir, partirse la madre. ¡Y usted quiere que me sienta bien! En fin, cada que me asomo a la realidad veo algo abominable. Horribles asesinatos para robar carteras, bolsos, hasta unos míseros tenis. Encuentro mujeres llorando la ausencia de sus secuestradas hijas, quizá violadas y ahora inertes, quizá prostituyéndose en un burdel. Gente desaparecida, herida, mutilada es el pan nuestro de cada día. ¿Cómo espera doctor que no me afecte contemplar esas escenas? ¿Y qué me dice de mí?  Aunque haya gente con lindas historias, la mía no lo es. Tú cállate imbécil, a ti no te hablan... Lo siento, mami. La plancha no, ¡no! Jamás me tocaré ahí.  No. ¿Qué hice mal?
No, en la cara no. Cuidado, mis ojos. ¿Dónde están sus ojos, doc? Sólo encuentro uno, el  otro se ha de haber rodado, bajo aquel secreter. Por cierto, qué bonita secretaria, es de tan lindas costumbres y tan bella… ¿Por qué has dejado de hacerme el amor?  No me dejes, mi vida. La vida es inútil. Vivir, procurar subsistir a sabiendas que lo único inevitable es la muerte. ¿Quién es el psicótico? Pues el Creador. ¿Usted me haría el amor?  No comprendo cómo puede existir un "Dios" que nos lleve irreme­diablemente al precipicio. Si existe, ha de padecer de lo mismo que me diagnosticó, esa pinche cosa… ¿Cómo dijo que se llamaba? esquizofrenia paranoide con alucinaciones y no sé qué madres… Pues yo no veo a Dios y me dicen demente. Ni lo he escuchado al Señor. ¿Qué me dice Usted, señor dragón? Tiene miles de años, ¿Lo ha percibido? Ya cállense, sus voces son como alfileres, dejen de nombrarme, ya hice lo que querían, dejen de estar atormentándome, insultándome, gritando mi nombre. No digan mi nombre, ¡no!
No se lo había dicho doctor, pero nunca me gustó su voz. ¿Qué me dice? Relájese que se le lengua se le va a hacer más nudo de lo que ya está y le se vaya ir para el esófago . Esa maldita lengua suya que no me sirvió para nada, ni para reconfortarme, sólo para sermonearme. Pero, ¿qué dijimos de Dios? Si no hay Dios, no hay sermones. Pero, me he, he, he portado bien, no he pecado. Angelito de la guardia, protégeme…
¿Alguna vez mencioné en una de las sesiones cuánto me deprime leer en los periódicos las estadísticas de suicidios? Más de dos mil diarios en el mundo. En el pasado estuve tentado a ello. Las voces me lo ordenaban, las ignoré. A los otros los comprendo. Seguro no las soportaron… Y luego, aislado, solo, sin manera de escapar, viviendo sin sentido porque la vida misma carece de él, siendo agredido por la Zoo-ciedad.  ¡Qué bonito animalito! Chido. ¿Por qué no me llevas al zoológico, pa? Envenenaron a Pulgas. Maldi­tos. Juanito, te hubieras dejado. Tan chavo te fuiste.
Sabe, creo que los suicidas son quienes se dan cuenta de cómo es verdaderamente la realidad. Es insoportable, humanamente intoler­able...  ¿Por qué me ve así, doctor?,  Pareciera que sus ojos estuvieran fuera de sus orbitales, ahí mezclados con sus orejas… Me costó menos trabajo desmembrar a Pulgas con esa  mirada perdida, sin parpadear, tan fulminante. ¿Miento al decirle lo que percibo del mundo? Es la puritita verdad. Al contrario soy objetivo, realista. Un pesimista es un optimista bien informado, ¿entiende? Parece que no; archirrequeterrecontra-no. Quiero un Mc trío. Usted siempre me re­prende, me dice que estoy muerto en vida; pero Usted lo está más. Mor mortis, neto que sí. Me acusa por conocer al universo, por saber que efectivamente el hombre es un lobo para el hombre, homo hominis lupus. Pulgas: la pulga es la pulga del perro. El perro se parece al lobo. ¿Usted tiene pulgas? No, sin piel, ¿cómo? ¿Qué siente estar desnudo ante la realidad? Así, en carne viva. Si le arde, pues Haldol. Lo aprendí en el rastro. Me gustaba, siempre me ha gustado. En el rastro había una fuente llena de sangre, y allá en la fuente había un chorrito, se hacía grandote, se hacía deuda externa, Deus, Deux. Méshico.
Una vez me dijo: "parece que usted  está como la gente dice, enfermo de la cabeza". ¿Por qué?, ¿porque le temo a los hombres? ¡Cómo no he de temerles, sí sé de lo que son capaces! Triptis­tastes. Yo soy uno y vea de lo que soy capaz. ¡Qué vea carajo!, No sé cómo le va a hacer, pero vea. Creo que me entiende más su estúpida escultura de laboratorio clínico con apariencia de mármol. Pero su fuentecita, ay, fuentecita.
A veces desearía ser una piedra, sin sentimientos, sin concien­cia. Dichosas las rocas, son felices. El reino mineral es el plano perfecto, donde los seres inanimados gozan del paraíso. La muerte, aunque le temamos, es una bendición. Te bendigo, hijo mío. Nos reintegra a dicho mundo. El alma desaparecerá porque es ficticia,  ¿me equivoco? ¿la ve o tampoco la tiene? Su mano está pálida, esa sí tiene piel, doctor. Salió de un solo tajo. ¡Machete! No me suicidaré, esperaré pacientemente a la Parca; a su tiempo me desintegraré, encontraré la paz con quienes no la viven: los minerales. Además, contiene ocho vitaminas, zinc y hierro. Pinch­es cucarachas, aléjense.
Doctor, no se quede sin hablar, sin moverse, y hecho añicos, pedacitos,  relájese, cierre la boca, que su expresión es estupefacta, mortuoria. Se me va a antojar estar así... Ocho por uno, ocho, ocho por dos, dieciséis, ocho por tres. Si me aprendí las tablas. La manguera duele mucho.
Lo repito: ¡cómo son absurdos el hombre y su existencia! Estamos arrojados a la vida, condenados a vivirla, a sufrir viendo per­sonas perecer de hambre, quebrándose en revoluciones para quedar igual o peor, muriendo en irresponsables accidentes, San Juanico, Guadalajara, acaeciendo incluso a manos de la violenta Naturale­za. Pinche Natura has de ser racista, no quieres ni madres a los haitianos. Huracanes, terremotos, cólera. Que los parta un rayo, mejor, que le caiga en una cancha de futbol sin atrapasueños, ni pararayos. Rayos y centellas, luz y sonido. Las plantas se comen la luz, los insectos se comen las plantas, los pájaros comen insectos, las felinos, los reptiles, se comen a las aves. El hombre se come a todos. Los microorganismos comen hombres. Lo convierten en luz. Las plantas se alimentan de luz. Lucifer. Y Pulgas no tiene luz.
Deseamos estérilmente ser inmortales, ser dioses, saber todo sin poder lograrlo, dominar absolutamente para no ser aniquilados.  A esto en las ciencias naturales, le llaman evolución; en el mundo capitalista le llaman competitividad, éxito. ¡Viva Cornejo!, viva, viboroba. Chúpensela. Cornejo come hombre. Explotar, oprimir igual a felicidad, esa es la clave, clavar, clavado, clávensela, Pablito clavó un clavito.
¿Lo  impacté doctor? Déjeme tocar su mano, no esa, la otra, que está más bonita. Está fría, pero Usted siempre lo fue, por muchos años que me hizo perder, mas Usted, le prometo que Usted, Usted, Usted ya no va a perder más. Ni yo con vos. Será mejor que se tape, esa desnudez ya no me gustó. Es demasiado íntimo. No es ético, ni terapéutico. ¿Cómo está su ética profesional? Con que me quería cobrar renta. Las voces me lo dijeron. ¿Es que la psiquiatría no fue suficiente para asimilar tanto? Soy un óptimo pesimista o un pésimo optimis­ta. Olvidé la diferencia. Me pesa. Carcacha y se te retacha.
No he comentado lo medular. Por cierto, cuánta médula tiene. Sin embargo, luce inapto para escu­char cualquier cosa. Será mejor que me retire... Y limpie esas manchas de su ropa, se le pueden quedar para siempre. Nunca pensé que una pistola y un machete… Tiene más sangre que Pulgas. ¿Dónde puse el silenciador? Ahí. El cuchillote quédeselo, ya no lo quiero, como a Usted, guárdelo en su corazoncito. Silencio, que están durmiendo los nardos y las azucenas, mi doctor y la pistola. Bueno, me voy. Adiós. Agur. Ci vediamo.
¿Qué, señorita? Disculpe la tardanza. ¿Le aflojo la mordaza? Sus esfínteres ya aflojaron. ¿La espantó el ruido? Como que también la veo pálida. Ahora si está respetuosita… El doctor Suárez y yo tuvimos grandes avances en la sesión de hoy. Comprobamos el absurdo. Ahorita está indispuesto. Ya no dará más consultas. Con permiso, tengo que ir a comer y luego rentar una película. Mmm, Bambi. Soy  un cursi, lo sé. Ciao, ciao.


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